Mi esposo no le molestó que yo dejase que otros tipos me lo metieran, él se molestó porque pensó que había dejado el dinero que nos habían tirado.
Un matrimonio asiste a la fiesta que da el jefe del esposo, se emborrachan, y montan tremendo espectáculo teniendo sexo frente a todos, y dejando ella que otros la penetren. .
Mi esposo no le molestó que yo dejase que otros me lo metieran, él se molestó porque pensó que había dejado el dinero que nos habían tirado.
Hace un par de meses, mi esposo y yo, fuimos invitados a una fiesta en casa de su jefe, la verdad es que yo no tenía muchas ganas de ir, pero acepté por aquello que se trataba de su jefe, que para mí es un tipo de lo más arrogante y engreído.
Desde que llegamos ambos nos sentíamos desubicados, ya que la mayoría de los invitados vestía de manera extremadamente elegante, los hombres con traje de etiqueta, y la mayoría de las mujeres con costosos trajes de noche.
Mientras que mi esposo fue vestido con su traje de siempre, y yo con un super económico conjunto que compre en una tienda de baratillo.
Desde que entramos me sentía sumamente incomoda, además no conocía a nadie aparte de mi esposo, el cual se encontraba igual que yo, todo cortado.
Hasta que llegó su jefe, nos saludó como de costumbre, con ese aire de que todo a su alrededor le apesta.
Se nos quedó viendo a los dos y nos dijo. “De haber sabido que no tenían con que vestirse adecuadamente no les hubiera invitado, pero bueno ya que están aquí, sírvanse algo de beber, y traten de pasar desapercibidos.”
La verdad es que a mí lo que me dieron ganas fue de mandarlo al carajo, y marcharnos, pero mi esposo se hizo el loco, le dio las gracias por la invitación, y tomándome de la mano, nos dirigimos a la barra, en la cual estuvimos que esperar un buen rato a que nos sirvieran.
Ya estábamos por marcharnos, cuando no se a quien se le ocurrió hacer un concurso de baile, y Ricardo de presentado insistió en que entrásemos.
Lo cierto es que al rato que comenzamos a bailar, las demás parejas se fueron retirando, y nos fueron dejando la pista para nosotros dos solos, por lo que se puede decir que ganamos.
Yo estaba de lo más emocionada, hasta que el jefe de mi esposo nos invitó a su mesa, en la que no nos dieron nada de comer, pero si mucho de beber.
Ya gran parte de los invitados se habían retirado, cuando el hijo de la gran puta del jefe de mi esposo nos dijo. “Me gustaría verlos bailar de nuevo.”
Eso a mí no me agradó, pero ante la insistencia del desgraciado ese aceptamos, y de inmediato nos pusimos a bailar, aunque mi esposo estaba muy tomado, y yo algo mareada también.
De momento me di cuenta de que a medida que bailábamos nos comenzaron a tirar dinero, pero en lugar de indignarnos quizás por lo mucho que habíamos bebido, nos deteníamos a recogerlo, para luego seguir bailando. Los billetes seguían cayéndonos encima, cuando escuchamos que alguien nos dijo, si se quitan la ropa le damos más.
Yo no sé en qué estaba pensando yo, pero vi a mi esposo, y él a mí y sin tan siquiera decirnos nada entre nosotros, él se comenzó a quitar la ropa, mientras que yo sin dejar de bailar hacía lo mismo.
Hasta que él se quedó sin camisa, y yo en pantaletas y sostén, y en efecto nos tiraron mucho más dinero, que seguimos recogiendo, sin importarnos lo que dijeran.
En esos momentos alguien nos gritó. “Que se besen.” y todas las personas a nuestro alrededor comenzaron a corear. “Que se besen, que se besen.” Y bien nos comenzamos a besar en medio de la pista de baile.
Lo siguiente que escuchamos fue. “A que no se lo metes.” Lo siguiente que sentí a medida que mi marido me besaba fue su mano bajándome los pantis, frente a todos los presentes, y agarrando mi coño, descaradamente con una de sus manos.
Yo la verdad es que no le opuse ninguna resistencia, y cuando a los pocos segundos me di cuenta de que se bajaba los pantalones, yo simplemente me tiré al suelo, quedándome con mis piernas bien abiertas.
Mi esposo se me fue encima, dirigiendo su verga a mi coño, penetrándome frente a todas esas personas que nos estaban viendo.
Lo cierto es que nos estuvimos revolcando en el suelo, por un buen rato, hasta que él finalmente sacó su verga de mi coño y se vino, sobre mi desnudo vientre.
Mientras que yo me quedé con ganas de seguir, ya que apenas y había comenzado a calentarme.
Quizás por lo borracho que estaba mi marido, tal como se encontraba se quedó tirado a mi lado en el suelo, mientras que yo agarré mi propia blusa, y con ella me limpié la leche que él había derramado sobre mi barriga.
Luego, de lo borracha que me encontraba, aun continuaba con mis piernas bien abiertas mostrando mi coño a todos.
A los pocos segundos, sentí que alguien separó mis piernas un poco más, diciéndome. “Ahora es que vas a gozar puta, y de inmediato sentí un buen trozo de carne, que se fue abriendo paso dentro de mi coño.”
Yo que me encontraba super excitada, no opuse resistencia, es más hasta me comencé a mover como toda una puta profesional, cuando de momento siento que me han colocado otra tremenda verga, en mis labios, por lo que en las condiciones en que me encontraba, me puse a mamar.
El tipo que me estaba penetrando, al parecer se vino bien rápido, por lo que de inmediato vino otro, y como si yo fuera una muñeca de trapo, me ha dado media vuelta, y sin más no más me clavó su verga por el culo, mientras que yo seguía mama que mama.
Yo perdí la cuenta de cuantas vergas me enterraron por el culo, el coño o mi boca.
Mientras que mi esposo permanecía tirado en el suelo, durmiendo su gran borrachera, no fue hasta que nos vinimos despertando al día siguiente, con el sol sobre nosotros dos, que nos dimos cuenta de nuestro estado, era evidente que a mí me habían clavado más de una verga, en innumerables ocasiones, y aun completamente desnudos, nos comenzamos a poner de pie, cuando apareció su jefe, acompañado de varias personas.
La verdad es que tanto mi esposo como yo nos sentimos sumamente avergonzados, pero cuando su jefe nos comenzó a reclamar que le habíamos faltado el respeto, al tener sexo en medio de la fiesta, los dos nos queríamos morir de vergüenza, fue tal la humillación, que apenas recogimos nuestra ropa, salimos corriendo.
No sin antes escuchar al jefe de mi esposo, decirnos que él estaba despedido, mi esposo se encabronó conmigo, y yo con él, él porque dejé que otros hombres me penetrasen, y yo con él por haberme llevado a pasar vergüenza en aquella maldita fiesta.
Pero por lo menos, me di cuenta de que a mi esposo realmente no le molestó mucho que yo dejase que varios tipos me lo metiera, se molestó conmigo, porque pensó que había dejado todo el dinero que habíamos recogido.
No se dio cuenta de eso hasta que en el auto comencé a vestirme, y entre mi ropa encontramos aquella gran cantidad de billetes.
De paso con el dinero ese, montamos un pequeño bar en el que los dos trabajamos, él al frente vendiendo, y yo al fondo atendiendo a la clientela.
¡Sí que te gusta escribir! Esta fantasía está divertida, sobre todo el final, buen negocio…
Gracias.
Ya quisiera yo ir a una fiesta y que me hagan eso