Matrimonios arreglados
Cuando el dolor que más temes, termina siendo el placer que más amas..
Cuando me casé, lo hice en un matrimonio arreglado por parte de mi madre, quien había enviudado dos años antes y al no tener posibilidades de mantener a mis hermanos y a mí, nos casó a las dos mujeres mayores, Guadalupe de 18 yo, Olga de 16. A Lupita la casó con Nabor, un hombre que le llevaba 14 años y a mí con Damián, un señor de 37 años que había estado en EEUU y que enviudó hacía mucho. Tenía dinero y el arreglo se hizo, al igual que con Lupita, económicamente. Guadalupe se casó cuatro meses antes y me contó cómo fue su primera vez, me dijo que había sido doloroso y que casi fue una violación. Eso me tenía al borde de la desesperación y faltaba solo una semana cuando un domingo, Damián me dijo en una de las charlas que teníamos, que si yo no quería casarme con él, que no me obligaría; sin embargo, estaba al tanto de las carencias de mi familia y sabía que él iba a ayudar mucho a mi madre, por lo que le di mi consentimiento y esa tarde supe por primera vez lo que era el beso de un hombre, me besó de tal manera que me hizo sentir escalofríos y supe que él no sería como mi cuñado que forzó a mi hermana. Después de la boda, me llevó a su casa y yo estaba resignada a que esa noche dejaría de ser virgen y aunque no fuera con un príncipe azul, pues esperaba que al menos no fuera tan doloroso como Lupita me había dicho. Cuando entré a mi nueva casa, me tomó de las manos y me dijo:
—Ahora, todo lo mío es tuyo y mi corazón también.
Yo guardé silencio, no sabía que decir, solo moví la cabeza afirmativamente y bajé la vista. El me tomó la barbilla y me besó suavemente. Me explicó que no me forzaría a nada y que cuando yo quisiera, entonces el me tomaría como esposa, eso me hizo sentir mejor. Me mostró toda la casa y en la noche, preparé de cenar y cuando terminamos, vimos la tele sentados en la sala, me abrazó y me besó. Sentí algo muy hermoso cuando me besaba la boca, a su edad, estaba muy bien conservado y no era feo ni olía mal, me gustó que me besara y que me acariciara. Me decía cosas muy bonitas y de pronto sus caricias se volvieron más atrevidas, mi respiración se aceleró y mi corazón latió de una forma que no conocía. No sé de dónde, pero sin saber por qué, le dije.
—Quiero que hoy me hagas tu esposa.
Me tomó en sus brazos y me llevó hasta el cuarto, me depositó suavemente en la cama y sus besos me llevaron a otro mundo, me desnudó con delicadeza, de tal forma que entre tantos besos, no me di cuenta en qué momento me quitó el vestido y solo reaccioné cuando sentí el roce de su pene en mis piernas, me quitó el pequeño corpiño de niña que usaba, ya que mis senos aún era pequeños, su boca bajó por mi estómago y sus dedos deslizaron mis pantaletas por mis delgadas piernas. Mordisqueó desde mis caderas hasta mis pantorrillas y subió a mis pechos.
—Se que eres virgen, porque me lo ha dicho tu madre, pero no te asustes, te lo haré con mucho cuidado. Si te duele, me dices y me detengo.
Eso me dió confianza y me deje llevar por él. Besó todo mi cuerpo y por primera vez sentí el deseo de coger y la curiosidad superaba el miedo al dolor, me olvidé de la historia de mi hermana y más cuando su lengua encontró mi clítoris y me hizo sentir tocar el cielo, yo jugaba con mis dedos acariando su cabello y abriendo las piernas para que mi coñito disfrutara esa lengua que me estaba llevando al orgasmo. Cuando yo sentí que mi cuerpo se tensaba al máximo, él se acomodó encima de mí y me besó de una forma tan apasionada que yo lo abracé con brazos y piernas mientras el, con una mano frotaba la punta de su miembro en la entrada de mi rajita y el placer que sentí me hizo soltar algunas lágrimas, él seguía acariando mi clítoris con la cabeza de su verga y como nunca había visto una, no podía hacer comparaciones y para mí ese camote de 20 cm, era algo que encontré normal, ya que no lo veía, solo podía sentir su punta en la entrada de mi almeja. Cuando estaba por alcanzar el orgasmo, el primero en mi corta vida, mi pepita estaba tan dilatada y relajada, que la cabeza de aquel trozo de carne entró fácilmente hasta el hímen y empezó un vaivén tan rico que el orgasmo fue inevitable y ahí donde el cuerpo se crispa y los músculos se tensan al máximo para al mismo tiempo relajarse de tal manera que no hay dolor alguno, él empujó con fuerza y metió su macana sin piedad, hasta el fondo. Sentí que algo tronó en mí, pero no hubo dolor solo goce y placer infinito. Lo metió y se quedó ahí dentro un momento, luego lo sacó solo un poquito y lo hundió otra vez, yo sentía tan rico, que fui quien inició el movimiento pélvico de manera instintiva y frenética. Él entendió que era el momento de darme duro y sin descanso me bombeó con movimientos cada vez más rápidos que me hicieron venirme otra vez y ahora con mi raja llena de ese falo jugoso y duro a la vez, tuve mi segundo orgasmo y que él al sentir como mis paredes vaginales se contraían, me inundó con su leche todo mi coñito, que ya sonaba como zapato con agua y desbordaba por las piernas todos los jugos que no cabían. Fue la primera cogida y la única de la noche, pues después de eso, mi vagina quedó tan adolorida que él tuvo que mimarme todo el día siguiente y cambiar las sábanas que manchamos con semen y sangre. Me había convertido en toda una mujercita con un hombre mayor que me llevó al cielo y convirtió mi mayor miedo en el mayor placer.
(Continuará)…
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!