Matrimonio Abierto

Esta historia me la contó un amigo hace ya unos cuantos años. La contaré en primera persona tratando de ser lo más fiel al relato que me hicieron. .
Capítulo 1

Novios

La conocí en la universidad, una chica muy linda, encantadora y coqueta, la que por supuesto tenía varios admiradores, una chica » popular » dirían algunos.

Me gustó su pelo suelto, sus cejas delineadas que demostraban un carácter fuerte, sus ojos hermosos, su nariz delineada, sus labios ni gruesos ni delgados, precisos. Además tenía lindas piernas, se usaban las minifaldas en ese tiempo pero las de ella eran las más cortas, sabia que tenía lindas piernas y le gustaba mostrarlas. Una cintura estrecha hacia resaltar su trasero el que sin ser grande se destacaba por su forma.

Iba a ser todo un reto conquistarla, pero como no soy feo y también tengo lo mio me puse en campaña.

No fue tan difícil llegar a ella de entre decenas de pretendientes.

Pretendientes que a ella le gustaba tener como lunas girando alrededor de ella, sin prometer nada y negar nada.

Comenzamos a conversar en los patios de la U, después comenzamos a salir los fines de semana y al mes ya eramos novios. Aún así tenía que espantar los moscardones que la rodeaban. Como usaba minifaldas y si no se preocupaba al sentarse, se veía entre sus piernas su ropa interior blanca.

– No te preocupes. El que mira sufre y el que toca goza  – y me daba un beso.

Aprendí a dejarla ser, aunque aveces me molestaban sus escotes que mostraban más de lo que me gustaba.

– No seas tonto – me decía cuando trataba de abotonar su blusa que sin sostenes mostraba demasiado, si bien no se le veían los pezones, si se trasparentaban y se movían.

Para unas pruebas me pidió ayuda, era inteligente pero despreocupada con sus estudios.

Me invitó a su casa a estudiar, ahí conocí a su mamá, una familia de clase media acomodada y hija única.

– Mamá,  te presento a Felipe, un compañero de la universidad que me va a ayudar con Cálculo para la prueba – la mamá muy bonita, como ella, muy amable y atenta me saludó con cariño.

– Vamos a estudiar al hall del segundo piso  – y tomándome de la mano me llevo hasta una escala de madera. Ella subió delante mío sabiendo que da abajo yo podía ver sus nalgas. Por lo demás la dejé subir un poco para tener mejor visión.

– Te gustó lo que viste? – me preguntó riendo.

El hall era grande, alfombra de muro a muro, una gran ventana a la que estaba un gran escritorio con un computador.

También habían dos dormitorios con un baño entre ellos. Dejamos las mochilas sobre el escritorio y comenzamos a besarnos en silencio, sólo se escuchaba la succión de los besos. Las caricias llegaron detrás y desabotoné su blusa liberando sus pechos,  ella hizo lo mismo con mis pantalones y sentándose en la silla llevó mi erección a su boca. Ahora se escuchaba el succionar mi miembro como si fuera un biberón.

– Vamos a la cama  – dijo levantándose y desabrochando su falda la que dejó caer camino a la habitación. Yo miraba su lindo trasero con la única ropa de vestir que tenía. Me senté en la silla y me saqué los zapatos y los pantalones, caminando me saqué la camiseta, ella estaba en la cama completamente desnuda, me saqué los slip y acostándome encima de ella pero sin penetrarla comencé a besarla por todos lados, me traía loco desde que la conocí. No era la primera vez que hacíamos el amor, pero era la primera vez en una cama, cómo corresponde. Después de masturbarme un poco, puso mi miembro a la entrada de su vagina.

– Mételo ya! – exigió. Una chica de su edad, más de 20, obviamente no era virgen ni yo el primero, ni el segundo, sabía perfectamente hacer una felacion. También sabía lo que hacía, lo que quería y cómo lo quería.

Pero éso a mi no me importaba, lo pasado es pasado y se queda en el pasado.

– No vaya a escuchar tu mamá  – le dije ante los gemidos de ella. No habíamos cerrado la puerta del dormitorio.

– No, ella se acuesta en su cama y se pone a ver teleseries  – a pesar de mis preocupaciones, acabamos al mismo tiempo y terminamos felices. Yo principalmente que hacía años que no tenía sexo como se debe. Siempre a escondidas, en parques, baños o el el auto de mi madre.

– Vamos a la ducha  – dijo. Nos bañamos juntos, fue una ducha deliciosa, llena de besos y caricias.

– Cógeme por atrás  – dijo dándose vuelta inclinando el torso. Puse jabón líquido en mi miembro, lo puse contra su ano y la penetré analmente con mucho amor. Ése hermoso trasero que tanto admiraba ahora era todo mío. Lo disfruté centímetro a centímetro, lentamente al principio y más potente después.

– Te duele? – le pregunté al escuchar sus quejidos.

– No, sigue, sigue – y seguí hasta que la escuché gemir y estremecer con su orgasmo anal. No sabía del orgasmo anal, ella me lo contó y me dijo que hacía tiempo que no lo hacía y que ahora aprovechó la oportunidad.

Me quedé descansando un rato con mi erección adentro de su ano y ella apoyada con sus dos manos contra la pared.  Hay que ver que cansa hacer el amor parado, con las rodillas dobladas y haciendo un gran esfuerzo. Claro que uno no se da cuenta de eso hasta que termina.

– Quieres que te lo saque? – le pregunté al oído, mientras una mano estaba contra su estómago y la otra acariciaba uno de sus senos.

– Espera un momento  – dijo, seguramente estaba recuperado el aliento igual que yo.

– Ya, ahora si – con todo mi erección seguía al 100%, lo saqué lentamente, era delicioso sentir como su ano me lo apretaba hasta que salió por completo. Ella se dió vuelta y me abrazó.

– Lávate, ahora lo quiero adelante  – me lo lavé con la ducha.

– Ya, está limpio  – dije, seguíamos abrazados, ella lo tomó y lo puso en su vulva empujando su pelvis, la tomé de las nalgas y la penetré a fondo, después de unos 5 o 6 minutos cogiendo rápido, llegamos a otro orgasmo más.

Después de la ducha nos secamos, nos vestimos y nos pusimos a estudiar, ella no entendía algunos ejercicios, pero era cuestión de práctica, tenía que hacer muchos ejercicios. Estábamos en eso cuando subió su padre. Por suerte nos pilló estudiando. Ella nos presentó, el un tanto parco me estrechó la mano con fuerza, también tuve que hacer fuerza para que no me la estrujara. Le dió un beso a su hija y nos dijo que bajaramos a cenar.

– Cenar? Qué hora es ? – cerca de la 8 pm.

– Cómo pasó tan rápido el tiempo? – me pregunté en voz alta.

– A mi no me eches la culpa  – dijo riendo. Junté mis cosas y bajamos.

– Disculpen, no me había dado cuenta lo tarde que era, pero ahora me tengo que ir, me van a extrañar en mi casa – dije.  El papá muy sereno me indicó la silla para que me sentara. No había nada que hacer, dejé la mochila en un sillón y me senté a la mesa frente a Liliana.