Mi Hijastra
La relación continúa .
La semana siguiente no nos vimos, tenía que cuidar a su hija y a la otra semana yo tenía un compromiso.
El viernes siguiente pasé a buscarla y nos fuimos directamente al departamento. Hacia casi un mes que no nos veíamos, los besos apasionados la ropa sacada a tirones, regada por el piso hasta el dormitorio. Cada succión que me daba me hacía apretar mi ano.
– Te gusta? – me preguntaba y cada vez que sacaba mi miembro de su boca, sonaba como descorchar una botella.
– Si, está rico – le decía.
– A mí me encanta, lo haría toda la noche – dijo golozamente.
– Y mi lechita? – pregunté.
– Me la tomo toda –
Después se me montó encima y me cabalgó hasta dejarme exhausto. Se quedó acostada encima mío, agotada como yo. Diez minutos después estábamos en la ducha, jabonandonos y besándonos. Se afirmó de las llaves y la cogí desde atrás tomándola con fuerza de las caderas. Los gruñidos, quejido y el sonido de mi pelvis chocando contra sus nalgas mojadas, hacían eco en el baño.
– Así, dame más – y el – dámelo todo – me calentaba más y más le daba.
– Acabaste? – me preguntó cuando me quedé quieto.
– Si, ya no pude más – le dije y mis piernas temblaban.
– Y tú acabastes? – le pregunté.
– Si, dos veces, estuvistes genial – respondió.
Se lo saqué, se dió vuelta y nos besamos. Después de la ducha nos vestimos y la fui a dejar, aún no era media noche.
– Me gustaría dormir contigo toda la noche – dijo antes de bajarse.
– A mí también – le respondí.
Nos besamos y se bajó. Volví al departamento, me preparé un trago y me acosté a ver televisión. Pero estaba agotado, terminé el trago, apagué la televisión y me dormí.
Comenzamos a vernos una o dos veces al mes.
Un día me dijo que me invitaba a cenar a su casa. Quería que su hija me conociera y yo la conociera a ella.
La Cena
Esa noche llegué con una botella de un buen vino y una caja de bombones no más baratos que el vino.
Estacioné el auto, me bajé y toqué el timbre. La puerta se abrió de inmediato, como si me estuvieran esperando.
– Mira lo que traje – me dije entregándole la botella después que entré a la casa.
– Qué rico, vamos a tomar un buen vino – dijo.
– Y éso? También para mí – señalando la caja de bombones.
– No, son para ella – indicándole a su hija que estaba tres metros más atrás. Era una niña de 7 u 8 años, muy bonita de finas facciones y muy blanca. Sus ojos, los más hermosos que había visto jamás, me miraban con desconfianza. Yo era el hombre que le robaba a su madre.
– Ven hija, ven a saludar –
– Alinne, él es Roberto –
– Roberto, ella es Alinne mi hija –
– Hola – le dije extendiendo mi mano.
– Hola – dijo ella estrechando mi mano.
– Esto es para ti – dije entregándole la caja de bombones.
– Gracias – dijo ella, se dió media vuelta y se fue.
– No te comas los bombones que vamos a cenar –
– Lo voy a guardar – respondió saliendo de la habitación.
Descorché la botella, hicimos un brindis, agradecí su invitación y cenamos.
A pesar de los bombones, la niña me miraba como escrutándome, en ningún momento se sonrió.
Terminada la cena se retiró a su habitación y nosotros nos quedamos haciendo sobremesa conversando.
Después le ayudé a levantar la mesa y nos sentamos en el sofá a conversar y tomarnos un trago.
En un momento llegó la niña con la caja de bombones abierta y faltaban algunos.
– Quieren? – preguntó.
– Mira que linda mi niña, ella sola vino a ofrecernos sus bombones – dijo Amanda.
– Muchas gracias – le dije sacando uno, Amanda sacó otro y la niña se fue con sus bombones. Nosotros seguimos conversando.
– Mamá, me quiero acostar – dijo la niña entrando al living.
– Despídase del señor –
– Buenas noches y que descanses – le dije dándole un beso en la mejilla. Ella no dijo nada, sólo se dio vuelta y se fue.
– Espérame un poco – dijo Amanda y se fue con la niña.
Mire la hora, era cerca de media noche. Terminé el trago y me paré.
– Qué, ya te vas? – me preguntó al verme parado.
– Si, no quiero molestar –
– Es temprano, quédate un rato más – me pidió.
Nos sentamos en el sofá y comenzamos a besarnos. Después las manos hicieron lo suyo y la de ella me masturbaba.
– No vaya a venir la niña – le dije.
– No, no va a venir, pero se prefieres, vamos al dormitorio – me dijo entre beso y beso.
– Vamos – le dije.
En el dormitorio nos desnudamos, nos chupamos y nos cogimos. Ella disfrutaba estar arriba, le gustaba controlar la situación, hacerlo más rápido o más lento. Mientras yo acariciaba sus senos, sus muslos y su clitoris.
Sus quejidos, que más parecían suspiros, se dejaban sentir. Acercó sus pechos para que se los chpara, mientras me movía metiendo y sacando mi miembro, nos besamos apasionadamente y sus pechos rozaban los míos, era todo genial.
En un momento se abre a puerta y aparece la niña parada con una camisa de dormir blanca. Me dió vergüenza, sólo cerré los ojos mientras Amanda continuaba con el movimiento. Como yo me quedé quieto, mi miembro se salió, ella rápidamente lo tomó y se lo introdujo de nuevo. Después de acabar abrí los ojos y la niña no estaba. No supe cuánto rato estuvo mirando. Nos fuimos a la ducha y le dije que me iba, me dijo que quería dormir conmigo.
Nos acostamos, nos besamos, ella se dió vuelta y puso su trasero contra mis genitales, nos acomodamos y nos quedamos dormidos.
– Hace tanto tiempo que no duermo así – dijo moviendo su trasero contra mi miembro.
– Yo también lo hecho de menos – le dije.
Buenas noches.
Verdad de Dios que es ricura pura!
Me encanta coger con niños y soy 100% contraria a dejar de coger con ellos viendo. Nunca vi motivo de que corten, si es una belleza disfrutarse. Quiero que aprendan la delicia del sexo y se unan si ya les pone durita o ellas se mojan y les antoja probar.
La aplaudo por seguir. No hay que demonizarlo, sino normalizarlo y que en familia o con pareja nueva sea todito habitual.