Mi Cuñada IX
Desenlace fatal. .
La espera se hizo interminable, si no fuera por mí cuñada, la Ale, hubiera sido horrible, ella estuvo en todo momento abrazándome y yo a ella. Acariciaba mi espalda por sobre la camisa y su cálida y delicada mano, hacia soportable la espina en mi espalda.
– Usted es el esposo de la señora Emily? – lo vi caminar hacia mí, traté de adivinar lo que decía su rostro de póker, solté lentamente a la Ale y esperé lo peor.
– Si… yo soy – dije tímidamente como un niño culpable que espera su sentencia.
– Todo salió bien, está en cuidados intensivos, es probable que no salga de la anestesia hasta la noche. Esta descansando, no pueden entrar a verla, sólo desde afuera – dijo el médico muy serio.
– Gracias a Dios! – exclamó la Ale y me abrazó fuertemente, los niños también me abrazaron y nos quedamos los 4 abrazados.
– Doctor, dónde está? Quiero verla – dije al médico antes de que se fuera.
– Venga, yo lo llevo – dijo echándose a caminar por un pasillo igual a todos. Se paró delante de una sala con un ventanal.
– Es la tercera de la izquierda – dijo. No era necesario, ya la había reconocido. Habían 5 camas por cada lado, algunos pacientes no se veían bajo las vendas. La Ale y mis hijos se pegaron a la ventana.
– Debo decirle algo – me dijo el médico tomándome de un brazo y separándome unos pasos. Volví a sentir la espina en mi espalda, no se había ido.
– Fue una operación difícil, le extirpamos el seno izquierdo – el mismo dónde le encontré el quiste – pero nos dimos cuenta que el derecho también estaba comprometido. Había hecho metástasis y no fue posible extraer el otro, la ramificación llegó a los pulmones. Lo siento pero el pronóstico es malo –
– Qué tan malo – le pregunté con un nudo en la garganta.
– Seis meses –
» Seis meses » me retumbaba en la cabeza de un lado a otro. La espina se transformó en una puñalada, directa al corazón! Apoyé la espalda en la pared, el médico me sostuvo del brazo, llamó a una enfermera y le pidió algo, no lo escuché, no escuchaba nada, no veía nada. La enfermera me puso una pastilla en la boca y me puso un vaso con agua en los labios. No podía tragar nada, finalmente di un sorbo y me tragué la pastilla. La Ale me tomó por la cintura y mi hijo del otro lado y me llevaron a una sala y me sentaron. Estuve un rato con los ojos cerrados, hasta que pude respirar mejor. La Ale me abrazaba de un lado y mi hija del otro.
– Qué pasa cariño ? – me preguntó la Ale, no quise contarle nada, no delante de los niños. Tenía » seis meses » para prepararlos. La puñalada aún me dolía, le dije que no había nada que hacer que volver mañana. Me levanté con dificultad y caminé hasta la sala. Tan linda y tan joven, porqué dar las gracias a Dios. Porqué! Besé el vidrio de la ventana y nos fuimos. Tenía que sobreponerme, volver a la realidad. Llegamos al auto en el subterráneo.
– Yo manejo – me dijo la Ale.
– No, si puedo manejar – dije.
– Papá, deja que maneje la Ale – dijo mi hija.
Tenían razón, no me sentía bien. Me sentaron atrás, mi hijo se sentó delante con la Ale. Con mi hija atrás abrazados. Si hubiera podido llorar lo hubiera hecho, pero no tenia lágrimas. Ya en el departamento me desistieron entre las dos y me acostaron. La Ale me hizo un masaje en el pecho, fue muy agradable.
– Dijo la enfermera que tenías que ir a un médico, te dio un pre infarto – no se qué hora era, sólo recuerdo que estaba anocheciendo. Habíamos estado todo el día en la clínica, sin comer – debe haber sido una fatiga – pensé – por éso sentí que me iba a desmayar.
– Qué fue lo que te dijo el médico – me preguntó la Ale acostada al lado mío. De nuevo aparecieron esas palabras oscuras como una tormenta, » seis meses «, iban de un lado a otro, » seis meses «.
– Seis meses? – me preguntó la Ale. Me habrá leído el pensamiento o realmente lo dije?
– Seis meses – dije. Sentía como la Ale daba un salto, pero sin saltar. Un golpe de corriente recorrió su cuerpo y el mío. Así como comienza una tormenta, con una llovizna, una lluvia fina, ella comenzó a llorar. Ahora las lágrimas llegaron como una tormenta a mis ojos y gritó ahogado salió de mi garganta. Estuvimos un rato llorando juntos y tal como se desocupada una represa, el nivel de lágrimas fue disminuyendo. Ya podía respirar mejor, me limpié las últimas lágrimas.
– No se lo digas a los niños, no todavía – dijo ella levantándose.
— Te vas a ir? – le pregunté al ver que se vestía.
– Si, tengo que estar con mis padres, me van a preguntar y no se los voy a decir por teléfono. No vemos mañana en la clínica – haciéndome cariño en la mejilla, me dio un dulce beso con sus labios húmedos por las lágrimas.
– Mi niña – dijo dándole un beso a mi hija y la abrazó como previendo el sufrimiento de ella.
– Cuide a su padre – le dijo y salió de la habitación. Después escuché que se despedía de mi hijo.
– Papi, necesitas algo ? – me preguntó la niña.
– No, sólo un abrazo – le dije sintiendo el vacío que había dejado la Ale. Mi hija se acostó a mí lado y me abrazó.
– Papá, quieres un vaso de bebida – me preguntó mi hijo entrando a la habitación.
– Si, gracias – realmente tenia sed, sería por las lágrimas derramadas…
– Yo también quiero – dijo mi hija. Al rato volvió mi hijo con tres vasos de bebida. Me tomé el mío casi todo, mi hija puso su vaso en el velador, habla bebido la mitad, le pasé el mío y ella lo dejó encima también. Luego me abrazó. Mi hijo dejó su vaso en el velador de su lado y me abrazó también. Y ahí estaba yo, mirando el cielo raso, totalmente desnudo y con mis hijos abrazándome. Eso mismo era como ellos me dieran fuerza. Le di un beso a cada uno, hacia tiempo ya que los besaba en los labios. A mí hija más seguido, a mi hijo sólo el saludo. Ahora sentí el beso de mi hijo con más cariño, con más sentimiento y me gustó más éste beso que los otros. Lo miré a los ojos, le hice cariño en su pelo y le devolví el beso de la misma forma, con cariño, con amor. No fue un beso de hombre a hombre, fue un beso de padre e hijo.
– Que lindos se ven – dijo la Emily cuando vio que después de besar a mi hija, besaba a mi hijo en los labios. El típico beso cortito de saludo – me gusta que los beses en los labios, encuentro que es beso es más sincero que el chocar mejillas y el beso al aire – dijo esa vez. Cada vez que venía la Ale a la casa me besaba en los labios, también besaba igual a los niños y ellas se besaban igual. Y a mí me gustaba verlas besarse, se notaba que se querían de verdad. Por eso mis hijos se besan en la boca de chicos.
– Dele un beso a su hermana – eso era típico. Y ellos se besaban en la boca. Ahora no lo hacen en público desde que un día le hicieron burlas en el colegio por besarse en los labios. Sólo lo hacen en la casa.
– Papá, puedo ver la TV ? – preguntó mi hijo sacándome de mis pensamientos.
– Si, claro – le dije.
– Dónde está el control ? –
– No sé, búsquelo – le dije. Encendió el televisor y la atención se volvió hacia él. La mano de mi hija acariciaba mi estómago y me daba un cosquilleo. Le tomé la mano y la dejé quieta con la mía. Pero por la posición natural del brazo mi mano quedó sobre mí pelvis, la que me había depilado a la solicitud de la Ale, ella se depila, y con el beneplácito de la Emily. Sentía la yema de los dedos acariciar la piel y una erección comenzaba a aparecer. No, está noche no puede dormir conmigo – pensé. Un rato después el roce era en mi erección. Le sujetaba la mano, no quería que mi hijo se diera cuenta de lo que estaba ocurriendo.
– Ya, vayan a acostarse, tengo sueño – les dije cuando terminó el programa. Mi hijo se levantó y me dio las buenas noches con un beso, mi hija igual pero sin moverse.
– No te puedes quedar a dormir conmigo, mira como me tienes – había estado todo el rato jugando con mi erección.
– Por favor papi, no quiero dormir sola – dijo abrazándome.
– Bueno, puedes dormir con él Erick – le dije.
– No, quiero dormir contigo –
– Bueno, pero no va a pasar nada – le advertí.
– Si, sólo quiero dormir, también tengo sueño, pero quiero que me abraces – en realidad estamos todos sensibles esta noche, lo noté en los besos.
– Está bien, vaya a cepillarse los dientes – andaba con una remera y sus calzoncitos. De vuelta del baño se sacó los calzones.
– Pero no te saques los calzones – dije.
– No puedo dormir con calzones, no estoy acostumbrada, me molestan – mi esposa decía lo mismo y cada día se parecía más a su madre. Me va a quedar el mejor recuerdo que me puse dejar. Pensaba mientras la abrazaba por detrás, ella movió sus caderas acomodándose a mi erección.
– Buenas noches papi – me dijo dando vuelta la cara y besándome. Muchas veces Emily hacía lo mismo, pegaba su trasero contra mí, me daba las buenas noches con un beso y se dormía. No podía dormir si no la abrazaba por detrás y sentir mi miembro entre sus piernas, o entre sus labios o dentro de su vagina.
Tan linda mi niña, acaricié su mejilla y la besé dulcemente. Después me acomodé poniendo una mano debajo de la almohada y la otra en su pierna, así le gustaba dormir a mi esposa, bien pegada a mi. Tanto que a veces me dolían mis testículos, pero se sentía tan bien que me aguantaba.
Sigue…
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