Mi hija mayor parte 2.
El incesto es ilegal pero ¿es incorrecto si es sólo diversión? Como los hechos fueron transcurriendo para llegar a tener una relación muy estrecha con mi hija mayor..
Primero que todo, muchísimas gracias a los que comentaron la primera parte, y más todavía a todos los que me escribieron directamente para hacerme observaciones o compartirme algunas vivencias propias.
Recomiendo leer la primera parte de esta historia, si no la has leído: https://sexosintabues30.com/relatos-eroticos/heterosexual/mi-hija-mayor-parte-1/
Como relaté, a partir de los 10 años de mi hija, se rompió una barrera que muy pocas veces se rompe… si se mira con razonamiento lógico, se podría pensar que este comportamiento mío iba a ser similar con toda mi descendencia, un pedófilo total. Sin embargo, cuando me casé a los años después y tuve 2 hijos más (otra niña y un niño), jamás los miré con otros ojos que no fueran de padre. Sin embargo, sí viviría algo parecido unos tres años después con una sobrina, historía que publiqué anteriormente.
Pero María Isabel, mi hija mayor, era como un fuego imparable. Habiendo partido con nada más que juegos de masturbación, en los cuales se fue haciendo cada vez más experta, cuando ya había cumplido los 12, agregó una dosis de morbosidad que incluso muy pocas veces vi en mujeres con experiencia. Cuando íbamos al cine, me acariciaba el bulto por encima de la ropa cuando las luces se apagaban, cuidando muy bien de cubrir el gesto con una bolsa o una chamarra. O cuando salíamos en mi carro, tomó por costumbre abrirme el pantalón y acariciar mi verga solamente para sentir como se iba poniendo dura… y cuando ya me la tenía totalmente dura, me pedía que la sentara en mis piernas para «practicar conducir». Y cuando se acomodaba, frotaba su coñito enfundado en un calzoncito pequeño, contra mi bulto hasta que me sacaba toda la leche.
Y fue en una de esas ocasiones en mi carro cuando tuvo su primer orgasmo de mujer, porque en una ocasión en que hacía mucho calor, yo salí con shorts muy holgados y sin ropa interior, y cuando ella empezó con el mueve-mueve, y aprovechando que íbamos por un camino de montaña muy poco transitado, yo me bajé el short y le saqué su pequeño calzoncito, para que mi verga quedara en contacto directo con sus labios… y ella se frotaba a lo largo de mi verga cada vez más rápido, haciendo que nuestros fluidos se juntaran y produciendo una viscosidad enorme en esa zona, que nos tenía totalmente mojados. Para qué decir… esa vez me sacó tanta leche que podría haber inseminado a un harem completo, y cuando ella se corrió, los movimientos de sus caderas fueron casi espasmódicos, con gemidos y gritos tan exquisitos que delataban que ella lo estaba disfrutando como una mujer… en esos momentos, la niña no existía. Cuando ambos nos calmamos, lo único que atiné a hacer fue abrazarla fuertemente, sintiendo su respiración agitada y algunos temblores en todo su cuerpecito, y decirle al oido «te amo, mi amorcito preciosa»… y ella se giró su carita preciosa y me miró dulcemente y me respondió «y yo también te amo, papi».
Este tipo de juegos se fue incrementando con el paso del tiempo. Ahora ya no solamente lamía mi verga sino que había aprendido a mamar muy bien y ya le encantaba tragarse mi leche, haciéndose a tal punto experta que había veces que me dejaba seco en un par de minutos. De hecho, lo empezó a hacer cada vez que iba a dejarla a casa de su madre… era una delicia ver su cuerpecito menudo (muy similar a su madre en lo pequeña, pero con mis colores: blanca y de cabello castaño claro), su vestidito arremangado, su culito parado enfundado ahora en tanguitas juveniles, que yo acariciaba con mi mano libre, y ella con su cabecita de cabellos castaños subiendo y bajando sobre mi verga, hasta beberse toda la leche y dejarme limpio como un instrumento quirúrgico.
Y le pregunté si ya lo había hecho con chicos de su edad, indicándole que no me iba a enojar, que la sexualidad no tiene nada de malo sin es practicada con higiene y seguridad, pero ella siempre insistió en que no. De hecho, María Isabel ya salía con chicos de su edad, pero siempre volvía a casa contándome historias de como esos chicos eran tan infantiles. En vista de eso, le sugerí que saliera con chicos más grandes, pero me confesó que eran casi iguales, y tan bruscos y toscos si querían algo más, que solamente les importaba lo que ellos querían, y que eso lo comparaba conmigo, que yo siempre estaba atento a lo que ella quería o sentía. Y, a pesar de que tuvo un par de novios, iba a cumplir sus 15 años aun virgen, aunque sí con «bastante experiencia alternativa».
Curiosamente, nunca sentí, de parte de ninguno de los dos, que hubiera una especie de «enamoramiento» entre nosotros o vernos como pareja. Simplemente teníamos una intimidad muy poco común, pero seguíamos siendo padre e hija. Por ello, le pregunté qué quería de regalo para sus 15 años… me miró muy pensativa, pero me dijo que la dejara pensarlo. «OK», le dije, y listo, me olvidé del asunto porque nunca le insistí con nada. A los 3 días, entra en mi habitación, y me dice:
- Papi, ya sé lo que quiero para mis 15 años.
- Sí, mi amor… dime – le dije, dejando de hacer lo que estaba haciendo, y poniéndole atención.
Y me pone sus brazos al cuello, me mira muy tiernamente, y me dice muy despacio
- Quiero tener mi primera vez contigo. Quiero que me desvirgues.
- ¿Yo? – dije asombradísimo -. Pensé que ya lo habrías hecho o que esperarías a tu hombre ideal.
- Ese es el punto, papi. Tú eres el hombre ideal, porque siempre me cuidas y estás pendiente de lo que me gusta y lo que no. Me dejas hacer mis calenturas con total libertad, nunca me regañaste, y nunca te aprovechaste. Por todo lo que he leído y podido averiguar, tú me habrías podido coger hace años pero nunca lo hiciste. Sé que serás cuidadoso, y que harás mi primera vez algo muy lindo, a diferencia de muchas de mis amigas. – mi hija hablaba y se expresaba tan bien como su madre, una mujer brillante y muy culta.
- Uy, mi amor… es que por muy mal que hayamos hecho, tú sigues siendo mi bebé, mi hijita. ¿Como no voy a cuidarte o pensar siquiera en hacerte daño?
- Yo no creo que hayamos hecho mal, papi.
- A los ojos de la sociedad, sí mi amor. De hecho, si todo esto se supiera, yo podría ir a la cárcel.
- Sí, ya lo sé, papi. Pero no te preocupes… yo nunca conté nada, ni siquiera a mamá ni a la abue. Pero ese es el regalo de quince que quiero.
Yo lo pensé muchísimo… lo que me decía mi hija era muy hermoso, tal vez el regalo más hermoso que una chica le puede hacer a un varón, pero también me daba cuenta de que era la última barrera, y la que nunca había pensado cruzar. De todas formas, nunca pude decirle que no a mi bebé, así que le dije que lo haríamos de una forma especial. Que eligiera un lugar donde irnos 1 semana de vacaciones, y que sería nuestra escapada a la realidad. No dudó ni un segundo, y eligió un balneario al sur de nuestro país, en una zona de lagos y montañas.
Y así no más fue decidido, yo sería quien desvirgara a mi hija, y sería en un lugar casi paradisíaco… pero eso lo contaré en la tercera parte.
Dejo de nuevo mis datos de contacto, por si alguien quiere escribirme:
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