Mi esposo quiso saber que se sentía que le montara los cuernos, y lo complací, no una no dos ni tres ni cuatro, sino cinco veces para que aprenda.
Un marido presiona a la mujer para que ella le ponga los cuernos, la fastidia tanto con eso que ella lo complace varias veces, antes de que él se de cuenta.
Mi esposo quiso saber que se sentía que le montara los cuernos, y lo complací, no una no dos ni tres ni cuatro, sino cinco veces para que aprenda.
Eso fue lo que, en pocas palabras, ha pasado entre mi marido y yo, mi marido desde hace algunos meses había comenzado a fastidiarme tocando el tema de la infidelidad, con preguntas tontas en ocasiones, pero con su doble sentido o mensaje implícito, o por lo menos así me parecía a mí.
Preguntas como “¿Qué tú crees que pueda sentir un tipo, que se entera que su mujer le es infiel ocasionalmente?”, o, “¿Yo no sé por qué hacen tanta bulla, con eso de que una mujer le sea infiel a su marido, si con que no quede preñada y se lave bien el coño, basta?”
Al principio no les prestaba mucha atención a esas preguntas, pero con el pasar de los días, sus preguntas pasaron a ser un tema de conversación entre nosotros, yo manteniendo una posición francamente contraria a la de mi marido.
Quien para mi sorpresa, prácticamente decía que eso de que a un hombre le montasen los cuernos, para él no era nada malo.
Siempre terminaba diciéndome. “Un hombre sin cuernos es como un jardín sin flores.”
Con sus respuestas me dejaba bien confundida, al punto que en ocasiones yo daba por terminada la conversación, porque sentía que más que plantear su punto de vista, me insinuaba que le fuera infiel, pero de manera indirecta.
En cierta ocasión vino a casa un matrimonio, con el que ocasionalmente compartimos o salimos a bailar, y para mi asombro mi esposo comenzó a tocar el tema de la infidelidad femenina.
Resultó que, al parecer, nuestras amistades tanto ella como él, tampoco veían nada malo, y de inmediato el esposo, le preguntó a mi amiga si no le molestaba.
Ella, sin decir palabra, únicamente le hizo una seña con la mano para que continuase, mientras yo me preguntaba qué era lo que su marido nos iba a decir.
Ante nuestro asombro nos enteramos, que ella en una ocasión le fue infiel a él, pero por la manera en que su esposo lo contó parecía más bien que mi amiga hubiera hecho una gracia o una pequeña travesura.
Al parecer en una ocasión en que salieron a bailar con nosotros, y después de que nos dejaron en casa, su esposo le propuso volver al salón de baile, donde mi amiga al parecer bebió más de la cuenta.
Ella en medio de su borrachera, comenzó a coquetear con un tipo que estaba en la barra, al parecer y según dijo su esposo, él no se había dado cuenta de nada.
Tan es así que dejó a su mujer en la mesa mientras él fue a pagar la cuenta y aprovechar para ir al baño.
Cuando regresó a la mesa su mujer no estaba, y al buscarla con la vista la encontró en la pista de baile, bailando bien apretada con un desconocido.
Al principio no vio nada malo en ello, hasta que en cierto momento su mujer quedó de espaldas a él, y él vio como el extraño ese le tenía bien agarradas las nalgas a ella.
Pero al nuevamente dar la vuelta el rostro de su esposa reflejaba una felicidad, que a él le sorprendió.
La cosa fue que ella y su pareja siguieron bailando hasta que el tipo ese la fue llevando a uno de los reservados, al que apenas entraron, ella se dejó subir la falda y bajar las pantaletas por el tipo ese.
Casi de inmediato ella se medió sentó sobre la pequeña mesa y el tipo le comenzó a mamar el coño, de manera descarada.
Al ver eso su marido, se quedó sin saber qué hacer, ya que la cara de felicidad de su mujer le indicaba que ella estaba disfrutando al máximo lo que su acompañante le estaba haciendo.
Pero de la misma manera, en que ese hombre se puso a mamar el coño de su mujer, de momento se detuvo se levantó y en un dos por tres había sacado su miembro, el que sin demora alguna se lo enterró a su esposa, dentro del coño de ella.
Al yo escuchar eso, me quedé boquiabierta, mientras que mi amiga mantenía una sonrisa de cómo quien no hubiera roto un plato, por su parte a su esposo, mi marido lo observé de lo más excitado, al tiempo que este continuaba relatando, como él, mientras que a su mujer el tipo ese se la estaba clavando, se quedó observándolos tranquilamente, hasta que finalizaron.
Después de lo cual, el tipo la dejó a ella en el reservado marchándose de inmediato, cuando su esposo entró, ella estaba tan borracha, que le tocó llevarla al auto, y cargarla hasta la casa, y ya dentro desvestirla y ayudarla a bañarse.
Pero como dijo el mismo, la pobre no sabía lo que había hecho, estaba bien borracha.
Después de que el esposo de mi amiga terminó de contar todo noté que mi esposo, aparte mientras le servía un trago le comenzó a hacer varias preguntas, mientras que yo por mi parte le dije a ella que no podía creer lo que su marido nos había contado.
Fue cuando ella me confesó, con su cara muy tranquila. “No es la primera vez que eso sucede, en ocasiones, cuando siento que nuestro matrimonio, comienza a caer en el aburrimiento, he hecho esas cosas, y después de las cuales mi marido se vuelve un salvaje en la cama por unas cuantas semanas, mientras recuerdan como le he puesto los cuernos.”
Yo aun después de escuchar a mi amiga no podía creerlo, esa noche en casa después de que ellos se retiraron, al momento de acostarnos, mi esposo volvió a tocar el tema, y me repitió más o menos lo que ya mi amiga me había confesado pero que se lo contó el esposo.
Al irnos a la cama nos comenzamos a besar y al poco rato ya mi marido me había penetrado, en ese momento me comenzó nuevamente a tocar el tema, a medida que sacaba y metía su verga dentro de mi coño, me volvió a contar la versión del esposo.
De lo excitado que el esposo se pone a medida que mi amiga y él comentan lo sucedido, mientras mantiene otra sesión de sexo.
Yo estaba disfrutando plenamente de cómo mi marido metía y sacaba su verga de mi coño, cuando me preguntó que si a mí no me tener una experiencia con otro hombre, que no fuera él.
En ese instante yo estaba tan excitada, que realmente no sé lo que le respondí, aunque creo que le dije que no, pero la manera en que lo hice parece que no fui muy convincente, ya que a medida que yo movía mis caderas, nuevamente me lo volvió a preguntar, y quizás por lo morbosa de la situación, y de lo excitada que yo estaba, en ese instante le respondí casi a gritos que sí.
Eso bastó para que mi marido se excitase a tal punto, que me sentí como si su miembro fuera mucho más grande y caliente que de costumbre, por lo que, a la vez, yo disfruté de un orgasmo colosal.
Cuando terminamos finalmente, yo no quería volver a tocar el tema, ya que en medio de todo me sentía algo avergonzada por mi respuesta.
Pero mi esposo por lo visto se sentía de lo más feliz, hasta el punto de que al día siguiente durante el desayuno, de manera directa me lo volvió a preguntar.
Ya mi respuesta no fue la misma, simplemente permanecí callada, y al él levantarse de la mesa con una gran sonrisa dijo. “Él que calla otorga.”
Realmente no sabía que responderle, su pregunta me agarró descuidada, fue cuando mientras estando en casa a solas, me di cuenta de que mi marido deseaba intensamente que lo coronase, o como dicen que le pusiera los cuernos.
Al principio aceptar eso me costó algo de trabajo, pero de momento me entró una especie de soberbia y me dije a mi misma, pensando en mi esposo. “Bueno si quiere cuernos, tendrá cuernos.”
Pero una cosa es decirlo y otra hacerlo, además en mi caso, eso nunca había pasado por mi mente hasta esos momentos, digo de manera seria, si había fantaseado en una ocasión con un salvavidas del club, pero como ya les dije nada serio.
Por suerte el tema mi marido no lo volvió a tocar, pero ese fin de semana, cuando salimos a bailar con nuestras amistades, mi marido se le ocurrió que fuéramos a un negocio del que yo nunca había escuchado hablar, además está ubicado fuera de la ciudad.
Nuestras amistades lo pasaban de lo más bien, pero de momento mi esposo me preguntó cuando me atrevería a montarle los cuernos, eso me puso algo ansiosa.
Para bajar ese repentino ataque de ansiedad, que me dio esa pregunta, prácticamente me tomé de un solo trago toda mi bebida, y de inmediato el mozo, sin que yo o mi esposo se lo solicitásemos, me volvió a llenar el vaso.
Lo cierto es que no estoy acostumbrada a beber y menos de esa manera, por lo que al poco rato me sentí ligeramente mareada.
Ya me comenzaba a sentir mejor, cuando nuevamente me volvió a realizar la misma pregunta, lo que nuevamente me produjo bastante ansiedad y nuevamente me bajé mi trago de un solo golpe.
Al poco rato mi marido me sacó a bailar, y fue cuando comencé a sentir algo raro dentro de mí, ya que me di cuenta, de la manera en que el mozo me miraba, y eso me hizo sentir diferente, al regresar a la mesa, mi vaso estaba nuevamente lleno, y ya por joder me lo volví a tomar de un solo trago.
Pero después de eso me entraron ganas de ir a orinar, y cuando me dirigía al baño, noté que el mozo me seguía a corta distancia.
Su manera de mirarme me hizo sentir diferente y de momento como si fuera algo incontrolable en mí, justo en la puerta del baño para damas, me quité los pantis frente a él, y con una sonrisa seductora mientras lo miraba terminé de entrar.
En cosa de segundos cuando me disponía a cerrar la puerta, el mozo entró, me vio de pies a cabeza, como si quisiera desnudarme, momento en el que yo levanté mi falda, y casi de inmediato sentí su cálida mano pegada a mi coño, al tiempo que su boca buscaba la mía.
Sus besos y caricias en cosa de pocos minutos me hicieron sentir algo que nunca creo haber sentido, y como por arte de magia su verga comenzó a penetrar mi coño, era algo extremadamente excitante, mi marido a pocos pasos y yo dejándome coger por ese perfecto desconocido.
Quizás fue la misma excitación, o quien sabe porque, pero disfruté de un impactante orgasmo, y cuando me di cuenta él ya se estaba retirando, dejando todo mi coño y muslos chorreando su semen.
Como pude me lavé, y procuré regresar de inmediato a nuestra mesa, donde mi marido esperaba ignorando todo lo sucedido.
Al tomar asiento a su lado, me volvió a preguntar cuando me atrevería a montarle los cuernos, y en ese instante ya más por soberbia que por querer hacerlo, le respondí. “Está bien, quieres cuernos, pues cuernos tendrás.”
Y dándome otro trago, me levanté de la mesa y ante su mirada de asombro, me dirigí a la barra dando tras pies.
Al llegar nada más bastó que tomase asiento en uno de los taburetes de la barra, cuando un tipo se me acercó y me invitó a bailar, a los pocos segundos en medio de la pista mientras bailábamos apretadamente un bolero.
Intencionalmente cometí la indiscreción de decirle, que no tenía puesto nada bajo la falda, al principio me dijo que no me creía, y le pregunté si quería corroborarlo que lo hiciera con sus manos.
En ese mismo instante sentí una de sus manos que la había metido bajo mi falda, y cuando sus dedos rozaron mi piel, con toda la intención dejé escapar un profundo gemido de placer.
Tras lo cual su rostro se iluminó con una gran sonrisa, mientras que de reojo vi como mi marido nos observaba ansioso desde la mesa, acompañado por nuestras amistades.
Lo siguiente que sucedió fue que el tipo ese me invitó a que lo acompañase a su auto, lo que acepte con una sonrisa, y a medida que nos dirigíamos a la salida del local, su mano la tenía colocada directamente sobre mis nalgas, por lo que a medida que nos dirigíamos a su auto yo iba mostrando mis nalgas, sin la menor preocupación.
Y a unos pocos pasos de nosotros, mi marido nos seguía, al llegar al auto, mi acompañante de manera cortes me abrió la puerta trasera de su auto y una vez dentro, antes de que él fuera a decirme algo dirigí mi boca a su verga mientras la extraía de su pantalón con mis propias manos.
Lo primero que hice al tenerla entre mis dedos fue comenzar a pasar mi lengua por su colorado glande, y después de unas cuantas lambetadas, comencé a mamársela.
Lo que hice con calma al fin y al cabo no deseaba que se viniera de inmediato, así que de la misma manera que comencé terminé, separando mi cara de su cuerpo, al tiempo que abría mis piernas y dejaba mi coño a su disposición.
Al levantar mi vista me di cuenta de que mi esposo tenía la cara pegada al vidrio, observando en primera fila como ese hombre comenzaba a penetrarme con su parada verga y yo a moverme bajo él.
Cosa que me excitó tremendamente, podía ver a mi marido observando como la verga de ese tipo entraba y salía una y otra vez de mi coño.
Hasta que mi momentáneo amante, se vino, pero fuera de mi coño entre mis muslos, tras lo cual, permanecimos un corto rato dentro de su auto, para luego regresar al local.
Donde ya dentro me despedí de él, dándole un fuerte beso, frente a todos en medio de la pista, para luego ir al baño de damas a limpiarme nuevamente, después de lo cual, en lugar de regresar a la mesa con mi esposo y nuestras amistades, regresé a mi silla en la barra.
El resto de la noche volví a bailar con otros tres hombres, con resultados más o menos similares, al primero se lo mamé en el baño de caballeros.
Mientras que, con el segundo y el tercero, salimos al estacionamiento donde nuevamente usamos los asientos traseros de sus autos como cama.
La diferencia fue que el tercero me lo enterró por el culo, cosa que a mi marido nunca le he dado.
Todo eso bajo la atenta mirada de mi esposo, y la sorpresa de nuestras amistades, ya estaba cansada y bien apestosa a sexo, tanto que decidí en medio de mi borrachera regresar a la mesa.
Mi amiga y su esposo, se habían marchado, mientras que mi esposo me espera en la mesa, con cara de pocos amigos, pero al yo tomar asiento me preguntó de manera sínica. “¿Ya terminaste de divertirte?”
Lo cierto es que me sentí sumamente ofendida, no tanto por sus palabras, sino por la manera en que me las dijo.
De inmediato le respondí, cosa que él al parecer no se esperaba, ya que la cara de susto que puso al escucharme decirle a toda voz. “Si ya terminé de darme el gusto y de divertirme con todos esos machos.”
La respuesta de mi esposo no se hizo esperar, cuando aún bastante asustado trató de que me callase la boca, diciéndome. “Mujer que se van a dar cuenta.”
A lo que sin pérdida de tiempo le volví a responder. “De que se van a dar cuenta, de que tú querías saber que se siente ser cabrón, y que yo te acabo de complacer. No una, ni dos, ni tres veces, sino cuatro en una sola noche cabrón.”
Al escucharme mi esposo se quedó sin palabras, por un breve instante, para de inmediato de manera asombrada decirme. “Pero yo nada más conté tres.”
A lo que le respondí, en el mismo tono de voz para que todos escucharan. “Es que no contaste al mozo que fue el primero, cuando me levanté por primera vez para ir al baño.”
Mi esposo como que se dio cuenta de que todo el mundo nos miraba y nuevamente procurando calmarme me dijo, en un tono de voz baja y de manera bien calmada. “Mejor nos vamos a casa y después seguimos hablando de eso, ¿te parece?”
Yo aun bastante molesta y en el mismo tono de voz que había estado hablando desde el principio, le dije. “Si mejor vámonos, no sea que me comience a picar nuevamente el coño y quiera que algún otro tipo me lo rasque por dentro, para que tú te quedes complacido.”
Mi esposo al parecer quería que la tierra se lo tragase, salió tras de mí, sin levantar la mirada del piso.
Al llegar al auto no dijo una sola palabra y así se quedó hasta que llegamos a casa, yo en el camino me quedé dormida, y al despertarme él me ayudo a entrar a la casa, me condujo al baño, y aun sin decir una sola palabra me ayudó a desvestir, abrió el agua caliente y me dejó sola en la ducha mientras que yo me aseaba.
Cuando llegué a la cama, apenas me medio sequé y tal como estaba me acosté, no sin antes decirle, por fastidiarlo le dije. “Si quieres te cuento lo del mozo, porque a los otros tres vistes claramente lo que ellos me hicieron.”
Su única respuesta fue. “¿Si tú quieres?” Y de inmediato le dije con lujo de detalles todo lo ocurrido entre ese tipo y yo, como se me había quedado viendo en la mesa.
Después cuando me levanté al baño como me había seguido hasta donde yo en toda la puerta me quite los pantis y él de inmediato entró al tiempo que comenzó a besarme como un desesperado me agarró el coño, haciendo que me sintiera sumamente excitada.
Ya en esos momentos mi esposo había comenzado a introducir su verga dentro de mí, y de manera salvaje me penetraba una y otra vez, al tiempo que yo le seguía contado las cosas ocurridas.
Pero desde esa vez, el cabrón de mi marido no ha vuelto a ni tan siquiera insinuarme más nada sobre el tema de infidelidad.
Ya que yo por mi parte descubrí que ambos disfrutamos mucho más del sexo, cuando le cuento a él todas las cosas que me hacen, y yo hago con tipos que ni tan siquiera conozco.
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