Me emborracho
Relato de vida real.
Me gusta el sabor del aguardiente antioqueño… bueno, de cualquier aguardiente, como Platino, Tres esquinas… y del vodka.
Me ayuda a escapar y sumergirme en mundos de fantasía y… de sexo; me desinhibo y juego masturbándome con dildos entre el culo, o en roles como mujer, o travesti puta, para los dos últimos me travisto al compás de los tragos y algo de música de estriptis.
Para el efecto compré todo lo necesario en varios almacenes, desde peluca y maquillaje hasta tacones… Con el tiempo tendría diversidad de cada uno.
Aprendí a maquillarme gracias a tutoriales en YouTube, así como a comportarme femenina y adoptar los manerismos propios de las mujeres, como acicalarse el cabello sonriendo coquetamente, alizar la falda al sentarme, cruzar las piernas, y otros.
Ensayé por semanas hasta perfeccionarlo todo y una vez dominada mi actuación quise probarme en público; claro, estaba borracha, entonces solo me hice la paja y me dormí.
Desperté vestido de mujer, el maquillaje corrido y la peluca en el suelo. Me avergoncé y me disparé al baño tratando de borrar todo vestigio de mi despropósito, y mientras lo hacía me preguntaba si se trataba de una aberración o un destino… un en encuentro con la vedad.
Realmente, ¿cuando me emborracho encuentro a mi verdadero yo? No lo sé, pero es cierto que cuando tomo aguardiente… o cualquier licor, se me disparan las hormonas femeninas y las ganas de hombre.
Me gustan las mujeres, sus delicadezas y atuendos…
Me gustan los hombres depilados… detesto esos osos que se creen tan machos.
Me gusta el sexo en todas sus formas, y créeme que las he ensayado todas… o casi… veamos:
Hombres que me hayan comido… Juan lavapisos, Juan inseminador, Evelio. El negro Mark, el arquitecto.. y muchos más.
Mujeres que me comí: Luz Stella, en nuestro desvirgue en la adolescencia; La grandota en la U; la judía en su casa con su madre por ahí, Patricia mi secretaria en la agencia de publicidad, y tal cual puta callejera.
¿Recuerdos? Sí, del mi desvirgue con Luz Stella – de hombre – y con Juan – da marica – y también de mamadas, como la primera vez que me lo mamaron… fue Juan inseminador; la primera vez que me culearon, también fue Juan; la primera vez que mamé verga que fue al arquitecto.
Momentos inolvidables que repito en mi memoria, me excito y me hago la paja rememorándolos.
Disfruto verme el chimbo muy duro en la mano dándole manivela, si tengo las uñas pintadas, mejor; tomarme mis guaros y ver el semen salir disparado.
Varias veces me lo eché en la mano para comérmelo; su sabor era algo insípido, pero es mi esencia. También me lo unté en el culo, imaginando que me habían echado un polvo… y no lo dejaría esperando. Todas esas pichas que me habían penetrado evocaban satisfacción y provocaban deseos de acción nuevamente. Llevaba tiempo sin gozar de una buena verga entre el culo… o aunque fuera en la boca.
Pero… ¿cómo?, ¿cuándo?
Tal vez yendo a un bar de maricas, o anunciándome en páginas de sexo gay.
Lo cierto es que en mi borrachera me vestí muy marica: camiseta escotada, yines forrados con costuras traseras abiertas para enseñar mi culo, y sandalias de dedo.
La barra estaba cerca, no estaba muy borracho pero sí muy alebrestada, entré y pedí un aguardiente doble. Apenas me tomaba la mitad cuando me aproximó un tipo
– Bonitas tus sandalias, ¿acaso no son de mujer?
– Son de cuero, quisiera que fueran de piel de verga…
– Dijiste la palabra correcta, verga, y eso es lo que tengo para ofrecerte
– Uuuu, me gustaría verla
– Vamos a la trastienda…
Fuimos, se bajó los pantalones y me mostró un chimbo parado y palpitante,
Me gustó y se lo mamé, esa verga estaba jugosa y me la metía en la boca como si me la pichara… rica pinga, nunca olvidaré su sabor de hombre.
Luego me lo metió en el culo y me bombeó duro, intensamente, parecía que me iba a meter las guevas.
Me echó el polvo más rico y me llenó de semen, tanto que escurría. Mamado se tumbó de lado con su picha aun goteante, y mamé esos restos de semen. Yo no había terminado, la tenía parada y me hice la paja viendo mi leche escurrir en mi mano.
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Cuando las ganas de culiar son fuertes el culo que se ponga por delante sirve. El recordar sabores y olores de sexo excitan mucho la imaginación.