Marina, mi amante de 9 años
Después de nuestra primera vez en el baño, se hizo costumbre hacerlo a diario y donde pudiéramos .
Marina parecía insaciable. Nunca se negaba a una petición mía y yo estaba obsesionado con su culo. Un día nos metimos en el baño, nos desnudamos rápidamente y ella me puso una mano en el pecho, como para que yo no me acercara a ella, y con la otra mano tomó mi pene erecto retirando mi prepucio y descubriendo mi glande para luego pasar los deditos por toda la cabeza de mi pene. Yo con los ojos entrecerrados logre ver una sonrisa entre picara y algo nerviosa en su rostro. No aguanté más y la abrace pegando como pude mi inflado pene a su tierna vagina. La fui llevando hasta sentarla en la poceta (retrete) y ella automáticamente abrió las piernas para facilitar que mi pene entrara a su vagina. Empecé un mete y saca con desespero por la excesiva excitación y mi pene (que no era muy grande a esa edad) se salía con frecuencia. Marina, entonces cruzó las piernas sobre mi espalda, para evitar que mi pipe abandonara su cueva y continuamos jadeantes y sobre excitados. Era increíble lo que estaba viviendo y lo que estaba disfrutando. La posición era bastante incomoda para mi, pero Marina estaba aferrada a mi espalda con brazos y piernas, como para no dejarme escapar. En un momento siento que me abraza con más fuerza y su pelvis se pegaba más a la mía y con un suspiro largo me apretó tanto, que casi me dejó inmóvil. Me apartó de ella y me dijo -Ya, estoy cansada.
Nos vestimos y salimos, pero yo aún estaba excitado y mi pene no se había bajado para nada. Entro a la cocina y con el cuerpo temblando de la excitación, tomo un vaso de agua. Marina entra a la cocina, me pide agua. Mientras tomábamos agua le muestro por encima del pantalón mi pene todavía erecto, se sonríe y me pregunta:
-¿No te cansas?
-No, todavía tengo ganas- le respondí
-Vamos para tu cuarto, en el baño me canso mucho.
Los demás niños jugaban en el patio y los adultos tomaban café al frente de la casa, nadie nos molestaría. Entramos a la habitación, ella se quitó la parte de abajo de su ropa y yo me bajé los pantalones hasta los tobillos. Marina con las piernas abiertas me invitaba a seguir la fiesta y no la iba a defraudar. Cuando me iba a subir sobre ella, me dijo -mejor yo arriba. Me acosté y ella se subió sobre mi colocando la cabeza de mi pene en su vagina para bajar lentamente y empezar a culear como poseída, subía y bajaba con energía dándome placer como nunca, mis manos estaban pegadas a sus nalgas y de vez en cuando algún dedo rozaba su ano. Yo ya sabía que ya lo había hecho por detrás, su hermano me lo había dicho. En un momento ella se acuesta sobre mi sin dejar de cabalgar y su oído queda cerca de mi boca y le digo:
-Dame el culo.
Sin decir palabra y siempre con una sonrisa, se baja y se acuesta boca abajo en el borde de la cama con el culito levantado esperando por mi. Puse saliva en su ano y con cierta dificultad se lo metí en su estrecho y caliente ano. Pase a ser yo el poseído. Estaba cogiendo el culo que tanto había observado y deseado. Yo entraba y salía sin contemplación y sus nalgas rebotaban contra mi pelvis aumentando más mi excitación. Así seguí hasta sentir como pequeñas agujas clavándose en mi espalda baja, pasando por mis nalgas y terminar en mis testículos y pene.
Quedé agotado y satisfecho. Marina todavía de acostada me sonreía. Es algo que siempre recuerdo. Siempre estaba sonriendo, en todos los momentos que estuvo conmigo, siempre sonreía.
Me levanto, Marina todavía sin ropa en la parte de abajo, recostada en la cama, mirándome mientras yo subía mi pantalón. Cuando tenía mis pantalones por los muslos, se abra la puerta de la habitación. Era mi papá. Nos miro, mi cara estaba roja y me sentía acalorado. Creí ver una sonrisa en la cara de mi padre y cerró la puerta suavemente…
Gran relato