¿Mi culito? … ¡uuummff! … podría ser
Yo sodomizo – Tú sodomizas …. etc.
Todo empezó porque mi mujer tiene un culo espectacular, redondito, echadito para atrás y para arriba, durito, además, que ella sabe como menearlo espontáneamente, sin darse cuenta, le sale natural, cuando vamos por la calle yo le voy contando cuantos “jotes” se dan vuelta a mirarle tan esplendido culo, codiciado por muchos, pero el afortunado que pone sus manitos encima de tan divino pedazo de carne soy yo.
Todos los días desde que la conocí, que le pido que me dé su potito estrechito y virgen, pero ella no lo suelta por nada al mundo, mi señora es muy imaginativa y siempre me sorprende con cosas que podrían ser rutinarias, pero encuentra el modo de buscarle un lado nuevo y excitante.
Yo no cejo en pedirle su trasero, se lo manoseo, se lo beso, se lo acaricio, pero hasta ahora la única penetración que he llevado a termine a sido con mi minúsculo meñique, cuando intente con los otros dedos se fue de una rotunda negativa, pero hace unos meses ha ido aflojando y una noche mientras la follaba con fuerza, logré insertar dos dedos y ella se corrió casi de inmediato, así que últimamente lo hemos estado conversando.
María mi esposa, me había concedido su culito después de tres años de matrimonio, esa tarde nos habíamos ido a la cama más temprano de lo acostumbrado, era una fría noche de invierno, con un temporal de lluvia tremendo, mi esposa se puso acurrucada a mí a cucharita, sintiendo sus firmes nalgas cerca de mi bestia, la reacción fue natural, una erección fenomenal, comencé a acariciar su cadera y su muslo, ella me reclamaba ¾¿qué estás haciendo tontín? ¾ ¿no sientes el frio que hace? ¾ pero al mismo tiempo no alejaba su culo del ariete que apuntaba a su estrecha fortaleza, poco a poco le bajé su poco sexy pijama de franela, ahora mis manos estaban sobre su delicada piel, con el frio todavía tenía su piel como de gallina, como con granitos, acaricié sus nalgas, ella movía su espalda e intentaba girar su cabeza mientras yo besaba y mordisqueaba sus lóbulos.
Mi señora gemía y rotaba sus cachetes contra mi miembro, señal inequívoca que se estaba calentando, pasé una mano bajo su pijama y acaricié sus naranjitas carnosas y endurecidas, sus gemidos se hicieron como quejumbrosos y con suspiros, empecé a susurrar en sus oídos frases obscenas que sé que a ella la calientan, tenía sus pezones entre mis dedos y los oprimía como para sacarle lechecita, ella gimiendo buscaba mis labios, terminé bajándole los pantalones de su pijama y recostándola sobre su espalda, le abrí sus muslos y me sumergí en ese charco de placer y fluidos.
Mi esposa cuando sintió mi lengua en su sexo abrió más sus piernas, aceptaba mis caricias con deseos, comencé a lamer su chochito todo alrededor, pegándole puntadas a su clítoris, ella se estremecía y trataba de alejar su almejita de mis lengüetazos, pero alzo sus piernas y las abrió al máximo, agarré sus muslos para que mantuviera tan invitante posición y me fui de lleno contra su minúsculos orificio anal, María en principio trató de escapar de estas caricias, pero con sus manos agarró sus tetas y comenzó a tironearlas.
Mi señora comenzó a rotar sus culito en mi boca, por lo que agarré su glúteos y los abrí para meter mi lengua en su estriado y rosado ano, le mordisquee sus nalgas ante la impotencia de abrir ese hoyito e invadirlo con mi lengua estaba muy estrecho, pero María se estaba volviendo loca como nunca, no cejé en mi tentativos y su esfínter cedió un poco, metí mi dedo pulgar derecho e inicié un mete-saca delicadamente, después agregué mi pulgar izquierdo, con cierta facilidad podía meter ambos pulgares en su pequeño forado, ahora también mi lengua podía escarbar en esa cuevita que se contraía.
Mi lengua buscaba manjares nuevos, exploraba carnes vírgenes, indagaba en esos territorios desconocidos, se deleitaba de esas contracciones espontaneas que la acechaban y trataban de apresarla en cada intrusión a esa cava inmaculada, jamás penetrada.
Ella entregada a la lujuria de estas sensaciones nuevas, con sus dos manos abrió sus glúteos y buscaba una penetración más profunda, me arrodille con mi perforador frente a tan preciado orificio y le presenté mi glande, la abertura era todavía estrecha pero las caricias y forcejeos la habían ampliado, empuje con fuerza controlada y unos tres centímetros de mi pene se introdujeron en su culito, María intento resistirse por un leve instante, puso su mano en mi vientre como para controlar la penetración, mi presión no era enérgica pero si constante, centímetro a centímetro mi verga iba desapareciendo en esa caverna hirviente.
Me incliné a besar su boca carnosa que estaba ligeramente abierta como expresando una “O”, sus ojos estaban cerrados, besé sus parpados, su frente, sus orejas y volví sobre sus labios con un beso profundo y apasionado, cuando me enderecé, mi pene estaba dentro completamente, su potito había iniciado un movimiento como de succión, lo estaba disfrutando, puse sus tobillos sobre mis hombros y comencé a dársela con movimientos continuos, pero sin violencia.
Los gemidos se habían transformado en grititos y ella se revolcaba bajo mis embates, nunca había escuchado a mi mujer gritar, me acerqué a su oreja y le susurré ¾ te gusta cómo te follo el culo ¿verdad? ¾ ¿lo quieres más fuerte? ¾ por fin eres mi puta caliente ¾ eres hermosa ¾ eres una guarra cachonda ¾ te llenare de lechita ese sucio poto tuyo ¾ le dije todo lo que con la calentura del momento se me pasó por la cabeza, ella gemía cada vez más fuerte y sus manos iban de mi espalda a mis glúteos empujándome más y más hacia sus profundidades profanadas por mi verga.
María chillaba desesperada, me tironeaba y me apretaba contra sus senos, por primera la escuche hablar en una sesión de sexo, implorar en susurros ¾ dámela más fuerte, amorcito ¾ cógeme con fuerza ¾ clávamela toda ¾ amor rico más, quiero más ¾ amorcito rico me vas a hacer acabar ¾ ¡ooohhh! ¾ sorprendido y halagado se la di con fuerza mientras uno de mis dedos acariciaba su clítoris henchido de deseos, hasta que la sentí convulsionar, sus contracciones me hicieron estremecer también a mí y descargué toneladas de esperma en su interior, una andanada de borbotones tibios de nunca acabar, terminé encima de ella, resoplando junto a su oído diciéndole cuanto la amaba.
Acabamos simultáneamente, nunca en tres años nos habíamos corrido juntos y con tanta intensidad, yo acariciaba sus cabellos y la besaba sin parar, ella con su respiración entrecortada me apretaba a sus pechos y acariciando mi espalda ¾ casi me matas, amorcito rico ¾ me dijo besándome las mejillas.
Por semanas incluimos el sexo anal en nuestro repertorio, siempre disfrutándolo intensamente, María estaba sorprendida de sentirlo tan rico en su trasero, ahora le encantaba ser estimulada en su culito, me ofrecía su potito para que se lo lengüeteara a voluntad, refregaba su ano en mi boca y barbilla, cuando follaba su chochito ella solita se metía sus dedos en su ano, terminamos comprando un consolador anal.
Esperamos un fin de semana, mientras nos preparábamos para almorzar, María me llamó a la cocina y mientras yo sacaba una cerveza del refrigerador, ella levantó su holgado vestido y me mostro su culito con el tapón anal ensartado en su trasero, luego se bajó su pollera y me sonrió en forma guarra y picara, mi pene comenzó a endurecerse inmediatamente, no sé qué cosa almorzamos, lo único que cabía en mi mente era ese culo redondo y durito de mi mujer con ese falo en su canal anal.
Después de almuerzo yo me abalancé sobre ella, muy delicadamente ella me rechazó y me dijo que eso que me había mostrado era para esta noche y que venía con sorpresa, mi verga estaba que reventaba el cierre del pantalón, mi amadísima señora viendo lo complicado del asunto, me llevó al baño, me pegó una mamada, haciéndome acabar en la bañera, me pegó un palmetazo en el trasero y me dijo ¾ nos vemos esta noche amorcito lindo ¾
Me fui a dar una vuelta al supermercado, me di un par de vueltas alrededor de donde vivimos, anduve como tres horas girando como loco, el culo de mi mujer me perseguía por todos lados, hasta mirando al cielo, vi unas nubes blancas y redondeadas que asemejaban justo al divino trasero de ella, pasé por una plaza donde había dos neumáticos gigantes como dos glúteos igualitos a los de ella, estaba enloqueciendo.
Regresé a casa al ocaso, mi señora me esperaba con una cena ligera, me anduvo reprochando mi ausencia, pero le confesé que el único motivo porque ella no fue violentada por mi esta tarde, fue porque yo me mantuve lejos de la casa y que estaba muy caliente por ella, me sonrió diciendo que ella estaba igual de cachonda, cenamos mirándonos casi de reojo, con una implícita culpabilidad de no sé qué cosa, éramos cómplices de algo que no habíamos cometido, pero que sabíamos que nos aprontábamos a cometer, una malicia intrínseca, pecaminosa quizás.
Colaboré a limpiar la vajilla y resetear la cocina, luego arrinconé a María cerca del refrigerador y la besé con pasión, con ardor, con necesidad del contacto humano de sus labios reconfortantes, necesidad de su amor de esposa, necesidad de sentir ese cuerpo voluptuoso que enciende todas mis fantasías sensuales, sexuales, eróticas, sentir esos pechos adolescentes, sentir esa entrega femenina que se rinde a una desenfrenada lujuria, sentir que sus manos buscan en mi al hombre, quiere sentir mi virilidad, quiere palpar con mano mi ardor por su femineidad.
La tomé en andas y la acomodé sentada sobre el mueble entre la cocina y el refrigerador, me puse en medio a sus muslos y levanté su pollera ligera, tal como pensaba, estaba sin calzoncitos, su chorito prieto se adivinaba en la convergencia de esos muslos carnosos y torneados, me arrodillé y me introduje bajo esa pollera que disimulaba a mala pena mis intenciones, estiré mi lengua y un rayo de energía se generó en mis pies, cruzó en un santiamén todo mi cuerpo y salió disparado por la punta de mi lengua, el golpe hizo impacto en la hendedura donde se refugiaba su clítoris palpitante, María emitió un gemido y apretó mis orejas con sus poderosos muslos, sus manos se estiraron hacia mi nuca aferrando mis cabellos, la posición y el espacio no me permitía afondar mis ataques a ese precioso chocho regordete, pero el sabor y el olor eran embriagantes, mantuve mi lengua a recoger ese zumo de chorito que emanaba con fluidez de esa recóndita cava.
Mi María gemía y vibraba al son de mi lengua que horadaba sin descanso en su chuchita escondida, sequé un poco mi rostro en su pollera, me alcé y la volví a besar en esos labios cautivantes, sus piernas temblaban un poco, se apoyó a mí en busca de soporte, nos fuimos prodigándonos amor, afecto y pasión hacia nuestro dormitorio.
María como buena virgo, había preparado todo, había unas velitas rojas que iluminaban nuestro lecho matrimonial, había unas toallas, había una botella de espumante con dos copas y portavasos, había un estuche envuelto en papel de regalo, la sorpresa.
El ambiente y el deseo eran propios de una pareja de enamorados esposos, yo la deseaba a cada minuto más y más, ella me quitó la camisa rápidamente y con un toque mágico tiro su pollera por sobre sus hombros y quedó completamente desnuda, se puso en cuatro sobre la cama presentándome su culito con el consolador enterrado en sus entrañas, me miró por segundos y meneó sus caderas invitantes, en dos segundos estaba completamente desnudo al lado de ella besando sus nalgas.
Con dedos suaves toqué el artilugio embutido en su esfínter, María apoyo su cabeza en la cama y me dejaba hacer, lo tire hacía afuera para ver las dimensiones del tapón anal, en su parte más ancha era casi tan grueso como mi pija, la longitud cerca de unos diez centímetros, se lo quité y lo reemplacé con mi lengua ¾ ¡uuummmpphh! ¾ gimió mi esposa apreciando las caricias ¾ estoy lista para ti, amorcito ¾ agrego.
Sin dejar de lamer su culito redondeado, me acomodé y apliqué el lubricante que María tenía en la mesita de noche, a su ano y a mi pija, luego presenté mi glande ante ese hoyito tentador e invitante, empuje un par de centímetros y María tentó una escapatoria, yo la tenía de las caderas y aguante su reflejo, hubo una especie de rebote y otros cuantos centímetros se hundieron en ella, la tire de los hombros hacia mi pecho y comencé a acariciar sus pechos enhiestos, exquisitos y sumisos, ahora ella era mía y comenzaba a gemir su goce y a disfrutar la fricción de mi verga en su estrecho esfínter.
María había estirado sus brazos hacía atrás y agarraba mi cintura para ser penetrada más en profundidad, yo besaba su cuello, sus sensibles lóbulos, mordisqueaba sus hombros y entre mis dedos sus pezones temblaban excitantes.
María se estremeció y comenzó a empujar hacía atrás con sus nalgas, abría y cerraba sus rodillas y gritaba ¾ más amorcito, más fuerte, dámelo todo ¾ le di con todo, ella estiro su pierna derecha con mucha fuerza, se contorsionaba y temblaba toda, chillaba y gemía, ponía tanta fuerza en su pierna estirada que perdimos el equilibrio y caímos los dos sobre el lecho, ella en un paroxismo increíble, espasmos, gemidos y grititos se subseguían sin parar, era el orgasmo anal que ella había comenzado a experimentar desde hace un tiempo y que buscaba con desesperación cada vez que copulábamos.
La besé y seguí follando su culo, pero no logré correrme en su trasero, María aletargada después de su orgasmo, estaba inmóvil y acariciaba mis brazos que envolvían su cuerpo por debajo y sobre sus tetas, se movió y se sentó en sus talones junto a mí, se inclinó y comenzó a besar mi verga y acariciar mi cojones, yo esperaba una mamada para descargar mis bolas rebosantes de esperma.
María se detuvo sin explicaciones y alargó su mano hacía el estuche que contenía el regalo para mí, me lo entregó y yo comencé a abrirlo con curiosidad ¾ ¿que estaba maquinando esta mujercita mía adorada? ¾ pensé, apoyado en uno de mis codos terminé de abrir el envoltorio y me encontré con otro consolador anal …
- ¿Amorcito, que es esto?
- Es un regalo para ti amor, para que sientas lo que yo siento.
- Pero amor esto es para introducirlo por atrás.
- Sí, tesoro y veras como será bello lo que sentirás.
- Pero amor, yo soy hombre … ¿no querrás que me ponga un poco maricón?
- ¡Ay! amor no seas bobo … tu eres hombre y eso no te cambiará.
- Pero amorcito … ¡me va a doler!
- ¿Te recuerdas lo que tú me decías cuando querías que yo practicara sexo anal?
- Sí, pero tú eres mujer
- Y tú eres hombre y eres mi marido, quiero que pruebes, como yo lo hice por ti.
- ¡Pero me va a doler!
- No más que a mí, después lo disfrutaras.
Así diciendo mi queridísima esposa me hizo recostar nuevamente y se puso con su chorito sobre mi boca ¾ quiero que me comas el chocho mientras yo te follo el culo ¾ dijo, con ese magnifico pedazo de almeja sobre mis labios no pude rehusar nada más ¾ está bien tesorucho, pero no me hagas daño ¾ comencé a lamer ese chocho hermoso e hinchadito como nunca, sentí que me lengüeteaba la verga y abría mis glúteos y probaba con un dedito mi ano estrechísimo, luego sentí que con dos deditos lubricaba mi culo sin dejar de mamar mi pija que estaba cada vez más dura.
Jamás imagine que la estimulación de mi culo mientras me hacía una mamada de padre y señor mío, iba a causarme todo este placer, luego mi amada consorte, abrió un poco más mis nalgas e inició a penetrarme con el tapón anal ¾ ¡Wow! ¾ es lo único que salió de mi boca, cuando la parte mas gruesa sobrepasó mi esfínter, mi María aumento la velocidad de su succionar a mi verga, estaba con mis piernas tiesas en el aire en valía de mi mujer que me extraía mi lechita desde lo profundo de mi vesículas seminales, borbotones de lefa entraban en la boca de mi señora, ella no cejaba de chupar y tragar y no se detuvo hasta que la última gota salió de mi glande.
El hoyo de mi culo se contraía repetidamente y a cada contracción, un chorro de esperma se iba dentro la boca de mi señora, fue la eyaculada más larga de mi vida, creo que al final me salía solo aire, pero con mis nalgas apretando el consolador seguía follando la boca de mi mujer, ¡que goce dios mío!
Mi esposa se quedó con su cabeza apoyada en mi muslo y jugando con mi pene, estrujándolo y viendo como todavía podía sacar una que otra gota de semen y gustársela, acariciando sus cabellos la invité entre mis brazos.
- ¿Te gusto amorcito?
- Sí, mucho
- Ves que yo tenía razón
- Sí amor, lo confieso … tenías mucha razón
- ¿Quieres repetirlo?
- Ahora mismito no … porque estoy seco … no me quedó nada … todavía los dedos de mis pies no logro juntarlos … ni parar de moverlos
- Entonces … ¡te gusto!
- Sí amor mío … me gusto entregarte mi potito virgen
- ¡oh! amorcito … te amo
- También yo, tesoro
Esta fue mi primera vez, lo debo reconocer, soy un hombre experimentado y este goce nuevo me sorprendió mucho, comenzamos a hacerlo parte de nuestra rutina amatoria, yo me enculaba a María y ella cuando su cachondez se lo indicaba, me mamaba y me penetraba, el resultado era el mismo de siempre, esperma infinita desde mis cojones directamente a la garganta de mi esposa, los dedos de mis pies revolucionados totalmente.
Mi esposa ingeniosamente encargó por correo un pene violeta, como una forma de “L”, creo que en la confección estaba escrito algo como “strap-less”, no soy un poliglota pero con el diccionario logré traducirlo como un “sin agarre” o algo por el estilo, me pareció sugestiva la traducción pensando al goce que pudiese prodigar tal artilugio, pensé en lo bestial que debería ser, el ser enculado con tal aparato, no me preocupaban las dimensiones de esa verga, me preocupaba que me estaba poniendo ansioso y que quería que mi consorte me enculase lo más pronto posible, lo estaba deseando ¾ y si no tengo de donde agarrarme no me importa ¾ pensé.
Llegó el momento, nos fuimos a la cama, nos acariciamos, nos besamos, nos toqueteamos por todos lados, yo rondaba detrás de su culito y ella detrás del mío, cuando saco esa cosota de debajo de la almohada, me miro tan cachonda y de inmediato comenzó a meterse esa cosa en su chorito, sumisamente me puse en cuatro y le presenté mis nalgas a mi señora, pero ella no me quería así, me hizo colocar un grueso cojín bajo mis glúteos y me empujo haciéndome caer de espalda, después mientras lubricaba mi ano, procedió a engullir mi miembro semi erecto en su boca.
Mi pene se puso duro como una roca, con tres deditos en mi culo inició un mete-saca lento, pero constante, luego alzó mis piernas hasta sus hombros y me introdujo con cierta facilidad su falo violeta, no era muy grueso, pero unos veinticinco centímetros de verga comenzaron un ir y venir recorriendo mi intestino ¾ ¡oh mi dios! ¾ susurré, era placentero no solo la sensación que estaba sintiendo, también el ver a mi esposa con una cara de lujuria increíble, sus tetas que se cimbraban a cada embate, sus gemidos y quejidos mientras me culeaba sin cesar.
Mi consorte fue la primera en correrse, porque el extremo inserto en su chuchita estaba a estrecho contacto con su punto-G, lo que la hizo estremecerse y colapsar sobre mí, pero sin soltar mi pija que continuaba dura y sensible, fue así como todavía jadeante se enderezó y continuó follándome el ano, claro que esta vez me pajeaba con mayor vigor ¾ no te vayas a correr sin avisarme ¾ me dijo, mi ano lo sentía ligeramente irritado, pero aún así el goce era tremendo, dentro de mi vientre había cosquillitas que jamás había sentido antes ¾ ahora amorcito, ahora … me esta llegando ¾ le dije casi sin aliento, porque mi cuerpo estaba explotando por dentro y todo mi ser enviaba contracciones a mis glúteos y cojones que empezaron a expeler a chorros el semen depositado en mis bolas, mi señora me saco su pija violeta de mi culito, haciéndome gemir y contraer fuertemente mi ano, su boca había aprisionado en sus labios mi verga explosiva, no dejando caer ni una sola gota de lefa.
María había engullido todo mi pene hasta su garganta, era una maquina suiza de follar, todo a su tiempo, todo coordinado, todo limpio, todo excitantemente lujurioso, ella entera era una tentación placentera, todo su ser emanaba un vaho de energía y llenaba el ambiente con una calentura increíble, su curvilíneo cuerpo con esas tetas que no se balanceaban, sino que temblaban enhiestas, duras, delicadas, con esos pezones durísimos como pitorros pronto a emanar algún elixir embriagante.
Ella se deslizó hasta mi boca y me besó con lengua, el sabor de mi semen me hizo hurgar ávidamente su boca, me calienta sentir mi sabor en los labios de mi esposa, ella todavía tenia en su chocho el falo violeta, me lo refregaba en mi vientre y gemía con placer, me dijo
- ¿Estás bien amorcito?
- Sí tesoro, estoy chévere
- Sabes que te he poseído, ¿verdad?
- Sí amorosa, me has hecho tuyo
- Ha sido una cosa maravillosa follarte el culo amorcito
- También para mí, ni siquiera imaginaba de gozar así tanto
- Yo tampoco jamás había pensado en que te pudiese coger por el ano
- Yo jamás pensé que algún día me follarías tu a mi
- Sabes que me gustaría encargar otro juguetito
- Que dices amor … ¿otro más?
- Sí, pero este es diferente, es uno largo que tiene como dos puntas
- ¡Ah! Sí sé a cuál te refieres
- ¿Lo sabes? … con ese podríamos follarnos el culo juntos tu y yo
- ¡Oh! que guarra eres, pero me encanta … sí. sí ordénalo
- Amor se demora como dos semanas en llegar
- Paciencia, lo esperaremos
Ahora somos adictos al sexo anal y estamos esperando el nuevo artilugio, ya les contaré cuando nos llegue.
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