Mi diosa
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Xeda.
Habían pasado estos 4 años a una velocidad absurda.
Me acuerdo del primer día como si lo hubiese vivido esta misma mañana; todos eramos nuevos, pocos se conocían entre ellos, nuevos profesores, asignaturas.
Una forma diferente de ver las clases, viniendo del instituto y adentrándome en el difícil y estresante mundo de la universidad.
Todos teníamos una buena relación, hablábamos, reíamos, bromeábamos y quedábamos para tomar cervezas o simplemente para pasar las tardes.
La verdad es que estos 4 años de universidad han ido bastante bien en cuanto a compañeros se refiere.
Pero siempre hay alguien al que los demás dejan de lado, ya sea porque no les cae bien, porque esa persona sea muy cortada y no hable con nadie o simplemente porque ninguna de las dos partes quieran relacionarse.
Era el ultimo día de clase y habíamos quedado tanto profesores como alumnos para despedirnos.
Haríamos una cena, nos iríamos a discotecas y pubs y que pase lo que tenga que pasar.
El caso es que la mayoría de los demás irían acompañados con sus respectivos novios o novias.
Yo por desgracia no tenia novia.
Siempre he sido de ir de flor en flor, probando los distintos placeres de la vida, no me gustaba atarme a nadie (atarme, tiene gracia ahora que lo pienso, el lector me entenderá cuando siga leyendo).
Quería ir con alguien, alguna compañera de clase o alguna amiga de fuera de la universidad, pero ir con alguien, la noche iba a ser larga, y con alcohol de por medio, lo mas difícil es no pillar cacho al final de la día.
No se por que lo hice, no lo pensé, no me lo planteé, no se me hubiera pasado nunca por la cabeza, pero antes de darme cuenta estaba con el teléfono en la oreja esperando a que Marta me respondiera la llamada.
Marta, la solitaria de clase, a la que todo el mundo "rechaza", con la que había intercambiado unas cuantas palabras contadas en un par de ocasiones.
Su voz angelical, dulce, suave y de no haber roto nunca un plato me contestó.
Quedamos en silencio unos segundos, los más largos de mi vida, hasta que al final le propuse que viniera conmigo a la cena y ella rapidísimo aceptó.
¿Le gustaba o simplemente quería relacionarse con alguien? A día de hoy me lo sigo pensando.
Llegaron las 8 de la tarde y la esperaba en la puerta de su casa.
Vivía sola en un chalet, era una casa grande para una sola persona.
Apareció puntual.
Nunca la había visto como entonces.
Por primera vez la vi con su cabello pelirrojo natural completamente suelto, liso y muy brillante.
Sus ojos azul cielo resaltaban mas que nunca gracias al maquillaje de la linea negra de ojos que se había puesto.
Era lo único que se había maquillado, no hacia falta que esa cara tan perfecta, tan de otro mundo, tan bella, se emperifollara de potingues y coloretes o brillitos que se echan algunas mujeres.
Llevaba una camisa blanca algo transparente, aunque no mucho, se dejaba apreciar algo el sujetador negro con encajes blancos que sujetaban sus firmes y bien puestos pechos.
A la camisa le acompañaba una falda negra que le llegaba por las rodillas y que dejaba ver sus blancas, perfectas y preciosas piernas.
Para terminar unos tacones rojos oscuros que hacían juego.
No se cuanto tiempo me quede embobado mirándola y pensando todas las cosas que me gustaría hacerla.
¿Como seria sin esa camisa blanca? ¿Llevaría tanga? Desnuda tendría que ser el mas precioso cuadro del mejor pintor que haya pisado la Tierra.
Cuando volví de mi conmoción me dejé envenenar de su perfume.
Adoro ese olor.
El camino a la cena no fue lo mejor de la noche la verdad.
Intercambiamos algunas palabras y apenas nos miramos a la cara.
La cena estuvo mejor.
Risas, chistes, bromas e incluso una pequeña guerra de guisantes.
¿Por que existen los guisantes? ¡A nadie le gustan! En resumen, una cena de despedida como Dios manda.
En alguna ocasión Marta dijo alguna palabra, pero seguía tan callada y absorta en sus pensamientos como siempre.
Puede que por ello no se diera cuenta de la cantidad de miradas que robaba de los demás.
Nadie se acostó ese día sin quedarse ensimismado al mirarla.
Llego la hora de irnos a las discotecas y a los garitos.
Las copas que me tome en la cena parecía que me habían puesto más contento de la cuenta, no borracho, justo en ese punto que a todos nos gusta estar.
A mi pelirroja acompañante se le notaba algo colorada también a causa de la bebida.
Antes de entrar en el primer local, Marta me dijo que prefería irse a casa, no le gustaban este tipo de cosas.
Yo tenia ganas de pasármelo bien, de beber con mis amigos y profesores y de intentar tener sexo con alguna chica esa noche, pero lo que no quería por nada del mundo era separarme de tan maravillosa y callada compañía.
Acabe convenciéndola de que pasara un rato y de que, si no le gustaba el ambiente, la acompañaría a casa.
Ella me miro con sus azules y penetrantes ojos y aceptó.
Al final la cosa se animo, después de unas cuantas copas, Marta no parecía ella.
Se relacionaba con los demás, hablaba sin parar e incluso sonreía.
Nunca había podido ver esa fila de perlas perfectamente colocada, blanca como las nubes y brillantes que tiene por dientes.
Si pudiera definirla de alguna manera, seria así: "La Sonrisa".
Sobre las cuatro de la mañana me dijo que estaba cansada y que quería irse.
Sin pensármelo, acepté a acompañarla.
No me quería separar de ella por nada del mundo.
Por el camino hablamos mas que nunca, parece que lo lleváramos haciendo toda la vida.
Me contó que planes tenia para el futuro y otras cosas que no recuerdo bien y que no vienen al caso.
Llegamos a la puerta de fuera de su casa y ella subió las escaleras que llevaban a la puerta principal.
Por fin pude confirmar que llevaba, lo que debería ser, un finísimo tanga.
También comprobé que su movimiento del culo al andar era el mas hipnótico que había visto hasta entonces.
Antes de entrar se volvió hacia mi y me dijo que pasara a tomar la última.
En unos segundos me dio tiempo a pensar en un montón de cosas que me encantaría hacerla.
Su casa era muy tradicional, no voy a describirla para no aburrir mucho al lector, se puede decir que tenia una decoración muy común.
Nos sentamos en el sofá del salón, nos sirvió whisky a palo seco y fue cuando empezó lo bueno.
A partir de aquí citaré cada una de sus palabras, ya que yo no podría contarlas mejor.
Bebió un buen trago, me miró y me dijo:
– ¿Te importa que me quite la ropa? Es que veras, aquí en mi casa suelo estar desnuda y me siento rara con ella puesta.
En ese momento, debí de poner la cara de inútil más inútil de entre todos los inútiles.
Después de mi momento de ausencia por embobamiento contesté:
– Claro, es tu casa, no tienes que preguntarme, ponte cómoda.
Se puso de pie y empezó a mostrarme poco a poco las perfectas proporciones que le había dado su bendita madre.
Empezó por la camiseta y el sujetador, que dejo al descubierto sus, ahora confirmados, firmes, grandes y perfectamente colocados pechos.
Sus pezones de color rosados hicieron que me pusiera algo nervioso.
Sus aureolas tenían el tamaño perfecto y el pezón en si pedía a gritos que lo mordiera y pellizcase.
No contenta con ofrecerme tan perfecta visión, se dio la vuelta y se quito la falda.
Estaba de espaldas a mi, lo que me permitió poder analizar minuciosamente su trasero.
¿Como describiríais un culo grande a la vez que pequeño? Se puede decir que había donde agarrar a la vez que tenia el tamaño perfecto.
Apenas me percaté del tanga cuando empezó a bajárselo a la vez que ella se iba agachando.
Poco a poco iba asomando una vagina preciosa y se iba dejando ver su agujero del ano hasta que llego al suelo y lo tuve todo en primer plano.
¿Nervioso? Había tardado en coger el cojín más cercano para esconder el bulto que ahora se dejaba ver en mi pantalón.
Se sentó a mi lado sonrió y me dijo:
– ¿Que, te gusta mi cojín?
Abrí la boca para contestar y no pude más que emitir un sonido de incredulidad.
Ella prosiguió:
– ¿Por que no te quitas tu también la ropa? Hace mucho calor.
Si me quitaba la ropa lo mas fácil seria que la sacase un ojo con la erección tan bestia que tenía.
Había que aprovechar, ¿no? ¿Cuantas veces nos vemos en situaciones así? Me quite la ropa sin dejar de tapar mi erecto y ya mojado pene.
– Vamos, ¿crees que es el primer pene erecto que veo? Que en clase sea la mas callada no significa nada.
Anda dame el cojín y déjame ver qué escondes.
Me quitó el cojín de las manos y allí nos hallábamos, completamente desnudos y yo con el pene a punto de reventar.
Ella me miró, se fijo en mi pene, tomo un largo trago de whisky, me sonrió y se arrodillo en frente de mi.
Me agarró el pene con la mano y me dijo
– ¿Sabes? Me encanta el sexo.
Lo disfruto muchísimo, ya sea con hombres o mujeres, o incluso con los dos a la vez.
He probado a hacer de todo y me encanta llevar la iniciativa.
Esta noche eres mio y no te voy a soltar hasta que esté bien saciada.
No me dio tiempo ni a emitir otro ruido de incredulidad.
Empezó a chuparme el glande.
El aliento caliente del alcohol hacia que todo fuera mas placentero si podía.
Lamia y absorbía cada milímetro de la cabeza de mi pene.
Lo rodeaba con su lengua mientras sus babas descendían lentamente por el tronco venoso que sostenía con la mano.
Abandonó el glande y descendió por el tronco metiéndosela casi entera en la boca.
Chupaba sin parar, no cesaba el movimiento, absorbía, lamia, y con otra mano me acariciaba y apretaba los testículos.
No podía más.
Que forma de chupar, que perfección, que garganta mas profunda.
Iba a reventar, se lo echaría todo en la boca y mi noche de sexo se acabaría.
Tenia que avisarla.
– Marta.
No puedo más.
Ella no paraba, cada vez mas rápido, no cesaba su movimiento, ahora encima se ayudaba con la mano, mientras su boca bajaba, su mano subía.
Exploté como nunca lo había hecho.
Hizo su movimiento mas lento, absorbiendo cada gota de mi hirviente leche como si fuera la última.
Se acerco a mi y me beso.
Con su lengua me pasó toda la corrida y me encantó.
Nuestras lenguas se entrelazaban y escurrían el semen.
Nos separamos y un gota resbaló por mi barbilla.
No dudó en chuparla.
Me miro y me dijo:
– No me esperaba que me dejaras hacer eso, a muchos no les gusta.
Pero yo estaba en una nube a miles de kilómetros de distancia, perdido en un empanamiento mental que daba hasta miedo.
La miré y solté unas palabras que sigo pensando que no las dije yo:
– Quiero más
Me llevo a su habitación con mi pene en su mano.
Parecía un perro que obedece bajo la voluntad de su dueño y su correa.
Me tumbó en la cama y me ató las manos al cabecero.
Se sentó encima mio, note su húmeda y caliente vagina encima de mi, todavía, erecto pene y me dijo
– Voy a hacer lo que quiera contigo, no puedes rechistar, ¿queda claro?
Era la mejor amenaza que me habían hecho en mi vida.
Asentí y empezó a mover sus caderas encima mio.
Noté como su lubricada vagina humedecía mi pene.
Estaba masturbándose con mi pene y yo estaba alucinando.
Paró y cogió un bote de lubricante.
Se echo en la mano y me dijo que me relajase.
Antes de darme cuenta, tenia un dedo suyo dentro de mi ano.
Me encantó, que sensación la penetración.
Metió un dedo mas, ya tenia dos de sus dedos dentro de mi.
Con la otra mano masturbaba mi pene que estaba mas erecto que nunca, casi que se veían a simple vista el latir de las venas.
Empezó a masajearme la próstata mientras ahora me la volvía a chupar.
Si antes aguante poco, ahora aguante menos.
Fue un orgasmo mucho más duradero, se me quedaron los ojos en blanco por un momento por la explosión de placer que esta tímida y callada chica me acababa de dar.
El semen no le cabía en la boca.
Volvió a pasármelo desde su boca y volví a saborearlo.
Me desató y se puso a cuatro patas delante de mi.
No hizo falta que me dijera nada, automáticamente se la clave hasta el fondo.
Su vagina era caliente y húmeda.
Me decía que no parase hasta que ella lo dijera.
Volví a correrme esta vez dentro de ella.
Me dijo que cogiera con mi boca el semen que saliese de su coño y que se lo pasara para saborearlo y tragárselo.
Una mezcla de sabores impresionante.
– Ahora por el culo.
Quiero que me la metas hasta el fondo.
Quiero que te corras dentro de mi culo y vuelvas a pasarme tu leche ardiendo.
Volví a meterme dentro de ella, esta vez por su apretado ano.
Me había corrido tres veces ya y no tardé en volver a llenarle el culo de leche.
Lamí su ano hasta dejarlo seco y lo volvimos a saborear, lengua con lengua.
Pero todavía no había acabado.
Se sentó en mi pecho y me dijo:
– Ahora me voy a correr en tu cara y quiero que te bebas mis fluidos
¿Beber? ¿A que se refería? Me dio igual, empezó a masturbarse a escasos centímetros de mi cara, abrí la boca y me trague lo que parecía una fuente de agua sin final.
Estaba delicioso y ella quedo exhausta encima mio.
Aunque el descanso no duro mucho.
Cogió un strap-on y me lo metió en el culo sin aviso.
Si me había gustado lo de los dedos esto me puso tan cachondo que me corrí sin que me tocara.
Cogió el semen que había derramado por mi pecho y se lo restregó por sus firmes y bien colocadas tetas.
– Chúpalo y pásamelo
Sus ordenes eran bendiciones para mi, una detrás de otra.
Le lamí el semen de sus pechos y nos volvimos a besar.
Los primeros rayos de sol ya asomaba por la ventana y nosotros seguíamos follando y haciendo un montón de cosas guarras.
No podíamos parar, nunca estaba satisfecha, esa chica callada, tímida, que no se relaciona con los demás.
Ese cuerpo perfecto, ese perfume característico de ella.
Ese movimiento al andar.
Ese pelo rojo intenso natural con esos ojos azules que te clavan miradas hasta el alma.
Esa noche fue solo el comienzo de lo que ahora es una rutina de sexo sin control.
No puedo hablar, no puedo pensar, no puedo moverme.
Ella lleva la iniciativa.
Ella manda.
Ella es mi diosa
Xeda
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