Mi Cuñada VIII
Mal pronóstico me dio el médico. .
Era las 9 de la mañana cuando llegamos a la clínica con la Emily, habíamos pasado a dejar a los niño al colegio, previamente.
Después del trámite burocrático respectivo la dejaron hospitalizada para hacerle los exámenes correspondientes.
– Ya mi amor, déjame aquí y vete a trabajar. No sé cuántos exámenes me van a hacer ni cuánto se van a demorar, cuando esté lista te llamo para que vengas a buscarme – me dijo ella sentada en la cama de la habitación de clínica.
– Bueno, de todas maneras voy a estar llamando – tenía cara de preocupada aunque trataba de disimular. Yo tenía un puntada en la espalda desde el sábado que me dijo de la operación. Estábamos a miércoles, pensaba que se me iba a quitar, pero ahora el dolor era más intenso. La abracé con una sonrisa y la besé tratando de que no se notara lo preocupado que estaba.
– No te preocupes, todo va a salir bien –
Esa mañana pensaba en ella y me costaba concentrarme. Le dije a mi secretaria que le dijera a mi jefe que quería hablar con él, que me avisara cuando estuviera desocupado.
– Hola, qué pasa, te noto preocupado – me dijo mi jefe entrando a mi oficina dándome la mano.
– Hola, pensaba ir a tu oficina pero no quería interrumpir – le dije dándole la mano y con una seña invitándolo a sentarse. Acabamos de sentarnos cada uno en un sillón cuando entró mi secretaria.
– Les sirvo un café, bebida o agua, alguna cosa? – preguntó.
– Un café y agua mineral – dijo mi jefe.
– Yo también quiero un café y agua, pero el café sin azúcar – no tenía ganas de nada dulce.
– Sabes, hace días que quería hablar contigo, algo me dijo tu secretaria cuando la pregunté. Es tu esposa? –
– Bueno, en realidad sí, está con un problema de salud y éso me tiene preocupado –
– Dime la verdad, es grave? –
Entró mi secretaria con los café. Le di un sorbo al agua soda para mojar mi garganta.
– No sé, la dejé en la clínica para unos exámenes, creo que la van a operar –
– Ah, por éso llegastes tarde hoy –
– Sí, disculpa, debí avisarte ayer, pero ando con la cabeza en otro lado – le dije.
– No, no te preocupes, tómate el tiempo que necesites – terminando su café.
– Gracias, tu sabes que en éstas cosas uno no tiene idea de nada y no se puede tener una agenda definida –
– Si, lo entiendo, no te preocupes, haz lo que tienes que hacer – dijo tomado agua y levantándose. Salió de la oficina y me senté nuevamente. Entró mi secretaria a recoger las tazas y los vasos. Yo estaba con la cara entre mis manos.
– Todo va a salir bien – me dijo mi secretaria sentándose en el brazo del sillón y acariciando mi espalda con una mano.
– Gracias – le dije, me había acariciado con su mano caliente justo en el lugar donde tenía la espina helada. Me eché hacia atrás y apoyé mi cabeza en su hombro. Ella me abrazó y con la otra mano acarició mi mejilla, me dio un beso en la frente y puso mi cabeza entre sus pechos. Ella llevaba 3 años trabajando conmigo y siempre habíamos tenido una buena relación, pero nunca hubo una intimidad como la de ahora. La abracé por la cintura y la senté en mis piernas. Nos quedamos así abrazados, sentía su corazón palpitante.
– Tengo que seguir trabajando, necesitas algo más? – me dijo peinando mis cabellos con su dedos.
– Qué rico se siente éso. Pero no gracias, sigue con lo tuyo y gracias – no tenía una erección pero era agradable sentir su trasero entre mis piernas. Se inclinó hacia adelante y puso en la bandeja las tazas y los vasos que estaban en la mesa de centro. Luego se levantó, acarició mi mentón y se fue. Nunca en todo el tiempo que trabaja conmigo, había traspasado la línea del trabajo. Era linda, tenía lindas piernas, que fue uno de los motivos por lo que la contraté. Pero nunca se me ocurrió ir más allá de lo estrictamente laboral. Ahora estaba allí sentado pensando y más relajado, me sentía mucho mejor.
– Pregunta a la clínica por cómo van los exámenes de mi esposa ? – le dije por interno tratando de concentrarme en lo que estaba haciendo. No habían noticias aún, me dijo. A medio día llamé a mi secretaria y le dije que me iba a la clínica, que corriera para el día siguiente mi agenda.
– Hola – le dije entrando a la habitación de la clínica, me acerqué a la cama y la besé suavemente en los labios, me senté en la silla y le tomé una mano.
– Estoy esperando el resultado de los exámenes, no me han dicho nada más – me dijo apretando mi mano. Le conté que había hablado con mi jefe y le conté de mi trabajo, de lo que tenía pendiente por hacer. Nunca hablo de mi trabajo, mi trabajo lo dejo en mi trabajo. Pero lo hice para hablar de otra cosa.
– Anda a ver a los niños, no los dejes solos, yo estoy bien, sólo tengo que descansar – y tenía razón, lo niños iban a salir del colegio y se irían al departamento. Fui a buscarlos al colegio, pasamos a almorzar y después no fuimos a la clínica. Allá estuvimos un par de horas y nos fuimos para dejarla descansar.
– Los exámenes salieron bien, mañana en la mañana me llevaban a pabellón – la clavada, que ya se me estaba quitando, volvió con más fuerza.
– No te preocupes, todo va a salir bien amor – nos despedimos y nos fuimos al departamento.
En la noche no podía dormir, estaba acostado viendo la TV pero no podía concentrarme. Me levanté, me puse la bata y me fui a la terraza con los cigarrillos y un whisky. No suelo tomar entre semana y he estado fumando muy poco, casi nada. Pero ahora necesitaba un trago y un cigarrillo. Me tomé el primero de un trago y me serví otro, pensaba como mi vida daba tantas vueltas. Me serví un tercer whisky y mi segundo cigarrillo. Después del tercer whisky me di cuenta que desde el almuerzo no había comido nada y me di cuenta porque sentía un relajo por todo el cuerpo. Me fui al dormitorio, me saqué la bata y me acosté. No quería pensar en nada, apagué la lámpara del velador y me acomodé para dormir. La cama se movía sola, el whisky hacía su efecto, me puse de espaldas y abrí los ojos para detener el vaivén.
– Papi, puedo dormir contigo ? Es qué no puedo dormir – dijo mi hija. Le pasaba lo mismo que a mí.
– Si mi niña, métase a la cama – le dije. Ella se metió a la cama, puso su cabeza en mi pecho y me abrazó. Qué agradable se sentía estar así. Ahora podía dormir, sentí su mano acariciando mi pecho, mi estómago y mi pelvis, todo muy agradable, después sentí que me acariciaba mi miembro y se sintió muy rico. No sé cuánto tiempo pasó, pero éso fue lo último que recuerdo de esa noche, tantas emociones, tantos sentimientos y tres whisky hicieron su trabajo y me quedé dormido.
Desperté en la mañana con una presión en mi estómago, en mi pelvis. Tenía una erección y el trasero de mi esposa pegado a mi. Pero si la Emily está en la clínica – pensé. Abrí los ojos y era mi hija, se había quedado dormida conmigo. No era primera vez, ya antes había pasado y por lo mismo no la dejaba dormir conmigo. Estará durmiendo o estará despierta ? Me preguntaba, la despierto o me levanto dejándola dormir. Intenté hacerme hacia atrás lentamente. Pero cuando iba en la mitad, ella se echó hacia atrás pegando su trasero contra mi. Voy a esperar que se me baje, me dije y me puse a pensar en mi esposa. Pero mi hija se movía de tanto en tanto.
– Hija estás despierta? – tomándola del hombro.
– Hola papi – dijo girando y restregando sus ojos.
– No lo sientes ? Dónde lo tienes? – le pregunté.
– Si, aquí entre mis piernas – dijo moviendo su trasero hacia adelante y atrás.
– Entiendes porqué no quiero que duermas conmigo, tengo erecciones en las mañanas y pude haberte penetrado – le dije. En realidad con la presión de sus piernas, el calor y lo mojado que se sentía no sabía si lo tenía adentro o afuera.
– Bueno – dijo dándome la espalda y empujando su trasero contra mí. Por un momento pensé en penetrarla, sólo para darle el gusto y supiera que se siente tenerme adentro. No, no puede ser, después no voy a parar hasta acabar dentro de ella, me conozco. Y después va a querer coger todos los días.
– Vamos a ducharnos – le dije.
– No, todavía no, un ratito más – me dijo acomodándose en mi erección. Sentía como pasaba su clitoris por mi glande que palpitaba fuerte. Seguí su movimiento, pero ya nada impedirá que se lo meta, pensé.
– Ya, levantémonos que tenemos que ir a la clínica – dije sacándole mi miembro y levantándome. Mi erección estaba al máximo, incluso estaba goteando.
En la ducha la lavé por todos lados y ella a mí. Me abrazó y lo puso de nuevo entre sus piernas. Como era más baja que yo, en esa posición era imposible que la penetrara, de manera que la dejé » jugar «. Pero como yo venía adelantado, seguí sus movimientos hasta que me vine entre sus piernas, me descargué una y otra vez. Hacia muchos día que no hacía el amor. Ahora lo hice con mi hija pero sin penetración. No se si servirá de algo decir que tengo sexo con mi hija pero sin penetración. Es como el sexo que tengo con la Ale, sin penetración.
Después de las duchas y el desayuno, llegamos a la clínica como a las 10 de la mañana, justo en el momento en que la llevaban a pabellón.
Nos quedamos en la sala de espera, yo miraba por la ventana sin ver. Pensaba y seguía pensando.
– Hola tía – escuché que decían.
Me volví y era mi cuñada, los saludó a ellos y vino hacia mí. No sé si les conté que ella tenía una linda figura, una manera de caminar fina y elegante. Se acercó a mí, me abrazó y nos besamos como novios. Como siempre no besamos.
– Cómo está – me preguntó sin separarse. Sentía el calor de su cuerpo, el latido de su pecho contra mi pecho y su perfume que nos envolvía a los dos.
– Acaba de entrar a pabellón, solo tenemos que esperar –
– No puede llegar antes – me dijo.
– Está bien, no te preocupes, entiendo, a mi me pasa lo mismo. Quieres un café? –
– Si, me vendría bien, no he comido nada –
– Niños, vamos al casino, quieren algo? —
– Si – dijeron al unísono. Y nos fuimos caminando por esos pasillos de clínicas que parecen laberintos. Y lo peor es que no ha nadie a quien preguntar y el que debiera saber, porque trabaja ahí, no sabe.
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