Mi ahijada Andrea. 3
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por vicioso69.
Pero Andrea no salía.
Parecía que el tiempo no corría, que se había detenido.
Por eso a las nueve y media ya no pude aguantar más y excitado y ansioso me dirigí a su habitación.
Iba completamente desnudo, a mi pareja y a mí nos gusta dormir desnudos y ya no era el caso de taparme delante de Andrea, abrí la puerta con cuidado y la encontré plácidamente dormida.
Estaba preciosa, echada de costado, con una mano bajo la almohada y la otra sobre ella y la pierna superior flexionada con la rodilla hacia su pecho, lo que hacía que toda su entrepierna quedara expuesta y aunque llevaba sus braguitas no dejaba de ser una visión tentadora.
Me acerqué sigiloso a la cama observando su cara angelical de niña buena que para nada dejaba entrever la sensualidad que ese cuerpecito, aún con rasgos de niña, podía desplegar.
Estaba sumida en un profundo sueño y respiraba cadenciosamente y con cada inspiración sus pechos se movían bajo la camiseta que los ocultaba.
Estuve contemplándola un buen rato admirando la perfección de sus formas, pensando que con el paso de los años darían lugar a una preciosa y espectacular mujer y me excitó sobremanera el hecho de ser yo quien gozaba de ese cuerpo aún en desarrollo, era yo quien le estaba enseñando los placeres del sexo y era a mí a quien se entregaba deseosa de experimentar y aprender como una alumna aplicada.
Con mucho cuidado para no despertarla me eché a su lado y la abracé desde atrás.
Ella se removió un poco pero siguió durmiendo y yo puse mi mano sobre sus braguitas allí donde ocultaban su sexo.
Lo sentí cálido a través de la tela y me quedé quieto disfrutando el momento.
Acerqué mi cara a su nuca y aspiré el perfume que emanaba de su cuerpo.
Era un olor fresco a la vez que embriagador, olía a niña y a mujer al mismo tiempo.
Ya no pude reprimirme más y posé mis labios tenuamente en la piel de su nuca.
Empecé a darle besitos casi imperceptibles, aunque cada vez mis labios presionaban más y hacían la caricia más larga.
Andrea empezó a despertarse perezosamente y cuando se percató de mi presencia me dedicó una sonrisa mientras yo le daba un besito en la mejilla.
Al moverse, mi miembro erecto presionó en su trasero y mi mano quedó aprisionada entre sus muslos.
Le dije:
Te deseo, tengo muchas ganas de estar contigo.
Me miró sonriente y se estiró para desperezarse haciendo que sus pezones se marcaran en la tela de la camiseta.
Se dio la vuelta quedando boca arriba y yo me incorporé sobre ella y empecé a darle besitos en la cara y en la frente a la vez que mi mano acariciaba sus pechos bajo la camiseta.
Era la primera vez que la besaba y no sabía como iba a reaccionar, por eso fui poco a poco acercándome a sus labios con cada besito, para finalmente posar los míos sobre los suyos muy tenuemente, casi sin rozarlos.
Ella no se movió y aunque no me devolvió el beso tampoco lo rechazó, cosa que achaqué a su inexperiencia, por eso seguí besándola en los labios cada vez con más pasión hasta que ella entreabrió los suyos y empezó a devolverme los besos.
Mi mano estrujaba sus pechos y pellizcaba sus pezones que ya estaban erectos y duros y ella ya no era una chica pasiva que se dejaba besar, me devolvía las mismas caricias que yo le hacía, abría la boca y mordía mis labios lo mismo que había hecho yo momentos antes.
Nuestras lenguas se introducían en la boca del otro arrancándonos indescriptibles sensaciones de placer.
Nos estábamos comiendo literalmente las bocas el uno al otro, nos mordíamos, nos chupábamos las lenguas y, aunque Andrea adolecía de inexperiencia, la suplía sobradamente con la pasión y la entrega que ponía, se colgó de mi cuello y me abrazó con fuerza a la par que me comía a besos para acabar metiendo su lengua en mi boca, aspirando la mía con sus labios y mordiéndomela en un arrebato de lujuria y deseo.
Estaba tremendamente caliente y lo demostraba.
Yo tenía una erección tremenda pero quería tomarme mi tiempo y alargar al máximo momentos tan placenteros.
Nos sosegamos un instante, metí mi mano bajo su ropa interior y ella, sin que yo le dijera nada, abrió las piernas para facilitarme el acceso a su sexo.
Estaba chorreando hasta el punto que las bragas también estaban mojadas, no podía disimular lo excitada que estaba.
Le pregunté:
¿No te vas a quitar las braguitas?
No había acabado de decirlo cuando Andrea arqueó la pelvis y deslizó sus braguitas por sus muslos hasta las rodillas, después elevó las piernas y acabó de sacárselas dejándolas caer al suelo.
Estaba claro que deseaba tener sexo.
La imagen de Andrea era puro erotismo.
Sentada en la cama, esperando mis indicaciones vestida sólo con una camiseta, con las piernas flexionadas juntas en las rodillas y separadas en los pies, como en cuclillas, con lo que su coñito de adolescente aparecía aprisionado entre sus muslos con su rajita cerrada y coqueta ocultando el tesoro que guardaba en su interior.
Yo estaba de rodillas en la cama frente a ella masajeándome la verga muy despacio, de la que no cesaban de salir grandes gotas de líquido preseminal que caían a la sábana.
Andrea no era consciente de la carga erótica que tenía su pose.
Yo no podía dejar de mirar su chochito apretadito entre sus muslos, lo que hacía que los labios aparecieran gordezuelos y observé que de la parte inferior de su rajita salía una estela brillante y transparente que llegaba hasta su ano y que identifiqué como sus juguitos que se desbordaban y escurrían fuera de su vulva.
Le dije:
Me gustaría verte el chochito bien abierto.
Ella separó las piernas y se inclinó hacia atrás apoyándose en ambas manos como cuando se toma el sol en la playa y me mostró su coñito, cuya rajita se entreabrió un poco en su parte inferior pero sin dejar al descubierto el interior, confirmando que la estela transparente eran los juguitos que salían de su chochito, pues al abrirse su rajita fluyeron en abundancia escurriéndose hasta su ano y mojando la sábana.
¿Así?, me preguntó complaciente.
No se ha abierto del todo, hazlo con las manos.
Andrea obediente, como si fuera la cosa más natural del mundo, separó sus labios con las manos dejando su rajita completamente abierta y mostrando el sonrosado interior cubierto por sus secreciones y juguitos.
Incluso el agujerito que comunicaba con su vagina estaba abierto mostrando cual era el camino del placer supremo.
No había intencionalidad en lo que hacía.
Era tan inocente por su parte que lo convertía en algo tremendamente morboso.
Ella tan sólo seguía mis instrucciones sin pensar en el erotismo que desprendía.
Así que allí estaba Andrea con carita de niña buena e inocente, abriendo su sexo para mí y esperando para hacer lo que le pidiera.
Yo estaba extasiado admirando esa preciosidad que era su coñito abierto, a la vez que con mi mano masajeaba mi verga erecta y babeante.
Ella no apartaba la vista de mi polla mientras yo me la meneaba.
Yo creo que pensaba que iba a masturbarme mientras la miraba.
Como me calentaba sobremanera que Andrea manifestara su deseo le pregunté:
Tengo ganas de comerme tu chochito y que te corras en mi boca, ¿quieres tú también?
Siiiii, yo también tengo muchas ganas; me contestó con una vocecilla apenas audible llena de excitación.
Me incliné sobre ella que se dejó caer de espaldas en la cama y empecé a lamer su coñito que ella mantenía abierto con las manos desde el ano hasta el clítoris, pues sus secreciones se habían desbordado y no quería que se desperdiciaran, saboreando cada gotita que mi lengua recogía a la par que mi excitación se desbocaba en forma de líquido preseminal que no paraba de fluir de mi miembro.
Andrea, que estaba consumida por el deseo, dijo que tenía que ir al baño a hacer pis, que no se podía aguantar.
Dejé de lamerla, se levantó de la cama y fue al baño y yo fui tras ella.
Iba a sentarse en la taza y le dije que no, que se sentara en el bidé como si fuera a lavarse.
Me miró con cierta extrañeza pero hizo lo que le pedí y cuando se hubo acomodado me arrodillé a su lado y puse mi mano en su rajita.
Le dije que orinara y a pesar de no entender lo que yo pretendía no protestó.
Andrea dijo:
Con tu mano ahí no me sale.
Abrí el grifo del agua para animarla y enseguida sentí en mi mano un cálido chorrito que fluía de su rajita abierta.
Jugueteé con mis dedos en su sexo mientras Andrea orinaba llegando a taponar el orificio de la uretra con mi dedo cortando el chorrito unos instantes, haciendo que ella me mirara intentando comprender mi juego.
La expresión de su cara era una mezcla de excitación y sorpresa por lo que le hacía, pero a buen seguro que le resultaba placentero.
Estaba claro que no se lo esperaba.
Seguro que ella pensaba que el sexo consistía sólo en follar y como mucho chupar y estaba descubriendo que también se podía gozar de otras maneras.
Cuando hubo acabado le dije que iba a lavarla.
Le ayudé a quitarse la camiseta, tomé el jabón líquido, puse una generosa cantidad en mi mano y procedí a extenderlo por su coñito y también por el perineo y el ano, para acto seguido empezar un suave masaje con mis dedos impregnados de jabón hurgando por todos sus pliegues, observando que Andrea se relajaba y disfrutaba con mis toqueteos.
Eso lo hago muy frecuentemente con su madre y le encanta y a Andrea también parece que también, por eso me recreé en lavarle su coñito para que mi nenita disfrutara.
Me concentré en el agujerito del culo, metiendo el dedo, notándolo relajado y distendido.
Andrea no decía nada, le gustaba lo que le hacía y consentía, pero yo quería otra cosa, así que aclaré el jabón con agua tibia y después de secarla con una toalla nos fuimos a la alcoba donde dormíamos su madre y yo.
Se sentó en el borde de la cama y le dije que se echara, tomé sus piernas con mis manos y las separé flexionándolas hacia arriba hasta que quedó en la posición de ranita con su sexo y su ano totalmente expuestos.
Me arrodillé en el suelo frente a ella y me puse a lamerle el coñito muy despacio, jugueteando con mi lengua en todos sus pliegues y presionando con la puntita en el agujerito del himen.
Andrea lo estaba disfrutando, pues no dejaba de emitir pequeños gemidos de placer y aunque de vez en cuando se retiraba hacia atrás si presionaba demasiado en el agujerito de su vagina, no me dijo que le molestaba, aunque yo notaba que algo debía incomodarla, pues también se dibujaba en su cara un gesto de desagrado si mi lengua se metía más de la cuenta.
Estuve comiéndole el chochito hasta que sus fluidos volvieron a empaparla y entonces bajé lamiendo su perineo hasta llegar al ano.
Puse la puntita de mi lengua en él y empecé a empujar sintiendo como su ojete cedía y mi lengua penetraba en su interior hasta que toda estuvo dentro.
Debía darle mucho placer pues sus gemidos aumentaron en intensidad y con sus manitas no dejaba de acariciarse los pechos.
Inicié un mete-saca con la lengua notando como su ano se relajaba y distendía cada vez más, señal de que le gustaba lo que le hacía.
Cuando vi que estaba muy caliente saqué mi lengua de su agujerito y le dije:
Te he traído un juguete, a ver si te gusta.
Le mostré la funda del puro que compré en el estanco y del que ya había sacado el cigarro y ella lo cogió y lo examinó diciendo que era más grueso que el rotulador pero muy suave, sin que pareciera que el grosor al que aludió fuera un inconveniente.
Puse un poco de gel en su agujerito y lo extendí con el dedo incluso por dentro y también puse en el tubo de metacrilato que Andrea se encargó de repartirlo por toda su superficie.
Acto seguido apoyó la redondeada punta del tubo en su ano y presionó en él mientras con la mano libre abría sus nalgas.
Estuvo así un instante y de pronto el tubo penetró en su agujero con una facilidad que hasta a mí me extrañó.
Lo empujó un poco más y se quedó quieta mirando como me la meneaba.
Yo no salía de mi asombro.
El tubo de dos centímetros de diámetro había entrado en su ano con una facilidad pasmosa y sin causarle molestia alguna.
Entendía que la lengua lo hiciera, pues se podía deformar adaptándose al agujero, pero el tubo era rígido; no obstante ahí estaba insertado en su culito sin que ello la incomodara.
Le dije que se pusiera de rodillas encima de la cama cuidando que no se le saliera el tubo y así lo hizo, y yo me tumbé metiendo la cabeza entre sus piernas.
Le indiqué que se inclinara hacia delante y quedamos en la posición del 69.
La visión que yo tenía de su coño y de su culo era mareante.
Su rajita abierta y rezumando juguitos y su ano perforado por el tubo de metacrilato.
Retiré suavemente su mano del tubo y lo sujeté yo a la par que puse mi lengua en el interior de su vulva empezando a juguetear con ella entre los pliegues de sus labios y el clítoris.
Me maravilló la cantidad de juguitos que producía una chica tan joven, pues su chochito no dejaba de manar ese elixir que me encantaba saborear y tragar.
Cuando se calentó de nuevo y volvió a gemir de placer moví el tubo de su culo para meterlo más profundamente aunque sentí que no se deslizaba bien.
Le dije a Andrea que empujara como cuando iba al baño y mi obediente nenita lo hizo al instante, sintiendo en mi mano que el tubo pugnaba por salirse del culo, pero por contra, empujé a mi vez hacia adentro y el tubo penetró casi en su totalidad.
Al empujar Andrea hacia fuera su agujerito aumentó de diámetro y por eso el tubo entró con facilidad.
Esa técnica ya la había probado antes en muchas ocasiones.
Andrea no dijo nada pero por si era incómodo para ella le pregunté:
¿Te molesta tener el tubo dentro?
No, es una sensación rara pero no es molesta.
Se nota que es más grueso que el rotulador.
Me gustaría follarte con el tubo, pero si te duele me lo dices y paro.
Lo que tienes que hacer si no se desliza bien es empujar como antes.
¿Me dejas que te lo haga?
Lo que tú quieras, me respondió con vocecilla de colegiala traviesa.
Su respuesta me puso al borde del infarto, cogí el bote de gel y le unté alrededor del tubo y en el exterior del ano y seguidamente empecé a tirar lentamente del tubo hacia fuera hasta sacarlo casi del todo.
Volví a poner gel en todo el tubo y a empujar hasta meterlo otra vez y como entraba con facilidad lo metí casi del todo, sólo dejé fuera un trocito para agarrarlo.
Era tremendo, Andrea tenía casi quince centímetros de tubo dentro de su culito y ni se inmutaba.
Por eso empecé a hacerle un mete-saca despacio para no hacerle daño notando que cada vez el tubo entraba y salía de su agujero con más facilidad.
Supe que era porque su esfínter se estaba relajando y dilatando y llegó un momento en que el tubo parecía no rozar las paredes de su recto, pues entraba y salía con la misma suavidad que cuando le metía la lengua.
Andrea estaba disfrutando con mi lengua y con el tubo porque no dejaba de suspirar y gemir.
Le pregunté:
¿Te gusta lo que te estoy haciendo?
Me gusta mucho, me da mucho gustito.
Su respuesta fue como una descarga eléctrica para mí y seguí follándola con el tubo.
Me apliqué en succionar y chupar su coñito, en especial su clítoris haciendo que Andrea se dejara llevar y jadeara y gimiera a la vez que presionaba su coñito contra mi boca y empinaba el culo moviéndose al compás del mete-saca para engullir el tubo con su ojete que entraba y salía como si fuera de mantequilla.
Nunca antes había visto a Andrea tan excitada.
Su cuerpo se movía buscando el placer que le proporcionaban mi lengua y el tubo de metacrilato y entre jadeos y gemidos dijo:
¡Más deprisa, más deprisa!
Me sorprendió con sus palabras, pues ella nunca tomaba la iniciativa y siempre se dejaba hacer, pero debía estar en el paroxismo del placer para haberse atrevido a decir eso.
No tengo que aclarar que aceleré el mete-saca de su culo y succioné su coñito hasta sentir el clítoris en mi lengua y Andrea se tensó y estalló en un orgasmo largo e intenso como no había visto antes.
Después de unos largos espasmos se derrumbó sobre mí exhalando un largo suspiro, dejando su coñito palpitante soltando juguitos pegado a mi boca y con el tubo totalmente metido en el culo.
Se quedó así echada sobre mí un buen rato hasta que recuperó el aliento y me dijo casi sin fuerzas:
Sácamelo ya.
Estaba claro que se refería al tubo, así que lo fui sacando despacito para no irritar su recto, aunque debido al gel salió con mucha suavidad dejando su agujerito cerrado de nuevo como si nada hubiera pasado.
Cuando Andrea se incorporó apareció mi cara totalmente empapada.
Se sentó en la cama y dirigiéndome una sonrisa dijo:
Nunca había sentido tanto gustito, me ha gustado mucho que me follaras.
Pues tendremos que repetir, añadí.
¿Por el chichi es igual?
Por el coño es mejor, pero me da miedo porque eres virgen y la primera vez puede ser desagradable y además hay que tener cuidado porque puedes quedarte embarazada, ya veremos.
¿Y con un condón?
No es lo mismo, a mi me gusta follar a pelo y correrme dentro.
¿No te da morbo pensar que tienes la polla dentro y te lleno el chochito de leche?
Si.
Cuando lo imagino me excito mucho.
Por sus preguntas deduje que estaba deseando que la penetrara pero me daba mucho miedo desvirgarla, aunque si seguíamos así tarde o temprano lo haría.
Durante todo el sesenta y nueve Andrea se había limitado a cogerme la polla con la mano y poner su mejilla sobre ella sin hacerme nada más.
Yo pensé que le daba reparo meterse un pene en la boca y por eso no le dije nada.
Le pregunté:
Esperaba que me la chuparas, ¿es que no te gusta metértela en la boca?
Es que no paraba de salirte baba y me daba repelús.
¿Así que es eso? ¡Pero si la baba, como tú dices, no es mala!
Puse mi dedo en la punta del glande, lo mojé en la gota de baba y le dije acercándoselo a la boca:
¡Pruébalo, verás como te gusta!
Andrea se echó para atrás esbozando una mueca de desagrado y rehusó mi ofrecimiento y entonces yo mismo chupé el dedo para demostrarle que no era nada malo.
Le dije:
Ven que quiero enseñarte algo.
Fuimos al salón y encendí el ordenador, me senté frente a él e invité a Andrea a sentarse en mis piernas.
Ella se sentó como le dije quedando mi pene a la altura de su mano y le dije que lo cogiera, que me gustaba sentir su mano sobre él.
Así lo hizo y yo busqué una carpeta oculta y empecé a mostrarle vídeos de sexo explícito de toda clase de prácticas sexuales.
Andrea estaba con los ojos como platos viendo primeros planos de toda clase de sexo.
Le mostré penetraciones vaginales y anales, mamadas tragando el semen, lluvia dorada e incluso zoofilia.
¿Ves como la gente hace de todo?, le dije, Tu madre y yo también tenemos vídeos y fotos, ¿quieres verlos?
Sí, me contestó algo turbada
Le mostré vídeos y fotos de su madre y yo en los que estábamos follando por el coño y por el culo, mamadas y comidas de coño y culo y dejé para el final dos que sabía que le impactarían.
En uno yo me masturbaba y su madre esperaba con la boca abierta que le echara mi leche para tragársela y en otro ella estaba de rodillas en la bañera y yo orinaba sobre sus tetas.
¿Ves como no es tan malo? Si lo fuera tu madre no lo haría, ¿verdad?
Andrea no contestó, añadí:
Hacemos una cosa, lo pruebas y si no te gusta no te lo vuelvo a pedir, ¿vale?
Asintió con la cabeza y presioné en la base de mi pene para que saliera baba, como ella decía.
Con su dedo tocó en la gota y lo llevó a la boca no sin cierto reparo.
Sacó la lengua y lo puso en la puntita para después saborearlo e intentar identificar su sabor.
¿Qué?, le pregunté
No sabe a nada, está un poco salado, contestó.
Pero pruébalo bien, con eso no has podido saborearlo.
Entonces me sorprendió de nuevo.
Yo había sacado una buena cantidad de líquido y ella acercó los labios y los puso sobre mi glande recogiendo con ellos el líquido preseminal.
Cuando retiró los labios un hilillo de baba los seguía uniendo a mi polla y yo lo corté por si le daba asco.
Se quedó saboreando la baba y después de un ratito volvió a decir lo mismo que antes, que no sabía a nada y que estaba salado.
Ella misma se ofreció.
¿Quieres que te la chupe?
¿Seguro que quieres hacerlo?
Sí, es que pensaba que sabía mal.
Me senté en el sofá con las piernas abiertas, le dije que se arrodillara delante de mí y dejé que fuera ella la que me lo hiciera.
Yo esperaba que habiendo visto los vídeos supiera más o menos como hacerlo.
Me agarró la polla con ambas manos, sacó la lengua y empezó a dar lamiditas sobre el glande.
Yo no quería acuciarla, dejé que fuera poco a poco.
Cada vez sus lamidas eran más largas hasta que llegó a abrir los labios y posarlos sobre la cabeza para chupar la puntita que estaba cubierta de baba, aunque ya no le importaba.
A medida que lo hacía se atrevía a ir más lejos y acabó por meterse el glande en la boca y chupetearlo como si fuera un caramelo.
Le dije que me gustaba que lo metiera y sacara de la boca y que cuanto más dentro lo metiera más gusto me daba, así que se aplicó a hacer lo que le pedí aunque no podía meterse nada más que el glande, pero al menos lo mamaba adentro y afuera.
Verla mamarme la polla me producía una excitación tan enorme que no iba a tardar mucho en correrme y no sabía si avisarla o dejar que le cayera en la boca.
Me abandoné y me dejé ir sintiendo como mi pene se endurecía presto a soltar su carga de leche.
Andrea había logrado meterse algo más que el glande y yo notaba como la punta tocaba su paladar.
Sentí un calambre recorrerme el perineo y supe que ya no había marcha atrás.
El primer chorro lo solté cuando mi polla estaba más dentro de su boca y el segundo salió cuando aún no se la había sacado.
Creí que me moría del placer que sentí al correrme en la boca de Andrea y aunque el resto de mi semen cayó sobre su cara y en el suelo, la mayor parte fue directo a su garganta.
Andrea se retiró y empezó a escupir dándole arcadas aunque era bien poco lo que le salía.
El chorro primero y más abundante lo disparé a su garganta y no pudo escupirlo, tuvo que tragarlo y al hacerlo parte del segundo también lo tragó.
Le dije que no me dio tiempo a avisarle y que lo sentía, aunque en el fondo me encantaba lo que había pasado.
Se limpió la cara con la mano y cuando se le pasaron las náuseas me dijo:
Si de sabor no está malo pero está blando y no me gusta tragarlo.
Ya te acostumbrarás.
¿No has visto a tu madre? Además, es bueno tomar leche, dije riendo.
Andrea también sonreía, la acerqué a mí y la abracé, besé sus lindos pezones y sus labios y ella me correspondió jugueteando con su lengua en la mía.
Me agarró la polla y recogió en su mano el semen que aún tenía en la punta y acercándola a mi boca dijo:
Toma, que es bueno tomar leche.
Aparté la cara de su mano mientras nos reíamos con su ocurrencia, después nos echamos en el sofá y la cubrí de besitos y caricias.
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