Mi empleada doméstica
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Me llamo Nahuel, argentino, soltero, tengo 35 años.
Siempre me gustaron los negocios y no me puedo quejar de como me van las cosas.
A los 20 años me vine a vivir a España.
Empecé comprando y vendiendo cosas, vaciaba casas enteras y las llevaba a una nave que había alquilado.
Así poco a poco fui creciendo, empecé a comprar furgonetas y conseguí hacerme un lugar en una empresa de paqueteria y fui tomando empleados.
Tengo un chalet en las afueras de Madrid y me di cuenta que necesitaba una empleada doméstica.
Hablando con uno de mis empleados, me dijo que había venido de Perú una.
hermana de su mujer y que estaba buscando trabajo.
Quedamos en que viniera a hablar conmigo.
Una chica delgada, pelos hasta su cintura, buenas caderas y unas tetas ni grandes ni chicas.
Piel cobriza, 28 años.
Me gustó, me cayo bien.
Cuando vino a casa, traía unas sandalias que vi que no eran de ella, ya que le quedaban grandes, y una ropa pobre, pero muy limpia.
Me dijo que no tenía ni marido ni hijos, que su família era su hermana, se notaba que quería trabajar.
Llegamos a un acuerdo en el sueldo y la contraté.
En casa tengo piscina y hace un calor de locos, le dije de refrescarnos pero me dijo que no tenía maya de baño.
Susana, que así se llama la chica se fue a casa de su hermana a buscar sus cosas, ya que le dije que empiece de inmediato.
Soltero y sin tiempo, mi casa era un asco.
Mi empleado me llama y me dice que la llevaba en la furgo, le pedí que pase por algún lado y nos traiga comida.
Cuando llegan yo estaba en la piscina.
Le devuelvo el gasto a mi empleado y le digo a Susana donde podía acomodarse.
«Ponete la maya y trae un par de cervezas a la piscina», le dije cuando mi empleado se fue.
Yo estaba en el agua cuando veo a Susana venir con las cervezas y un short y una camiseta larga, casi hasta sus rodillas.
«Y tú maya de baño», le dije mirando como estaba, me causaba gracia verla así.
«Es que me da vergüenza señor», me dijo.
«Vergüenza de qué?, tenes unas lindas piernas», le dije haciendo que se acerque a mi, y le miraba por debajo de la camiseta.
«Hay señor, que me da pena que me mire así», me dijo apartandose para que no siga mirando debajo de su camiseta.
«No tenes maya, que estás con las bragas puestas?», le dije.
«Sí», me dijo agachando la cabeza.
«Hay Susi, no te pongas así», le dije saliendo del agua, agarré una cerveza y se la ofrecí.
Susana dudó pero yo insistí y empezamos a tomar unas cervezas.
«Susi, yo quiero que te sientas como en tú casa, que en definitiva vas a vivir acá mientras trabajes conmigo, bienvenida», le dije y chocamos los botellines a modo de brindis.
«Vas a estar incómoda con esa camiseta en el agua, que estas en ropa interior?», le dije dejándo el botellín y me volví a meter.
«Es que me da vergüenza que me vea en interiores», me dijo tomando de a sorbitos de la botella.
« Bueno hace lo que quieras», le dije y empecé a nadar, «no se enoje señor, por favor, no se enoje», me dijo.
Escucho que suspira fuerte como para darse animos a sí misma y se saca la camiseta, quedando en bragas y sujetador, un juego color carne, que una vez que se moje se le iba a ver todo.
Se tira al agua y como había supiesto, una vez mojada, su ropa interior quedó completamente transparente.
Que hermosos pechos que tiene, duritos, ni grandes ni chicas, una aureola oscura y los pezones duros por el agua.
«Que rica que está el agua», me dijo, limpiando su cara de agua.
Yo no podia dejar de mirar sus tetas, quería disimular pero no podía, ella se dio cuanta, pero no dijo nada.
«Susi, podés traer otras cervezas?», le dije viendo la cara que ponía, ya que sabía que su braga se le iba a transparentar.
«Si, voy, pero no me mire», me dijo, «no pidas imposibles», le dije viendo como salía del agua y con una de sus manos se tapaba la cola y se fue corriendo a la heladera que tengo en el quincho.
«Y ahora como te vas a tapar?», le dije riendo sin dejar de mirarla.
Susana puso las dos botellas tapando su concha y con sus pelos se tapaba las tetas.
Me hizo reír a carcajadas.
Agarré las dos botellas y a Susana de un brazo y la hice caer de cabeza al agua.
Me gustó que haya aceptado la broma y nos empezamos a reír a carcajadas.
Ella me echó agua en la cara y riendo empezó a nadar como huyendo de mí, yo empecé a nadar como persiguiendola, hasta que la arrincono en la parte preofunda de la piscina, ella estaba en un ángulo y yo me agarro de las dos salientes, la miré sonriendo y le beso los labios, noté que ella no respondió mi beso, la vuelvo a besar y con una de mis manos quiero sacarle una tetas del sujetador, «no señor, por favor no», le dijo impidiendo con su mano que le saque la teta.
«Listo, está bien», le dije mirando su cara, estaba contrariado, me había molestado.
Me fui nadando hacia la otra punta de la piscina y salí del agua.
«Señor, señor, no se enoje conmigo, por favor, no se enoje y me despida», me dijo pasando sus manos por su espalda y veo que ella misma se saca el sujetador quedando con sus tetas al aire.
Yo le miré las tetas, hermosas, pasé mi mano sintiendo sus pezone duros.
Ella estaba como resignada.
«No, está bien, tapate las tetas», le dije, «no le gustan mis senos?», me preguntó preocupada.
«Sí, me gustan tus tetas, pero no quiero que hagas nada por obligación», le dije, «es que en mi país es muy común que el patrón se cache a la empleada», me dijo y seguía con sus tetas al aire.
«A vos te pasó», le pregunté acariciando sus tetas.
«Sí, antes de venir a España estuve trabajando para ahorrar para mí pasaje y el señor me cacho varias veces», me dijo bajando la cabeza avergonzada.
Yo con mis dedos en su mentón le levanté la cabeza y le besé la boca, y sentí como timidamente ella me respondía el beso.
La agarré de la mano y nos fuimos para casa, «me va a cachar señor?», me preguntó dejando que la lleve.
«Que te gusta más, cachar como decís vos, o chuparla?», le dije volviendo a acariciar sus tetas.
Susana agachó la cabeza y en voz muy baja me dijo que le gustaba todo.
«Y por acá te gusta?», le dije pasando mi mano por su cola.
«El chiquito lo tengo pito señor», me dijo dejando que le baje la bombacha, «que lo tenes qué?», le dije sin entender lo que me dijo.
«Que nunca me cacharon por la cola señor», dijo volviendo a bajar su cabeza.
«Sos virgen de la cola?», dije sorprendido.
«Si señor, mi chiquito es virgen», me dijo dejando que pase mis manos por sus nalgas.
«Vamos a mi cama así te lo rompo, querés?», le dije notando como se me ponía dura la pija.
«Lo que usted me diga señor, no quiero que se enoje conmigo», me dijo bajando la cabeza y dejando que la lleve a mi dormitorio.
Le terminé de sacar la bombacha, la acosté boca arriba, con sus piernas bien abiertas, le miraba la concha, con sus bellos púbicos bien recortados y prolijos.
Pasé mis dedos, notando como se lubricaba.
«Y te vas a dejar coger así como así?», le dije pasando mis dedos y notando que se humedecia cada vez más.
«Es que tú me gustas mucho Nahuel», me dijo agarrando mi mano y con la suya la siguió pasando por su concha.
Cerró sus ojos y mientras pasaba con su mano la mía por su concha, gemia suavemente.
«Quiero que me caches», me decía en voz muy baja, moviendo su cabeza de un lado a otro gimiendo.
Me saqué mi bañador y me ubique entre sus piernas, Susana con su mano la acomodó contra su concha y empezó a gemir fuerte, a dar quejidos de placer cuando se la empecé a meter, mojada, mojadisima tenía la concha, que delicia sentir como le entraba en esa concha bien caliente.
«Así papi, cachame despacio, dejame disfrutar de tu pinga», me dijo envolviendo sus piernas en mi cintura, «que rico se siente entrando y saliendo de mi chucha», decía con la voz temblorosa, se notaba de lejos que estaba disfrutando, que no lo hacía por obligación.
Mientras la cogía le chupaba sus tetas, sus pezones, sentía como me tenía envuelto entre sus piernas, como movía suavemente sus caderas.
Ella seguía gimiendo sin dejar de mover sus caderas, sentía su concha cada vez más mojada, más caliente, ella buscaba mi boca con la suya, nuestras lenguas pasaban de una boca a la otra.
«Nahuel, me vengo, me vengo, vente tú dentro mío», escucho que me dice entre fuertes gemidos, moviendo más rápido sus caderas.
Los movimientos se hacían más fuertes, más rítmicos, hasta que Susana empezó a gritar con sus ojos cerrados, tenía una mueca en su cara que lo decía todo.
Yo seguía los movimientos hasta que se la meto lo más adentro de su concha y casi gritando de placer me empecé a acabar bien adentro de su concha.
Seguíamos gimiendo, basándonos, refregando nuestros cuerpos, mi pija dentro de su concha.
«Sabía que íbamos a estar en la cama, lo que no me imaginé que pasara tan pronto», me dijo Susana.
Y ahora q la comparta, q lindo sería ser ella