Mi hija mayor parte 3 y final.
El incesto es ilegal pero ¿es incorrecto si es sólo diversión? Como los hechos fueron transcurriendo para llegar a tener una relación muy estrecha con mi hija mayor..
Hola tod@s… me disculpo por el retraso en esta tercera parte, pero el trabajo no me deja mucho tiempo… y cuando tengo libre lo que menos quiero hacer es acercarme al computador.
Para los que no lo han hecho, les sugiero ver desde el inicio esta historia:
Y llegó el gran día… nos íbamos de vacaciones y yo iba a desvirgar a mi bebé por cumplir sus quince años. La verdad sea dicha, me veía más nervioso yo que ella. Sin embargo, quise que el desvirgue fuera completo, así que un día cualquiera que pasé ante un sexshop, compré un plug anal muy hermoso. Le serviría de preparación para mi primera invasión a su culito tan hermoso.
Habíamos elegido un balneario lacustre en el sur de nuestro país, que nos quedaba a casi mil km en carro, así que decidimos viajar en avión para no perder tanto tiempo de viaje. Una vez compré los pasajes, llegué con ellos a casa y mi hija saltó de alegría al verlos, dándome un abrazo muy apretado y un beso en la mejilla.
- Te tengo un regalo sorpresa – le dije.
- ¿A ver? – me dijo con sus ojitos color miel muy abiertos.
Entonces fui a buscar el plug que había escondido y lo había envuelto en papel de regalo. Se lo di, dándole un gran beso y diciéndole:
- Esto es para que nada de lo que hagamos te sea doloroso ni desagradable.
Me miró con el entrecejo muy junto, pues no entendía de qué se trataba. Abrió el regalo, y ahí estaba el plug anal. María Isabel se puso roja como un tomate, mirando alternativamente al plug y a mí.
- ¿Sabes lo que es? – le pregunté.
- Sí, claro – me contestó -. Pero nunca me imaginé algo así de regalo, me sorprendiste.
- Como te dije, mi amor… no quiero que nada de lo que hagamos te cause daño ni te sea desagradable. Y cuando tengo sexo, me gusta hacer todo lo que pueda, y a veces puedo ser un poco brusco.
- No te preocupes, papi – me dijo -. Yo sé que no me harás daño ni serás brusco conmigo. ¡Voy a probar como me queda!
Y salió corriendo al baño de su habitación.
- ¡Lávalo bien antes que todo! – le grité mientras corría.
Pasados unos 5 minutos o un poco más, volvió con su respiración agitada y su carita roja, pero de excitación.
- Papi, se siente increíble, aunque me costó un poco al principio – me dice. Pero ahora estoy toda mojada, casi chorreando. Nunca me había sentido tan caliente.
Yo sospechaba que iba a ser así. Su mamá era una mujer que deliraba con el sexo anal, así que pensé que nuestra hija podría heredar ese gusto. Pero, claro, no se lo dije a mi hija.
- Es natural, mi amor. Las prácticas sexuales que se hacen por primera vez nos provocan mucho morbo. Y eso excita. Déjame ver como se te ve.
Sin dudarlo, se giró, levantó su faldita y me mostró su culito desnudo… ya no llevaba la tanga que traía puesta. El plug estaba totalmente dentro de su culito precioso, el cabezal rosado brillante que tapaba su agujerito hacía juego con sus nalgas albas como la nieve.
- Papi, ¿y si me coges ahora? – me dijo mirándome con ojitos suplicantes.
- No, cielito… quiero que tu primera vez sea especial, y lo haremos cuando lleguemos a XXXXX (nuestro lugar de destino, no lo nombro por si algún conocido mío lee esta historia). Pero sí haré que te alivies de tu calentura.
Y sin agregar nada más, la levanté en brazos, la llevé a su habitación, la acosté en su cama y le empecé a hacer el sexo oral más salvaje que había hecho nunca… mi lengua recorrió todo su sexo, le chupé el clítoris todo inflamado, y me bebí todos sus jugos. Y no paré hasta que tuvo su sexto orgasmo… y no creo que hayan pasado 15 minutos.
María Isabel quedó despatarrada, con los ojos cerrados y casi roncando. Así que, limpié sus jugos de mi rostro, me levanté, miré sus preciosas piernas abiertas, su sexo rojo de irritación, su pechito que subía y bajaba aunque calmándose de a poco, y su carita hermosa reflejando agotamiento pero satisfecha.
Por supuesto, yo pasé a mi baño a hacerme una paja de antología. Debo haber botado leche para una taza de café por lo menos. Y ya con eso, me fui a dormir.
Al día siguiente, nos fuimos al aeropuerto, hicimos los trámites normales y emprendimos vuelo. En el avión, nuestras conversaciones y cuchicheos despertaron miradas sospechosas de las azafatas y algún pasajero, pero no hubo nada más que destacar.
Una vez llegamos a nuestra cabaña, ya eran alrededor de las 6 PM, así que nos fuimos a cenar a la ciudad, y lo pasamos muy bien. Luego, al llegar de vuelta a la cabaña, vino lo interesante de la noche… mi bebita rápidamente se sacó toda su ropa, se dio una ducha refrescante, y se acostó en la cama enorme, desde donde me miraba expectante mientras yo me desvestía y tomaba mi ducha.
Salí del baño solamente con una toalla alrededor de mi cintura, mirando fijamente sus ojitos hermosos y llenos de deseo. Me acerqué lentamente, dándole tiempo a negarse si se arrepentía. Pero mantuvo su mirada firme, y finalmente la besé en la boca, como a una hembra, con nuestras lenguas entrelazándose, y nuestras manos recorriendo nuestros cuerpos.
Recorrí todo su cuerpo con mi lengua, y ella igual el mío. Finalmente, vino el momento esperado… la penetración. Preparé muy bien su sexo y su culito; este último había quedado muy bien dilatado pues María Isabel había usado el plug toda la noche y todo el día, y sólo se lo había sacado durante la ducha.
Le hice tener un par de orgasmos con mi lengua, y cuando estaba en plenas contracciones, le enterré mi verga toda de una sola vez… fue algo inolvidable: sus ojitos se abrieron como platos, lanzó una obscenidad en voz alta, y luego me abrazó con manos y piernas mientras se deshacía en otro orgasmo.
- ¡Papi, por la gran… qué gorda la tienes! ¡Me estás partiendo a la mitad pero me encanta! ¡Dame más, dame más profundo! ¡Tu hija es tu puta ahora! – Y empezó a mover las caderas desesperadamente. Me reí para mis adentros… era igual a su madre respecto a cuanto cambiaba en la cama. Se le salían palabrotas que harían enrojecer a un camionero.
Debe haber tenido 3 orgasmos en unos 5 minutos. Luego, se calmó un poco pero seguía meneando las caderas, ahora más suavemente.
- Papi, te amo… es el mejor regalo. Nunca pensé que se sintiera tan rico.
- Y yo te amo a ti, mi preciosa. Y ahora te amo como mi hembra.
- Soy tu hembra… y pobre de ti que andes mirando otras lolitas.
- Jajajaja, nunca miré lolitas, mi amor. Eres mi primera.
- Y mejor que sea la última.
- Así será… y ahora viene el otro desvirgue – y la hice voltearse y ponerse en cuatro para inaugurar su culito.
- Sí, papi – y se volteó, abriendo sus pompas y mirándome a los ojos.
Chupé su culito con deleite, y lo dilaté un poco más con mis dedos. Luego, apunté mi cabezota al agujerito rosado, y empecé a empujar suavemente. María Isabel entrecerró los ojos y levantó un poco la cabeza, pero no se quitó ni hizo además de evitar la penetración. Muy pronto ya tenía toda mi verga dentro de su culito, que me apretaba fantástico.
- ¡Aaaah, qué rico! – decía mientras se frotaba su clítoris -. ¡La tienes tan grande! ¡Culéame, papi… culea bien a tu hija!
- Mi hija es la putita más deliciosa, mi bebita… eres una putita muy caliente.
- ¡Tú me pones así! ¡Ahora voy a querer que siempre me hagas el amor! ¡A toda hora, en todas partes!
- Donde y cuando tú quieras, mi amor… mi verga se pone dura cada vez que te veo.
- ¡Me encanta ponértela dura! ¡Y desde ahora también te la voy a dejar blandita cada vez que pueda!
Y así continuamos un rato largo… calculo casi 2 horas. Con los años aprendí a aguantar mi orgasmo, así que puedo seguir mucho rato. Cuando ya vi que no le quedaban fuerzas, dejé que mi leche se le fuera a sus tripas.
- Papi – me dice después de unos minutos, entre suspiros -, eso fue fantástico. A ninguna de mis amigas le escuché que lo hubiera pasado tan bien en su primera vez.
- Pues si quieres les dices que prueben conmigo – le dije entre risas.
- ¡Cuidadito! ¡Ya te dije que ahora soy tu única putita!
- Pero mi amor… amar es compartir, jajajaja.
- ¿Tú me compartirías?
- Jamás – le dije muy serio.
Y ahí quedó todo esa noche.
Al día siguiente fuimos al lago, a comer, a divertirnos… y siempre nos fijamos que nos miraban mucho: la diferencia de edad, el trato casi de novios, pero éramos muy parecidos físicamente (o por lo menos el rostro). Pero no nos importaba… lo pasamos muy bien. Y en las noches seguíamos cogiendo como conejos… María Isabel nunca se durmió sin antes haber tenido al menos 5 orgasmos cada noche.
Y esto se sigue repitiendo hoy… ella casada y luego divorciada, ya con más 40, con 2 hijos hermosos muy parecidos a ella, y yo con 62 y también casado en segundas nupcias. Y cada vez que nos vemos, siempre me dice «aquí llegó mi viejo caliente y vergón, que viene a cogerse a la putita caliente de su hija». Pero en la cama, después del placer, vienen las palabras de amor de hembra y macho, y también de padre e hija.
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