Mi esposa va a la universidad – Primera parte.
… con una mano mantenía aplastadas sus tetas y con la otra cubría su boca … .
—¡Gracias, papá! … —Gritó mi hijo Gino mientras salía de la casa.
Por fin le habíamos regalado la bicicleta nueva que él nos había pedido, cumplía diecisiete años. Ahora podría movilizarse en forma independiente por el barrio, incluso ir a la universidad el próximo año. Sus juveniles ojos irradiaban una inmensa felicidad.
—Creo que acertamos … —Le dije a mi esposa Nidia.
—Sí … pero el próximo año no sé que vamos a regalarle … —Respondió ella.
—Si, lo sé … ya pensaremos algo … —Respondí.
Nidia y yo nos casamos justo antes de que ella se fuera a la universidad. Tenía solo diecisiete años y yo treinta y siete. Veinte años de diferencia, la inocencia y la experiencia se juntaron. Vivimos felices, ella quedó embarazada y al año de matrimonio, llegó nuestro único hijo. No quería que nos llenáramos de niños sin poder disfrutar nuestra unión matrimonial a concho. Por lo que decidí, después de conversarlo con ella, de hacerme una vasectomía. Una intervención quirúrgica fácil y rápida. Desde entonces no nos preocupamos más porque pudiese quedar embarazada, solo nos dedicamos a disfrutar de nuestro matrimonio y sobre todo de nuestros cuerpos. Ella con solo diecisiete años estaba siempre cachonda, yo mucho mayor que ella, venía constantemente excitado por su juventud y frescura.
Nidia posee genes maravillosos, o quizás porque fue madre a muy temprana edad, pero a treinta y cuatro años, parece una joven en sus veinte y tantos. Se mantiene delgada, con piernas muy largas y bien torneadas que se unen alegremente con unos glúteos apretados fantásticos. Tiene cabellos oscuros y los tiñe con manchas de rubio ceniza que le dan un aspecto muy sofisticado. Ojos color café claro y ligeramente achinados con largas pestañas. Su boca se conserva con jugosos y párvulos labios. Sus senos de tamaño normal, 34C, proyectan una apariencia de niña sexy; cuando se calienta sus pezones se endurecen como rocas. Ella es muy conservadora y cuida mucho su apariencia en público, por lo que no viste nada demasiado revelador.
Cuando nos casamos, vivíamos solo con mi sueldo en una casita en la periferia de la ciudad. Ella venía de una familia pudiente, pero al casarse conmigo entró en conflicto con sus padres y terminó alejándose de ellos. Yo comencé a emprender con ventas de artículos varios por la internet. Viajé por los pueblos aledaños a la región metropolitana vendiendo de un cuanto hay, vendí de platos a rastrillos de jardín, de bolsas de basura a variadas herramientas inalámbricas, de juegos de video a televisores plasma. Afortunadamente el negocio rendía sus frutos y pude abrir mi primera tienda de ventas, luego un segunda y una tercera hace unos cuantos años atrás. Nidia se graduó como ingeniera en recursos renovables y comenzó a trabajar en una importante empresa distribuidora de agua de la capital. Ahor teníamos un importante flujo de ingresos con oportunidades de expandir nuestros negocios aún más. Gozábamos de una holgura financiera, siempre y cuando no nos volviéramos locos con los gastos.
Acostumbrábamos a sentarnos en la terraza a tomar una buena copa de vino y comentar las cosas de la jornada después de la cena. Siempre sentí que ella no estaba totalmente satisfecha con su vida profesional, por lo que no me sorprendió cuando ella me dijo.
—¿Sabes? … He estado pensando algo … lo quiero discutir contigo … necesito saber tu opinión …
—Claro … dime … —Dije pensando en que se trataría algo sobre nuestro hijo.
—Bueno … ahora que Gino ingresará a la universidad … tendré más tiempo … me gustaría obtener un Master en mi profesión … eso mejoraría mis ingresos …
—¿Un Master? … ¿Quieres volver a la universidad? … —Pregunté.
—Sí … —Respondió sucintamente.
—Está bien … me suena bien … —Respondí un poco confundido al no entender del todo en qué consistía todo ello, agregué.
—¿Master en qué? … ¿Qué … qué curso? … —Su trabajo era casi siempre en terreno, fiscalización de obras y reuniones con organizaciones vecinales preocupadas por el medio ambiente.
—Relaciones públicas … creo que debo reforzar mis aptitudes para tratar con la población …
—¡Uhm! … ¿Y como lo harías? … ¿Tienes algún programa? … ¿Será en línea? …
Pregunté realmente interesado. Por su mirada me di cuenta de que estaba interesada en darme a conocer todos los pormenores, se enderezó en su tumbona y bebió un sorbo de vino antes de responder.
—No … me inscribiré en la sede de Viña del Mar … hay en programa un curso en esa universidad …
—¿Viña del Mar? … ¡Pero eso significa conducir una hora hacia allá y una hora hacia acá! … ¿No te parece excesivo y lejos? …
—No … puedo hacerlo … serán solo tres meses y tres días a la semana … no me parece excesivo …
Me di cuenta de que, como buena ingeniera, ya tenía todo planificado, me sentí un poco dolido porque no lo compartió conmigo antes. Nidia se dio cuenta de mi expresión corporal y preguntó.
—¿Te enojaste? … dime … ¿qué estás pensando? …
—Por supuesto que no estoy enojado … pero hubiese deseado que lo conversaras antes conmigo …
Mi respuesta la hizo bajar su mirada compungida. Luego nos miramos directamente a los ojos por varios segundos, pero yo sabía lo mucho que esto significaba para ella y le dije.
—Nidia … no me sorprende que tu quieras desarrollarte más en tu trabajo … sé cuan importante es para ti … nuestro hijo tiene edad suficiente para cuidar de sí … creo que el momento es perfecto para que puedas cursar tu Master …
—¿Deveras piensas eso? … —Respondió, mientras en su rostro se dibujaba una gran sonrisa.
—Sí … es verdad … —Le respondí devolviéndole la sonrisa.
Más tarde Nidia me contó todo, había probado a presentar una solicitud y había sido prontamente aceptada en un curso especial que había programado la universidad. El curso comenzaba en un mes y medio más. Era un poco costoso, pero asequible a nuestras finanzas. Los horarios eran después de mediodía, así que ella podría ir y volver en el mismo día.
Dos semanas antes de que iniciara el curso, dejamos a Gino a cargo de la casa y nosotros nos fuimos a la ciudad jardín para reconocer el terreno y hacer algunas compras para Nidia; lógicamente iríamos a la universidad donde se impartía el Master. Ya conocíamos la ciudad por haber vacacionado allí un sinnúmero de veces. Nos registramos en un hermoso hotel turístico y luego nos fuimos a cenar y a pasear un poco.
—¡Qué hermosa luces con ese vestido, querida! … ¿Es nuevo? …
—Sí … lo compré hace un par de meses … pero no había tenido la ocasión de vestirlo …
—Bueno … creo qué ahora tendrás muchas oportunidades de lucirte con él …
—Así espero … estoy tan emocionada y excitada, cariño …
—Guarda un poco para cuando volvamos al hotel …
Dije bromeando, su risa inmediatamente cambio y frunció el ceño.
—Vamos a ver si tienes suerte, querido …
Dos horas después, caí a su lado jadeando y en busca de aire luego de haber llenado su coño con una copiosa carga de mi semen, mientras ella gemía ganosa bajo de mí. Ella había experimentado paroxismo y frenesí en un intenso orgasmo antes que yo, cosa que me permitió disfrutar de sus contracciones estupendas y su entrega total a la lujuria que le provocaba mi grueso pene. Al cabo de un rato y ya más recuperados, nos besamos y arrullamos como dos recién casados, luego sentí que ella tomaba mi polla blandengue en su mano. Comenzó a jalar mi polla de tal modo que pensé que me preparaba para otra ronda de lujuria y goce.
—Hace mucho tiempo que no follaba con una estudiante … —Susurré bromeando a su oído. Giró su cuerpo e hizo contacto visual conmigo con su ceño fruncido.
—¡Touché! … ¡Tú nunca me haz follado! … ¡Siempre hemos hecho el amor! …
—Bueno … recuerdo que …
—¡Calla! … ¡No quiero saberlo! …
Nidia sabía que poco antes de estar con ella, yo había estado con su mejor amiga, Cecilia. Después de que me había comprometido con Nidia, jamás tuve nada con Cecilia. Pero le daba mucho fastidio la idea de que yo hubiese tenido sexo con cualquier otra muchacha antes que ella. A veces yo me burlaba de ella por sus celos, pero esté era el momento más inapropiado para hacerlo, así que me quedé en silencio.
—Sigue con lo que estabas haciendo … —le dije después que su mano soltó mi pene.
—No … acabas de arruinarlo todo … —Respondió enfadada.
Giré su cuerpo hasta que su espalda estuvo presionada contra mi pecho y comencé a darle suaves besos en el cuello y los hombros mientras mi mano vagaba por todas las sinuosidades y protuberancias de su cuerpo, quizás podría lograr que volviera a ponerse cachonda y así volver a hacerle el amor.
—¿Amorcito? … —Dijo en un tono suave y meloso, pensé que había logrado calentarla, pero antes de emitir cualquier palabra de mi parte, ella agregó.
—¿Qué pensarías de tener otro bebé? …
—¿Un bebé? … ¿Y el Master? … Pensé que querías estudiar …
Respondí completamente sorprendido por su pregunta a bocajarro.
—Las mujeres podemos hacer más de una cosa a la vez …
Dijo contorsionándose y volviendo a estar cara a cara conmigo.
—¡Uhm! … déjame recordarte que yo me operé … y lo hicimos de común acuerdo … ¿recuerdas? …
—Pero esa fue una intervención quirúrgica … y eso se puede revertir con otra operación quirúrgica … ¿no? …
La miré intensamente a los ojos queriendo adivinar lo que pasaba por su cabeza. Después del parto del pequeño Gino, estuvimos de acuerdo en que no tendríamos más hijos. Para que ella no se sometiera a un tratamiento forzado de hormonas, decidimos que yo me haría atar mis conductos seminales, de ese modo ella podría evitar para siempre los anticonceptivos. Al momento no lo hice con mucho entusiasmo, pero luego al notar el aumento de la libido en ella, pensé que había valido la pena. Ahora la cosa me disturbaba un poco, me pregunté si esto de volver a la universidad y querer tener otro bebé, podría ser causa de un trastorno o crisis de la mediana edad.
—¡Te sientes bien? …
Pregunté e inmediatamente pensé que mi pregunta era inadecuada, pero no se me ocurrió nada más. Nidia me miró en silencio por unos segundos y luego en sus labios se dibujó una sonrisa traviesa de niña y respondió con un encogimiento de hombros.
—No lo sé … tal vez sea el regreso a la universidad … estoy tan excitada … recuerdo que me dejaste embarazada mientras estaba en el aula magna …
—Nunca lo hicimos dentro de la universidad …
—Sí … pero poco faltó …
—Eso es porque no me quitabas las manos de encima … estabas loca …
—Tal vez … pero nunca te oí quejarte …
Sin siquiera terminar de hablar, me empujó de espaldas, se sentó a horcajadas sobre mi cintura y encontró mi polla parcialmente dura. Me masturbó por unos instantes y luego lo introdujo en su empapada cuevita comenzando a mover lentamente sus caderas en vaivén; no pasó mucho tiempo y me puse completamente duro.
Mi mente viajó en el tiempo a los primero días de nuestro matrimonio. Nos divertíamos mucho. Habíamos siempre disfrutado el sexo juntos en cualquier parte, pero el hacerlo en nuestra casa tenía algo de especial y Nidia daba lo mejor de ella cuando lo hacíamos en casa. Necesitaba sexo casi todos los días y era capaz de desfilar ante mí sin nada encima solo para excitarme y obligarme a tener sexo con ella, era capaz de exigírmelo si no le prestaba atención. A ella siempre le había gustado hacer el amor, pero fuera de casa era muy recatada. El cambio se producía cuando llegábamos a casa, se trasformaba, era otra y desataba toda su libido reprimida. Solo se calmó cuando quedó embarazada de Gino. Me dijo que había fallado la píldora anticonceptiva, pero dentro de mí siempre dudé de su afirmación.
—Cariño … por el momento creo que es suficiente con la universidad …
Me miró con una extraña expresión en su rostro, segundos después me dijo.
—Está bien …
Al día siguiente, desayunamos y luego partimos para el recorrido al barrio universitario, la dejé allí. Comencé a dar círculos concéntricos por los alrededores para familiarizarme con el sector. Crucé una calle de condominios en un lindo sector, me gustó y volví a pasar. Por curiosidad me bajé a dar una vuelta, me paré frente a la puerta de uno de los edificios y sentí el sonido de la cerradura eléctrica que se habría. Siguiendo mi instinto entre, dentro del edificio había un mesón con dos señoras de mediana edad en conserjería.
—¡Buenos días! … ¿Podemos ayudarle, señor? …
—¡Ehm, sí! … ¿solo por curiosidad querría saber si estos departamentos son de propiedad privada o alguno de ellos esta en alquiler? …
—Son de propiedad privada … pero algunos son arrendados por sus propios dueños … ¿Qué está buscando? …
Me explayé explicando la situación de mi esposa y les dije que me hacía sentidos si ella pudiese tener un lugar donde descansar en su tiempo libre. Mientras les hablaba ellas se miraban y asentían como sopesando mi discurso, luego la más anciana me dijo.
—Hay uno disponible … la señora no viene casi nunca … pero podemos concordar con ella para saber si estaría dispuesta a alquilarlo por tres meses …
—¿Sería posible verlo? … quiero decir … ¿tienen acceso? …
Pregunté interesado. Las mujeres volvieron a mirarse entre sí y me di cuenta de que estaban indecisas y evaluaban si colaborar o no.
—Sí … creo que sí …
Me dijo la mujer más anciana. Un minuto más tarde subíamos al cuarto piso en el ascensor. El edificio era bastante nuevo y muy limpio. Llegamos frente a una puerta color caoba y la mujer insertó una llave en la cerradura y abrió. Tenían razón, el departamento era realmente pequeño, pero más que suficiente para una sola persona, bastante funcional y la cama era una inmensa tamaño King-Size.
De regreso a la conserjería pregunté sobre el precio del alquiler, cuando me lo dijo, le hice saber que estaba interesado. En conserjería deje todos mis datos para que me pusieran en contacto con la propietaria y poder concluir el arrendamiento del pequeño departamento.
Mi esposa dijo que estaba lista y que me esperaba en el centro comercial que habíamos visto poco antes. Cuando me acerqué al estacionamiento del centro comercial, pude ver que tenía varias bolsas consigo, lo que significaba que le había ido bien. Ahí mismo en el Mall encontramos una cafetería donde pasamos a comer algo a la rápida y, mientras comíamos, recibí la llamada de la propietaria del departamento visto poco antes, la cual confirmaba su intención de alquilar el apartamento por el tiempo que mi esposa estaría estudiando en la universidad local.
—¿Y eso … que fue? … —Preguntó mi esposa curiosa.
—¡Oh … nada! … solo que mientras tú gastabas nuestro dinero … yo me dediqué a hacer alguna investigación por los alrededores de la universidad …
—¿Qué tipo de investigación? … —Preguntó Nidia sospechosa.
—Cuando te dejé … recorrí los alrededores y vi estos condominios … pensé que podría ser útil encontrar un lugar para que tu puedas descansar … en caso de que no quieras conducir … o solo para que puedas relajarte …
Le expliqué someramente.
—¿Bromeas? … —Respondió arrugando el ceño.
—Por supuesto que no … —Le dije sonriendo.
—¿Lo dices en serio? … —Volvió a preguntar asombrada.
—Mira … encontré un pequeño lugar, bastante económico … no se si te gustará …
Le dije, explicándole en parte.
—¡Lo estás diciendo en serio! … ¡Dios mío! … ¡No puedo creerlo! …
Dijo muy emocionada y moviéndose inquieta en su silla, pero inmediatamente afloró su mentalidad de ingeniera analizando el todo y retrucó.
—Querido … la universidad ya es cara … y esto … no sé … ¿no crees que es mucho? …
—Cariño … yo no lo veo como un gasto superfluo … me interesa que estés bien y velar por tu seguridad … además, sería un lugar donde visitarte y estar juntos un rato …
Aparecieron algunas lágrimas en sus ojos, casi no podía hablar, pero luego dijo.
—Estaba muy preocupada porque aceptaras que yo volviera a estudiar … eres tan bueno … y ahora … ahora esto … eres tan especial conmigo …
—¡Oh, vamos! … no me conviertas en un santo … primero tenemos que ver si te gusta el lugar …
Dije sonriendo más que complacido. Una hora más tarde visitamos el departamento. Nidia estaba contenta, lo había encontrado estupendo. Extendí un cheque por un mes de renta y el deposito de garantía. Mi esposa inmediatamente se hizo amiga de las señoras de la conserjería y charlaron como cotorras por casi media hora.
—Me alegra que te haya gustado … —Le dije mientras íbamos de regreso al hotel.
—Bueno … era bastante oscuro … y solo una ventana … y pequeño …
Dijo mirando distraídamente lo alrededores.
—¿Qué? … ¿No te gustó? … ¿Y por qué dejaste que pagara? …
Pregunté un poco exasperado. Con una risita que remarcaba los hoyuelos de sus mejillas, agregó.
—Cariño … estoy feliz … me encantó … es perfecto …
—¡Oh! … sí es así … bueno … —Le dije más tranquilizado y cambié de tema.
—… supongo que querrás comprar algunas otras cosas …
—Sí … ya estoy pensando en ello …
Esa noche salimos a cenar y dimos dos pasos por la ciudad, luego volvimos a nuestra habitación del hotel. Nos metimos a la cama y Nidia se dedicó completamente a mí. Se desnudó completamente y excitó mi pene entre sus senos, acariciándome y besando mi herramienta, lo engulló como una pro y se tomó todo el tiempo para hacerme gozar. Rara vez me deja eyacular en su boca, porque se calienta demasiado y lo único que quiere es sentir mi verga en su panocha. Sin embargo, esta vez ella permaneció comprometida y atacada a mi pija, acariciando suavemente mis bolas con sus uñas de gata, besando y succionado me entera polla; a tal punto, que exploté en su boca y sentí sus labios aprisionando mi pene mientras tragaba sedienta toda mi leche. La miré cundo relamía sus carnosos labios.
—Sabe muy rico tu esperma, querido …
—Que linda que eres …
Le dije atrayéndola hacia mí y besando apasionadamente sus labios que recién besaban mi polla. De alguna manera mi pene volvió a endurecerse y Nidia saltó sobre mí y me montó como en los viejos tiempos, la abracé con fuerza y la volteé poniéndola bajo de mí, entonces comencé a follarla agresivamente. Nidia se aferró a mí con brazos y piernas mientras gemía audiblemente, luego chilló y gritó cuando un violento orgasmo la hizo estremecer de la cabeza a los pies. Pude disfrutar su clímax sintiendo los espasmos y convulsiones de su cuerpo bajo el mío.
Finalmente, llegó el día, a la mañana siguiente iniciarían sus clases y Nidia tenía que partir, la dejé a solas con su hijo para que le diera todas las instrucciones como madre. Gino se mostró muy entusiasmado con el departamento de ella y prometió visitarla.
Esa última noche con mi esposa, cuando estábamos ya en nuestro lecho matrimonial, Nidia se convirtió en la amante generosa y caliente que es. Me beso y lamió todo mi ser, luego mirándome a los ojos, acomodó mi polla en su estrecho ojete anal y se empaló ella misma con delirio y placer. Nidia no es muy amante del sexo anal, pero sabe cuanto yo lo disfruto, así me ofrecía todo su ser para mi deleite exclusivo, no me hizo acabar en su recto, pero cuando presintió que estaba por correrme, rápidamente se arrodilló entre mis piernas y se tragó mi polla y no la soltó hasta que exprimió la última gota de semen expulsada por mi verga. Cuando terminamos, se abrazó a mí mientras gemíamos y tratábamos de recuperar nuestra respiración con una susurrada conversación.
—¿Disfrutaste eso? … —Me preguntó.
—¡Mmmmm! … cada segundo … —Le respondí.
—¿Me vas a extrañar? … —Dijo riéndose.
—Desde el minuto en que dejes nuestro lecho … —Le dije estrechándola a mí y agregué. —… esto significa que cuando vuelvas tendrás que darme el mismo tratamiento … —Dije mientras mordisqueaba su lóbulo con mis labios y daba suaves besitos a su cuello.
—¡Hmmmm! … Ya veremos … si tienes suerte … si es que eres un buen chico …
Susurró estrechando mi cuerpo al suyo. No sé porque sus palabras despertaron algo en mí. Mi mente vagó con extraños pensamientos por un largo rato, luego le dije.
—Nidia … tenemos que acordar algunas cosas …
—¿Cómo qué? … —Gimió como una seductora gatita.
—Esta es la primera vez que vamos a estar separados … vas a estar lejos de mi … quiero saber cada vez que te suceda algo … todas las veces que alguien se acerca a ti …
Se levantó a mirarme a la cara y con una expresión algo molesta me dijo.
—¿Qué? … ¿Acaso ya no confías en mí? … ¿es porque dije eso de “buen chico”? …
—¡Oh, no! … no quise decir eso … solo quiero saber con que y con quien estás lidiando …
Dije satisfecho de haber encontrado una buena respuesta.
—Nunca preguntaste quien me coqueteo aquí …
—¿Qué? … ¿Quién te ha coqueteado? …
Pregunté ansioso al haber sido sorprendido por su respuesta. Sabía que Nidia no pasaba desapercibida en ninguna parte. Ella es una hermosa mujer, pero jamás consideré que alguien de nuestra comunidad, pudiera coquetear con mi esposa.
—¡Oh, nadie! … ¡Duérmete ya! … —Me dijo con desdén.
Decidí que debía comportarme con la máxima discreción, así que dejé el asunto de lado, pero sabía que era algo que no iba a olvidar.
Nidia organizó sus horarios de trabajo en relación con sus clases por las tardes de los lunes, miércoles y viernes. Planeaba usar el departamento en lunes y miércoles; el viernes conduciría y regresaría a casa después de las clases. Se quedaría los viernes, solo en caso de que estuviese muy cansada para regresar conduciendo o si se presentaba algún empeño de estudio.
El lunes por la mañana me despedí de mi esposa y sabiendo que ella no volvería a casa hasta el día siguiente, ella se despidió de mí.
—De acuerdo … te veré mañana por la tarde … deséame suerte …
—Disfrútalo … te esperaré ansioso …
—Lo sé … también yo …
La semana pasó casi volando. Entre las clases y las tareas, más algunos retoques en el departamento, Nidia no había tenido mucho tiempo para conversar. Me preocupaba que estuviera cansadísima cuando llegara el fin de semana, pero el viernes cuando regresó a casa, la noté muy animada. La semana siguiente comenzó muy similar a la primera. La llamé el miércoles por la noche, me di cuenta de que estaba en un estado muy relajado. Ella se había acostado y yo también. Conversamos un poco de todo, luego nuestra conversación tomó otros rumbos,
—Estoy cachonda … —Me dijo con una sensual voz ronca y baja, luego agregó. —Ven … ven a mí …
—Bebé … es demasiado tarde … —Le dije riéndome entre dientes.
—¿Mmm? … ¿Acaso ya no me quieres? … —Dijo en una lamentosa voz.
—¿Qué llevas puesto? … —Pregunté, visualizándola bajo las sábanas.
—Mi pequeño top y mis bragas … —Susurró.
Era su típica ropa de dormir, me quedé un momento en silencio, luego le dije.
—¡Quítatelos! … ¡Quítate todo! …
—¿Por qué? …
—Solo hazlo, tesoro …
Escuché su movimiento a través del teléfono, luego de unos segundos volvió para decirme.
—Está bien … ahora estoy desnuda …
—¡Mmmmm! … ¡Qué lindo! … ¿Cómo se sienten esas sábanas? … ¿Tienes duros los pezones? …
—¡Uuumm … sí! …
—¿Estás mojada? …
—¡Uuumm … sí! … ¡Por favor, ven a mí! … ¡Te necesito aquí conmigo! …
—No, tesoro … pero cuando vengas mañana te cuidaré como corresponda …
—Pero no es justo … te quiero aquí …
—Quédate así, Nidia … duerme desnuda esta noche …
—Pero no voy a poder dormir si no vienes …
—Podrás … piensa a mañana cuando regreses …
Trató varias veces de convencerme para que condujera a Viña del Mar y cuando eso no funcionó, me rogó de que le permitiera de volver a colocarse su ropa de dormir. Fui inflexible y le dije que no, hubo algunos signos de frustración en su voz, pero al mismo tiempo sentí que le gustaba este juego sexual a distancia. Creo que fue mi primer sexo telefónico en mi vida. Había escuchado hablar de eso, pero siempre me pareció algo anodino, ahora lo encontraba bastante entretenido.
Eran poco más de la seis cuando regresó a casa, cuando entró me di cuenta al instante de que se mostraba un poco distante. Me hizo pensar en que estaba fraguando alguna revancha por haberla manipulado antenoche. Se comió la ensalada que yo le había preparado, hablo con nuestro hijo y bebió un par de copas de vino, luego se fue a nuestro dormitorio. Le di una media hora y luego me fui para unirme a ella, encontré que todavía estaba en el baño. Me quité la ropa y me metí a la cama. Unos minutos más tarde salió del baño envuelta en su bata, cundo se la quitó, pude ver que llevaba puesto el top y sus bragas. Se metió a la cama, pero cuando la alcancé, me dijo.
—¡Ni lo intentes! …
Sabía que estaba fingiendo, así que suavemente la atraje hacia mi y me apegué a ella susurrándole.
—¡Sssshhhh! … ¡Calla! …
—¡Y estás desnudo! … ¿Crees que soy así de fácil? …
En lugar de responder, dejé que mi mano se moviera lentamente sobre su cuerpo hasta alcanzar su vagina, deslicé mis dedos debajo de la delgada tela y rápidamente encontré el vértice de su vagina, estaba húmeda. Jugué con sus inflamados labios y masajeé su empapada abertura. Suaves maullidos comenzaron a escapar de su boca. Acerqué mi boca a su oreja y susurré.
—Tienes que quitarte la ropa si quieres hacer el amor …
—¿Y qué te hace pensar que es eso lo que yo quiero? …
Espetó extendiendo su mano sobre mi mano que hurgueteaba su coño, pero sin ninguna intención de quitarla. Segundos después estaba completamente desnuda, su desgana se había ido con su ropa. Intentó abrazarme y atraerme hacia ella, pero suavemente la empujé sobre su espalda, aparté el edredón que nos cubría y moví mi boca sobre su vientre plano, siguiendo el delicioso aroma que emanaba su panocha, con sus ralos vellitos cuidadosamente recortados. El contacto de mi lengua con su coño la hizo contorsionarse sobre la cama, empujando su pelvis contra mi rostro, gimiendo sonoramente.
Abrí delicadamente sus piernas y comencé a pasar mi lengua sobre su empapada rajita hacia arriba y hacia abajo, lo que rápidamente convirtió sus suspiros en profundos gemidos. Su excitación hizo que me acelerara y me concentré en llevarla al paroxismo de la lujuria y placer. Me moví entre los delicados labios y el agujero de su panocha, sin dejar de atender la pequeña protuberancia de su clítoris. Mi lengua lo atacó una y otra vez, mis labios lo aprisionaron y mi boca lo succionó, descubrí que se había endurecido por los deseos cachondos de Nidia que luchaba en vano para no correrse tan pronto, pero no cejé en mi ataco a su botoncito, lo chupé y abofeteé con mi lengua hasta cuando sus manos atraparon mis cabellos, ensanchó al máximo sus piernas y empujó con violencia su pelvis contra mi boca. Luego pareció inmovilizarse, pero su cuerpo comenzó a vibrar, temblaba de pies a cabeza y supe que estaba al borde de su orgasmo. Lanzó un profundo gemido y explotó.
—¡Aaarrrggghhh! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Uuoowww! … ¡Aaahhh! … ¡Aaahhh! … ¡Umpf! … ¡Oooohhhh! …
Su cuerpo no cesaba de contorsionarse y temblar, pero sus gemidos sonaban apagados, miré hacia arriba y con una mano mantenía aplastadas sus tetas y con la otra cubría su boca para evitar que nuestro hijo escuchara sus chillidos. Con rapidez, abandoné su coño y me moví sobre ella; mi polla se deslizó fácilmente dentro de su panocha y mis bolas chocaron con sus glúteos. Quité la mano de su boca y le dije.
—¡Déjalo salir, Nidia! … ¡Desahógate! …
—¡Ooohhh! … ¡Ssiii! … ¡Se siente tan rico, tesoro! …
Gritó escondiendo su rostro en mi cuello. Sí Gino se encontrara en este extremo de la casa, sabría por el chirrido de nuestra cama, el sonoro ruido de nuestros cuerpos y los desesperados gritos de Nidia, que su madre y su padre follaban como conejos. Sin embargo, ni a ella ni a mí nos importaba sofocar el ruido de nuestra salvaje relación sexual. Enterré mi pene profundamente en ella. Su orgasmo pareció prolongarse, a ratos se calmaba y luego volvía a estremecerse chillando y gritando mientras enterraba sus uñas en mis hombros y espalda. No pude resistir mucho más, perdí el control y exploté en su cálido y empapado coño.
—¡Qué carajo! … ¡Ummmm … Nidia, mi amor! … ¡Uuuooowww! … ¡Estoy acabando! … ¡Umpf! … ¡Uuuurrrggghhh! …
Gruñí mientras chorreaba abundante semen en la panocha de Nidia. Me desplomé sobre ella e inmediatamente sentí los rápidos latidos de su corazón. Lentamente recuperé mis fuerzas, me levanté sobre mis codos y observé el rostro placido de mi bella esposa. Tenía el cabello húmedo, gotas de sudor en su frente y los ojos entrecerrados en una mirada de ensueños. Dejé que mi boca encontrara uno de sus pezones y lamí la areola ligeramente sudada, saboreando lo salado de su tersa piel. Cuando levanté mi cabeza, nuestros ojos se encontraron y una esplendida sonrisa lleno su angelical rostro.
—Me parece de estar flotando en una nube … —Suspiró.
—¡Eres tan hermosa! … ¿Te sentiste bien? … —Susurré.
—¡Ummmmmm! … ¡Divinamente bien! … —Gimió.
—¿No es esto mejor? … —Quise saber.
—No … no me basta … —Se rio.
—Tesoro … cuando estés allí … duerme siempre desnuda … —Le dije.
Nidia se enderezó y me miró por varios segundos, luego dijo a baja voz.
—Está bien, cariño … lo haré …
—Y no te masturbes … guárdalo … guárdalo para mí … —Proseguí.
—Está bien, amorcito … haré como tú quieras … —Me dijo sumisa y se volvió a acurrucar a mi lado, luego con voz traviesa me preguntó.
—¿Algo más? …
—No sé … déjame pensar … —Respondí sonriendo y la volví a besar. Con eso, nos quedamos en silencio y muy pronto dormíamos tanto ella como yo.
Las siguientes semanas tuvimos sexo al teléfono varias veces. Me encantaba escuchar su voz cachonda rogándome que la dejara masturbarse y que fuera a apagar las llamas de su coño, pero siempre me mantuve firme y me negué. Hablábamos siempre casi una hora, recordando cosas nuestras y riéndonos como dos adolescentes enamorados y cuando regresaba a casa teníamos una tórrida noche de lujuria y desenfreno. Gino se dio cuenta de todo, pero no dijo nada, solo lo veía sonreír feliz cuando nos veía abrazados besándonos.
Una de esas noches mientras nos decíamos cosas aceleradas y cachondas, mi esposa me dijo.
—Gabriel … espera un segundo … me pareció que alguien llama a mi puerta … iré a ver quien es …
Nidia había dormido en el departamento porque se había hecho tarde en la universidad. Ahora acababa de salir de la ducha después de su baño matutino cuando la llamé.
—Gabriel … ¿estás ahí? …
—Sí … ¿Quién era? …
—¡Oh! … solo el encargado de la mantención del condominio … el departamento de arriba tuvo una fuga y vino a cerciorarse si eso había perjudicado a mi techo …
—¡Ah! … esta bien …
Estaba a punto de terminar la llamada cuando se me cruzó un pensamiento por mi mente.
—… ¡ehm! … ¿qué llevas puesto? …
—Solo mi bata …
Respondió prontamente con una risita ahogada y suspicaz. Yo sabía que era una prenda de genero grueso que la cubría hasta los pies, pero quise saber más.
—¿Solo tu bata? … ¿nada más que eso? …
—Sí … todavía no me he vestido …
Dijo con esa voz ronca y seductora que le venía cuando jugábamos por teléfono. Nos quedamos unos segundos en silencio.
—Y él … ¿todavía está por allí? …
—Bueno … creo que sí … ¿debería comprobarlo? …
—Sí es mejor que lo hagas … no vaya a ser que te robe alguna cosa …
—Está bien …
Sentí que posaba el teléfono y partía a ver al técnico. Me preocupé un poco pensando en que la había puesto en una situación de riesgo, pero al rato volvió al teléfono y me dijo que el hombre se había marchado. Su voz sonaba cantarina y muy alegre, lo que me hizo pensar en que algo había pasado entre ese tipo y ella. Repentinamente, me vino la necesidad de tenerla a mi lado y alejarla de cualquier situación tentadora y le exigí.
—Vuelve … después de clases regresa a casa inmediatamente …
—¿Por qué? … —Preguntó en un tono capcioso y risueño.
—Solo hazlo … —le dije enfaticamente.
—Pero tengo que pasar al trabajo … —declaró.
—No … no esta noche … puedes irte mañana un poco más temprano … esta noche te quiero junto a mí …
Mis palabras la hicieron reír otra vez, pero me di cuenta de que le gustaba mi mensaje. Así poco después de las siete de la tarde, mientras nuestro hijo jugaba con su Play, nos encontramos en nuestro lecho matrimonial en un estrecho y fuerte abrazo de amantes.
—Mételo todo … —Me dijo Nidia aferrando mi pene en su pequeña mano.
Me sentía tan cachondo como ella y no necesité una segunda invitación, rápidamente me posicioné entre sus sedosos muslos e incrusté completamente mi polla en su cálida, húmeda y acogedora panocha.
—¡Oh, Dios! … ¡Qué estrecha que te siento! … —Gemí en su oído.
—¡Ummmm! … ¡Sí! … ¡Qué rico que me lo haces! … —Arrulló suspirando.
En cuanto me comencé a mover, supe que no duraría mucho y me pregunté sí, tal como yo, ella se había pasado el día pensando a este momento sublime. Pronto encontramos un acompasado ritmo y durante los siguiente minutos nos acariciamos, nos besamos y suspiramos. De pronto sentí que ella alzaba sus piernas, hundía su vientre y comenzaba a moverse en forma desesperada. Se corrió enérgicamente.
—¡Ummmm! … ¡Ooohhh! … ¡Ssiii, cariño! … ¡Ssiii! … ¡Aaahhh! … ¡Hmmmm! … ¡Aaahhh! …
Gimió poniendo sus manos en mi trasero y empujandome más dentro de ella. Esto provocó mi propio clímax segundos después. La tomé por los hombros y me enterré profundamente en ella al tiempo que gemía alocadamente en su cuello. Vacié completamente mis bolas y con mi semen se fueron también mis energías, así que rodé exhausto a su lado. Inmediatamente la abracé y besé su lóbulo y cuello teniéndola muy estrecha a mí mientras ella continuaba a sentir las sensaciones de su delicioso orgasmo.
—Eres tan especial … —Susurré en su oído.
—¡Hmmmm! … te amo … —Me respondió.
Durante varios minutos permanecimos silentes disfrutando de la cercanía de nuestros cuerpos calientes. Sin embargo, comencé a recordar los eventos de la mañana mientras hablaba con ella al teléfono y el técnico de mantención estaba en su cuarto. Me pareció ver la imagen de mi esposa vestida solo con su bata cerrada alrededor de su cuerpo desnudo mientras hablaba con este desconocido en el pequeño espacio del departamento. Imaginé que él la miraba como un león observa al cervatillo que será su presa, hambriento y deseoso de saciar su hambre. Me resultó difícil permanecer inerte, dado que mi polla comenzaba a endurecerse, entonces decidí de sondearla para que me diera más detalles.
—¿Cómo era el chico? …
—¿Cuál chico? …
—El técnico … el reparador ese …
—¡Oh! … un semental de tomo y lomo … joven … alto … lleno de músculos … dientes blanquísimos y una sonrisa perfecta …
Me dijo sonriendo.
—Ja-ja-ja … no me digas … no … en serio … quiero saberlo …
—¿Por qué? …
Preguntó e intento de girarse para mirarme a la cara, pero la mantuve estrecha a mí con su espaalda presionada contra mi pecho.
—Nada … solo por curiosidad …
—¡Mmm! … promedio, supongo … como de mi edad …
—Apuesto a que le gustó encontrarte en bata …
—Bueno … me sonrió … al verme así …
—¿Y de qué hablaron? …
—Bueno … del condominio … me preguntó cuanto tiempo llevaba allí … me dijo que los problemas comenzaban a aumentar a medida que el edificio envejecía … de su trabajo …
—¿Sabía él que estabas desnuda bajo tu bata? …
—Por supuesto que no se lo hice saber … así que probablemente no lo sabía …
—¡Ehm, sí! … tu bata es demasiado gruesa … tienes una bata de abuelita …
—¡Umh! … ¡Que lindo! …
Dijo y volvió a tratar de girar, esta vez la dejé y nos encontramos mirándonos cara a cara.
—¿Cómo se llamaba? …
—Joel …
A la mañana siguiente Nidia volvió al trabajo y por la tarde condujo a la ciudad jardín para volver a sus clases. Volvimos a la rutina normal. Sin embargo, aunque no volvimos a tocar el tema, para mí ese evento despertó en mi un deseo de verla con otro hombre. Por supuesto no se lo dije, pero la idea se grabó en mi mente. No me podía quejar de como ella se estaba comportando; la encontraba siempre alegre y más viva que nunca, con deseos a flor de piel y siempre con ganas de meterse a la cama conmigo. Parecía haber desarrollado una segunda personalidad, de día la madre amorosa y devota esposa, de noche una puta caliente dispuesta a hacer cualquier cosa yo le pidiera. Eran tantos los años que estaba con ella que creía haber conocido todas sus facetas, pero esta era una nueva Nidia, algo se había despertado en ella, no vi ningún riesgo porque me estaba divirtiendo demasiado con esta Nidia renovada y llena de incógnitas a descubrir.
—Tomé una cita con el médico … —Me informó sorpresivamente.
—¿Q-qué? … ¿Cuál médico? … —Pregunté fingiendo ignorancia.
—El urólogo … —Afirmo fehacientemente.
—¿Mi urólogo? … —Pregunté inconscientemente.
—El mismo de siempre … tenemos hora el martes por la tarde … luego podríamos ir a cenar a alguna parte … ¿Qué te parece? …
—No lo sé … no estoy todavía tan convencido …
—Lo sé … pero podemos hablar con él y eso no hará daño a nadie … necesitamos información …
—¿Podemos? …
—Sí … iremos juntos … somos pareja … esa hora se ajusta con mis horarios …
Me dijo sonriendo ufanamente. El lunes en la tarde conduje con ella hacia Viña del Mar, sentí su entusiasmo durante el corto viaje; cenamos en un sitio turístico antes de retirarnos a su departamento. La tarde siguiente volvimos a la capital a la cita con el urólogo.
***
—Revisé su ficha y vi los antecedentes de su operación, el corte de los conductos deferentes … al parecer todo eso salió muy bien … ahora deberíamos revertir todo ese proceso … no creo haya problemas para eso …
Dijo el médico mientras estábamos sentados en su estudio.
—¿Cuáles serían los efectos secundarios? … —Pregunté.
—Bueno … la reversión es un poco más compleja … de seguro habrá una significativa inflamación … un poco de sangrado y tendremos que controlar la infección con algunos antibióticos preventivos … pero no deja de ser una intervención quirúrgica del todo común …
—¿Cuándo podrías hacerlo? … —Interrumpió Nidia ansiosa.
—Bueno … eso deberían coordinarlo abajo en la recepción … pero no más de un par de semanas …
Respondió el galeno. Mi esposa se volvió hacia mí y por su mirada me di cuenta de que esperaba una afirmación de parte mía, así que dije.
—Está bien … lo coordinaremos abajo con las chicas de recepción …
El siguiente paso nos llevó de frente a las secretarias de recepción de pacientes, la chica nos presentó un resumen de días y horarios disponibles. Nidia estaba ansiosa por programar una cita para la operación, yo decidí posponerla.
—Está bien así … volveremos en un par de días …
Apenas salimos de la clínica, mientras conducíamos de regreso a casa, Nidia se giró hacia mí con el ceño fruncido.
—¿Por qué hiciste eso? …
—Bueno … te dije que no estaba del todo convencido … quiero pensarlo un poco más … y discutirlo bien contigo …
Se notaba su mal humor y luego no dijimos ni una sola palabra. La llevé a sus clases y yo me fui a dar unas vueltas por el boulevard. Pasé a comer un bocado en un restaurante estilo italiano, luego me fui a caminar por el centro comercial. Pasé dos o tres veces frente a las vitrinas de un negocio de ropa íntima femenina, me llamó la atención una bata tipo kimono de genero trasparente y con la cabeza de un jaguar como estampado, me pareció muy oriental, pregunté por el precio y lo compré para hacerle un regalo en broma a Nidia, recordando su interacción con el técnico del condominio. Sabía que estaba enfadada conmigo por lo sucedido en la clínica y trataba de revertir su estado de humor.
No sabía en que momento ni como presentárselo, como tenía copia de las llaves del departamento, fui allí y simplemente lo colgué en el armario, ella lo descubriría más tarde. Esa tarde, después de sus clases, nos dirigimos directamente a la capital a disfrutar de un finde semana largo por las fiestas del día del trabajador. Nidia no mejoró su estado de ánimo y se mantuvo alejada de mí por todo el fin de semana. Así que no fue hasta la siguiente semana que lo encontró.
—¿Fuiste tú quien puso esa bata en mi armario? … —Preguntó con voz seria.
—Sí … así es … —Sin saber si reír o no, su voz neutra no denotaba entusiasmo.
—¿Y que significa eso? … —Preguntó en un tono bastante frío.
—Nada … me gustó … pensé que podría ser divertido … y la compré …
Dije cautamente, no quería hacerla enfadar todavía más.
—¿Dónde la compraste? …
—En el centro comercial … esa boutique que está al lado de la pizzería italiana …
Al parecer el hecho de que viniera de una tienda regular pareció calmarla, pero no hizo ninguna otra pregunta, solo agregó.
—No me gusta el animal impreso …
Con esos pasamos a otros temas hogareños y familiares, me percaté que no estaba de ánimo para jugar, así que dejé que terminara la llamada sin molestarla. Pero me quedé preocupado, quizás había ido demasiado lejos regalándole esa bata trasparente, así que debía encontrar el modo de disculparme cuando la viera el día siguiente.
Estábamos frente a la televisión viendo el noticiero de la tarde y le dije.
—Nidia … amor … perdóname por lo de la bata … pensé que podría ser divertido …
—¡Oh … eso! … es demasiado corta … y demasiado trasparente … se ve todo de mí …
—¡Ah! … ¿Te la pusiste? …
—Sí … la tenía puesta anoche cuando hablamos …
Admitió mientras una sonrisa se dibujaba en su hermoso rostro. Sacudí la cabeza mientras me reía y le dije.
—¡Uy! … yo pensé de haberte molestado …
—Sí … lo hiciste … pero no por lo de la bata … sino por tu comportamiento en la clínica …
—¡Ay! … ¡Nidia, por Dios! …
Gemí imaginando mis bolas hinchadas como balones de futbol y además, con la probabilidad de que termináramos en casa con un bebé.
—No … nada de “ay-nidia-por-dios” …
—¡Pero mujer! … ¡Dame un par de días! … ¡Ya casi he decidido! … ¡Lo prometo! …
Se acurrucó a mí y en un sentido gemido, me dijo.
—Por favor …
Mas tarde en nuestro dormitorio hicimos el amor dulcemente, luego nos quedamos dormidos. La noche siguiente cuando la llamé a su departamento, sentí que estaba de buen humor.
—¿Qué llevas puesto? … —Pregunté esperando escuchar su seductora voz.
—Tu bata … ¿crees que debería quitármela? …
—Bueno … se supone que deberías estar desnuda mientras hablamos …
Susurré con un hilo de voz. Pude escuchar los movimientos que ella hacía sobre la cama al momento de quitársela, luego volvió a hablar.
—Hoy me coquetearon …
—¿Quién? … ¿El técnico del condominio? …
—No … el señor Pérez … un profesor de la universidad …
—¿Cómo fue eso? …
—Me invitó a tomar una copa con él …
—Así nada más … al improviso …
—Bueno … es de un poco de tiempo que me coquetea … pero nunca se había acercado a mí …
—¿Y de cuanto tiempo? … ¿Qué haz estado haciendo para que él te coquetee? …
Nidia se quedó un momento callada y esto despertó en mí las sospechas, luego respondió.
—¡Uhm! … no sé … supongo que desde que comenzaron las clases … pero yo nunca lo he animado …
—¿No lo animaste? … ¿Qué significa eso? … ¿Le dijiste que te dejara en paz? … ¿Y cómo es que recién ahora me lo vienes a decir? …
Se quedó en silencio por un tiempo más prolongado, pensé que había sido demasiado acusador, en eso ella respondió.
—Pensé que era algo inocuo y sin importancia … deveras que no imaginé nada …
—¿Y qué le respondiste? …
—Bueno … no quise ser descortés … le dije que quería una buena nota …
—Entonces coqueteaste con él …
—¡Ehm! … no mucho …
—Bueno … cuéntame un poco más sobre él … ¿Es también un semental joven, alto, lleno de músculos, dientes blancos y de sonrisa perfecta? …
Le dije recordándome de la descripción que me hizo del técnico del condominio. Ella captó mi tono irónico y se rio ampliamente antes de comenzar.
—No … debe tener cerca de unos cincuenta años … alto y delgado … sin un solo cabello en su cabeza … su esposa es también enseñante en esta universidad …
—¡Uhm! … debes tener cuidado … no te vayas a meter en un lío … no te puedes fiar de ningún tipo calvo … todos son maliciosos … ¿Y que le dijiste cuando te invito la bebida? …
—Le dije que no tenía tiempo … que estaba demasiado ocupada …
—¡Oh, no! … ese no fue un “no” definitivo … volverá a insistir … ¿Y hay alguien más que te coquetea? …
—Bueno … hay un chico estudiante que está en mi grupo … es mucho más joven que yo … una vez tomamos un café juntos …
—¿Café? … ¿Y cuándo? …
—Fue después de una reunión de equipo … nos encontramos en la cafetería … él estaba con otros estudiantes y me invitó un café …
—¿Con otros estudiantes? …
—Sí … creo que él estaba con su chica …
—¡Uhm! …
—¿Acaso estás celoso? …
—¡Uhm! … bueno … sí … algo …
—Bien me parece … entonces será mejor que vayas al médico a la brevedad y me dejes embarazada …
Dijo riéndose abiertamente.
—¡Nidia! … ¡Por favor! … ¡Eso es algo serio! …
Ella comenzó a reírse a carcajadas, luego me dijo.
—Este departamento tiene algo de mágico … me siento tan diferente cuanto estoy aquí … me siento un animal sexual … te quisiera aquí conmigo … esperarte en mi cama desnuda … te necesito y te extraño tanto cuando estoy lejos de ti …
Yo me sentía francamente igual a ella. La necesitaba, pero al mismo tiempo la imaginaba como a una amante. Cómo si engañara a mi mujer con mi mujer. Tenía una esposa y una amante en el cuerpo de la misma mujer. Sentirla tan ganosa me hacía rejuvenecer. Me sentía lleno de energías y mis hormonas sexuales volvían a enloquecer como cuando me enamoré de ella,
—¿Tienes los pezones duros? …
—Sí … un poco … quizás porque estoy desnuda … o tal vez …
—Tal vez … ¿qué? …
—Bueno … puede ser porque cada vez que hablo contigo mi panocha se moja …
—¿Estás segura de que es por mí? … ¿no por el técnico musculoso … ni por el pelado profesor ese … ni tampoco por ese joven estudiantito con su noviecita? …
Dije bromeando.
—Antonio … el estudiante se llama Antonio … —Dijo riéndose claramente.
—¡Ay, Nidia … Nidia! … ¿Eres realmente tú? …
—Ven a verme ahora mismo y lo descubrirás …
(Continuará …)
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El regalo más preciado de quien escribe es saber que alguien está leyendo sus historias. Un correo electrónico, a favor o en contra, ¡Tiene la magia de alegrar el día de quien construye con palabras, una sensación y un placer!
me cambiare de temática y despues seguiré esta historia. 4 estrellas de calificacion