Me llamo Rosina
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
A los 15 años, conocí a un señor en internet, que como yo, amabamos los animales.
Él era mucho mayor que yo.
Siempre hablábamos y le contaba como me iba en el liceo, ya que tengo problemas de aprendizaje.
Mi madre muchas veces se hizo pasar por mí cuando chateamos, a ver como se comportaba conmigo, de que hablábamos, hasta que viendo que era un hombre serio, que jamás me dijo nada raro, y que me aconsejaba en los estudios, mi madre le fue tomando confianza.
Él vive en Argentina y yo en Uruguay.
Un día me dijo que iba a venir a Montevideo por asuntos de trabajo, y mi madre y yo fuimos a conocerlo.
Resultó ser todo un personaje, pelos y barbas largas, había venido en una tremenda moto.
Carlos es muy simpático y hablador, enseguida congeniaron muy bien con mi madre.
Carlos es un hombre de unos 30 años, aunque mi madre está muy cerca a los 40.
Nos pusimos a hablar de animales, el es experto en serpientes y nos dijo que había venido, porque quería estudiar una serpiente muy venenosa que hay en mi país, aunque en el suyo también habita.
Dentro de la conversación le dijo a mi madre si lo podía acompañar a buscar ese reptil, ya saltaba de alegría, veía a mi madre dudar, él le prometió que me iba a cuidar y que todas las noches yo iba a dormir en casa.
Ella le ofreció alojamiento en casa.
Fuimos a casa, él dejó su mochila, llevando solo lo necesario para pasar el día en el campo.
Al otro día nos levantamos a las seis de la mañana y nos fuimos.
Empezamos llendo a Canelones, que es un departamento que esta a pocos kilómetros de donde vivo.
Yo iba feliz, viajando en una moto enorme, con un señor que me iba a enseñar mucho sobre serpientes y otros animales.
Yo soy rubia, de pelo largo, cuerpo menudo, delgada.
Siempre buscábamos algún lugar donde hubiera agua, levantamos la carpa, y salimos a caminar.
Estábamos horas caminando, cruzando arroyos, yo aunque llevaba botas de goma, siempre estaba con los pies mojados.
Carlos cazó una liebre y fuimos al campamento, la limpió y la puso a asar.
Yo me saqué las botas y las medias y las puse cerca del fuego para que se sequen.
«Carlos, me hago pis», le dije, me dijo que me ponga las zapatillas y baya detrás de la carpa y haga ahí, que cualquier cosa él estaba dentro.
Yo estaba impresionada ya que era la primera vez que estaba así, acampando en un monte.
Estaba haciendo pis y un ruido me asustó y di un grito, Carlos salió corriendo y yo me abracé a él temblando, no me importaba que mi pantalón estuviera en mis tobillos, que se me viera la cola y la vagina.
Me tranquilizó, me ayudó a subir la ropa y cada vez que quería hacer algo le pedía que me acompañe, era mas el miedo que tenía que la vergüenza de que me viera semi desnuda.
A las ocho de la tarde estábamos en casa, y habíamos convenido no decirle nada a mi madre de lo que me había pasado.
Habíamos dejado la carpa armada donde la habíamos armado cuando llegamos, él había atrapado dos víboras, que también las dejamos en un recipiente de plástico grande que él tenía.
Esa noche dormí como una piedra.
Al otro día nos volvimos a ir, cuando llegamos todo estaba tranquilo.
Al medio día hacía un calor tremendo, y Carlos me dijo de darnos un baño en el arroyo, «pero no traje la maya de baño», le dije, «bueno, tenemos dos opciones, nos bañamos desnudos o en ropa interior», me respondió, «desnuda?», le dije riendo nerviosa, ya que jamás había estado desnuda delante de nadie, solo las veces que fui a hacer pis y se que Carlos me había visto la cola y la vagina, pero totalmente desnuda, me moría de vergüenza, aunque me dijo Carlos que si nos bañamos en ropa interior, después nos las teníamos que sacar para que se sequen y ponernos la otra ropa sin nada debajo.
Carlos para darme ánimos se desnudó él primero, era la primera vez que veía un pene, me llamó tanto la atención que lo quedé mirando sorprendida.
Él hizo como si no se hubiera dado cuenta y se metió al agua, «dale Rosi, animate que el agua está deliciosa», me dijo.
Yo me animé y me desnude también, cuando me estoy metiendo al agua, siento que mis pezones se ponen duros por el frío, Carlos me estira los brazos y me tiro, sintiendo como me abraza, como mis pechos se pegan al suyo y me abraza, su pene me roza la vegina haciendo que tenga un estremecimiento.
«No me sueltes», le dije sintiendo el fondo fangoso, no me importaba que mis pechos se peguen al suyo, ni que su pene roce mi vagina.
Yo estaba que temblaba de miedo, me quería subir sobre él, me daba terror sentir como mis pies se hundían en el barro, entrelazaba mis piernas en su cintura, sentía su pene contra mi vagina, como me alzaba en sus brazos agarrando mis nalgas.
«Si te subís un poco más, vas a meter tus tetas en mi boca», me dijo apretando mis nalgas.
Algo me llamó la atención, sentía que a cada roce que daba con su pene en mi vagina, lo notaba mas duro, mas grande.
«Carlos, salgamos del agua», le dije.
Carlos me dijo que me baje, que salga caminando y le dije que no, que me saque así, en sus brazos.
Cuando estábamos saliendo, no se si Carlos resbaló o lo hizo a propósito, pero caímos en la orilla, quedando él sobre mí, sentía su pene duro apoyado contra mi vagina, y su cara entre mis pechos.
Carlos me miró y me empezó a besar las tetas, sentía como me lambia los pezones, como los chupaba.
No podía creer lo que Carlos me estaba haciendo, y lo peor es que me gustaba lo que me hacía, sentir su boca en mis tetas y su pene rozar mi vagina, me hacía sentir cosas extrañas.
Me fue besando el cuerpo hasta que grité cuando sentí su boca en mi vagina, su lengua pasando, como me daba mordiscos en los labios vaginales, «que rica conchita virgen que tenes Rosina», me dijo levantando mis piernas y siguió lambiendo mi vagina.
Jamás me imagine sentir lo que estaba sintiendo, me gustaba tanto lo que me hacía, que movía mi cuerpo sin poder evitarlo.
Me hace dar la vuelta, besando y mordiendo mis nalgas, las abre y vuelvo a gritar cuando siento su lengua pasar por mi ano.
Como lo besaba, como apoyaba la punta de su lengua y hacía fuerza como queriendo meterla en mi cola.
«Me gusta, me gusta», le decía moviendo mi cola para los costados.
«Me dejas que la meta por tú ano?», me dijo pasando su pene por mi cola.
No la vi, pero la sentí dura, muy dura.
«Sí, pero que mi madre no se vaya a enterar», le dije muerta de miedo, pero en el fondo de mí, quería sentirla dentro, me sentía tan extraña, jamás me había sentido así.
Carlos siguió lambiendo mi ano, sentía como dejaba caer saliva y pasaba su dedo, masajeando mi ano.
Me hace poner en cuatro patas y él se acomoda detrás mio, siento como pasa su pene por mi cola, como la acomoda apoyada contra mi ano, yo temblaba de pies a cabeza.
Mi primera vez con un hombre, me iban a coger, no lo podía creer, hasta que di un fuerte grito cuando Carlos haciendo fuerza, me la empieza a meter por la cola.
Sentía que mi ano se abría, me quemaba, su pene iba entrando suavemente, era una mezcla de dolor y placer lo que sentía a medida que Carlos metía todo su pene en mi cola, hasta que siento como nuestros cuerpos se pegabanlan.
«Estas bien Rosina?», me dijo sin mover su cuerpo, con todo su pene metido en mi cola.
«Me duele y quiero hacer caca», le dije.
Carlos pasó un brazo por debajo mío y siento como su mano empieza a acariciar mi vagina, eso me hizo dar un fuerte gemido, notaba que a medida que me seguía pasando sus dedos por mi vagina, me iba relajando cada vez más.
Sentí como muy suavemente sin dejar de acariciarme, movía su pene dentro de mi cola, empecé a sentir que me gustaba, le dije que no deje de acariciarme, y él así lo hizo sin dejar de mover su pene, aunque ahora sentía que lo sacaba y lo volvía a meter.
Cada vez tenía mas ganas de hacer caca, pero Carlos seguía y yo gemia, entre sus caricias y su pene entrando y saliendo de mi cola, sentía un extraño placer, a cada minuto me gustaba más, gritaba, temblaba, sentía que me iba a orinar en cualquier momento, hasta que escucho a Carlos gritar y me parecía que su pene palpitaba dentro de mi cola.
Di un fuerte grito y me empecé a orinar pero no era el pis que hago siempre, este pis me hacia gritar, me hacía sentir lo que jamás sentí en mi vida.
Me morí de vergüenza cuando Carlos saca su pene de mi cola y siento que sin poder evitarlo me empiezo a hacer caca, quería apretar mi ano, pero aunque lo intentaba no podía me seguía haciendo caca.
Nos volvimos a meter en el agua, yo seguía casi subida sobre él, sintiendo como me lavaba la cola, como me besaba los labios, mis pechos.
«Mañana la vamos a meter por acá, te parece?», me dijo besando mis pecho y pasando su mano por mi vagina.
Le dije que sí, pero que ahora era mejor que nos fueramos a casa.
Mientras nos vestimos sentía como mi ano se abría y se cerraba solo, como me latía.
Nos volvimos a besar y nos fuimos, ya que mañana nos esperaba otra cosa, y yo quería que Carlos me enseñe todo.
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