Me cojo a mi papá como siempre quise hacerlo
Aprovecho que mi mamá se va de viaje para seducir a mi papá y que me haga suya.
Me di cuenta de que me quería coger a mi papá el día en que, con una de mis amigas lo vimos mear con la puerta entre abierta y se le veía la pija. En ese momento éramos adolescentes con las hormonas por el cielo. Siempre hablábamos de las pijas de nuestros compañeros, que eran adolescentes como nosotras, así que ver la verga gruesa, grande y larga de un adulto, fue una revelación sorpréndete.
Y lo hizo más emocionante que sea la de mi papá.
Así que ahora con 18 años, todas las pajas que me hago en la oscuridad de mi habitación, son dedicadas a mi papi. Todo el porno que veo es incestuoso por mi papi. Todas mis fantasías más oscuras son protagonizadas por mi papi.
Lo necesito tanto. Muero por ser suya, que él me haga suya.
Y el día perfecto para que suceda, llegó.
Mi relación con mis padres es excelente. Es bueno que soy hija única porque me dan todo y eso significa que confían ciegamente en mí y me quieren más que a nada en este mundo.
Es por eso que cuando se van de viaje siempre me dejan sola confiando en que me voy a comportar. Y lo hago. No meto a nadie en casa, no hago jodas, solo vienen pocas amigas a hacer pijamadas y ellos ya las conocen. Lo normal.
Además, soy virgen. Mi conchita totalmente cerrada esperando por un solo hombre.
Mi papá.
El sábado por la mañana desayunamos en familia, y mi papá y yo llevamos a mamá al aeropuerto por un viaje de trabajo. Se va una semana dejándonos en casa a papá y a mí. No es la primera vez que nos quedamos solos, pero es la primera vez que nos quedamos solos yo teniendo 18 años.
Así que mi plan empieza acá.
Desde que mamá se va yo soy la que hace todas las comidas, limpio la casa y me encargo de que todo esté en orden. Es lo único que tengo que hacer porque me estoy tomando un año sabático antes de empezar la facu. Por eso cuando mi papi llega de trabajar, encuentra todo ordenado, limpio y una cena caliente y deliciosa en la mesa esperando por él.
-Mm que rico huele esto, bebé. ¿Qué cocinaste?
-Un bife de chorizo con puré de calabaza. Como te gusta… Ah y te hice una ensalada… y hay cerveza en la heladera.
-Sos perfecta, hija. Ya una niña grande, una mujercita. -se acerca y me da un beso en la frente.
Respiro profundo su perfume. Es tan varonil. Papá es hermoso y fuerte. Un hombre de verdad. Se cuida mucho igual que mi mamá. Gracias a ellos tengo muy buena genética. Rubia de ojos color miel, muslos grandes con una cola paradita y grande por mis años en hockey, mis tetas son decentes, pero me gustaría tenerlas más grandes. Papá dijo que para mis 21 me va a regalar la operación.
Me encantaría que las estrene él.
Nos sentamos los dos a cenar mientras él ve el noticiero y yo lo miro. Estoy muy nerviosa porque si mi plan sale mal, estoy jodida. Y no como me gustaría.
Si papá me rechaza y le cuenta a mamá que intente que él me garche, estoy totalmente acabada. No sabría como sobrevivir a eso.
Realmente no sabría como sobrevivir al rechazo de mi papi. Al que tantas ganas le tengo.
Cuando terminamos de cenar, levantamos la mesa entre los dos y llevamos las cosas a la cocina donde yo empiezo a limpiar. Papá está ordenando también, nos ayudamos mutuamente desde que mamá se fue.
Arriba de mi cabeza está el armario para guardar el rollo de cocina, entonces él se acerca a mi espalda y por sobre mi cabeza abre el armario para guardar el papel. Pero yo aprovecho ese instante para echarme más para atrás y apoyarle el culo en la pija.
Papá ya tiene puesto su pantalón de pijama y yo tengo un shorcito de jean que me queda sueltito y se me sube quedando casi la mitad de mi orto afuera.
Mi papá por un momento se queda parado, tieso detrás de mí. Su brazo todavía en lo alto de mi cabeza. Yo hago como que no me doy cuenta de lo que está pasando y comienzo a tararear una canción mientras que ahora, restriego de manera alevosa mi culo contra él. Su pija se siente semidura detrás de mí, y a mí se me empieza a mojar la tanguita.
Por Dios, no creo que aguante una noche más sin la pija de mi papá dentro mío.
Papá carraspea su garganta, cierra el armario rápido y fuerte, y se aleja de mí. No dice nada cuando sale de la cocina, pero sé que algo sintió. Eso me hace sonreír.
Para las 11 de la noche, mi papá está en el salón viendo algún partido repetido de River y yo estoy en mi habitación, preparando la parte más importante del plan: yo.
Ayer, mi amiga y yo fuimos de compras y conseguí un conjunto de lencería espectacular. Esto hará que papá caiga en el infierno de mi conchita virgen.
La parte de arriba que cubre mis tetas es un corpiño de encaje negro semitransparente, con copas triangulares que me realzan las tetas. Los tirantes son finos y tienen pequeños detalles metálicos en dorado. La parte de abajo es una tanga del mismo encaje, con trasparencias y un diseño que marca las caderas. La tirita de la tanga se pierde entre mi culo, pero es tan suave que no lo siento. También tengo un portaligas que envuelve mi cintura haciéndola más chiquita por lo flaquita que soy, y baja sujetando unas medias negras transparentes altas. En los pies, mi única opción son unos tacos de aguja de mi mamá.
A papá le encanta cuando mamá se pone estos tacos. Siempre se lo dice.
Supongo que también le va a gustar que los use yo.
Me maquillo un poco, pero sin ocultar mi carita inocente que le gusta tanto, me pongo perfume y dejo mi pelo rubio y largo con onda cayendo por mi espalda.
Tengo que respirar profundo varias veces para encontrar valor y salir. Los nervios, la expectativa y el deseo, hacen que la tanga que me acabo de poner ya sea un mar de mis juguitos.
Por favor Dios, que mi papá quiera tanto mi conchita como yo quiero su verga.
Con paso calmado y sensual, me dirijo al salón de mi casa. Donde el hombre que me dio la vida, mi progenitor, está sentado con sus piernas abiertas, con el pijama puesto, una cerveza en mano y viendo futbol en la tele.
No dudo en pararme enfrente de la tele, enfrente de él, vestida así. Como una prostituta en lencería entregándose a su cliente.
Pero soy una hijita puta regalándose a su propio padre.
Primero sus ojos recorren desde mis pies con los tacos rojos de mamá, hasta subir por mis piernas cubiertas por las medias, mi panza y mi cintura, sigue a mis tetas, mi cara y directo a mis ojos. Cuando nos miramos, sus ojos se abren desorbitados.
-Que carajos, Ámbar.
-Hola, papi. ¿Te gusta lo que ves?
-¿Qué?… ¿Qué mierda está pasando, porque estás vestida así?
-¿No te gusta, papi? -giro sobre mis pies para que él pueda verme completa otra vez. Quedo de espaldas para que vea como la tanguita se entierra en mi gran culo, y me agacho abriéndomelo para que lo vea mejor. -¿Qué opinas, papi? -digo cuando vuelvo a levantarme, darme vuelta y mirarlo.
-¡¿Qué estás haciendo?!
-Lo que debí haber hecho hace mucho tiempo.
-¿De qué hablas, hija?
Él parece consternado, pero sus ojos no dejan de recorrer mi cuerpo y el bulto en su pantalón me dice todo lo que tengo que saber.
Me desea como yo a él.
Me acerco a sus pies y me arrodillo entré en sus piernas abiertas. -Te deseo, papi. Mucho. Desde siempre he querido que me cojas. Que me cojas como a una puta. Siempre dijiste que soy la niña de papi, pero yo quiero ser la puta de papi. Que me uses, que hagas conmigo lo que quieras. Compre esto para vos, ¿te gusta? ¿Te gusta cómo se me ve?
-Ámbar… hija… ¿Qué mierda te pasa? Esto no está bien.
Él está por pararse del sillón, pero yo vuelvo a empujarlo para que se siente y coloco mis manos en sus piernas con fuerza para que no vuelva a levantarse.
-Papi, vos sentís lo mismo por mí.
-No.
-Sí. Mirá como se te para la pija. La tenés muy dura, papá. -se la toco por encima del pantalón y él se tensa. Intenta alejarse, pero yo lo agarro más fuerte. – ¿Por qué te alejas?
-Porque esto no está bien Ámbar, sos mi hija.
-¿Y? Eso no importa. Creo que eso lo hace más especial. Que sea el hombre que me dio la vida el mismo que me desvirgue.
Sus ojos se abren con sorpresa. -¿Qué?
-Guarde mi virginidad para vos, papi. Estuve esperando este momento tanto. Hasta esperé cumplir 18.
-Ámbar por Dios, ¿qué mierda está pasando? ¿Esto es una broma de mal gusto? -él pasa sus manos por su cara. Está desorientado pero muy caliente. Sus ojos oscuros y el bulto cada vez más grande y duro bajo mi mano, lo delatan.
-Déjate llevar papi, ¿no me deseas?
-¿Cómo te voy a desear si sos mi hija?
-Muchos padres desean a sus hijas, y muchas hijas desean a sus padres. Como yo te deseo a vos, papi. Por favor, ¿me dejas chuparte la pija?
-Dios, Ámbar. Te juro que siento que me estás jodiendo. ¿Es una joda esto? Decime la verdad.
-No papi.
-¿Desde cuándo sentís esto?
-Desde siempre. Desde que sentí que se me puso la conchita húmeda al verte, papi. Desde esa vez que estabas haciendo pis y con Coral te vimos la pija.
-Hija… pero eras una nena. -asiento. -Por Dios… ¿sos virgen en serio?
-Si, papi. Por vos. No quise que nadie me tocara, solo vos.
-Dios hija, que hermoso lo que me decís. Me estás poniendo la verga gomosa.
Con una mano me acaricia la cara, y con la otra me agarra del pelo.
-Te amo, papi.
-¿Sos mía?
-Si, papi. Siempre tuya.
-¿Y me querés chupar la verga? -asiento. -Sácala entonces.
Lo hago apresurada. No quiero perder ni un minuto y que él se arrepienta de esto. Le saco la verga tan dura del pantalón del pijama. Sale como un resorte. Es oscura, gruesa y venosa. La cabeza grande, rosa, imponente. Se me hace agua la boca. Sus huevos cuelgan pesados. Está peludo y eso es algo que esperaba de papá.
Y me gusta más. Es tan varonil.
Lo miro a los ojos con mi mirada más inocente. -No sé qué hacer, papi. Nunca hice esto.
Él respira con fuerza por la nariz. -No me jodas, Ámbar. No te creo.
-Lo juro, papá. Soy completamente virgen para vos.
-No sabes en lo que te estás metiendo, nena. Te voy a arruinar. Abrí la boca.
Lo hago. Abro mi boca lo más grande que puedo recordando cuando él me decía lo mismo para alimentarme y ahora me está metiendo su verga hasta la garganta. No tiene piedad. Me llega hasta al fondo ahogándome y ni siquiera me da oportunidad de acostumbrarme. Quiero alejarme y toser, pero él me sostiene del pelo y la acomoda en lo más profundo de mi boca. Las lágrimas caen de mis ojos, la saliva mancha mi cara y caen sobre mis tetas. Siento que me quedo sin aire. Sus ojos son oscuros, monstruosos mientras mira lo que me hace. Una de sus manos me pega una cachetada mientras sigue con su verga alojada en mi boca.
No tiene piedad y yo me siento más cerca del orgasmo que nunca. Ni siquiera me ha tocado.
Cuando me suelta, tomo una bocanada urgente de aire y empiezo a toser, escupiendo en el piso y sobre mí. Papá me sonríe y me acaricia la cara con ternura.
-Que buena niña, tienes una garganta tan linda.
Me mete los dedos en la boca y hace que se los chupe. Luego embarra mi propia saliva en mi frente y pelo. Me abre la boca y me escupe dos veces. Me trago su saliva extasiada.
-Ahora chúpamela despacio. Dale mucho amor.
Mi agarre en su verga no la cubre del todo, pero sigo sus órdenes. La beso, lamo y me la paso por la cara, cuello y tetas con amor. Como mi juguete favorito cuando era una nena. Aunque me hubiese gustado que este fuera mi juguete favorito en ese momento.
Papá me dice lo hermosa y buena que soy mientras le chupo la pija. Me duelen las rodillas y la mandíbula, pero no quiero detenerme.
Al final es él el que me levanta y me tira como una muñeca que no pesa nada sobre el sillón. Se termina de sacar la ropa quedando completamente desnudo.
Estoy muy enamorada de mi papá. Que hombre.
-Lo atrevida que sos al ponerte los tacos de tu mamá. Pendeja atrevida.
Sonrío, inocente. -¿No te gusta papi?
Asiente. -Te quedan mejor que a ella, sí.
Papá me agarra las piernas y me las abre de par en par. Me besa desde el tobillo, mis piernas cubiertas por las medias y mis muslos. Se agacha entre mis piernas, me saca los tacos y las medias solo dejándome con las ligas y la tanga. Mis dedos de los pies con mis uñas pintadas de rojo parecen gustarle.
-Tenés los pies más hermosos que he visto. Siempre los miro… cuando venís de hacerte las uñas y nos mostrás a tu mamá y a mí lo que te haces, es cuando más se me para la pija. Esos piecitos de princesa tan cuidados me vuelven loco.
Nunca me di cuenta de que mi papá tenía un fetiche con mis pies, y saberlo me pone loca.
Él se los lleva a la boca. Los besa, lame y saborea. Se los mete por completo llenándolos de saliva. Cuando los saca de su boca, los mordisquea y los huele. Se los pasa por la cara y luego los baja hasta la altura de su verga.
Con mis dos pies juntos, mete su pija entre ellos y comienza a pajearse. Yo lo miro maravillada. Mi concha está chorreando necesitada de su atención.
Él gime con fuerza y se frota más rápido.
-Papi, no quiero que desperdicies tu leche así. Quiero que me cojas.
-¿Ah si? ¿Y qué querés que haga con mi leche?
-Que me llenes con ella. Que me acabes adentro.
Eso lo detiene. Sus ojos brillantes.
-¿Te cuidas? -niego. -¿Tu mamá no te había llevado al ginecólogo?
-Si, pero como no había empezado mi vida sexual, solo me dijo que si lo hacía usara forro. No me dio anticonceptivas.
-Mm… ¿entendés lo que me estás pidiendo, pendeja? Que te llene de leche. Eso puede salir muy mal.
-Yo… puedo tomar la pastilla del día después…
-Sí, podes. Vení para acá.
Papá me sostiene en el borde del sillón. Es tan alto que su cadera queda a la misma altura donde mis piernas se abren para él mostrándole mi concha. Me corre la tanguita al costado y se agacha para aspirar fuerte el olor de mi concha.
-Dios, que olor a puta… puta inocente, virgen, mi hija, mía.
En el primer lengüetazo vi las estrellas y cuando me mordisqueo el clítoris y empezó a chuparlo, empecé a gritar como loca. Nunca había sentido algo así. Ni siquiera pasaron dos minutos que me vine en su cara. Él se prendió a mi concha y chupo y chupo hasta cansarse. Metió su lengua en mi hoyito y lo saboreo preparándolo.
Yo estaba lista, quería sentirlo a él.
Papá se incorporó, se escupió la pija y se acercó a mi concha abierta y roja por la anterior chupada. Pensé que me metería un dedo para tantear lo apretada que estaba, o que sería más delicado al meterme la verga.
No lo fue.
Me embistió con fuerza y me tapó la boca por el alarido que pegue. Mis ojos se cerraron con fuerzas y le rasguñé el brazo. Trate de alejarme, pero con la otra mano que tenía libre me agarró la cadera y me sujeto en el lugar cogiéndome con fuerza y metiéndomela hasta lo más profundo de mí.
Me dolía tanto, que las lágrimas salían de mis ojos. Era una violación en toda regla, pero era él, mi papá. El hombre que yo más deseaba en este mundo así que empecé a disfrutarlo.
Cuando mi concha se acomodó a su tamaño, mis gritos se convirtieron en quejidos y luego en gemidos. Empecé a disfrutarlo y ahora me movía con él y me abría más.
-¡Papi!
-¿Te gusta? ¿Te gusta trola de mierda? Dios, sos perfecta hija. Mi virgen hija. Si sabía que estabas esperando esto lo hubiese hecho antes… Estás tan apretada hija, me estás haciendo mierda la pija. No puede ser.
-Si, sí, cógeme papi. No sabes lo que espere esto. ¡Te amo!
-Sos mía, pendeja de mierda. Mi mujer, mi puta. Mira cómo me llenas toda la verga de sangre. Por Dios, me voy a volver loco. No puedo creer que le quite la virginidad a mi hija. Sos mía para siempre, Ámbar.
-Lo soy, papi. Tuya, tu mujer. Para toda la vida.
Sus labios se unieron a los míos en un beso desenfrenado de cariño, amor y perversidad. Todo lo que un padre y una hija no podían sentir. Nuestros cuerpos se fundieron en un abrazo mientras él me tomaba en brazos y ahora me cogía de parado. Así lo sentía más profundo. Me dolía, pero era el dolor más delicioso.
Me vine dos veces más con su verga enterrada en mí y le juré amarlo para toda la vida. Hasta lloré, no me entraba más amor y deseo en el cuerpo.
Papá por otro lado, se vino a chorros gruesos dentro mío. Cuando lo sentí, creí morir. Tan caliente, tan rico. Él me coloco sobre el sillón en una posición en la que no saliera ni un poco de leche dentro mío. No entendía para que, pero lo acepte.
Esa noche cogimos seis veces más. No podía ni siquiera sentarme.
Papá primero era suave y luego violento. Me hacía hacer cosas tan degradantes y perversas que me hacían amarlo más. Cuando se desquitó conmigo por haberme puesto los tacos de su esposa me coloco en cuatro y me rompió el orto.
Nada nunca había dolido tanto, pero esa misma noche yo misma me abrí el orto con las dos manos y le pedí que me la meta. Me grabo y lo vimos en la tele del living mientras yo le chupaba la pija. Volvió a cogerme por ahí.
Cuando me lo lleno de leche hizo que la expulsara en el piso y luego la limpiara. Fascinante.
Así estuvimos toda la semana antes de que mamá llegara. Antes de ir al aeropuerto a buscarla, él me cogió y me lleno de leche la concha y la boca también. Así que cuando salude a mi mamá con un beso, ella dijo “¿Por qué oles así, Ámbar? ¿Qué estabas comiendo?” le dije que un caramelo de leche y papá se rio.
Cogíamos a escondidas, cogíamos cuando ella dormía, pero siempre lo hacíamos.
¿Y el resultado? Mi embarazo un mes después. Un embarazo lleno de perversidad y amor, como mi papá y yo. Pero esa es otra historia para otro momento…
Continuara…


(3 votos)
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!