Mi hermana adora mi verga
Enfermo, me quede en casa para recuperarme, mientras mi hermana me atendía..
Empezaba a hacer viento por la noche. El frío se apodero de mi cuerpo. Mí temperatura decayó unos cuantos grados, haciéndome quedar en cama.
Por la mañana, mi mamá me levantó, insistiendo que hoy faltará al colegio. Me alegro oír eso, así que volví a dormirme en mi cama, mientras escuchaba su carro arrancar para marchar a su trabajo.
Poco duro mi sueño, cuando desperté con una sensación extraña entre mis piernas. Sentía que me orinaba. Pero, no era eso.
Desperté y volteé. Paola, estaba sobre mí. Su boca devoraba mi verga. Su lengua abrazaba cada centímetro de ella.
Se percató de que me desperté. Simplemente, sacó mi verga de su boca y me miró.
— Buenos días, Alex.
— ¿Qué haces, Pao?
— Hacerte sentir bien.
Su mano derecha acariciaba mi pierna, mientras con la otra, acercaba mi erección a su boca.
Cerré mis ojos del placer. La última vez que había disfrutado de mi hermana, había sido la misma noche en que ella me había desvirgado. Está mañana, por fin solos, sin un tercero, iba a cogerme a Paola.
Mis manos tomaron su cabeza, empujándola contra mi pelvis. Mi verga tocó su garganta. Aunque mi verga le impedía respirar bien, su lengua jugaba con mis huevos que tocaban su mentón.
Mis caderas se movieron hacia atrás, sacando mi verga llena de baba. Paola tomó aire. Su cara estaba cubierta de saliva. Me excitó verla así.
Con mi mano, volví a dirigir mi rabo a su boca, empezando a penetrar repetidamente su garganta. Paola, apenas se quejaba. Su experimentada boca hacía que mi polla sintiese que estaba en un tobogán.
Mis ojos se cerraron y mis caderas seguían embistiendo. Pronto iba a correrme, pero ella se liberó de mi penetración.
— Espérame…
Estaba exhausta. Tomó aire y limpio la baba de su cara. Me levanté de la cama y me agaché frente a ella.
Paola, vestía simplemente un top y una prenda interior, la cual aparté con mis manos. Su conchita estaba babosa, desprendía un olor que me convirtió en un animal.
Me abalance a ella, empezando a lamer sus jugos y su clitoris. Paola me tomó del pelo, jugando con él mientras le comía la concha.
— Sí… Ya mejoraron tus mamadas.
Me levanté y escupí a mi verga. Mi mano lubrico con aquel escupitajo. Acerqué la cabeza a la entrada de aquella cosita rosada que babeaba por mi leche.
Las manos de Pao se extendieron a mis hombros, abrazándome mientras mi carne entraba en ella. Tomé sus piernas y la levanté de la cama.
Mi verga entró en ella completamente. Mis huevos tocaban sus muslos en el aire. Paola gritó.
— Qué profundo…
Empecé a mover su cuerpo, arriba y abajo. Mis huevos chocaban contra sus muslos cada vez. Al poco tiempo, la dejé en la cama, otra vez.
Sus piernas reposaban en mis hombros, abrazándome cálidamente, mientras yo embestía contra ella. Mi cama rechinaba en cada huevazo que le daba.
Sus pechos rebotaban en cada choque de nuestros cuerpos. Mis embestidas se relantizaron, así empecé a besar esos pezones rosados. Los mordí y chupe, mientras Pao me hacía piojito.
— Pao… Ya no aguantan mis huevos.
— ¿Vas a darme lechita?
— Sí… Te los voy a echar.
Apenas termine de hablarle cuando saqué mi verga de su concha. Agarré el tronco, pero ya había soltado el primer lechazo, que cayó en el vientre de Pao. Aunque mis piernas temblaban, pude acercarme a ella, soltando el siguiente lechazo a sus pechos.
Aún con semen en la cabeza, volví a meterlo dentro de ella. Pao gimió suavemente, mientras volvía a recibir mis embestidas.
Tomé sus caderas y la ayudé a levantarse en la cama, para que tomará posición de perrito, así poder darle con todo a ese culote.
Mis embestidas eran más rápidas, más fuertes. Mis manos abofeteaban ese culo, el cual temblaba al recibir mi verga.
Unos momentos después, dejé que mi verga entrara por completo en ella, descargando en su vagina.
— Aún la tengo dura.
— Dámela en el culo.
Mi verga estaba dentro de ella. Pao, empezó a menear las nalgas. Mi leche se movía dentro de ella, el calor de su cuerpo me hacía ponerme más duro.
Saque mi verga, embarrada de leche y fluidos de ella. La acerqué a su culo, el cual empezó a dilatarse con ayuda de mi lengua.
Duramos varias horas, obviamente tenía que descansar, entre cada lechazo me ponía más pálido.
El culo de Paola quedó rojo de tanto que la cogí. Ambos nos quedamos dormidos en mi cama, por varias horas de la tarde.
Al despertar, volvíamos a coger, solamente paramos para comer, ya que nos bañamos juntos, cogiendo en la ducha.
Mamá me escribió, diciendo que llegaría mañana. Después del trabajo, se fue con su pareja a comer, así que dormiría dónde el.
Paola me sonrió al oír el mensaje.
— No sé si voy a poder darte leche toda la noche.
— Yo sé que sí… Esa vergota debe de. Y sino… Invitamos a alguien.
Mordí mis mejillas al pensar en coger con alguien. Y aunque me daba celos que otro cogiera a Paola, mi verga empezó a responder a la idea de cogermela con otro.
— Vamos al parque.
— ¿A estás horas?
— Sí… Ahí te cogeré con alguien.
Paola se fue a su cuarto, poniéndose una camisa manga larga que resaltaba sus tetas, y un leggins que se ajustaba a su cuerpazo. Yo me vestí con unos jeans y un suéter.
Salimos a la calle, empezando a caminar hasta el parque.


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