Mi cuerpo por su experiencia
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Los exámenes de enero volaron con el mismo viento frío y afilado que los trajo.
Bastantes compañeros tiraron la toalla al ver las primeras calificaciones.
Y otros que no lo hicieron, lo harían en junio.
Aquel año de universidad fue raro para mí, como todo cambio en mi rutina.
El instituto aún lo recordaba muy cercano, tenía muchos recuerdos frescos, y gracias a la costumbre de escribirlos, todavía los veo con claridad.
Fue una etapa muy viva e intensa para mí, llena de emociones diferentes.
Quizás, los primeros años fueron algo sosos, girando en torno a los videojuegos, el porno y la carne que de vez en cuando podíamos ver furtivamente.
Pero la segunda mitad de mi tiempo en el insituto, fue la mejor y peor etapa de mi vida.
La mejor, porque me enamoré intensamente de una chica.
Y la peor por no poder tenerla entre mis brazos.
No acabó en nada, aunque esa es otra historia, pero fueron tres años de un incendio que ardía constantemente en mí, asfixiandome y alimentando mi caldera.
No la olvidaré nunca.
Por eso, el año de universidad me vino pequeño.
Acostumbrado a tener un motivo tan grande y significativo por el que moverme, estudiar para "mi futuro yo" se me hacía pesado a ratos.
Aún así, me las apañé para no perder nunca el ánimo y seguir entre los mejores del curso.
Seguía viendo a mi amor del instituto, pero sabía que era un cortejo que iba a llevar mucho tiempo acabar.
Tuve algunos roces con otras chicas de mi edad, aunque todos acababan en poca cosa.
Llegaba a puntos de "sí" retorno, donde uno podía darse la vuelta sin problemas.
Conservaba a mis amigos de siempre, pero hablar con una chica, con una mujer era algo distinto.
De alguna manera, abría mi lado emocional y daba rienda suelta al idealismo mas puro y romantico que podía tener en mí.
Comparado con otros chicos, yo no podía ofrecer dinero, citas en restaurantes caros, un paseo en coche, una relación seria, una futura familia.
Para ellas, yo era un viajero, alguien que venía de un lugar exótico a contarles historias y a escucharlas mientras las miro a los ojos.
A lo mejor, cumplía con aquello que sus novios o amigos no podían hacer.
A veces pienso que era lo mejor que podía ofrecerles, invitarlas a entrar una tarde en otra dimensión, hacerlas sentir especiales, que vean lo que llevan dentro y que se abran.
Disfrutaba hablando de los "viajes" introspectivos con mis amigas, (ya que con alguna conseguía una buena relación de amigos) y enseñándoles lo que había en mi interior.
Entonces era una auténtica bomba de energía y buenas vibraciones.
Pero yo también tenía mis malas rachas.
Perdía el rumbo y no veía un objetivo claro en el horizonte, me ralentizaba.
En una de esas, me entró en la cabeza que no había chicas de mi edad a mi altura.
Puede sonar egoísta, pero en realidad, me sentía frustrado por no querer tener una relación de amor con alguien.
Pensé en llenar ese hueco con una experiencia nueva, para que esta me llevase a otra vez de vuelta al camino.
Se me ocurrió abirme una cuenta en cualquier sitio de citas para que una mujer mayor que yo me enseñara y me diese una bofetada de realidad.
Una prueba de voluntad, por decir algo.
Y lo conseguí, subi una foto censurada cualquiera y me lancé a por una.
Tenía 47 años, un cuerpo acorde a su biología, bien conservado y bonito a simple vista.
No quería seguir dándole mas vueltas, así que le escribí lo que tenía en mente desde hacía unos días.
Le propuse un intercambio muy justo: yo le ofrecía mi juventud, mis 19 años y mi cuerpo a cambio de su experiencia.
En realidad, no tenía rival: el más joven, el más determinado, el más atlético, el mas sano, el mas vigoroso.
Como un caballo joven y listo para aprender.
Ella se rió un poco de mí, de mi propuesta y de mi edad.
Yo ya estaba nervioso, me imponía mucho respeto, como si no quisiera ofenderla por ser mas joven.
Pero aceptó, al fin y al cabo, estábamos en una web para tener sexo y punto.
Además, yo era de lo mejorcito que había por ahí, pero sin una gota de experiencia.
Ella vivía sola en una ciudad a unos 60 km de mi ciudad.
Salían buses cada hora, y además tenía conocidos allí.
Así que quedamos un viernes en su casa.
Salí de clase y fui con lo puesto para allí, esperando que los 15 euros del billete mereciesen la pena (15 para un estudiante es una fortuna).
Llegué sobre las cinco de la tarde y luego anduve callejeando un rato hasta encontrar su casa.
Llegué auna zona residencial bastante agradable, un barrio bastante nuevo.
Miré la dirección que tenía apuntada en la palma de mi mano me quedé un rato quieto delante del edificio.
Tomé aire unas cuantas veces y me tome mi tiempo para escribir como me sentía en mi cuadernillo.
Luego subí y llamé a la puerta.
Me abrió la mujer que estaba esperando, con una blusa y descalza.
Era de estatura normal, no le sobraba ningún kilo en absoluto, estaba perfecta.
Y además, se notaba que había ido a la peluquería, ya que llevaba el pelo negro azabache por los hombros y recién ondulado.
Llevaba los labios pintados de color rojo sangre.
Muy intenso.
Fue muy amable conmigo desde el principio, se le notaban los modales y el respeto mutuo que exigía.
Me preguntó si me apetecía beber algo, y yo le pedí un café.
Charlamos lo que me duró el café, que por lo general disfruto bebiendo despacio, asi que nos dió tiempo a hablar largo y tendido.
Me enfrenté como pude a ella, con todo lo que tenía, intentando salvar todos los obstaculos que me podía encontrar a nivel conversacional.
Hice lo mejor que pude, pero ella se daba cuenta y acabo diciendomelo.
Se dio cuenda de que estaba nervioso y de que había venido preparado, se me notaba la edad.
No era como otros hombres que ella había invitado, sombras de hombres como yo que venían a tocar carne y a olvidarse de su dia a dia.
Se la veía muy contenta y bastante ilusionada, casi mas que yo.
Hablamos un poco de todo, de nuestras vidas en la universidad y de hombres y mujeres que hemos conocido.
Todo fue bastante natural y agradable, aunque conseguí dejarla helada durante unos segundos.
Sabía que tenía potencial, que yo era un núcleo de magma ardiendo esperando a que ella lo rompiese.
Pero yo moví mi ultima ficha al final.
Apenas quedaba ya cafe en mi taza, y le dije que pensaba hacerla sentirla igual de virgen que yo.
No supo por donde pillarlo.
Yo también me quedé callado esperando su respuesta, que fue una carcajada natural y bonita.
Se levantó sin ninguna prisa y se metió en su habitación mientras sonreía y le daba vueltas a mi respuesta.
Luego asomó la cabeza y me dijo que fuese, que no quedase ahi sentado.
Dejé mi mochila, y mis objetos personales en la mesa (como en los aeropuertos) y fui con ella, esperando encontrarla tumbada en la cama, como en una fantasía adolescente.
En cambio, ella estaba guardando la ropa que tenía encima de la cama, como preparando la habitación para lo que tenía que venir: un huracán.
Me hizo un gesto para que me empezase a quitar la ropa, lo cual hizo sentirme algo incómodo.
Yo estaba acostumbrado a mi cuerpo desnudo de haber utilizado tantos vestuarios a lo largo de los ultimos años, pero aun sabiendo que ese momento iba a llegar, me daba vergüenza desnudarme.
Al final lo hice, dejando al descubierto mi recién podadas partes.
Fue un poco raro al principio, ya que ella no hizo ningún comentario.
Yo estaba esperando a que se quitara la blusa y me diese la señal de salida, instrucciones.
Y lo hizo, se quitó por fin la blusa y dejo al descubierto dos piercings de barra en los pezones.
Dos imanes para mis ojos.
Para entonces, toda la sangre de mi cuerpo corrió a mi pene, que estaba mas hambriento y fuerte que nunca.
Se alzó enseguida hacia arriba mientras yo estaba de pié, mirandola a ella como un pasmarote.
Ahora se empezaba a comunicar con movimientos y gestos muy femeninos.
Me invitaba a dar el primer paso, a que fuese yo el que me acercase.
Lo hice, me acerqué con un tornado de llamas en mi pecho.
Ella veía lo que se acercaba.
Era como si ella también fuese virgen, como si esperara sentir el dolor de su primera vez.
Pero su vagina había sentido y guiado muchos penes, así que en el fondo, solo era teatro, pero estaba haciendo una muy buena actuación.
Yo me dejaba llevar por mi instinto animal, ese que a veces nos negamos a aceptar que tenemos.
Ese instinto actuaba como un potencial elevadísimo dentro de mí, esperando el momento para descargar toda la energía que mi cuerpo emanaba.
Sentía calor.
La tanteé durante unos instantes, mientras ella me ofrecía su espalda para que yo la cubriese con mi pecho.
Apenas nos conocíamos y ya la rodeaba con mis brazos como a una adolescente.
Sabía de sus aventurillas sexuales de sus últimos diez años, de que abandonó la casa donde había nacido, las casas que tuvo con distintos novios.
Había dejado ya bastantes hogares y me contó que había decidido no volver a compartir su casa y tener un hogar para ella sola.
Mientras pensaba en como pudo haber sido su vida, sus manos me llevaban a la cama.
Con un gesto muy sutil y ligero se diio la vuelta y me empujo con mucha delicadeza a su cama.
Obedecí sin pensarlo ni un segundo y me deje caer suavemente en su cama.
Ella estaba completamente desnuda, se había saltado los preliminares de desnudarnos, pretendía ir marcando el ritmo y jugar conmigo.
Incluso yo notaba sus intenciones, ese aura de bronce pulido aunque ligeramente apagado y mellado.
Aun y todo, yo era suyo, me había ofrecido y realmente esperaba aprender de ella.
El siguiente paso que dio fue inclinarse sobre mí, que estaba sentado en la cama y sujetandome con las palmas de las manos.
Se sentó a mi lado, cruzando las piernas y me acarició la mandíbula a la vez que me miraba a los ojos.
Pocas veces me han mirado así, con esa tranquilidad y seguridad.
No había amor en su mirada, quizás unas gotas de agradecimiento y gratitud.
Era difícil adivinar lo que sentía ella en ese momento que tantas veces había vivido.
Me besó con ternura, como recordando el sabor de la pureza.
Quizás hacía tiempo que no besaba unos labios sin heridas, sin olor a tabaco, sin olor a whisky, unos labios sin experiencia ni impurezas.
Yo correspondía y me dejaba besar a su ritmo, sin acelerar, con la idea de mi inexperiencia en la cabeza.
Mientras yo debía de saberle a juventud, ella me sabía a persona "rota".
Sabía a chicle, al aroma de fresa y menta que usaba para disimular el tabaco.
Además su perfume ocultaba su verdadero olor, ya imperceptible por los intentos de ser eliminado.
Aun así, me parecía la mujer mas bella y hermosa del planeta, que había decidido transmitirme todo su conocimiento con esos besos.
Siguió besándome cada vez con mas fuerza, agarrándome la cabeza y subiendose encima de mí.
A mi me daba miedo pensar que no iba a saber como meter mi falo en su vagina si la cosa iba tan rápido.
Pero mi mente se nublaba cada vez que intentaba ir más alla con mis pensamientos.
Ella se estaba encargando de todo.
Y cuando llegó el momento, ella me sonrió y se me tiró encima con violencia.
Había cogido ya un preservativo y me lo estaba poniendo en una postura muy curiosa: yo estaba tumbado sobre la cama, con las piernas fuera de la cama.
Ella estaba encima mío, sentada en mi pecho y con su clítoris muy cerca de mi barbilla.
Y en esa posición, me fue poniendo el condón, siempre con una sonrisa en su cara, esperando que yo se la devolviese.
No tuvo que esperar a que o hiciese, porque algún mecanismo en mi interior debió activarse.
Algo que la sabia Madre Naturaleza puso en mí hizo un satisfactorio sonido y me dio el valor y seguridad necesarias para cumplir mi tarea.
Fue como volverme malvado, sentí un chorro de energía inmensa en mi interior, una explosión de felicidad y determinación.
Era la respuesta que estaba pidiéndome ella, ese despertar de hombre que quería ver y saborear.
Y yo se lo dí.
Ella empezó a reirse a carcajadas, como si hubiera despertado al monstruo que habia creado.
Me levanté de golpe y la sujeté con mis brazos ya tensos y listos para levantar lo que fuese.
En un momento le di la vuelta a la partida, la puse boca arriba y me lancé involuntariamente hacia su cuello, salivando como un perro rabioso.
No perdí ni un minuto y cargué la embestida antes de que a ella le diese tiempo a abir su acostumbrada vagina y a levantar las piernas.
Acerté a la primera vez, o tal vez a la segunda, no lo recuerdo.
Pero en cuanto estuve dentro, se abrieron todos los portales de la tierra al espacio.
Una explosión de colores y emociones.
Ya con varias decenas de entradas y salidas, la cubrí con todo mi cuerpo y mis manos comenzaron a jugar con su cuerpo mientras mi lengua jugaba con la suya.
Lo único que tenía en la cabeza era fundirme con ella y llenar cualquier espacio que hubiese entre nosotrosl.
Aunque no era el único, ya que ella me comunicaba lo mismo con sus gemidos.
Yo me sentía como una maquina recién puesta a punto para ganar cualquier desafío o carrera, estaba lleno de combustible.
Mis manos habían ya recorrido su culo y sus tetas varias veces, ya quedaban pocos sitios a los que no habían llegado.
Pero ella interrumpió la búsqueda y volvió a ponerse encima, con mi pene aún dentro.
Se tiró a mis labios de nuevo y me agarró las nalgas con fuerza dominante, estaba casi igual de desbocada que yo.
La diferencia del "descontrol", principalmente, lo marcaba la edad, pero si ella hubiese tenido mi tierna edad, estoy seguro de que me hubiese devorado entero.
Era una mujer muy poderosa y enérgica.
Llevaba bastante tiempo sin eyacular, tal como ella me dijo que hiciera, y cuando presintió que iba a correrme, se sacó mi polla con bastante ligereza y soltó el condón para metersela en su boca ahora.
Yo sentí el calor de mil infiernos en mi glande e hize un esfuerzo por mantener todo el semen en mis pelotas por unos minutos más.
De verdad que era difícil.
Alargué el momento dos minutos, y dejé salir el orgasmo y con ello un trailer de leche directo a su boca.
Fueron varios chorros bastante contundentes los que llenaron su boca.
Supe por su expresión de felicidad cuanto hacía que no recbía semejante descarga, que en realidad, me cuesta imaginar que mi cuerpo sea capaz de fabricar tanto semén.
De todas formas, esa mujer no parecía agotarse nunca, se levantó enseguida y me besó con mi semén en su boca aún.
Quizás en una conversación entre amigos, hubiese dicho que semejantes prácticas son "raras" por decir algo suave.
Pero en el momento, sentí que era puro placer, un instinto animal irracional.
Correspondí como había prometido hacer, ya que mi cuerpo era suyo para aquella tarde.
Seguimos besándonos durante un rato, apretándonos muy fuerte el uno al otro.
Yo estaba seguro de que ella estaba esperando y buscando su orgasmo perfecto, imagino que ha tenido bastantes durante su vida, pero conmigo parecía estar ensayando para crear el climax perfecto.
A mi me dio tiempo a recuperar otra erección y la cogí en brazos para continuar penetrándola.
Esta vez, mi polla ya no amenazaba con descargar, se había recuperado en un tiempo asombroso y seguía dispuesta a fecundarla.
Increíblemente, no usamos condón esta vez.
¿Fue una tontería? Sinceramente, me fiaba ciegamente de ella, despues de toda la experiencia que había demostrado tener.
Que maravilla de mujer.
Yo notaba como su vagina lubricaba cada vez menos, parecía que mi pene se tragaba todo su "aceite".
Ella también se dio cuenta y paró muy a su pesar, se dejó caer hacia atrás para que yo la depositase con dulzura sobre la cama, sin perder esa sonrisa malvada y a la vez erótica.
Alargó la mano y agarró un bote de lubricante para "maquinas pesadas" y directamente se lo introdujo en la vagina.
Apretó fuerte y dejo un regero de aceite en la cama con el sobrante.
Estaba muy caliente, incluso al tacto, y para elevar aún mas la temperatura, sacó una botella de licor de su bolso, que estaba en el suelo preparado.
Estaba jugando conmigo, sabía que no había amor, que era su fiesta y yo su regalo.
Pero menudo regalo, yo quería liberar un animal dentro de mí conocer cual era.
A ella le daba igual mi animal, se vació lo que quedaba de botella y se echó el aceite que quedaba por encima.
Yo no podía aguantar más tiempo quieto, asi que volví a su lado para darle más placer y avivar el incendio que estaba provocando.
Nos fundimos en uno gracias al aceite y aprovechando la lubricación extra de su vagina chorreante, empecé a meterle la mano.
No sabía como hacerlo, dicen que hay que hacerlo despacio, pero ella no tenía tiempo que perder, esa vagina ya holgada y experta no iba a esperar mas.
Ella no me daba ya instrucciones, a veces guiaba y me acariciaba el pelo, pedía que buscara el punto clave del placer.
Tardé un rato en encontrarlo y en hacerme a sus patrones de gemidos y bandazos.
Pero ahí estaba, el botón dentro de su vagina, la boca de incendios.
La corrida también fue espectacular.
No la dejé que me parase, cogí lo que pude de su corrida y le devolví el morreo mientras volvía a meter mi pene en esa incansable vagina.
Veía en su cara que no quería levantarse, pero iba a devolverme el tanto, este era su juego.
Yo se la metía con mas velocidad cada vez, sin dejar de comerle la boca.
Ambos estábamos empapados en aceite y sudor y parecía que ninguno ibamos a corrernos, hasta que ella me metió los dedos en la boca.
Ahí empezábamos a llegar a la final, y yo estimulé como pude su clítoris que estaba entre nuestros cuerpos.
Fue facil llegar al orgasmo así.
Ella se puso encima mío después de soltar el último gemido y volviéndose a meter mi pene en su vagina, se empezó a reir a carcajadas y a encenderse un cigarrillo.
Había dado con la mujer mas malvada y sexy de la ciudad.
Jugó un rato con mi pene y me dió el beso de buenas noches.
Ahí se acabó su juego.
A la mañana siguiente, me desperté temprano, usé su ducha y devoré unos panecillos y bollos que me ofreció.
Ella recordaba con mucha fantasía la noche anterior, me dijo que había estado muy cerca de creerse que iba a ser desvirgada.
Me despidió con un largo beso y alguna caricia y me dijo entre risas: "La próxima vez hacemos anal, y me dejas tu culo también"
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