Me prendí con un macho en la disco
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
ME PRENDI CON UN MACHO EN LA DISCO
(Relato Erótico)
Por DAVID
Aquel relato de Matilde en el parque, luego de pasar Alberto frente a nosotros, muy apresurado, tuvo un feliz desenlace conmigo luego de escuchar la grata aventura de Matilde y Alberto en la discoteca.
Recuerdo cuando Matilde me dijo: “Hemos chapado riquísimo con Alberto, sus besos fogosos sobre mi boca, a los que correspondía con el mismo ardor sexual no tenían freno, chapábamos con pasión, con desesperación, nuestras lenguas se amalgamaban en un giro circular de nuestras bocas perdidamente enamoradas una de otra. A sus labios carnosos, mascaba suavemente y luego los besos continuaban de manera desbordada, chapando ambos en figuras de besos que mostraban desenfreno”.
Y cuando Matilde concluyó su relato al decirme: “Mis tetas se transparentaban a través de la tela. Fumamos ambos un cigarrillo. Fue la única vez que estuve con Alberto, pero fue una experiencia riquísima”. Al terminar de escucharla, y advertir aquella experiencia de Matilde en la discoteca, la invité a una de música romántica.
Llegamos a la discoteca, le pedí su cartera para dejarla en la guardarropía y tomar asiento en el bar. La observé detenidamente con el pene queriéndose librar de la cárcel de mis pantalones. Vestía Matilde una minifalda color negra cortísima, botas muy elegantes y una blusa negra de tela de seda muy delgada, muy vaporosa, con los cuatro primeros botones desabrochados. La tela de la blusa asomaba transparente y permitía entrever un sostén de media copa negro que cubría sus muy divinos pechos. Yo vestía un pantalón sport verde y una camisa verde de seda solo vestida sobre mi cuerpo desnudo, porque jamás uso camiseta interior debajo de la camisa. En el cuello colgaba una cadena dorada con un rombo negro que se destacaba en mi pecho con los cuatro primero botones desabrochados.
Miré a Matilde, y al rato observé su atención en esta cadena y su rombo colgado. La tomó entre las manos expresándome que era muy bonita, pero el tonó de su voz y la forma con que sostenía la cadena, me adelantaban en su voz picarona, que algo estaba a punto de suceder.
Y así fue, en la barra de la discoteca, Matilde jaló la cadena, permitiendo atraer mi boca a la suya. La besé uniendo mis labios con los de ella a través de un beso tierno y húmedo. Pero ni bien sentí el aliento de ella, su boca desenfrenada comenzó a chapar la mía de manera fogosa ardiente, su lengua se entrelazaba a la mía, y estos besos eran realmente apasionados al extremo que mi verga ya no daba de estar tan erecta. Mientras chapábamos, podría decir salvajemente, el bulto que hacía mi verga, cual si fuera una piedra, se movía a través de mi boxer, mientras sus manos me acariciaban la espalda y se movían hacia mis pectorales. Ese rato sus besos pararon y su boca se fue hacia mi cuello, subiendo de ahí a mi oído. Sentí sus dedos ingresar entre la separación del quinto y sexto botón de mi camisa, sintiendo mi barriga desnuda y decirme al oído: “!Sin camiseta; sin camiseta; sin camiseta!. Evidentemente yo no llevaba camiseta interior debajo la camisa de seda verde, nunca la llevo, porque es una prenda mata pasiones, y este detalle gustó a Matilde al tocar mi cuerpo desnudo debajo de la camisa de seda verde. “!Uhmmmmmmmmmmmm que rico, ¡sin camiseta!, ¡sin camiseta! ¡sin camiseta!”, me susurro al oído, desabotonando, muy excitada mi camisa de abajo hacia arriba.
Cuando con su susurro me dio a entender cuanto le gusta el detalle de que un hombre no use camiseta interior debajo de la camisa, recordé aquel relato de Matilde en el parque, que decía: “Hemos chapado mientras bailábamos en la discoteca, él me acariciaba la espalda y yo metía mis dedos entre un botón y otro de su camisa, advirtiendo su piel desnuda y diciéndole al oído uhmmmm ¡sin camiseta, sin camiseta!, este detalle me gustó y ese momento comencé a desabotonar su camisa. Debajo de la camisa Alberto no llevaba nada, o sea no usaba camiseta interior. Me encanta cuando un hombre viste la camisa sobre la misma piel sin usar ninguna prenda debajo, es decir sin camiseta interior.”
Totalmente desinhibida, sin importar la presencia de mucha gente y otras parejas y en pleno bar y barra de la discoteca, ella acariciaba mi pecho y jugaba con el vello rizado y sus besos giraban otra vez a mis labios. “Uhmmmmmmmm, hombre de pelo en pecho”, me dijo, mientras bajaba su boca para lamer mi pecho y mascar mis vellos. Relajeamos con lujuria, sin límites, el relajo en la barra de la discoteca era casi salvaje, el deseo se ponía de relieve en los besos fogosos, muy fogosos que nos dábamos. Manoseaba sus tetas con mucha fuerza encima la blusa. Me chapaba con pasión, con ardor, con lujuria, mascaba sutilmente mis labios y movía su boca con una fuerza que permitía mover mi rostro dirigido por esos chapes tan penetrantes y excitantes. ¡Chapábamos y chapábamos!, mientras no dejaba de manosear sus tetas.
Pegó su cuerpo contra el mío y me empezó a besar por el cuello y bajaba por los hombros, tenía Matilde ganas de sacar a esa fiera de su jaula, yo bajaba cada vez más hasta arrodillarme, le besé las tetas mientras yo gemía, le tocaba todo por encima del vestido.
En un alto, la tomé de la mano y la llevé muy cerca del baño, en un pasadizo muy obscuro. Allí retomé el aliente y continué chapando a Matilde con fogosidad desmedida. Mientras nos besábamos, mientras nuestros chapes ratificaban el ardor de la circunstancia, mientras nuestras lenguas rozaban sin límite, seguía relajeando a Matilde, seguía manoseando eses su cuerpo por encima de la roma, hasta que mis manos desabrocharon la blusa de Matilde, para inmediatamente magrear sus tetas por encima del corpiño, al que con la ferocidad de un león se lo quiete con violencia. Ahora mis manos acariciaban con pasión sin límites esas divinas tetas, apretando suavemente sus pezones: el izquierdo y el derecho. Estaba tan caliente que mis chapes en su boca, bajaron por su cuello, hasta sus pechos para succionar con deseos incontenible las dos tetas. ¡Chupaba y chupaba las tetas con cierta fuerza y mis labios desbordados mascaban suavemente y a veces un poco fuerte el pezón izquierdo, luego el pezón derecho, otra vez mi boca subía a su boca para seguir chapando con lujuria y continuar mi manoseo a sus bellas tetas en medio de un relajo desbordado, salvaje. Morreaba sus tetas tocándolas con cierta violencia, pero poniéndola muy cachonda, pues sentía en el franeleo de mi pantalón con su falta, su tanga mojada, además de escuchar sus jadeos, “ah!!!!!!, sigue Cielo, sigue”, me decía, al oído, interrumpiendo un instante nuestros chapes, y continuar recibiendo con desenfreno sus apasionados besos.
Del pasadizo obscuro de la discoteca, la llevé al baño de mujeres. Allí nuestro relajo y mi manoseo a sus tetas, hizo que ella me desajuste el cinturón retirando de manera rápida y ansiosa mi pantalón, al tiempo que yo le bajaba la falda. Magreba sus tetas en un ligero morreo, y el momento era de mucha calentura, pues relajeamos desbordados en medio un fogoso toqueteo. Nos quedamos los dos, ella en tanga y yo en boxer, ya sin zapatos, ni botas. Desnudos los dos, ella comenzó a bajar su boca desde la mía, pasando mi cuello, mordiendo mi pecho velludo, jugando su lengua con la parte de mis tetillas, lamiéndome los pectorales y luego chapando mi pecho. “!Oh tu pecho es fascinante!”, me decía mientras mascaba, mordía el vello de mi torso desnudo, ayudado por sus manos que buscaban hasta con desesperación mi dura verga. Retiró entonces el boxer con violencia y tomó a una velocidad desesperada mi pene entre sus manos para dirigirlo a su deliciosa boca. Chupaba mi verga con deseo lujurioso, chupaba la punta y me la movía hábilmente con sus labios y su lengua. Quería masturbar mi gruesa verga con esos labios carnosos. Entre mamada y mamada, me salían lágrimas por los ojos, es que Matilde me mamaba la verga como nadie antes me la había mamado.
De pronto yo sentí que venía un orgasmo y retiré mi verga de su boca chupona. La tomé de frente y dirigí mi mustia herramienta hacia su concha, y pasando por su monte de Venus hasta su vagina, penetré mi verga en un delicioso mete y saca. Se la sacaba tres centímetros y le metía 5 centímetros hasta que sentía mis huevos chocando con su cuerpo. Realmente estaba toda mi verga adentro de ella, pues su vagina era tan elástica que sin esfuerzos le podía dejar adentro la totalidad de mi miembro. Apoye mis manos en la puerta del reservado del baño de la discoteca, levantando medio cuerpo y empecé a culear a Matilde ya sin miramientos, provocándole un orgasmo muy intenso que la hizo convulsionarse debajo de mi cuerpo. No detuve mi ataque y redoble la intensidad de mis ataques. Que delicia ver el movimiento de sus deliciosos y apetecibles senos a cada embestida que le daba, mi cuerpo se empezó a llenar de sudor por la tremenda cogida que le estaba dando a la que se mostraba como una mujer pendeja, producto del semen que ahora estaba recibiendo en su mojada vagina.
Un segundo orgasmo bañaba de fluido mi verga y gustoso cabalgaba sobre el cuerpo sensual de Matilde, a quien manoseaba y relajeaba con mucha arrechera, arrancándole gemidos de placer. Matilde sacaba su naturaleza ardiente sin inhibiciones ante mí, y yo caliente hacia lo imposible por retardar la eyaculación.
En medio de un profundo orgasmo de Matilde, descargue por completo la gran cantidad de semen, producto de ese caliente encuentro, en el baño de la discoteca. El tiempo se detuvo a mi alrededor sintiendo las pulsaciones de mi verga descargando siete, ocho, nueve disparos de abundante semen que chocaron con las paredes del útero de Matilde que recibió sin condiciones toda la lluvia de leche en su interior.
Voltee a ver a Matilde y su mirada estaba llena de pasión, por lo que había ocurrido, la calma llego a los dos y en silencio nos mirábamos a los ojos y sin palabras nos dijimos mil cosas. Mi verga ya estaba recuperando su tamaño normal y lentamente fue abandonando esa deliciosa vulva de Matilde.
Nos comenzamos a vestir para salir del baño. Me arreglé subiendo mi boxer, cerrando mi camisa y abrazando a Matilde. Ella también abotonó su blusa de corte transparente, pero sin el sostén. sus tetas se transparentaban a través de la tela. Fumamos ambos un cigarrillo. Fue la única vez que estuve con Matilde, pero fue una experiencia ríquisima.
Pero, seguíamos exitaso, la invité a salir de la Disco e ir a mi departamento. allí otra vez me bajó la bragueta y me bajo el boxer para para ver de nuevo mi pollón. Me metió mi polla poco a poco, y otra vez me la chupaba en círculos y bajaba y subía con su mano (decía que yo tenía un buen pene digno de comer), iba lento para hacerle esperar hasta que empezó a gemir y a suplicar. Entonces la metí entera en su boca rápido, y ella chupando y succionando fuerte y le daba leves mordisquitos, cada vez aquello estaba más grande y duro: “Vamos Alberto sigue así vas a conseguir que explote, necesito más”, med dijo. Me la saqué de la boca antes de que me corriera y a pelo y aprovechando el vuelo de su ropa me subí de golpe en ella y comencé a botar, arriba y abajo, despacio mientras nos besábamos salvajes y yo le acariciaba el culo haciéndole cosquillas. Empecé a hacerlo más rápido y gemíamos los dos entre apasionados besos, yo le gritaba “he pensado tanto en que ocurría esto y mi polla ahora sabe a gloria!”, le dije y yo le desabroché el sujetador, le estrujaba las tetas y le tiraba de los pezones con los dientes yo gemía y estaba a punto de estallar hasta que me puso tumbado boca arriba y yo empecé a penetrar duro con mi fiera insaciable la mía, ella tiraba de su cuerpo hacia el mío entre gritos y espasmos del placer y entonces exploté, nuestros jugos se unieron en su interior mientras nos besábamos y parábamos poco a poco.
Salimos para buscar mi auto. Dentro del, ansiosa Matilde, se dio la vuelta en el mismo auto y me quitó otra vez el cinturón, bajó mi pantalón y con fuerza del boxer sacó mi verga erecta. Dirigíó sus labios y comenzó a chupar mi bien parada polla con sus labios chupones, haciendo ruido y chupando y chupando mi verga. Yo jadeaba en silencio, mientras me seguía chupando mi verga. “Uhmmmmmmmmmmm una verga deliciosa tienes”, me dijo Matilde, verga que no paraba de chupar. Crecía más en su boca y se movía en su boca, hasta que sentí las primeras gotas de semen derramarse en su garganta, a la que siguió chupando, mientras yo expulsaba más esperma y más y más, y toda mi leche terminó de derramarse al interior de su boca, todo mi semen se lo tragó hasta la última gota y en ese instante, su lengua procedió a lamer todo el semen que quedó alrededor de mi verga, y los alrededores de mi miembro”.
DAVID
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