MI AMIGO LAZARO Parte 6 y 7
La historia continúa.
EL TRIO
Habían pasado un par de días desde que visioné el video, nada relevante hasta esa tarde, sabía que mamá había ido a follar a casa de mi amigo, intentaba no calentarme la cabeza pensando en: como tomó mi amigo a mamá hoy.
Mi paz mental termino con la vibración del móvil.
“He, colega, adivina?”
“Que quieres?”
“Eso, adivina, qué estoy haciendo?”
“Follándote a mamá”
“como?”
“Ni puta idea” —escribí molesto.
Una foto, mamá de perrito y la polla de Lázaro dentro de su culo.
“anda, colega, ahora fue ella quien me pidió que le diera por el culo, mi polla es vicio puro”
“que te aproveche” —solté el móvil.
Ocurrió el martes, la llamada que recibió mamá como a eso de las ocho de la tarde era sin duda de mi amigo. Mamá me miro con una expresión, mezcla de preocupación, miedo y excitación.
- Aquí estaré —respondió antes de colgar.
Fue a su habitación y se cambió la ropa por una delgada camisola casi transparente que dejaba visible la sombra de sus areolas y el volumen de sus tetas.
Tanto mis hermanas como yo estábamos expectantes. Obviamente ellas estaban al tanto de todo, por mí: Verónica se encontraba excitada por lo que sucedería en unos momentos mientras, Evolet no entendía muy bien que pasaría y por eso más curiosidad le daba.
A las ocho y treinta mamá estaba preparada para servir la cena al momento que el timbre tronó cortando la tensión, lo que tenga que ocurrir ocurriría.
Abrí la puerta. Lázaro me saludo con una sonrisa y atravesó el umbral, tras el, apareció un tipo delgado, de un metro ochenta, cabello rubio y muy bien vestido además, era atractivo, lo tenia todo.
Me saludo con un apretón de mano y entro. Besó en la mejilla a las niñas y a mi madre pasando su mano descuidadamente por sobre sus glúteos, nos sentamos a la mesa, Lázaro destapó una de las botellas de Merlot que traía, supuse que intentarían achisparla en caso que estuviese demasiado tensa o que al final se arrepintiese.
Cenamos, los dos hombre guiaron la conversación; que fue extrañamente agradable, se notaba que se conocían hacía tiempo, a demás Roberto, que así se llamaba el hombre, era extremadamente carismático, les agrado a todos, incluso a mi, que tenia un cierto deje de desconfianza.
El final de la cena llegaba y todos sabíamos que pasaría. Para que mamá no se sintiera incomoda tomé a mis hermanas y nos despedimos, alegando que teníamos deberes que hacer, mamá me miró, sus ojos eran como los de una gacela dejada a merced de leones. Me gustaría decir que me detuve, obligué a los hombres abandonar el piso y discutir con mi amigo pero, saben porqué no lo hice.
En retrospectiva y tomando en cuenta el nivel de “familiaridad” con el que nos comportábamos como familia, tal vez podría hacer mió el chochito de mamá, el escándalo culpa de una posible discusión con Lázaro sin dudas obstaculizaría ese fin, pero al final, creo ser capaz de obtenerlo. Es lo que quiero? No, lo que quiero es el suculento coño de mi diosa, el chorreante chumino de delicado néctar de Magenta y si para lograrlo deberé entregar el mi madre… que así sea.
Nos fuimos.
Lázaro apagó las luces de la planta baja dejando únicamente una pequeña lamparilla, esto nos servia a nosotros que, ocultos por la penumbra, mirábamos desde el zócalo de la escalera.
Los tres se dirigieron al sillón; mamá se sentó en medio, la charla intrascendente y las risillas sin sentido servia para distraerla, distraerla hasta que Lázaro puso su mano en el muslo de mamá y comenzó a besar su cuello, Roberto imito a mi amigo y hundió sus labios en el lado contrario de su cuello. Ambos besaron, lamieron y chuparon el cuello al tiempo que sus manos se deslizaban bajo el camisón.
Acariciando su abdomen y ascendiendo; desabotonando el camisón, un botón a la vez, dejando al descubierto sus orondos pechos, libres para ser besados, y eso hicieron. Cada uno se apoderó de una teta, lamiéndola en círculos desde la base hasta el pezón al cual terminaron chupando y mordisqueando, dando pequeños tirones con la punta de sus dientes.
Podía notar como mi madre perdía toda su fuerza de voluntad, dejándose llevar por la lujuria y el placer que los dos hombres le proporcionaban.
Roberto se soltó el cinturón y bajó los pantalones, mi madre no esperó a que se quitara los bóxer, ella misma le sacó la pollo por sobre el elástico y comenzó a chuparla. Lázaro miraba orgulloso que ella tomara la iniciativa y procedió a frotar su coñito encharcado. Luego de unos minutos de faena la reclinaron en el sillón y la penetraron.
Nos quedamos allí, los tres, ocultos en la oscuridad, mirando como las carnosas tetas de mi madre se sacudían con cada poderoso enviste de Roberto. Cuando cambiaron de lugar nos fuimos, ya la habíamos visto follar con Lázaro antes y teníamos miedo que nos descubrieran.
Supusieron que regresé, verdad? Pues si, una hora después bajé en silencio, ya no estaban en el sillón, lo que me extrañó.
Lo sé, lo sé.
Estaba tan concentrado en que no me fuesen a ver que pasé por alto la luz proveniente del cuarto de mamá. Me acerqué y mire por el resquicio de la puerta, allí estaba ella, recostada sobre la cama y recibiendo las acometidas de Roberto de pie junto al lecho mientras chupaba la polla de mi amigo, sus suaves gemidos, ya ahogados por el bulto de carne que llenaba su boca, inundaban la habitación. Algo extraño pasaba, lo podía sentir, me incliné y agudicé la vista. Eso era, la polla de Roberto estaba unos centímetros más baja de lo que debía, otro hijoputa le estaba dando por el culo, mierda, mi madre era una adicta anal?
Retrocedí lentamente y regresé a mi cuarto.
En la mañana siguiente nos alistábamos para ir a la escuela, mamá nos preparó el desayuno como cualquier otro día solo que esta vez, se notaba más alegre, ¿le gustó follar con dos al mismo tiempo, le gusta hacerlo por el ojete? pensé, si lo hizo con cuatro a la vez y no se dio ni cuenta, puede que le vaya la marcha.
El jueves volví del instituto a las dos de la tarde: la hora normal de salida es a las dos treinta y llegó a casa a eso de las tres, excepto los jueves que salgo más temprano, mis hermanas no, por lo que regresan a la misma hora de siempre. La sorpresa fue al abrir la puerta y encontrarme con esa escena: mamá desnuda, inclinada sobre la mesa con el culo en pompa, detrás de ella Roberto comiéndole el agujero del culo, el también estaba desnudo y con una polla aún morcilloza le rezumaba restos de lefa. Ninguno de los dos se sobresaltó, ni hicieron el amago de cubrirse, vamos, ni siquiera se molestaron en voltear a verme. Pasé delante y me dirigí a la cocina a prepárame algo de comer, entonces, oí un profundo gemido, sip, mamá se estaba corriendo por la chupada de culo.
Al finalizar el orgasmo ambos se separaron, Roberto fue a ducharse y mamá se me acercó.
— Cómo te fue? —me preguntó.
— Bien —respondí vacilante—, no sabia que Roberto y tú…
— Si… hoy estaba desocupado y vino a…
— Folla bien? —no se por qué pregunté.
— Eh, este, si, lo hace.
—Me alegro que te diviertas —dulcificando la voz y embozando una sonrisa—,
tiene que irse ya?
—No, no creo, por qué?
—Porque no entras al baño y continúan con lo que estaba haciendo yo me ocupo de
las niñas— dije acercando a ella.
Podía ver como de entre sus muslos le escurría resto de semen, le di un suave beso en los labios y una palmada en su nalga derecha, ella me regresó un picara sonrisa y se dirigió al baño donde se encerró con Roberto. Para cuando llegaron Vero y Evolet, ellos estaban en el cuarto de mamá de donde retumbaba el crujir de la cama.
Le di algo de comer a las chicas y nos ocupamos de nuestros deberes hasta acostarnos luego de cenar. Roberto se fue en la tarde pero, esa noche Verónica entró en mi habitación desnuda y se acostó juntó a mí.
—Hermanito, hazme tuya.
—Cómo? —pregunté sobresaltado.
—Tómame, quiero que me folles, quiero sentirte dentro de mí, quiero que me hagas
mujer, quiero que me folles como esos hombres se follan a mamá.
—Vero, lo que más quiero es hacerte mía pero —si, lo sé, soy un imbécil pero
deseaba que Magenta fuera mi primera vez—, me puedes esperar?
—Es la zorra esa verdad? —farfullo bajándose de la cama.
—Vero, por favor, si quieres te como el chochito.
—No te moleste —y se fue.
Que fue todo eso?
ARREPENTIMIENTO
El viernes llamé a mi amigo, la conversación era simple “cumple tu parte del trato”
—Tranquilo colega, Magenta viene mañana, si llegas temprano la encontraras
sola para ti.
Como podrán imaginar, el resto del día estuve entre nervioso y expectante, el detalle que pasé por alto fue que, Vero no me dirigió la palabra, mierda como no lo vi, pero claro, lo único que tenia en la cabeza era Magenta.
El sábado llegué a la casa de Lázaro a las 10 de la mañana, no llamé, usé la llave que mi amigo escondía en el tapete y entré. Magenta estaba recostada en el sillón escribiendo en el móvil, vestía unas pequeñas bragas de encajes color blanco dejando sus hermosos pechos libres a mi vista.
—Luis, corazón sé a lo que vienes —dijo sin apartarse del aparato—, pero tenemos un problema.
Mi corazón se paralizó
—No tengo ganas de follar hoy.
Imposible, ella era mi premio, hice todo esto por ella y ahora no tiene ganas?
—Pero —continúo poniéndose de pie y bajándose las bragas—, si quieres, puedes
venir aquí y darme placer.
No era lo que tenia en mente pero, estaría entre las piernas de mi diosa. Magenta volvió a recostarse en el sillón flexionando las piernas, me acerqué titubeante, me recliné entre sus tonificados muslos y acerqué mi cara a su majestuosa hendidura, aspiré el dulce aroma de su vagina; una suave mezcla entre jabón floral y almizcle, un aroma a hembra dispuesta para que beba de su elixir de mujer.
—Que esperas —apuró abriéndose los sonrosados labios.
Hundí mi boca en su grieta y lamí golosamente, poniendo en práctica todo lo que había entrenado con mis hermanas.
Me encontraba eufórico: entre el exquisito sabor de su coño, el erótico movimiento de caderas y el gemido tan sutil y a la vez sensual, como el ronroneo de un salvaje gatito.
—Tu lengua, me tiene en las nubes —gemía—, donde aprendiste a hacer eso?
—He practicado —dije por inercia.
—En serio —gemía—, y quien es la afortunada.
—Mis hermanas —mi mente estaba en blanco.
—Las dos? —preguntó.
—Si.
—Que pervertido —gemía—, me gusta.
Continuamos por otro rato, no sé por cuanto; ya le había sacado tres fantásticos orgasmos, fue increíble; sus gritos, sus gemidos, su flujo salpicando mi rostro y al final, me la chupó para que no me fuera con semejante bulto, esta vez aguanté más que la ultima, y al terminar, acabé en su boca. Magenta se la tragó jugando con la lefa revolviéndola en su lengua, fue fantástico.
Cuando regresé encontré a mamá sentada en la mesa, con la mirada al horizonte.
—Luis, he sido una buena madre, cierto?.
—Claro, mamá, eres la mejor.
—Tienes alguna queja sobre mí?
—Para nada, como te digo, eres la mejor mamá del mundo.
—Con todo lo que ha pasado en tan corto tiempo, todo ha sido tan vertiginoso, tan
extremo, me he dejado llevar por mis emociones y los he arrastrado con migo a
algo que no tienen la edad ni la madures para decidir —dijo con una expresión
de preocupación—, pienso que mis decisiones son erróneas y que lo he estado
haciendo terriblemente mal.
—Despreocúpate, mamá, lo has hecho de maravillas y por nosotros, esta bien.
Sigue a tú corazón —dije—, a tus deseos, estas son experiencia, experiencias
que todos debemos tener y las estamos disfrutando
—Estas seguro?
—Pues claro, no tenemos ninguna queja, es más, estamos felices con todo esto.
—No sabe cuan bien me haces tus palabras.
Mamá se levanto, se acerco a mí y nos abrazamos, entonces me percaté que ella llevaba los senos al aire. No era extraño que en el último tiempo anduviese de esa manera pero, esto no se notaba bien, algo andaba mal. Un frió recorrió mi espalda.
Solté a mamá y me dirigí a tranco largo a la escalera, tres escalones alcancé a subir cuando vi a Lázaro bajar, solo vestía una camiseta, su polla semi flácida empapada y con restos de semen, “la ha usado recién” me dije.
—Colega, como estuvo Magenta?
—Bien —le respondí.
—Comer ese coño es placer, no?
—S…si.
Nos cruzamos y seguí mi camino, allí estaba, la puerta del cuarto de Verónica abierta y mi hermana en la cama con la piernas separadas.
—Que hiciste? —pregunté— que te hizo?
—Lo que te pedí que hicieras pero, te negaste por follarte a esa zorra.
—Lo siento —fue lo único que se me ocurrió decir antes de marcharme.
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