Mi amiga Lourdes
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Lourdes y yo somos amigos de muchos años.
Emos compartido muchas cosas, pero siempre con un respeto inquebrantable.
Desde que ella sé casó, con un tipo que siempre le dije que no era su marido ideal.
Un tipo machista que la aisló completamente de todo y de todos.
De vez en cuando hablábamos por teléfono, pero cuando él no estaba.
Ella se desahogaba conmigo, me contaba lo mal que la trataba.
Más de una vez le dije que se divorcie, pero me daba a entender que le tenía miedo y su família no la apoyaba en el divorcio.
Nosotros somos vecinos, vivimos en el mismo edificio, un bloque de viviendas que dan sobre Camino Carrasco.
Una tarde estaba nublado y la veo paseando a sus perras, enseguida bajo con las mías y cuando nos vemos ella estaba sonriente, me llamó la atención que con el día que hacía, ella estaba de lentes oscuros.
«Y esos lentes?», le dije después de que nos dimos un beso en la mejilla.
«Me molesta un poco el ojo izquierdo», me dijo y bajó la cabeza, «te molesta el ojo?, dejame verte», le dije, pero Lourdes no me dejó que le vea.
Noté que estaba nerviosa.
«A ver, que te pasa, tenes problemas con el mongolico de tú marido?», le dije.
«No, todo bien, no te preocupes», me dijo, pero no me la creí y le saqué los lentes viendo el ojo izquierdo hinchado.
«Y esto, te pegó el hijo de puta ese?, y no me digas que te diste contra una puerta o algo así, esto es tremenda trompada», le dije con tanta bronca, que casi no me contenía.
Lourdes se puso a llorar y me dijo que sí, que el marido le pegaba y la había amenazado de muerte.
Llamé a la policia, hicimos la denuncia, pero el hijo de puta ese no estaba, así que quedó solo en eso.
«Y ahora que hago, cuando se entere me va a querer matar», me dijo con una cara de miedo, que se veía que estaba cagada en las patas.
«Te venís a mi casa y que te venga a buscar, que vas a ver como cobra», le dije.
Estábamos en casa y cuando Lourdes escucha la puerta de su casa, casi se desmaya de miedo.
Salí y lo encare, se quiso hacer el gallo conmigo y cobró, le di tal paliza que lloraba como buen cobarde que ya no le pegue más.
Lourdes se quedó en mi casa mientras su marido se mudaba, ya que pedimos una orden de alejamiento.
Lourdes se fue tranquilizando, había vuelto a su casa, nos seguíamos viendo todos los días, ella consiguió trabajo, y el infeliz de su marido, nunca más volvió, como si se lo hubiera tragado la tierra.
«Fernando, hacemos unas pizzas mañana?», me pregunta Lourdes, y así quedamos.
El sábado hicimos las compras y a la tarde voy a su casa.
Mientras ella hacía las mazas de las pizzas, empezamos a tomar cerveza, a bromear, a reírnos, me gustaba verla así risueña, relajada.
«Vamos a ver la tele mientras la maza leuda», me dijo, agarré un par de botellas y fuimos a su cuarto, donde tiene la tele.
Seguíamos tomando, bromeando, nos reíamos, había un ambiente muy relajado, hasta que le empiezo a hacer cosquillas.
Lourdes se reía y se retorcia toda, y empezamos a jugar y a luchar para que no le haga cosquillas.
«Y ahora?, que te hago ahora?», le dije subiéndome sobre ella y agarrando sus muñecas.
«Para un poquito,.
soltame», me dijo, y cuando la suelto, Lourdes me agarra de la cabeza y hace que la baje y me da un beso en la boca.
«Sabes lo que quiero que me hagas?», me dijo moviendo su cintura, refregando su concha contra mi pija por sobre el pantalón.
Nos miramos y sin decir nada nos volvímos a besar, metiendo la lengua en la boca del otro.
Nos empezamos a desnudar sin dejar de besarnos, cuando le saco el pantalón, le saqué la bombacha también, viendo su concha carnosa, de labios gordos, bien depilada.
Ella gimiendo abrió más sus piernas sin dejar de mover su cintura.
Yo me metí entre sus piernas y escuchaba sus gemidos mientras le chupaba la concha, sentía sus quejidos, como movía sus caderas, como me acariciaba la cabeza.
«Así, chupame la concha, meteme un dedo en la cola que me encanta», me dijo con la voz quebrada por los gemidos.
Yo le chupaba la concha, le lambia el clítoris, le metí el dedo, notando que su ojete esta bien abierto.
«Haaaaa, haaaaaaaaa, cogeme, Fernando, meteme la pija y cogeme», me pedía entre gemidos.
Me acomode entre sus piernas y la escuchaba gritar de placer cuando se la estaba metiendo.
«Sí, así, mete bien adentro tu pija, cogeme bien cogida», me decía gimiendo, abriendo todo lo que podía sus piernas.
Su concha estaba empapada, caliente.
Le empecé a chupar sus tetas, medianas, de pezon chico, con una aureola marrón clarita, mientras movía mi cintura, sacando y metiendo mi pija de su concha.
«Por la cola Fernando, cogeme por la cola», me pedía Lourdes buscando mi boca sin dejar de mover sus caderas.
«La queres por la cola?», le dije chupando fuerte sus tetas, «sí, me encanta que me hagan la colita», me dijo, haciendo que le saque la pija de la concha, se dio la vuelta y se abre sus nalgas, yo me quedé mirando lo abierto que mi amiga tiene el ojete.
Lourdes abría bien sus nalgas y movía la cola para los costados, «dale, haceme la colita, quiero toda tu pija bien adentro de mi cola», decia sin dejar de moverla.
Le acomode la pija contra el ojete y Lourdes gritaba de placer cuando se la empecé a meter, «siiiiiiii, así, cogeme la colita que me encanta, metela bien adentro, haceme cagar», gritaba Lourdes haciendo fuerza con su cola para atrás y yo para adelante y le entró enseguida.
«Que rica cola que tenes Lourdes», le dije bien pegado a sus nalgas.
«Te gusta mi cola?, te la podes coger siempre que quieras, me vuelve loca que me cojan la cola», decía sin dejar de mover sus caderas con toda mi pija bien adentro de su cola.
Yo subía y bajaba mi cuerpo, metiendo y sacando mi pija de su ojete.
«Dejame poner boca arriba», me dijo.
Quedé sorprendido cuando ella en vez de abrir sus nalgas, se abría el ojete con sus dedos.
«Te vas a lastimar», le dije apoyando mi pija contra su ojete, «no, me encanta tener bien abierto el ojete», dijo dejando de abrir su ano y gritando de placer cuando le metí la pija y le seguí cogiendo la cola.
Realmente no conocía esta fase de mi amiga, siempre la había visto tan recatada, tan juiciosa.
Mientras le metía y sacaba mi pija de su ojete, ella gimiendo de placer se metía dos y tres dedos en la concha.
«No doy más, me acabo Fernando, me acabooooooo», grito y se empezó a retorcer de placer mientras se acababa con mi pija en su cola y tres dedos en su concha.
Yo la agarré de los tobillos y le empecé a bombear la cola, la cogía fuerte, escuchaba como salía el aire de su cola como si se estuviera tirando pedos.
Le mordi un talón, le clavé la pija lo más adentro que pude y le empecé a llenar la cola de leche a mi amiga Lourdes.
Gemiamos y nos retorciamos de placer los dos, yo parecía que me estaba meando dentro de su cola, solo podíamos gemir, ninguno decía nada, solo gemidos, hasta que nos fuimos relajando, ella bajó sus piernas y mi pija se salió de su cola, nos acostamos abrazados, jadeando todavía.
«Te quedás a dormir conmigo?», me dijo pasando sus tetas por mi cara.
«A dormir solamente?», le dije chupando uno de sus pezones, «tonto, quiero seguir cogiendo, que me sigas cogiendo», dijo.
Nos levantamos desnudos los dos y fuimos a hacer las pizzas, seguimos tomando cerveza y yo veía como se deslizaba por sus piernas la leche que le salía de su cola.
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