Mi encuentro con Anna
Después de tan solo soñar con la posibilidad, un amiga de mis deseos oscuros me ayuda a cumplir con mi fantasia.
Enseguida les contaré como fue mi encuentro con Anna.
Durante mi vida hubieron muchos sucesos que me hicieron tener esta curiosa afición que compartimos muchos, uno de mis primeros recuerdos era cuando un miembro de mi familia me ayudó a conocer para que servia esa cosa que tenía entre las piernas, otra en la que mi maestra y una compañerita de clases me hicieron sentir el placer que solo dos mujeres pueden dar, entre muchas otras situaciones.
Y aunque no me considero un aventurero en el tema de sexo si creo que he experimentado lo suficiente para no temerle a muchas prácticas, soy un heterosexual uqe ha visto muchas cosas.
Desde el colegio yo ya tenia la afición por pagar para conseguir un poco de acer sexual, daba un par navidad de billetes a unas chicas de mi escuela para que, en la esquina mas oculta y oscura, me dejaran tocar y chupar sus pechos y si las encontraba de humor también llegaba a conseguir permiso para tocar sus entrepiernas, eso sí, sin retirarles la ropa interior.
Pero no sería sino hasta los diecisiete años que tendría mi primera experiencia con una prostituta real para tener sexo, no fue nada espectacular, una mujer de treinta años, regordeta, no había sido mi primera vez, pero estaba caliente y solo quería follar y ya, y a partir de ese momento me surgió la afición de pagar para tener sexo; tenía las problemáticas comunes de cualquier adolescente para tener intimidad, y aunque tuviera pareja yo siempre recurrí a las prostitutas ya que habia algo exitante en pagar para ponerlas de rodilla, en fin, se volvió una afición que cada tenía dinero satisfacía.
Con el tiempo me dí cuenta poco a poco que tendía a elegir mujeres más y más jóvenes, sin embargo la más joven que pude encontrar fue una minita de 24 años de cuerpo deslucido, cabellos grasosos y una mirada de hastío, algo que no me desagradsba del todo ya que cada que la ponía de rodilla para mamarme el pene me ayudaba a a fantasear, era yo su dueño y aunque no quería mamarme yo la obligaba a cualquier cosa que quisiera.
Sin embargo, tenía la fantasía de algún día encontrar algo mejor que aquella mujer de cabellos grasoso; mis visitas mensuales a esa casa de citas en especifico de la zona roja de mi ciudad me ayudó a tener cierta amistad con algunas mujeres que en antaño habían sido prepago pero que ahora rentaban las habitaciones en donde las prostitutas recibían a sus clientes, yo ya tenía 8 años viviendo en México pero no había salido a conocer mucho, en realidad mi vida era ir a mi trabajo y regresar a casa con mi familia, y después de cada pago de mi nomina obviamente terminaba yendo a la casa rosa, la casa donde encontraba a Yolanda, aquella mujer de mirada retadora.
Entablar amistad con aquellas personas era la única forma de estar al pendiente de diversos temas del sexo ya que en esos tiempos ajenos al Internet era imposible enterarse de las novedades para los pervertidos como yo, no me agradaban del todo pero esas amistades me dieron muchos beneficios, especialmente mi relación con Doña Ximenita, la dueña de la casa rosa, una mujer robusta, ya entrada en años pero que siempre vestía un camisón transparente por el cual se podía ver todo detalle de su rebozante cuerpo.
Ella era una mujer sarcástica y burlona, y de un carácter fuerte que se aseguraba que sí no le agradabas te podía sacar de su negocio con los huevos en la garganta de un solo golpe. Aquella tarde yo había llegado temprano y había solicitado a Yolanda, siempre era un placer doblegar su mala conducta, muchos hombres le rehuian por su mal talante pero yo que siempre me gustaba poner mi voluntad sobre ella disfrutaba imaginandola pensando en clavarme los dientes en mi miembro, teniendo la seguridad de que nunca se atrevería a hacerlo y tras una larga sesión de sexo finalmente salí de la habitación prometiendole verla después.
Yo iba saliendo de la habitación mientras me terminaba de poner la cazadora cuando vi a doña Ximenita, parada a un lado de los baños con un cigarro encendido en los labios, una sonrisa burlona y golpeando ligeramente a una de sus chicas a modo de regaño.
-mira, m’hija – le riñó doña ximenita – no me importa si tienes compromiso mañana, tienes que cumplirme con la cuota, o te quedas más tiempo hoy o mañana haces tu «vaquita» y sueltas culo, sabes la regla
Yo vi como se iba la chica con fastidio y me detuve a saludar a doña ximenita como siempre, un par de besos en cada mejilla, mientras que ella daba un ligero roce en mi entrepierna seguida de su risa con aroma a cigarrillo.
– ¿Que tal estuvo Yolanda ? – me preguntó – te dejó satisfecho o tengo que cumplirte por ella
Yo rei con ella a su insinuación mirando con descaro su atuendo, como siempre la edad no era una limitante para que ella se exhibirá, se notaba que en su juventud debía de haber sido de esas chicas con pechos gigantes pero con cintura de avispa, pero ahora el peso ganado había hecho aún más turgentes sus pechos, haciendo que se le pudiera restar importancia a la barriga que tenía. Doña Ximenita se carcajeó adulada por mi insistente mirada gito los pechos ocultos dentro de la tela negra semi transparente, yo había estirado una mano en espera de su permiso y ella asintió tirando el cigarro mientras apretaba con más fuerza mi miembro, no era raro eso, mi cuerpo era una zona abierta para ella. Como me decía mi Padre, si tienes que hacer un trabajo sucio, más te vale acerté amigo de los cerdos; mi amistad con ella había tenido varios beneficios, descuento con la chicas, alguna comida insípida suya después de mi horario laboral y alguna ocasional Mamada mientras que esperaba que alguna de sus chicas terminará de atender a otro cliente.
– Entonces ¿Te vas a servir? ¿O se lo aviento al perro? – me preguntó mientras dejaba caer una parte del camisón semitransparente que vestía liberando unos de sus enormes pechos
Yo me agaché y primero lamí aquel oscuro pezón, ella había sacado un nuevo cigarrillo y se disponía a encenderlo mientras yo abría la boca para cubrir lo más que se podía de su pecho, escuché su risa semejante al ruido de Guacamayas cuando se alborotan pero había identificado como ocultaba un gemido que señalaba mi éxito al morder su pezon.
– Una de mis chicas me dijo que aún buscas jóvenes – dijo mientras me abría el cierre sin mostrar vergüenza
Yo asentí sin dejar de morderla a la vez que amasaba su otro pecho con cierta violencia, ella había sacado mi pene y ahora me masturbaba con avidez grabada en su rostro, quizás no fuera la mujer más agraciada. Los maquillajes con los que cubría sus arrugas no lograban ocultar los años que había vivido, pero el pensar que aquella mujer, que podría ser mi madre, no dejaba de masajearme la verga con sus ásperas manos no dejaba de calentarme.
– Ernesto me dijo que sí tenía un interesado, tenía una chica lista que necesitaba algo de atención – me dijo mientras se arrodilla frente a mi
– ¿Que tan grande? – pregunté sintiendo la primera lamida
A doña ximenita le gustaba lamer primero los huevos, entre más grandes y sueltos estuvieran, mejor para ella, y así estaban los míos, sentí claramente su respiración en mi pene, una ligera mordida en la punta y después su gruesa lengua en mi huevos, ella era una experta, tras un millar de miembros chupados en su carrera como prostituta había desarrollado la técnica perfecta, hundía su lengua en cada pliegue de mis huevos con decisión. A diferencia de las chicas más jóvenes ella no temía lastimar, mamar era para ella un goce propio, y como tal se tomaba su tiempo degustando cada parte de mi, era tan buena que muchas veces había tenido que pensar en cosas de mi trabajo para evitar correrme demasiado rápido.
Sentí como se metía un huevo a su boca, era impresionante como la combinación de succión y de lamida a la vez podían hacerme caer en sus redes, definitivamente sus Mamada eran un razón para ser su amigo. Escuche el ruido de succión cuando se lo sacó de la boca para después inclinarse a devorar mi miembro.
– Nos vemos mañana, Ximena – dijo una voz sacándonos de nuestro goce
Se nos había olvidado que estábamos en pleno pasillo donde las habitaciones con puertas abiertas permitían ver a los clientes cogiendo a las chicas de Doña ximenita; abrí los ojos un poco desorientado para ver a don Ernesto, el responsable de mantener la cocina en funcionamiento, pasar a un lado de nosotros sin darle importancia a la monumental Mamada que doña Ximenita me daba, ella simplemente había levantado una mano para despedirse mientras que comenzaba a subir y bajar su boca a lo largo de mi pene.
– 13 años – dijo doña ximenita tras sacarse mi pene de su boca con un sonoro sonido tras de sí – me dieron dirección, teléfono y precio, si quieres está disponible hasta el siguiente mes
Y ella se volvió a sumergir en mi pene duro como roca, había estado cogiendo con Yolanda durante hora y media sin parar, y aún así la lengua juguetona de doña Ximenita era capaz de ponerme como roca.
– ¿cuánto? – pregunté
– cuatro mil del servicio – respondió emitiendo un quejido de frustración mientras seguía con su Mamada y intensificando el sube y baja y a la vez que se esforzaba por respirar – pero puede que salga algún gasto más ¿te animas?
Era algo grande para mi gusto, pero no podía negar que tal vez sería lo más cerca que pudiera estar de alguien que se ajustara a mis gustos, y aunque el costo salía de mi presupuesto por mucho, acepté, ella se carcajeó aún con mi pene en su boca, ya que sabía de antemano que no desaprovecharia la ocasión, y después bajar a dar un par de tragos más volvió a levantarse mientras que balanceaba sus pechos.
– Entonces prepárate para cumplir tu fantasía, m’hijo – dijo dándole una fumada al cigarro que nunca soltó – en unos tres o cuatro días te llamo para avisarte como va a ser todo
Yo asentí y ella solo dio otro apretón en mi pene mientras me daba un rápido beso coqueto, observé como se acomodaba el camisón y se marchaba sin decir nada, así era nuestra amistad, no se preocupaba por agradale a nadie porque sabía que con quien sea que hablara sería ella la que siempre tenía el sarten por el mango.
Me fui a mi casa sin poder dejar de sentir una creciente emoción dentro de mí, el pequeño detalle que me había comentado doña Ximenita poco a poco había ido careciendo de importancia y para cuando llegué a casa y vi en la puerta principal a mis dos vecinitas jugando rayuela, un juego típico de ese país, sentí que en realidad esa edad no era realmente un problema.
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