Mi Cuñada
Me enamoré de mi cuñada. .
Recién comenzaba el año de estudios. En el parque de la universidad conversando con compañeros de las vacaciones y mirando a la compañeras que ingresaban a primer semestre.
Yo comenzaba mi 5.º semestre, no le prestaba mucha atención a las nuevas, a las otras tampoco, no quería involucrarme en una relación sentimental con ninguna chica. No tenía tiempo y poco o ningún interés. Cada uno contaba una anécdota de sus vacaciones.
– Oigan! Miren esa chica, la que está allí – indicó un compañero hacia mí espalda. Me volví y había un grupo de chicas que eran nuevas, conversando y riendo.
– Cuál de todas? – preguntó otro compañero. Tampoco sabía a quién se refería.
– Ésa, la de azul – apuntó. Para mí no tenía nada extraordinario aparte de su voluminoso trasero. No presté atención y seguí la conversación. No eran los grandes traseros ni los grandes pechos los que me provocaban algún tipo de interés. Las otras chicas tampoco llamaban mi atención. Otras chicas se paseaban coquetas tratando de llamar la atención, imagino. Pero nada de lo que veía me producía algún interés. Además de que no estaba interesado y ése semestre, según comentarios de compañeros más antiguos, iba a ser intenso.
Pasados unos días vi a una chica que me llamó la atención. Se vestía sin llamar la atención, tenía linda figura pero sin que nada fuera exuberante, una chica normal, talvez lo único que me llamó la atención fue su manera de caminar. Fina, graciosa y elegante. Me quedé mirándola mientras pasaba, de pronto, como presintiendo que la estaba mirando, volvió la cabeza y me miró. Me miró! A mí, directamente a los ojos, nuestras miradas se cruzaron y me perdí en sus ojos.
– Oye! Aquí planeta tierra llamando! – dijo un compañero dirigiéndose a mí.
Sus ojos eran lo más hermoso que había alguna vez visto. Ella siguió caminando y me quedé mirándola.
– Oye! Parece que te pegó fuerte ! – dijo otro compañero.
– Disculpen, qué estaban diciendo ? – dije dirigiéndome a ellos. Una risa general me desconcertó. Un par de días después volví a verla, con un grupo de compañeras caminando hacia el casino. Aunque iba delante, su caminar era inconfundible. Su pelo castaño, brilloso y suave le llegaba a los hombros. Nuevamente se volvió y me miró, mis pies se pegaron al piso mientras ella me hacía un escáner. – Qué me pasa? – me pregunté mientras la veía alejarse. – No, no puedo ni quiero tener una relación amorosa con ninguna chica de la universidad. Otro día me la encontré en el casino sentada con sus amigas. Terminé de almorzar y salí a tomar aire fresco. Ella salió y de despidió de sus amigas, caminó hacia la biblioteca y la seguí. Porqué? No sé, sólo me dejé llevar por un impulso.
– Me estás siguiendo? – me preguntó girando y mirándome. Estaba a menos de dos metros, sus ojos iluminaron mi alma y su aura me envolvió completamente.
– Yo ? – pregunté sobresaltado mirando hacia atrás.
– Si, tú. Me vienes siguiendo – dijo sonriendo como si la situación fuera divertida. Seguramente era divertida para ella, mas para mí era sumamente incómoda, no sabía qué responder. Talvez era cierto que la seguía, pero no lo hacía con la intención de seguirla. Cómo se lo explico? Me decía si ni yo lo entendía.
– Hola, me llamo Emilia pero mis amigos me dicen Emily – dijo estirando su mano. Automáticamente estreché su mano blanca, delgada con un suave apretón.
– Me llamo Roberto, pero puedes decirme Roberto – le respondí.
– Mucho gusto Roberto – sus ojos me tenían atrapado y su sonrisa encantado.
– El gusto es mío – le respondí.
– Y la mano es mía – dijo con un pequeño tirón. Me di cuenta que no le había soltado la mano en todo el rato. Y así comenzó nuestro amor, un amor que me tomó por sorpresa sin yo buscarlo.
– Te invito a mi casa, voy a estar de cumpleaños y me lo van a celebrar, es una cosa pequeña – me dijo unos meses después. Ya nuestra relación se había consolidado y nos complementamos. Pero no conocía su familia ni ella la mía. Todo lo que sabía era que vivía relativamente bien y que tenía una hermana chica. Yo también tenía una hermana chica, aunque no tan chica, tenía 17 y estaba por cumplir los 18.
Estaba ansioso y nervioso, me preguntaba si estaba bien vestido, de acuerdo a la ocasión. La verdad es que me vistió mi hermana, ella escogió cada prenda.
– Tienes que ir con una teñida deportiva, casual y elegante. Algo que llame la atención sin llamar la atención.
– Dame un abrazo – me dijo antes de salir de mi casa.
– Si, está bien, el perfume es el adecuado, me gusta y no tienes puesto ni mucho ni poco – me dijo al oído mientras estábamos abrazados. Con ella tenía una relación muy estrecha, estuvo bajo mi cuidado desde niña y me esforcé en su cuidado. No iba a ninguna parte sin mí y hasta como vestía dependía de mí. Ahora ella hacia lo mismo conmigo. Le había hablado tanto de Emily que creo que la conocía mejor que yo.
– Quiero conocerla – me dijo un día. Pero nosotros nos veíamos sólo en la universidad. Yo estudiaba sábados y domingos.
No fue difícil dar con su casa, la dirección estaba bien y clara. Media cuadra antes estacioné el auto de mi mamá y caminé hasta la casa.
Menos mal que la fiesta era pequeña, había tanta gente y no sabía quién era quién. Nadie me preguntó nada, sólo me hicieron pasar cuando llegué. La busqué con la mirada y ella venía rápidamente hacia mí.
– Que bueno que llegaste ! – dijo abrazándome y dándome un suave beso en los labios.
– Mamá ! – dijo llamando – Él es Roberto – dijo haciéndose a un lado. Ahí me di cuenta de quién había sacado los ojos.
– Hola, mucho gusto, no sabes cuánto me ha contado Emily de ti – era una hermosa mujer madura de poco mas de 40 años pero se veía estupenda.
– Encantado de conocerla, no podía ser de otra manera, lo hermosura de Emily ya sé de donde viene – dije con la mejor que mis sonrisas.
– Oye, me estás coqueteando ? – me preguntó sonriendo.
– Es lo que siento, disculpe si fui atrevido –
– Ven, te presento a mi esposo – dijo llevándome de la mano hacia la cocina.
Ahí había un señor de unos 50 años muy caballeroso y atento. Después de un fuerte apretón de manos me ofreció un trago.
– Ella es mi hermana Ale, ya te había hablado de ella – me dijo Emily.
Una chiquilla hermosa de unos 15 años que arrasó como un huracán por mi mente y mi cuerpo. Sus hermosos ojos me atraparon y me hundí en ellos. Yo que pensaba y le había contado a mi hermana de mis sentimientos y que estaba enamorado de Emily, que nunca podría sentir lo que siento por Emily, por ninguna otra mujer. Y allí estaba ella, sujetando mi mano para no caer a sus pies. Después de recobrar el aliento me presentó al resto de su familia, tíos, tías, primos, primas, amigos, amigas y compañeros de la universidad.
Y ahí estaba yo, pensando que si hubiese conocido a la Ale primero…
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