Mi compañero Diego
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Cada vez que me encuentro sola, tumbada y mirando al techo, apareces tú, o Diego, o Javi (y eso que Javi no es de mi tipo). Más de una noche me he despertado mojada y sintiendo el calor de Diego sobre mi piel. Espero que no haya notado cómo lo miro cuando cruza el pasillo o sentada desde el sofá. Menos mal que yo no le atraigo lo más mínimo, porque si no, no sé qué podría pasar. Diariamente, me imagino todo tipo de escenarios que me llevan a él e intento, en vano, encontrar un recoveco en nuestras vidas, para conseguirlo, aunque sé que no estaría bien hacerlo mientras tengo a alguien que me espera lejos de aquí. Me imagino que es sábado por la noche y los demás se han ido, que hablamos y tomamos una copa en el comedor con música de fondo, fingiendo que esperamos a que lleguen los demás. Nos sentamos en el sofá y surge sutilmente el sexo como tema de conversación, como algo jocoso y sensual pero, en un principio, ajeno a nosotros. Suena una canción sexy pero bailable en el portátil. Le cojo de la mano obligándole a bailar casi en oscuridad. Nos rozamos varias veces y nuestros cuerpos se sienten atraídos sin remedio. Juntamos nuestros cuerpos al son de la música, sus manos en mi cuello; las mías, en su pecho. Nos miramos con miradas de fuego y sabemos que no debemos hacerlo. Sin embargo, llegados a este punto, ya es inevitable: cierro los ojos y le beso saboreando lentamente su boca y nuestras lenguas se entrelazan mientras un remolino sube desde mi estómago hasta mi garganta y vuelve a bajar haciendo palpitar el interior de mi vagina. Me dirige al sofá y me siento encima de él; mirando su sonrisa pícara, le desabrocho la camisa y siento su piel bajo mis manos. Él me sube la camiseta y la desliza hasta descubrir mi sujetador negro. Mira mi pecho con ansiedad, pero me lo acaricia con delicadeza y me mira desde abajo, mi pelo casi rozando su cara. Le beso ansiosamente y siento sus manos en mi espalda. De repente, tengo un momento de lucidez y le propongo ir a su habitación, por si nuestros compañeros de piso llegan. Yo voy delante, con sus manos en mi cintura y su boca en mi cuello. De nuevo siento ese remolino dentro de mí. Una vez al borde de la cama, me giro hacia él y le quito la camisa dejando al descubierto su vientre con ese tatuaje que baja y no sabes dónde va a acabar. Le beso mientras él me tumba en la cama y acerca su boca a mi pecho. Descubre mi teta izquierda, chupa mi pezón erecto y la vuelve a guardar. Me besa el vientre trazando una línea recta que acaba debajo de mi ombligo. Me quita los pantalones y coloca su boca a la altura de la mía, pero no me besa, sólo me deja sentir su aliento en la piel. En cambio, me besa el cuello y atrapa el lóbulo de mi oreja derecha. Eso me sumerge en un vértigo delicioso que me nubla la mente por un instante. Abro los ojos y empujo suavemente su pecho hasta que se tumba a mi lado. Le beso el cuello y el pecho hasta llegar al cinturón de cuero marrón que le sujeta los pantalones. Lo desabrocho y se los quito, lo cual deja al descubierto unos calzoncillos blancos. Su pene erecto contra la tela me pone a cien. Me pongo encima de él y balanceo mi cuerpo para notarlo en mi clítoris. Le miro excitada mientras me quito el sujetador, lo lanzo hacia un lado y me apoyo en la cama rozando mi pecho con el suyo. Se los acerco a la boca; primero uno, luego el otro. Me encanta sentir el frescor de la saliva en el pezón. Desciendo poco a poco deslizando mi lengua por su cuerpo; primero el pecho, luego el vientre y finalmente, llego a su pene, que está impaciente por salir. Lo libero y le quito los calzoncillos. Me arrodillo en el suelo y empiezo a chupárselo. Sorprendido, se incorpora para quedarse sentado y poder observarme mejor. Primero lamo la punta suavemente; luego, el resto, pero sin metérmelo en la boca. Subo la mirada hacia él y lo introduzco lentamente en mi boca. Empiezo con ese balanceo arriba y abajo totalmente concentrada en mi trabajo; primero, despacio y luego, más rápido. Me sujeta el pelo y empuja suavemente mi cabeza para que me quepa toda. — Qué bien me la chupas — me dice tras soltar un respingo. Sin parar, le miro desde abajo y voy ralentizando el ritmo hasta que me la saco y lamo la punta. Me pongo de pie y Diego me besa el vientre mientras me quita las bragas. Introduce un dedo en mi vagina y comprueba con satisfacción lo mojada que estoy. — ¿Tienes condones? — le pregunto. — Se me han acabado — me responde con cara de estupor. — Bueno, a lo mejor lo podemos arreglar de otra manera. — ¿A qué te refieres? — Yo tengo un bote de lubricante en mi habitación. Si tienes algo de paciencia, podríamos utilizarlo. — ¿Te refieres a…? — Sí. Pero tenemos que empezar despacio. — ¿Estás segura? — ¿Por qué no iba a estarlo? — digo extrañada —. ¿Es que nunca lo has hecho? — Sí, pero con una ex. Teníamos más confianza el uno con el otro. — No te preocupes, yo confío en ti. Cojo el bote de lubricante de mi habitación y vuelvo con él. Me tumbo en la cama boca arriba y empieza a besarme y acariciarme todo el cuerpo. De repente, noto su lengua en mi clítoris y me muevo de la impresión. Sigue lamiéndomelo muy suavemente y pongo las manos en su pelo mientras disfruto de ese regalo inesperado. Estoy sorprendida con lo bien que lo hace. No me da tregua. El remolino de mi interior está a punto de rebosar. No puedo aguantar más. Me corro. Es un orgasmo lento pero duradero. Puedo sentir los espasmos de mi vagina y el calor de mi interior. — Guaau… Me quedo tumbada en la cama con él a mi lado y tras dos minutos de respiro, me dirijo hacia él y le beso. Esta vez, es un beso corto que por primera vez, me hace sentir algo parecido al amor. Me vuelve a besar con la su mano en mi nuca. Después, se pone encima de mí, me besa el cuello y puedo empezar a sentir su miembro erecto contra mi vientre. Aún estoy muy mojada y vuelvo a excitarme con sus labios en mi cuello. Se despega de mí y me tumbo boca abajo. Él me besa la espalda y me acaricia las nalgas. Me separa las piernas un poco y acaricia el interior de mis muslos. Mete un dedo en mi vagina para mojarlo y lo acerca al ano. Traza círculos sobre él y aprieta un poco haciéndome gemir levemente. Me incorporo apoyando las manos y las piernas sobre la cama para facilitarle el trabajo. Se pone un poco de lubricante en el dedo y empieza a introducirlo poco a poco. Esa sensación despierta todos mis sentidos. Empiezo a masajearme el clítoris mientras él sigue abriendo paso lentamente. Entre la sensación del clítoris y la del ano, no puedo evitar emitir lentos gemidos cada vez que mueve el dedo. Aunque yo no lo puedo ver, mientras lo hace, se masturba con la otra mano para volver a poner su pene erecto. Sin apenas darme cuenta del cambio, introduce la punta de su pene en mi ano y se mueve muy lentamente. Me acaricia la espalda y siento cómo aprieta un poco más. — Si me paso, dímelo. — Así está bien, pero no empujes más hacia dentro. Siento cómo entra y sale y me masajeo el clítoris con un ritmo frenético. Él me coge del pelo y estira un poco hacia atrás. Eso me excita aún más. Después de unos minutos, empieza a acariciarme la espalda otra vez y me agarra el culo con fuerza. Me azota una vez, dos. Yo gimo ya más fuerte. Siento que esos azotes liberan parte de la energía concentrada. No puedo dejar de gemir, estoy a punto de correrme. Ya llega. Sube y sube. Un intenso orgasmo recorre todo mi cuerpo. Siento cómo sale su pene de dentro de mí. El sigue acariciándome el trasero y ha empezado a masturbarse con movimientos enérgicos. En pocos segundos, oigo un leve gemido y siento el semen caliente sobre mi culo. Nos quedamos parados por un instante. Diego alcanza un rollo de papel que hay encima del escritorio y me limpia. Me tumbo boca arriba y le miro satisfecha. El se tumba a mi lado también boca arriba, exhausto. — Te ha gustado — me pregunta. — Ha estado super bien. Me hacía falta esto. — Has gritado mucho, ¿no crees? — Ah, ¿sí? Lo siento. No me he dado cuenta. — No importa. No hay nadie en casa. Aunque los vecinos tendrán tema de conversación. — Bueno, aquí no me conoce nadie. Me tumbo hacia él, le doy un beso en la mejilla y apoyo mi cabeza en su pecho. Estoy desnuda y sola en mi habitación. Tumbada boca arriba después del orgasmo. Oigo la puerta de casa y la voz de Diego. Si él supiera lo que acabamos de hacer…
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