Mi hijo, mi hombre. – Primera parte.
—Eres un amor, cariño … Pero ahora, mami necesita limpiarse para ir a dormir … Estoy llena de ti por todos lados ….
—¿Qué? … ¿Con tus bragas? … ¿Y que hacía él con tus bragas? …
—¡Sssshhhhhh! … ¡No hables tan fuerte! … ¡Pueden escucharnos! …
Le dije a Olivia mientras sorbíamos nuestros cafés en la cafetería de la plaza.
—Lo vi en el baño … Usaba mis bragas usadas para masturbarse …
—¡Oh! … ¡Guau! … ¿Y que hizo cuando te vio? …
—No me vio … Estaba demasiado ocupado en oler mis bragas y sacudir su polla …
—¡Oh! … ¡Cielos! … ¿Y que tan grande era? … ¿Cómo su padre? … Me dijiste que Alfredo había estirado tu coño …
—¡Ay, niña! … ¿Que pregunta es esa? … No vi nada … Estaba shockeada por lo que estaba haciendo …
—¡Oh, vamos! … No eres creíble … De seguro que algo divisaste … Un vistazo fugaz … Sé sincera y di la verdad …
—Bueno … A decir verdad, estuve shockeada por las dimensiones exageradas de su verga … Más grande y gruesa que la de su padre …
Dije sintiendo el rubor de mis mejillas. A lo que Olivia comentó.
—¡Hmm! … Ahora si que te creo … Te sugiero vayas comprando muchos juegos de bragas … Con una polla de esa manera, terminarás con todas tus bragas manchadas y tiesas …
—¡Oh, Diosito Santo! … No sé que hacer … Nunca pensé que él hiciera esto … ¿Cómo crees que debería comportarme con él? …
—Si fuera tú, haría lo que hice con mi hijo Tomas y lo pondría en ridículo … Deberías atraparlo nuevamente y confrontarlo severamente … Eso debería ser suficiente disuasivo para que no lo vuelva a hacer …
—¿No crees que podría ser demasiado traumático? …
—¡Oh, no! … Tomas nunca más usó mis bragas para sus jueguitos … Pero tuve que lidiar con sus calcetas tiesas y papel absorbente bajo su cama …
Tuvimos que cambiar de conversación cuando una pareja de jóvenes de sentó en la mesa al lado de la nuestra. Pero de camino a casa no dejaba de pensar en la bizarra situación y mis pensamientos diferían mucho de lo que había hecho Olivia con su hijo Tomas. Por supuesto que yo quería atraparlo, pero no para avergonzarlo, yo quería verlo cachondo y haciéndolo.
“¡Oh, Dios! En qué estoy pensando” Me dije, pero sentí en mi conchita una serie de contracciones ante la idea de ver a mi hijo jugando con mis bragas. A mis treinta y siete años creo que me veo muy bien y mi apetito sexual es saludable. Estas cosas me excitan. Desafortunadamente, para mí las relaciones sexuales habían terminado después de mi divorcio. Pero me había aperado de una serie de consoladores y vibradores comprados en Amazon.
Estaba decidida a poner en acto un plan para sorprender a mi hijo “infraganti”, pero no sabía como hacerlo. Una trampa. Debía tenderle una trampa. Y la carnada ideal, mis bragas. La mañana siguiente me levanté para darme la ducha matutina y me deshice de mis bragas, no las dejé en la cesta de la ropa sucia. Fingiendo un descuido, las dejé olvidadas sobre el mueble del lavabo. Paulo, mi hijo, generalmente se levanta después de que yo he salido del baño. Si muerde el anzuelo, es probable que pueda sorprenderlo en su acto libidinoso. Me envolví en una toalla deliberadamente pequeña y corta que permitía apreciar la forma de mis senos y la desnudez de mis muslos. Me interesaba saber si él estaba interesado solo en mis bragas o también en mí.
Me acerqué a su puerta y después de dar unos golpecitos la abrí. Lo encontré acostado de espalda y con las manos bajo el edredón, inmediatamente pensé que estaba jugando con su cosa y esto me puso muy nerviosa.
—Cariño … El baño está listo …
Sus ojos estaban casi desorbitados mirándome como si quisiera desnudarme con la vista. Rápidamente cerré la puerta y me alejé sintiendo todavía sus ojos sobre mí, esto me causó unos escalofríos que recorrieron especialmente mi entrepierna; acababa de mostrarme eróticamente a mí hijo y, además, le había tendido una trampa con mis bragas. Debo confesar que mi vagina se había humedecido ante estos preparativos y me recriminé pensando de no estar actuando como una madre debería, pero también necesitaba saciar mi curiosidad y tratar de resolver el dilema.
Pude escucharlo cuando se levantó para ir al baño. Me vestí con lencería sexy de seda y encajes sugestivos, esperando impresionarlo cuando entrara al baño. Luego me armé de valor y me dirigí hacia el baño con mi corazón agitado y mi coño caliente. Escuché el ruido de la ducha y en un momento pensé que mi trampa no había funcionado; probablemente se estaba duchando y no vio mis bragas; quizás no le llamaron la atención. Tenía que averiguarlo. Sin más titubeos, tomé la manilla de la puerta y la abrí; ¡¡Paulo estaba en un ángulo magreando su polla frenéticamente y con mis bragas en su nariz!!
—¡Ough! … Yo … Yo … ¡Ehm! … Solo necesito mi cepillo para el cabello …
Balbuceé desconcertada. Recogí lentamente mi cepillo y retrocedí sin poder apartar mi vista de la tiesa, gruesa y larga polla de Paulo. Él no dijo ni una sola palabra, se quedó congelado. Lo había sorprendido con las manos en la masa, o en su mazo.
Cerré la puerta sintiéndome traumatizada. Me negaba a admitir que la vista del tremendo pene de mi hijo me excitaba sobre manera. ¿Por qué él se excitaba con mis bragas? Sabía que él tenía una noviecita, una chica muy atractiva compañera de colegio, pero por alguna misteriosa razón él prefería divertirse con mis bragas. Las olía y se masturbaba con ellas. Ahora mi curiosidad había aumentado y estaba ansiosa por saber más, mucho más.
Terminé de vestirme para ir al trabajo y me fui a la cocina. Me sentía nerviosa y algo confundida, pero muy excitada por lo que había empezado a desarrollarse entre mi hijo y yo, tal vez no era nada, solo el tiempo lo dirá. No quería verlo tan pronto, así que tomé mi café de prisa y salí volando hacia mi oficina. Mi coño estaba con un hormigueo constante. Explotaba de deseos por contarle a alguien lo que había hecho, quien más que mi mejor amiga Olivia. Acordamos de encontrarnos a la hora del almuerzo. Olivia es mi amiga desde la infancia y siempre hemos tenido confianza la una en la otra. Paulo la llamaba “tía” y era como una segunda madre para él. Pero también debo decir que más de una vez lo observé encuadrándola, mirando sus piernas y sus redondeadas curvas. Llegó puntual a nuestra cita.
—¿¿Qué hiciste qué?? … —Preguntó asombrada.
—Bueno … No sabía que hacer … Fue lo único que se me ocurrió … Solo después me di cuenta de lo que había hecho …
Dije sonrojada y un tantico arrepentida.
—¿Te importa si te hago una pregunta? … —Preguntó con cautela.
—¡Dale! … Pregunta lo que quieras … —Dije bastante nerviosa.
—Bueno … ¿Te excitaste? … Creo que en algún momento te debes haber excitada, ¿no? …
Hice una pausa ante la capciosa pregunta. ¿Debía decir todo? ¿Cuánto podría revelar? Sentí un bochorno y me envolvió un manto de vergüenza. Le estaba contando a mi mejor amiga de toda la vida, algo extremadamente oscuro y secreto. Pero necesitaba desahogarme con alguien en forma desesperada.
—¡Ehm! … Tal vez un poquito … Lo sé que no está bien que una madre ande exponiendo sus bragas usadas para que su hijo se masturbe … Creo que este asunto se me fue de las manos …
—¡Oh, por Dios, Cathy! … Y pensar que siempre creí que yo era la cachonda … Eres terrible … Nadie como tú …
Ambas explotamos en una sonora carcajada.
—Fue algo más fuerte que yo … Imposible de evitar … Creí que ya no calentaba a nadie … Me siento halagada que mi hijo se haya fijado en mí … Deberías haber visto su expresión cuando me vio … Se quedó petrificado … Se sacó mis bragas de la nariz y trató d cubrir su … ¡Ehm! … Cosa enorme con ella … ¿Te imaginas? …
—¡Jesús! … Entonces, ¿tú que hiciste? …
—Bueno … Primero que nada me fijé bien en esa cosa … Lo sé que soy terrible … Pero no podía evitarlo … Tenía que verlo … Luego me alejé lentamente …
—¡Uhm! … Ahora entiendo porque te excitaste … ¿Y qué vas a hacer? … ¡Has planeado algo que hacer con él? …
—Bueno … Todavía tengo que asimilar lo que sucedió esta mañana … No sé si le atraen solo mis bragas o soy yo … Pero estoy conmocionada y al mismo tiempo emocionada e intrigada …
—Entonces necesitas recopilar más información … Tienes que averiguarlo … ¿Qué crees que haría si te viera completamente desnuda? …
Me preguntó Olivia encuadrándome con sus ojos brillantes y achinados, con evidente descaro.
—¡¡Pero Olivia!! … Yo no voy a mostrarme a mi hijo … ¿Cómo se te ocurren ciertas ideas? …
Pero dentro de mí, pensé, ¿sería eso posible? ¿Me atrevería a tanto? Demasiadas dudas surgieron en mi yo interior, haciendo el todo aún más conflictivo.
—Bueno … Serviría para aclarar el dilema de si eres tú o tus bragas … Creo que tu hijo está caliente contigo … Quedaría boquiabierto contemplándote en tu traje de Eva … Y lo más seguro es que escaparía al baño con otro par de tus bragas para mancharlas con su semen juvenil …
—Bueno … Creo que eso jamás sucederá … Una cosa es mirar, pero tocar está totalmente descartado …
Con ese comentario nos levantamos y regresamos a nuestros trabajos.
*****
Esa noche decidí que tenía que aclarar algunas cosas con Paulo. Iba a ser incomodó, pero necesitaba poner el punto sobre las “ies” y no dejar cabos sueltos que se presten a confusiones futuras. Puse en el refrigerador un par de botellas de Moscato d’Astí, un vino dulce de las tierras de su abuelo que se que a él le gusta. Yo había desocupado casi una entera botella para tener el coraje suficiente para enfrentarlo. Como su madre, era mi deber de enseñarle a hacer las cosas en modo correcto y respetuoso. Se estaba convirtiendo en hombre y debía saber respetar al sexo opuesto.
Cuando llegó a casa entró a la cocina y me saludo, pero rehuyó mi mirada. Le serví un vaso de vino y le dije que a poco la cena estaría lista. Luego él subió a ducharse y cambiarse. Con anticipación yo había dejado un par de mis bragas en el cesto de la ropa sucia, las doblé en un cierto modo para poder verificar si las usaba o no; cuando escuché que cortó el grifo de la ducha, esperé algunos minutos y fui a controlar si había usado mis bragas, pero las encontré tal cual las había dejado. Entonces me pregunté, ¿por qué no las tocó? ¿qué habrá hecho? Me angustié un poco haciéndome mil preguntas, no cabía duda de que algo había cambiado, no sabía como enfrentar esta nueva situación, pero estaba segura de que debía tener iniciativa y seguir aclarando el todo.
Cenamos tranquilos y charlamos muy poco sobre cosas comunes y anodinas, pero a la hora del café, decidí que era hora de enfrentar nuestro asunto.
—Hijo … Creo que tenemos que hablar tu y yo … No estoy enojada ni nada de eso …
—¡Uhm! … Lo siento, mamá … No sé que decir …
—¿Por qué tomaste mis bragas? …
—Fue un impulso que no pude controlar … Eran tan lindas y sexy … Llamaron mi atención … Y luego … Bueno … Tú entraste en el baño … Y eso … Sucedió eso …
—¿Y tú crees que está bien lo que hiciste? …
—Por supuesto que no … Pero siempre he sentido esa atracción por las bragas femeninas … No tengo la oportunidad de encontrar las bragas de alguien más … Las tuyas son las únicas … Magda no me deja haber las suyas … Y … Bueno … ¿Qué más podría decirte? …
—Tampoco para mí es fácil enfrentar esta polémica … Eres mi hijo … Para mi fue una sorpresa descubrir el uso que le das a mi bragas … Sé que estás en una edad en que no puedes controlar todas tus sensaciones, pero ¿masturbarte con mis bragas? … No encuentro una explicación para ello …
—Lo siento, mami … Jamás pensé en que entrarías al baño justo en ese momento …
Dijo Paulo visiblemente avergonzado.
—¿Lo sientes? … Pero ¿qué demonios te pasó por la cabeza para estar usando así las cosas de tu madre? …
—No lo sé, mamá … pero no lo volveré a hacer …
—¿Y tú crees que con eso basta, jovencito? …
—Creo que me dejé llevar por los comentarios de mis amigos … Todos opinan que eres una mujer muy atractiva … Siempre hablan de ti … Entonces cuando vi tus bragas no pude resistirme …
—Dime la verdad … ¿Era la primera vez que lo hacías? …
—¡Ehm! … Lo siento, pero no … Es de hace un tiempo que me atraen tus bragas … Me hacen un efecto que no puedo describir … Me hacen pensar en ti en una forma diferente …
Nunca pensé que él iba a ser tan sincero, tuve sensaciones encontradas, hasta sentí simpatía y creí comprender sus sentimientos. Me sentí halagada, pero quería saber más.
—¿Diferente? … ¿En que sentido? …
—Mami … No preguntes más, por favor …
—Ya te dije que no estoy enojada … Solo quiero llegar hasta el fondo de esto …
—Siento tanta vergüenza, mami …
—Relájate, cariño … Esto quedará entre nosotros … Solo necesito entender porque sucedió …
—Bueno … Pensaba en como se verían en ti … También en como te verías tú sin ellos … Tal vez puedas pensar que soy un pervertido, enfermo y asqueroso por hacer esto con tus bragas … Yo … Yo …
La voz de Paulo se quebró y pensé en ir en su ayuda, mal que mal, él es mi hijo, mi único hijo.
—Cariño … Eres un hombre joven … Comienzas a interesarte por las mujeres … Puede que viviendo solos tu y yo, te resulte complicado … Si te sientes atraído por mi que soy tu madre, no es del todo inusual … Eso te ira pasando con la edad y cuando conozcas otras chicas … Y eso de ninguna manera quiere decir que estás “enfermo” o que seas “repugnante” …
Mientras le decía esto sentí la humedad que se estaba formando en mi coño. Cierto que esto era un tema tabú, pero sentir que él me deseaba me hizo sentir bien.
—Gracias por no pensar que soy una especie de monstruo depravado, mamá …
—Por supuesto que no eres un monstruo ni nada por el estilo … Lo cierto es que nosotras las mujeres también estamos sujetas a sentir sensaciones sexuales e impulsos … Queremos entregarnos a un hombre, pero bajo nuestros términos … Debe haber una atracción mutua, sin violencia ni chantajes físicos o psicológicos … Lo que hiciste no es apropiado … No puedes tomar la prenda de una mujer y usarla sin que ella lo sepa … Esta violando su intimidad … Eso no se hace, hijo …
Paulo me miró fijamente con sus penetrantes ojos azules y dijo.
—Entonces, si no estás enojada … Eso quiere decir que yo … ¡Ehm! … Bueno … Eventualmente podría hacer uso de tus … ¡Uhm! … ¡Ehm! …
—Paulo … Eres un chico adolescente … Tienes tus necesidades y tu sistema hormonal te sobrepasa … Es normal que eso suceda … Tu cuerpo a veces te vuelve loco … No olvides que yo también en un momento de mi vida tuve tu misma edad … Yo ya pase por eso … Es una transición a la vida de adulto … Entonces, si eres respetuoso … Podría permitirte usar mis prendas … Siempre y cuando me lo hagas saber con anticipación, ¿entiendes? …
Lo dejé pensativo y me fui a dormir, estaba un poco cansada y necesitaba reflexionar sobre lo que había hablado con mi hijo. Se había frotado la lampara del genio y ahora debíamos esperar a que sucederá cuando este Aladino, salga de sus aposentos.
*****
Al día siguiente salí temprano al trabajo. A la hora de almuerzo Olivia se reunió conmigo en la cafetería. Quería saber cómo me había ido con mi hijo, se sentía comprometida e involucrada con lo que me estaba sucediendo con él.
—Bueno … ¿Y cómo va eso? …
Estaba bastante nerviosa y todavía confundida con lo sucedido, así que no le di todos los detalles en un principio, pero poco a poco me fui confesando con ella para aliviar mi conciencia.
—¡Ehm! … Es difícil hablar de esto y te entiendo … Pero quiero saber para ayudarte …
—Pero no quiero que puedas pensar en que soy pervertida o que me juzgues por todas estas cosas que me están sucediendo … Le dije que podría usar mis prendas, pero que debía preguntarme y pedírmelas … Entonces sería yo a decidir al respecto … Y no me haría sentir ultrajada …
—¿Bromeas? … ¿Lo autorizaste? …
Agaché la cabeza sintiéndome un poco culpable de no sé qué.
—Bueno … Quise entenderlo … Quise estarle cercana … Un gesto de buena voluntad … Para decir la verdad … No tenía intención de hacer una oferta de ese tipo … Pero él fue sincero … Por primera vez él se abrió a mí … Lo vi demasiado triste y frustrado … Tenía que ir en su ayuda … Él es solo un adolescente cachondo igual que miles de otros …
—¿Y crees que él cumplirá con el pacto? … En cualquier momento él podría venir y pedirte tus bragas … ¿Has pensado en eso? … Y vas a tener que cumplir con tu promesa …
—Sí, lo sé … No quiero pensar en eso todavía … Tendré que esperar y ver que sucederá …
En el fondo de mi mente, sabía que él lo haría y eso extrañamente me entusiasmaba. Me pregunté sí Olivia podría intuir lo mojada que me estaba sintiendo en ese momento.
*****
Esa tarde yo llegué a casa primero que Paulo. Como es habitual, fui a cambiarme y a refrescarme, pero por alguna ignota razón, me dejé mis bragas, pensando en que él me las pediría. Cuando él llegó a casa, yo estaba en la cocina preparando la cena; Paulo entró y fue directo al refrigerador a tomar una gaseosa; nos saludamos brevemente como si nunca hubiese pasado nada. Me sentí un tanto aliviada, ya que él no vino a pedirme mis bragas, pero al mismo tiempo un poco frustrada, porque quería que él me las pidiera. Tal vez el chico se sentía cohibido y le daba vergüenza pedírmelas, o quizás habrá entrado en razón y simplemente no me las pedirá más.
Cenamos conversando un poco anodinamente de nuestras jornadas, yo mi trabajo, él su colegio. Me ayudó a lavar la vajilla y limpiar la cocina, luego nos fuimos a la sala de estar a ver un poco de televisión. Al cabo de un rato me disculpé y me fui a mi dormitorio para irme a dormir. Me desnudé frente al espejo y miré con cierto orgullo mi cuerpo de mujer madura, para mis treinta y siete años, todavía puedo lucir un hermoso par de grandes tetas, llenitas y duras. Sí, había dos o tres kilitos demás, pero en los lugares justos, mi abdomen era todavía prácticamente liso, mi monte de venus un poquito abultado y mi panocha siempre escondida entre mis piernas que casi parecía no tener nada allí, pero la temperatura que emanaba mi agujerito era el de un volcán. Puse mis manos en mis caderas y orgullosa meneé mis tetas, me sentí fantástica sintiendo ese bamboleo pesante y rítmico que había hecho perder la cabeza a más de un hombre.
Mis pezones apuntaban ligeramente hacia arriba, estaban durísimos y me recordé del tiempo en que nutría a mi hijo Paulo con ellos, sentir sus encías de bebé delicadas mamando y chupando mis tetas, un escalofrío recorrió mi cuerpo y mi pezones se irguieron buscando esa boquita párvula. Me pregunté como sería dejarlo ahora que es un joven adolescente, que se colgara de mis pechos y me succionara tratando de tirar fuera la leche de su madre. Me envolvió un manto de ternura, pero al mismo tiempo sentí la lujuria entre mis piernas y me desesperé imaginándolo jugar con mis duros pezones. Escuché sus pasos por el corredor y rápidamente me puse mi camisón, pero me dejé mis bragas en forma inconsciente.
Me senté en la cómoda para desmaquillarme y sentí unos golpecitos a mi puerta. Me volteé a mirar y vi la cabeza de Paulo que se asomaba para decirme.
—Buenas noches, mamá …
—Buenas noches, hijo … Que duermas bien y descanses …
Pero él se quedó allí a observarme, titubeando torpemente, como si quisiera decir algo más.
—¿Te sientes bien, cariño? …
Pregunté y me sentí muy nerviosa a la espera de su respuesta, dado el contexto de la situación.
—Sí, mami … Solo que pensaba a lo que dijiste esta mañana … De pedirte permiso … Estabas hablando en serio, ¿verdad? …
—Por supuesto … Siempre soy sería cuando trato cosas de tú y yo … ¿Qué es lo que quieres? …
—Bueno … Es fin de semana y mañana no tengo que levantarme temprano … Quisiera pedirte algo prestado … Será solo por esta noche y no haré ningún desastre …
Me recordé de las palabras de Olivia, “Vas a tener que cumplir tu promesa”, pero al mismo tiempo pensé que mi Paulo era un caballero y tenía sus cojones bien puestos como para venir a pedirme algo que él necesitaba.
—Dime, cariño … ¿Qué necesitas? …
—Mami, quisiera coger un par de bragas tuyas desde el cesto de la ropa sucia … Por favor …
Dudé un instante, luego me levanté y caminé hacia él.
—No es necesario que vayas al baño, amorcito … Por haber tenido el coraje de venir a pedírmelas expresamente a mí … Te compensaré prestándote estas que llevo puestas …
Me afirmé a su antebrazo, metí mis dedos en la banda elástica de mis bragas y las deslicé hacia abajo por mis piernas, primero una y luego la otra. Las estiré juguetonamente entre mis dedos, sintiendo lo cálida y húmedas que estaban, luego se las ofrecí a mi hijo, el cual apresuradamente las quitó de mis manos.
—Gracias, mamá … Eres genial …
Vi en sus ojos la excitación y la lujuria al sentir la delicada tela de encajes de mis bragas, instintivamente junte mis piernas y sentí unas deliciosas contracciones en mi labia y ojete vaginal. Paulo salió disparado hacia su habitación con el tesoro más preciado entre sus manos, mis bragas húmedas y calientes.
Trate de no darle mayor importancia, es mi hijo, es un adolescente y esto es lo que hacen los chicos de su edad. Traté de conciliar el sueño, pero me fue imposible. Una y otra vez imagines de Paulo masturbándose con mis bragas iban y venían por mi mente, ¿Estará olfateándolas? ¿Las habrá envuelto alrededor de su pene? ¿Restregará su glande sobre la delgada tela húmeda de mis bragas?
Una curiosidad impresionante se apoderó de mí, tenía que ver y saber que estaba pasando. No tenía la más remota idea de que iba a decir ni como comportarme. Pensé que era justo que, si yo le daba mis bragas para que se complaciera, lo mínimo que me correspondería es saber y ver que cosas estaba haciendo con ellas. Mientras caminaba por el pasillo iluminado tenuemente, noté que la luz de su cuarto estaba encendida. Llamé suavemente y abrí lentamente, Paulo estaba sentado sobre su cama mirando la pantalla de su laptop.
—¡Hola, mami! …
Miré a mí alrededor y noté que mis bragas estaban en el suelo junto a algunos trozos de toalla absorbente arrugados y evidentemente húmedos al lado de su cama.
—¿Tu crees que ese es el lugar apropiado para mis bragas? …
—¿Cómo? … ¿Qué quieres decir? …
Caminé hacia la cama y recogí mis bragas del suelo, luego me senté sobre su cama.
—¿Acaso mis bragas están bien por tierra? …
—¡Oh, no! … Se me cayeron sin darme cuenta … Tú sabes … Acabo de terminar y al hacerlo deben haberse deslizado al suelo …
—Esa no es una disculpa, tesoro … Te presté algo íntimo y muy personal, debes tratarlas con respeto … Nunca veras en mi dormitorio mis bragas por el suelo …
—Tienes toda la razón, mamá … Te juro que no volverá a suceder …
—Mejor que no lo olvides … Pero bueno … Ya que hablamos de estas cosas, quisiera saber, ¿por qué mis bragas? … Podrías también sentirte atraído por otras cosas, ¿no? …
Miró las bragas que estaban en mi mano y tímidamente dijo.
—Tal vez es su olor, ¿sabes? … El aroma del lugar donde han estado … Eso es muy excitante para mí …
—¡Uhm! … No debería decir esto, pero me siento complacida de que tú tengas estos sentimientos … Me hace feliz que pienses en mí … Casi todas las mujeres queremos sentirnos amadas y deseadas …
—Gracias, mami … ¿Crees que pueda tenerlos un rato más conmigo? … Esperaba volver a usarlos en un rato más y tal vez también mañana por la mañana … Mis impulsos se refuerzan cuando tengo tus bragas conmigo …
—Cariño, mami nunca te dirá que no … Si quieres volver a hacerlo muchas veces más, no me importa … Eres un joven fuerte y vigoroso … Disfruta tu momento porque el tiempo no se detiene … No tienes que ser tímido … Goza y sé feliz con tu vida …
—Está bien, mami … Creo que todavía me queda cuerda para rato … Siento que se despierta otra vez mi impulso …
Dijo mirando el edredón que cubría sus genitales donde se notaba un abultamiento evidente y considerable. Me acomodé sobre la cama, jugué con un mechón rebelde de sus cabellos y acaricié su mejilla. Empujó suavemente mi mano con su cabeza, como si fuera un gato, sentí que comenzaba a excitarse al sentir mis caricias y emitía un gemido ronroneante. Suavemente rocé el bulto bajo el edredón, mis dedos percibieron la dureza de su polla. Nuestros ojos se encontraron y él trago saliva. Volví a acariciar esa turgencia rígida y gruesa solo para asegurarme que esa era su polla. Paulo entreabrió sus labios y gimió al sentir mi suave caricia.
—¿Puedes volver a hacer eso, mami, por favor? …
—Mami puede hacer todo lo que tú quieras, bebé … Basta que me lo digas …
—Me gusta cuando me acaricias por sobre el edredón, mamá …
—¿Deveras? … ¿Te gusta eso? …
—Sí, mami … Haces que se me ponga más duro …
—¡Oh! … Y a mi me gusta sentir que bajo el edredón hay una cosa muy dura …
—Se siente diferente, mami … Me gusta mucho … No es igual a cuando lo hago yo …
—Te gustaría que mami te acariciara por debajo del edredón … Quiero saber que tan duro es eso de ahí abajo …
—¡Hmmmm! … Harías eso por mí, mami …
—Te dije … Mami hará todo lo que tú quieras …
—¡Oh, sí, mami! … Por favor … Siente por ti misma como está de duro … Siento que ya me salen algunas gotitas por la parte de arriba …
—Eso es del todo normal … Te estás convirtiendo en un hombre vigoroso y fértil … Esa es tu semilla … Un día embarazarás a una chica con ese semen y tendrás tus propios hijos …
—Pero yo no quiero crecer, mamá … Quiero ser tu bebé …
—Tú siempre serás mi bebé, tesoro … Mamá siempre cuidará de ti … Mami quiere que seas feliz … ¿Qué tal si volvemos a cuando eras pequeñito como un bebé? … Yo me recostaré sobre la cama y tú vendrás sobre mi regazo y apoyarás tu cabeza en mi vientre … Como cuando te preparaba para alimentarte, ¿te va? …
—¿Y me darás de comer, mami? …
—Por supuesto, tesoro … Mami te nutrirá como cuando eras bebito …
—¿Y podré chupar tus tetas, mami? …
—Lógico … Es así como se alimentan los bebés, ¿no? …
El rostro de Paulo era todo un programa, se iluminó y sus ojos brillaron de excitación. Mi ritmo cardiaco aumentó cuando él comenzó a acomodarse en mí barriga, sobre mi monte de venus y bajo el borde de mis pechos. Levanté mi mano derecha y deslicé la manga de mi camisón sobre mi hombro y descubrí mi teta izquierda, Paulo pasó su lengua por sus labios en anticipación y ansias. Mi pecho lleno, redondo y pesado quedó a la altura de su mejilla, él lo miró y por un segundo vi los ojos de mi bebito ansioso de chupar la leche de mi teta. Entonces tomé mi pecho y guié mi pezón entre sus labios. Él abrió de par en par su boca y cerró sus labios alrededor de mi pezón, probó su dureza y flexibilidad, chupó fuerte, cada vez más fuerte. Podía sentir el aroma de mí coño excitado sintiendo los labios de mi bebé en torno a mi areola y con la punta de mi teta profundamente en su boca. Estaba claro que él estaba excitándose al máximo y me arrastraba a ese sendero nuevo de lujuria y placer. Pero iba demasiado rápido para mí.
—Paulo, por favor … Sé más delicado … Sí no te moderas, tendré que quitarte mi pecho … Mami quiere sentirte como cuando eras un bebito … Mis tetas son para mi bebito, ¿entiendes? …
—Lo siento, mamá … Yo soy tu bebito … Solo que me excitas demasiado …
Comenzó a succionar con delicadez, rápidamente mi pezón se endureció y mi areola se puso rojiza. Empujé mi seno contra su boca, mi pecho estaba moldeado por sus labios, me chupaba y lamía, a veces atrapaba mi pezón entre sus dientes y con extrema bondad lo estiraba un poco, para volver a succionar y lamer. Se me escaparon unos tenues gemidos y unos hormigueos terribles se extendieron sobre mis tetas, entonces él estiró su mano haciendo salir mi otro pecho y comenzó a acariciarlo y amasarlo entre sus deditos jóvenes. Luego estiró su cuello y atrapó mi segundo pezón entre sus labios sin dejar de acariciar y magrear mi otro seno. La estimulación era increíble, la sensación maravillosa, ahora podía sentir como se acumulaban los jugos de mi coño. Tener a mi niño otra vez pegado a mis tetas era sublime y un sentimiento mixto de mujer y madre se apoderó de mí. Necesitaba cuidar de él y hacerlo feliz. Pude ver el bulto debajo del edredón y mi mano se deslizó casi en automático en busca de esa presea masculina invaluable, era ni turno de tocarlo, levanté solícitamente el edredón.
—¿Te importa si miro? … Quiero ver que tienes allí …
—¡Mmmmm!, no … —Respondió sin dejar de chupar mi teta.
Miré, pensando que quizás llevaba sus boxers, pero no, estaba totalmente desnudo. Su polla estaba ligeramente aplastada por el edredón, así que lo hice a un lado. Apareció una monstruosa cabezota parcialmente cubierta por su prepucio, era redonda y grande con un grueso anillo a su alrededor que formaba como una corona. De la punta de su pene salían gotitas nacaradas de pre-semen. Era hijo de su padre, con una polla inmensa, pero más gruesa y larga que la de su genitor.
—¡Ahhh! … Parece que tienes ganas otra vez … Mami te ayudará con eso … Mami te hará sentir muy especial …
Los ojos de Paulo se abrieron a desmesura, soltó mi pecho y dijo.
—¡Oh, mamá! … Eres genial …
Luego volvió a por mis pechos.
—Chupa mi teta, cariño … Chupa mi pezón como la hacías de bebito …
Nos miramos y le sonreí maternalmente, acaricié su cabeza y empujé mi teta dentro de su boca. Esto me estaba haciendo muy feliz, nunca me había sentido tan cercana a mi bebé. No quería pensar en si estaba bien o si estaba mal. Lo único que me importaba era rendir feliz a mi hijo. Y todo mi cuerpo me compelía a satisfacerlo, era lo que una madre tenía que hacer.
Con dos dedos, tomé su engurruñado prepucio y lo estiré hacia abajo para descubrir esa bulbosa cabezota que emanaba ese cristalino líquido pegajoso, luego envolví parte de su pene con mi mano, pero era demasiado grueso como para abarcarlo por completo.
—Veamos si mami puede encargarse de esto … Quiero a mi dulce bebé libre de todo estrés …
El momento era único y muy afrodisiaco para él y para mí. Paulo estaba haciendo realidad su fantasía y yo podía experimentar un placer nuevo y desconocido, un delirio que nunca había probado, ser el objeto de lujuria de mi propio hijo.
Aferré con fuerza su pene y lo magreé hacia arriba y hacia abajo. Tiré el prepucio completamente hacia atrás y acaricié la redonda corona alrededor de su glande. Meneé mi mano hacia arriba y hacia abajo. Escuché sus gruñidos y supe que Paulo estaba en mi poder. Él era mío y de nadie más. Me pertenecía por completo y estaba a mi merced. Supe que tenía poder sexual sobre él y el goteo de mí coño me hizo comprender que él tenía poder sexual sobre mí. Estaba en un limbo exquisito y alucinante, una especie de paraíso paralelo. Amaba cada segundo de lo que estábamos haciendo, pero sabía que debía mantener el control y hacerle saber que era yo al comando de toda la situación.
Me emocionaba ver las expresiones calientes de su rostro, gemía y respiraba afanosamente sin dejar de chupar mis senos. Su pene se había hecho más duro, podía ver las gruesas venas azules que lo recorrían por toda su longitud. Mis propios jugos de amor comenzaron a manchar sus sábanas. Sentí que él se estaba acercando a su clímax y acaricié con renovadas energías su polla, cada vez más rápido y cada vez más fuerte.
—¿Estás bien, cariño? … ¿Se siente rico tu polla? … ¡Goza tesoro, goza! … ¡Déjate ir! … ¡Dale a mami todo lo que tengas! … Siente el olor de mi coño … Huele el aroma de mami … Mi coño está empapado por ti …
Le dije casi en un susurro y al parecer eso fue demasiado para él. Gruño y gimió levantando su pelvis en el aire, comenzando a disparar varias cargas espesas de gomoso esperma. La primera carga cayó sobre mis cabellos, mi rostro y mi camisón. No podía ni siquiera pestañear para no perderme este espectáculo maravilloso que me estaba regalando mi bebé. Poco a poco las explosiones de esperma se fueron debilitando hasta cesar del todo. Su semen estaba por todas partes y había un olor estimulante y excitante en el aire. Eran muchos los años que habían pasado desde que vi a un hombre correrse a mi lado y el olor a esperma me fascinó, era caustico y balsámico a la vez.
—¡Oh, Dios! … ¡Oh, Dios! … ¡Gracias, mamá! …
—No hay porqué, cariño … Ya sabes que si lo pides con respeto mamá cuidara de ti, tesoro …
Dije soltando su polla. Luego me levanté mientras él intentaba limpiar un poco el desastre con toallitas absorbentes.
—Tengo que ir a limpiarme, tesoro … Buenas noches y que tengas bellos sueños …
Le dije despidiéndome de él con un fugaz beso en sus labios.
Regresé a mi dormitorio y me miré al espejo. Mi camisón estaba empapado con el semen de Paulo, mi coño estaba tan mojado que me escurría un líquido por mis muslos. Tenía semen por todas partes, mis manos embadurnadas con su esperma. Pero todo me parecía maravilloso. Necesitaba correrme de algún modo. Rápidamente me dejé caer sobre mi cama y extraje mi consolador vibratorio desde el comodino al lado de mi lecho. Sabía que no me iba a tomar mucho tiempo. Abrí mis piernas y me enterré ese adminículo rosado, grueso y vibrante, mi coño ya estaba preparado y este se deslizó suave y profundamente. Comencé a sentir los temblores de mi orgasmo pensando a como Paulo me chupaba las tetas. El sentir su dura polla en mis manos. La imagen de él disparando densas y pegajosas ráfagas de semen. El olor irresistible de su esperma. Puse mi mano cerca de mi boca y chupe mis dedos bañados de su semen. Apreté mis muslos sintiendo las vibraciones que se esparcían por todo mi cuerpo. Chupe mis dedos sintiendo el sabor de mi hijo, lamí mis dedos para dejarlos limpios de ese viscoso líquido exquisito. Con la mano libre empujé el consolador hasta tocar el fondo de mi vagina y me corrí. Mis piernas estaban fuertemente cerradas y mi pelvis golpeaba contra la almohada, quería sentirlo más y más adentro de mí. Esto era totalmente nuevo para mí. Había cruzado la frontera y no estaba para nada arrepentida. Era una de las cosas más ardientes y cachondas que jamás había experimentado.
*****
—En otras palabras, le hiciste una paja a tu hijo, ¿eh? … —Pregunto Olivia incrédula.
—No veo en que otro modo podríamos definirlo … Aunque si yo prefiero definirlo como “un masaje sensual” … Él lo necesitaba y yo se lo di para aliviarlo … No es una gran cosa, después de todo …
—¿No es una gran cosa? … ¡Has masturbado a tu hijo, por Dios! …
—Lo sé … Tal vez no es bueno … pero ¿Quién dice que es malo? … Yo no me arrepiento …
—Pero es un poco depravado … He escuchado historias como estas en el pasado, pero siempre pensé que eran cosas inventadas …
—¿Historias? … Pero esto no es una historia … Lo hice anoche con Paulo …
—Cathy … Dime una cosa, ¿lo disfrutaste? …
—¿Quieres que te cuente los detalles? …
—Pero si todavía no me has dicho nada … ¿Cómo fue eso? … ¿Lo disfrutaste? …
—Bueno … Te diré que siento que he cruzado un limite que quizás no debía haber cruzado …
—¿Y que quiere decir eso? … ¿Es un sí o un no? …
—¡Ay, Olivia! … Eres incorregible …
—¡Oh, vamos! … Sabes cuanto me gustan los chismes … ¡Vamos!, cuéntamelo todo …
—Primero prométeme que no dirás nunca nada de esto a nadie, ¿lo juras? …
—¡Lo juro! … ¡Lo juro! … Lo llevaré a la tumba conmigo …
Me incliné hacia adelante para hablar a baja voz y le dije.
—Él vino a pedirme mis bragas … Luego yo fui a su dormitorio … Lo encontré reposando de su actividad … Le ofrecí mis pechos para que me mamara como cuando era un bebito … Y mientras él lo hacía, yo sacudí su enorme polla dura hasta que me regaló su esencia de hombre …
—¡Oh, Cathy, por Dios! … ¡No te puedo creer! … ¿Él te las pidió? … Tú … Tú le diste un masaje sensual … ¿Y esto fue cómo madre e hijo? ¿o fue de carácter meramente sexual? …
—Si debo decir la verdad, creo que ambas … Me volví a sentir como madre cuando le di de mamar … Eso me hizo muy feliz a mí … Luego observé su polla que estaba encendida y no me pude contener … Necesitaba un alivio, ¡pobre muchacho! … Y debo decir que me encantó … Lo hice feliz …
*****
Desde entonces las cosas comenzaron a repetirse otras veces más, nos sentíamos mejor y más compenetrados en nuestra relación. Hasta que una noche Paulo se acercó a mí diciendo.
—Mami, tengo mis bolas pesadas e hinchadas … Mi polla no me da paz, he estado pensando en ti todo el día … Me pregunto si ¿podrás facilitarme tus bragas? …
—¡Oh!, mi pobre bebé … Te las daré si me prometes que las cuidarás …
—Sí, mamá … Lo prometo …
Sonreí y me levanté para quitarme mis bragas, pero inesperadamente él me detuvo.
—Espera, mamá … ¿Qué tal si te las bajo yo? … ¿Me dejas? …
—¿Te gustaría eso? … ¿Eso te haría feliz? … ¿Eso te haría ponerte más duro? …
Paulo no pronunció ni una sola palabra, pero sus ojos expectantes lo decían todo. Estaba desesperado por hacer eso, entonces me levanté mi falda y me acerqué a él mostrándole mis pequeñas bragas incrustadas entre los labios de mi coño. Él cayó de rodillas con una mirada enfebrecida, lentamente estiró sus manos, sus ojos estaba a la altura de mi coño ardiente. Primero metió sus dedos y tiró mis bragas de entre mi labia vaginal, luego los insertó en el elástico y comenzó a bajarlas sin despegar la vista de mi coño empapado. A medio muslos se detuvo y miró atentamente mi panocha pelada. Su rostro estaba tan cerca que podía sentir su respiración en mi piel. Esto era muy erótico para mí, pero no podía dejarle saber que estaba muriendo porque él me tocara y besara los labios lampiños de mi sexo candente. No se me ocurrió nada más que preguntarle.
—¿Has visto alguna vez un coño, cariño? …
Estaba congelado frente a mí sin decir una palabra y hipnotizado por mi rajita húmeda. Atinó solo a mover su cabeza negativamente.
—Por aquí saliste tú haces tantos años atrás, tesoro … ¿Quieres verlo más de cerca? …
Sus ojos subieron por mi cuerpo hasta encontrarse con los míos y con voz casi implorante, me dijo.
—Sí, mamá … Muéstrame, por favor …
—Bueno … Termina de bajar mis bragas para poder mostrarte …
Paulo suspiró e hizo descender mis bragas a mis tobillos, delicadamente levanté un pie y luego el otro, para que él pudiera quitármelas. Retrocedí un par de pasos y me senté en el sofá con las piernas abiertas. Él todavía estaba de rodillas, pero estaba un poco más lejos, sin reaccionar y sin poder quitar los ojos de mi coño.
—Acércate, cariño … Ponte más cerca para que puedas ver mejor la conchita de mami …
Paulo se arrastró colocándose a centímetros de mis rodillas. Entonces bajé mi mano y extendí mis labios vaginales para mostrarle la parte interna de mi chuchita y el agujerito resbaladizo.
—Cuando serás mayor, tesoro, podrás meter tu cosa dentro de la mujer para hacer bebés … ¡Ah!, también podrás hacerlo para divertirte …
Con mi otra mano rocé mi capullito envuelto en suaves pliegues rosados.
—Este es mi clítoris, cariño … Esta es la parte más sensible de la vagina … Aquí es donde la mujer goza y se corre … Puede ser acariciado, besado, chupado o lamido … De seguro una dama estará muy contenta si tú haces todo eso …
Instintivamente él estiró su mano con la intención de tocar mi coño, inmediatamente lo detuve.
—¡Paulo, no! … No puedes hacer eso … Soy tú madre y no me puedes tocar ahí … Además, un verdadero caballero nunca intentará tocar a una dama sin su permiso …
—Lo siento, mamá … Es más fuerte que yo … Me dejé llevar … Tu coño huele tan rico como tus bragas … Me muero por tocarlo …
Balbuceó casi gimiendo.
—Un día podrás tocar muchos coños, amorcito … Pero el coño de mami no está en esa lista … Simplemente no puedes tocarme ahí, ¿entiendes? …
Dije tratando de hacerlo en la forma más enfática posible, pero en el fondo de mi corazón, quería sentir sus manos sobre mí y supe que algún día se lo iba a permitir, pero primero debía hacer méritos para ganárselo. Necesita aprender a como tratar a una mujer antes de tener ese privilegio.
—Bueno … Ahora es tu turno … Ve y siéntate en ese sillón, quiero que me muestres lo que haces con mis bragas …
Paulo se sentó frente a mí, se bajó los pantalones cortos para hacer salir su polla monstruosamente erecta. Envolvió su pija con mis bragas y comenzó un movimiento masturbatorio suave y lento, sus ojos no dejaban de mirar entre mis piernas y yo las abrí un poco más para que pudiera ver bien.
—¿Te gusta mirar el coño de mami mientras juegas contigo mismo? …
—Nunca lo había visto tan de cerca, mami … Me gusta mucho mirarte … Me encantaría mirarlo mientras tú juegas con mi pito, mamá … Como lo hiciste anoche … Podrías volver a hacerlo, mami … Por favor …
—Como me lo pides tan caballerosamente … ¡Ehm! … Podríamos intentarlo …
Me acerqué a él y me senté a su lado, estiré mi mano y él soltó su polla. Aferré su garrote candente con mi mano y mis piernas se abrieron para que él tuviera una buena vista de mi intimidad.
—¡Oh, cariño! … Esta cosa está dura como una roca … De seguro debías sentirte incómodo …
—Sí, mami … No he vuelto a tocarme desde que tu lo hiciste …
—¡Oh!, ¡qué tierno! … Estabas guardando tu corrida para mí, ¿verdad? …
—Algo así, mami … Porque al parecer te gusto tanto lo de anoche, qué quería que esta noche fuera otra noche especial para ti …
Un terrible hormigueo recorrió mi cuerpo centrándose en mi labia vaginal que se contrajo en forma exquisita. Siempre sentía un poco de culpa, pero se sentía tan bien que mi coño me decía que continuara, y también la maciza polla de Paulo.
—Gracias, tesoro … No podemos seguir haciendo esto para siempre … Pero una noche más no representa un verdadero problema … Será una noche especial para ti y para mí.
Mi mano lo acariciaba hacia arriba y hacia abajo. Con las yemas de mis dedos jugué alrededor de su hinchada cabezota, podía ver el engrosamiento de sus venas azules y el palpitar de su polla entre mis dedos, podía sentir las palpitaciones que preceden la eyaculación.
—Mami … ¿Lo tomarás en tu boca? … Lo he visto hacerlo en algunos videos y sería genial si me muestras como se siente … Por favor, mamá …
No estaba preparada para un requerimiento de ese tipo. Me sonrojé y me puse algo nerviosa.
—¿Es eso lo que quieres, cariño? …
—He estado pensando en eso todo el día, mami … Nunca he sentido nada parecido …
Pensé que, si yo le había metido mis tetas en su boca, nada más justo que él me metiera su cosa en mí boca. Caí de rodillas entre las piernas de Paulo y observe su enorme polla con mucha atención. Me hacia sentir muy bien ser la causa de que su polla estuviese así de dura. Me dije que esto no era nada más que sexo didáctico de una madre amorosa enseñando a su joven hijo. No podía haber nada de errado en esto.
Un erótico y audible gemido salió de la boca de Paulo cuando mi lengua revoloteó alrededor de su glande. Barrí con mi lengua toda traza de pre-semen y azoté en forma incansable su gruesa cabezota. Hice lo que sabía lo volvería loco. Envolví la corona de su glande con mi lengua y entonces me la tragué para comenzar a chupar su enorme verga.
—¡Qué carajo! … Eso se siente genial, mami …
Miré directamente sus lucientes ojos azules, Mi boca estaba llena con su polla, mis mejillas estaban hundidas mientras lo chupaba intensamente y mi cabeza subía y bajaba rítmicamente. Me sentía poderosa con la cabezota gigante de Paulo en mi boca, estaba disfrutando cada momento y estaba segura de que a él también le gustaba lo que le estaba haciendo. Sin siquiera pensarlo mi mano descendió entre mis piernas para acariciar mi botoncito hinchado. No iba a ser solo él quien gozara de este momento único y sublime.
Me sorprendió lo mojada e hinchada que estaba mi vulva, casi goteaba. Hacerle sexo oral a Paulo fue la mayor excitación de mi vida. Decir que era una exquisitez era no reconocer lo grandioso y sabroso que se sentía su polla en mi boca. Traté y traté de tomar toda su pija en mi boca, pero me resultó imposible debido a lo grande que era. Paulo gemía y decía cosas incoherentes e ininteligibles mientras yo chupaba enardecidamente su tótem de carne. Lamí sus bolas una a la vez y paseé mi lengua por toda la longitud de su pene.
Nuestras miradas se encontraron más de una vez y en esa se reflejaba solo amor y deseo en nuestros ojos inyectados de loco placer. También había lujuria y ardor mientras jugábamos nuestro juego prohibido y perverso. A un cierto punto sus parpados se cerraron mientras sus ojos se ponían blancos, sus piernas se tensaron. Yo empujé mis tetas sobre sus bolas y atrape su pija entre mis senos, comenzando a mover todo mi cuerpo para balancear mis pechos alrededor de su polla dura como el granito. Sentí las fuertes pulsaciones de su polla y supe que estaba casi listo para explotar en cualquier momento. Paulo se agitó, se enderezó un poco en el sillón y gritó.
—¡Oh, mami! … Mami … Creo que voy a …
No alcanzó a terminar de decirlo cuando disparó la primera carga de denso semen caliente que golpeo mi barbilla, rápidamente me eché su pene a mi boca para recibir y sentir la sapidez de su esencia de macho. Me llenó la boca con varias andanadas y mientras tragaba su semen exquisito, masturbé el resto para que rociara mis senos plenos y redondos. Después me aseguré de que no quedase nada en sus bolas, volviendo a chuparlo con avidez. Mientras saboreaba su lechita él me dijo.
—¡Oh, mamá! … Primera vez que hago esto … Eres genial, mami … Gracias … Gracias …
—De nada, bebé …
Contesté levantándome con el sabor de su néctar en mi paladar y bajo mi lengua. Me incliné hacia adelante y lo besé en los labios por varios segundos antes de dirigirme a la puerta.
—Buenas noches, cariño …
—Buenas noches, mamá …
Paulo se había corrido intensamente, pero ahora yo estaba desesperada por tener un alivio a mi tensión, mis tetas punzaban y el cosquilleo bajo mi vientre era insoportable, necesitaba desahogarme con mis juguetes.
*****
Durante los días siguientes, me sorprendió que Paulo no hiciera nada y no me pidiera nada. Hasta pensé que todo había sido una cosa pasajera de niño adolescente; ¡pero el domingo en la noche pude cerciorarme de cuan equivocada estaba!
Mientras me preparaba para acostarme, me sentí extraña, como sí me estuvieran observando. Mi puerta estaba ligeramente abierta y pude ver una sombra que se movía al exterior, no podía ser nadie más que Paulo, él estaba espiándome subrepticiamente. Si hubiese querido mis bragas simplemente me las habría pedido, pensé; así que probablemente quería otra cosa.
—Paulo, ¿eres tú? … ¿Me estás mirando, bebé? … ¿Acaso quieres verme desnuda? … Sí es eso lo que quieres, puedes entrar y mirar …
No le escuche decir nada, pero la puerta se abrió y él entró con una amplia sonrisa y ojos resplandecientes. Movía lentamente su cabeza en sentido afirmativo, se acercó a mi comodino y se sentó en la silla cercana. Yo estaba todavía completamente vestida con mi traje de negocios que uso para trabajar. Me gire frente a él y metí mis manos hacia atrás para deslizar la cremallera de mi vestido, lentamente bajé los tirantes sobre los hombros, di un paso hacia atrás e hice deslizar mi vestido hacia abajo, haciéndolo salir levantando mis pies.
Me paré frente a él en ropa interior, vi como sus ojos recorrían toda mi anatomía, deteniéndose brevemente sobre mis redondos senos, mis amplias caderas y la juntura estrecha de mis muslos. Abrió ampliamente sus ojos cuando me vio que metía mis manos a la espalda para desabrocharme el sostén. Mis pechos saltaron hacia la libertad protuberantes, se bambolearon, se estiraron de lado a lado, lo pezones apuntaron hacia adelante, Paulo dio una mirada significativa y llevó su mano a su polla que comenzaba a formar una especie de tienda bajo la delgada tela de sus boxers. Mi hijo lucía como un verdadero semental de cuerpo musculoso, fuerte y muy apuesto. Realmente creo que no puede haber mujer que no se sienta atraída por un chico joven, brioso y atlético como él. Me agaché para quitarme las bragas, pero Paulo me dijo que no lo hiciera.
—Mami, espera … Espera por favor … Quiero olfatearlos mientras los tienes puestos …
Lo miré pacientemente. Mi bebé tenía sus propias ideas, pero quien comanda soy yo. Me gustó que demostrara iniciativa, pero no podía dejarlo tomar la batuta y comenzar a exigir cosas antes de tiempo. El debía aprender y yo estaba ahí para enseñarle.
—¡Oh, chico … Eres muy travieso, Paulo … Pero esta noche las bragas no van a ser necesarias … Necesitas saber otras cosas …
Me quité las bragas y me recosté sobre la cama. Le hice señas para que se acercara y extendí mis piernas ampliamente para que él pudiese verme bien, luego le dije.
—Ven, cariño … Ven y huele la panocha de mami … Huele un coño de verdad …
Paulo se acercó e inclinó su rostro entre mis piernas. Dio un gran respiro absorbiendo toda la esencia que emanaba de mí intimidad húmeda. Lo vi agachado en cuatro patas sobre mi sexo mientras se masturbaba furiosamente. Una corriente eléctrica atravesó todo mi cuerpo al ver el efecto que mi coño causaba en mi hijo. Mis tetas se pusieron duras y las aplasté con mis manos. Creo que la situación era la apropiada como para seguir con el siguiente paso.
—Paulo, dime una cosa … ¿Eres virgen? …
Creo que la respuesta ya la sabía, pero quería estar segura. Él titubeo un poco antes de responder.
—Bueno … Yo, mami … Este … Nunca he hecho nada … Solo contigo he aprendido algunas cosas …
—Entonces es hora de que te enseñe alguna cosas más, bebé …
—¿Quieres decir que te puedo culear, mami? …
Le di una mirada severa y él se alarmó.
—Pero ¿¿qué diablos de vocabulario es ese?? …
—Lo siento, mamá … Quise decir, ¿haremos el amor? …
—Eso está mejor, hijo … No sé … Creo que primero debes aprender como se complace a una mujer … Ya sabes como huele un coño de verdad … Ahora debes aprender a conocer su sabor … Ya has olido a mami … Ahora pruébame … Cómete mi coño …
—¿Ugh? … ¿Dices en serio? …
—Muy en serio … Sí piensas en hacerle el amor a alguna dama, todo comienza con algunos jueguitos previos … Tener relaciones sexuales involucra a dos personas … Es importante complacer y ser complacido … Pon mucha atención a lo que haremos esta noche, así aprenderás lo que es correcto … Un día tendrás una esposa a la cual complacer …
—Mami, eres genial … Estaré muy atento para aprender todo lo que me enseñes … Gracias …
—Bueno empezaremos por estar desnudos … Quítate la ropa …
Me miró con un dejo de adoración mientras se despojaba de sus pantalones, remera y boxers. Yo acaricié mi ranurita mojada y observe su gorda y enorme polla blandiendo el aire. Era la exuberancia de la juventud su pija dura y maciza. Cuando quedó desnudo le hice señas para que se sentara sobre la cama.
—Bien, cariño … Todo lo que precede a hacer el amor son una serie de muestras de cariño, afecto, amor y deseos por el otro … ¿Sabes de que se trata eso? …
—¡Ehm! … No, mami …
—¿Has besado a tu novia? …
—Sí …
—Entonces bésame como si estuvieras besándola a ella … Tenemos que jugar con nuestras lenguas … Suavemente … Lentamente … Solo tocándonos y explorando la lengua del otro …
Paulo me beso y fue un poco brusco al principio, pero devolví su beso en forma apasionada y lenta, en modo que él fue tomando mi manera de besar. Sintiendo su atlético cuerpo estrechándose contra el mío, su grueso pene sobre mí vientre liso, mis grandes pechos aplastados contra sus musculosos pectorales, comencé a ponerme cachonda, necesitaba este contacto íntimo con él. Ahora él era mi hombre y comencé a derretirme en sus brazos, pronto todo comenzó a acelerarse. Paulo se puso encima de mí y sus bolas estaba sobre mis muslos y su pene en algún modo presionando mi monte de venus. Él es mucho más alto que yo, yo me sentía pequeñita bajo su musculoso cuerpo. A duras penas me contuve para seguir instruyéndolo en el arte del amor.
—Eso fue encantador, bebé … ¿Ahora que más haces con tu novia? …
—Nada … Solo nos besamos …
—¿Acaso no le tocas sus tetas? … ¿Nunca la has tocado entre las piernas? …
—¡Oh, no! … Magda no me deja, mami …
—Bueno … Tienes que aprenderlo y yo te mostraré como … Así sabrás como hacerlo cuando ella te permita tocarla … Los senos de una mujer son muy delicados y sensibles, y realzan mucho la excitación de ella si sabes como acariciarla … Podrías incluso llevarla rápidamente a un orgasmo …
Tomé su mano un poco torpe y la apoye sobre mi seno.
—Para empezar iniciarás a masajear mi teta suavemente, amásala y aplástala, pero tiernamente … No seas demasiado brusco y no toques mi pezón por ahora …
Sentí la mano grande de él apretando mi voluminoso seno, lo empujó hacia arriba y luego lo aplastó delicadamente hacia abajo. Tomó un poco de iniciativa y tomó mi otro pecho con su mano libre. Comenzó a amasar ambas tetas, aplastando una hacia abajo y la otra hacia arriba, poco a poco invirtiendo sus movimientos, luego las juntaba y procedió a darme húmedos besitos sobre mi delicada piel. Sentí que mis pezones se hinchaban y se ponían duros como piedra cuando él apretó mis tetas juntitas y luego sobajeo mis masas mamarias como en círculos concéntricos, para desparramarlas sobre todo mi pecho. Me encanta se pellizcan mis pezones cuando me estoy corriendo. Había llegado la hora de enseñárselo para que él supiera cómo hacerlo en el momento apropiado.
—Mis pezones, tesoro … Encárgate ahora un poco de ellos … Son muy sensibles y a algunas mujeres se resienten si no sabes tocarlos adecuadamente … A otras les gustan que se los estiren, muerdan y pellizquen … Debes tratarlos gentilmente, cómo a mi clítoris … Puedes besarlos, chuparlos o lamerlos, pero delicadamente … Inicia por lamer ese sector redondito que se llama areola …
Mis pezones ya estaban duros y ahora necesitaba que acariciara mis areolas rosadas, color que toman cuando estoy super cachonda. Él presiono con suavidad cada una de mis tetas, luego pellizcó y estiró mis pezones. Comencé a desesperarme retorciéndome y apegándome a su pene, bajé mi mano y toqué su polla sin tomarla del todo.
—Cariño … Si una mujer estrecha su cuerpo con el tuyo y gime tal como lo estoy haciendo yo, entonces puedes incrementar la presión que tu ejerces sobre mis pechos …
Su agarre aumentó considerablemente y yo me sentí cerquita del séptimo cielo. Pero varios peldaños bajando hacia el infierno al hacer lo que estaba haciendo con mi propio hijo.
—Amorcito … Ahora puedes usar tu boca, lengua y dientes … Chúpame las tetas suavecito y muérdeme delicadamente … Estira mis pezones y lame mis areolas … Concéntrate en mis pezones, tesoro … Pero sé siempre gentil y actúa según la reacción de tu dama … Así como se lo estás haciendo a mami …
Se estaba comportando en forma increíble; por un lado, su boca y por el otro su mano que pellizcaba mórbidamente mis algodonosas carnes. Mi coño comenzó a gotear y quería que él me sintiera allí. Saqué su mano que estiraba mi pezón y la empujé entre mis piernas.
—Toca mi coño, cariño … Tócame con tus dedos para que veas lo mojada que se puede poner una panocha cachonda … Tienes que ser delicado y escuchar las instrucciones que te da mami, ¿Vale? …
No me respondió, pero asintió con su cabeza. Me miraba fascinado como sus dedos descansaban sobre mis hinchados labios vaginales completamente mojados. Tenía la mano suelta y me dejó gobernarlo sin resistencia.
—Eso es, cariño … Méteme tus dedos con cuidado … Comienza con un dedo y luego puedes ir agregando otros … Si lo haces con calma y cuidado, le permitirás a una dama acostumbrarse a la sensación que causan tus dedos … Debe ser en forma amorosa y delicada para que a ella le guste … Ahora comienza a mover tus dedos dentro y fuera de mí; asegúrate de hacerlo e ir muy profundamente en mí …
Paulo era un excelente alumno, escuchaba y seguía todas mis instrucciones.
—Así es, amor … Cuando tus dedos estén dentro de la vagina, muévelos hacia arriba y toca la parte superior de mi coño … Es ahí donde se concentra el placer …
La sensación que me estaba causando Paulo era increíble; estaba recostado a mí lado con su cuerpo caliente y yo le dejaba tocarme. Mientras más me tocaba, más se inflamaba mi chocho y ahora sus dedos chapoteaban en una laguna de fluidos.
—¡Hmmmmmm!, amorcito … Eso se siente muy rico … ¡Ummmmmm! …
El sonido acuoso, me dijo que había suficiente néctar para ser bebido directamente de la fuente. Era hora de que Paulo usara su boca en mí.
—Ahora, bebito … Mami está chorreando y esta lista para tú boca … Bésame ahí abajo, tesoro … Y no te olvides de mi clítoris … Ya sabes lo que es y donde está … Así como lamiste mis pezones, así debes chupar y lamer mi botoncito de placer …
Paulo se inclinó entre mis piernas y su lengua separó mis labios pegoteados de fluidos, Mi cuerpo se sacudió, gemí y mis manos atraparon su cabeza por sus cabellos, para mantener su boca sobre mi panocha tembladora. Había pasado tanto tiempo, me había acostumbrada a mis dedos y a mi vibro consolador, olvidando lo que la boca de un hombre puede hacer con una vagina caliente. La lengua de él era como si fuese la primera vez que alguien se comía mi almejita.
—¡Oh, Paulo! … No te detengas … ¡Hmmmmmm! … Sigue, por favor …
Parecía gozar de una experticia innata para chupar y lamer coños. Estaba efectuando un trabajo fabuloso con mi chocho. Se detuvo a lamer y chupar mi clítoris; hurgueteando con su lengua entre mis pliegues engurruñados, mordió suavemente uno de mis labios mayores, su boca hozó dentro de mi sexo y sorbeteo la ambrosía licorosa de mis jugos, deleitándose de la sapidez dulzona de mi conchita.
—Chúpame, bebé … Lame el coño de mami …
Le dije separando mí labia vaginal con mis manos, quería darle amplio acceso a mi coño a la boca de mi hijo. Mi cuerpo temblaba de excitación, era como si mi cerebro estuviese siendo bombardeado por explosiones de placer. Estaba siendo sobrepasada por la lujuria y el gozo de mi panocha. Mi hijo levantó su cabeza de entre mis piernas para recuperar su respiro y exclamó.
—¡Oh, Dios! … ¡Es tan sabroso tu coño, mamá! …
Ver a mi hijo entre mis piernas fue verdaderamente estimulante. Sus ojos me miraban en adoración, su rostro estaba bañado con mi fluidos, sus mejillas estaban sonrojadas, luego volvió a desaparecer en medio a mis muslos. Su lengua comenzó a azotar mi clítoris y las olas de placer volvieron a azotar mi cuerpo y mi mente.
—¡Oh, sí! … ¡Asiii! … ¡Ummmmmm! … ¡Que rico! …
Mis manos agarrotadas atraparon las sábanas. Cada lamida me llevaba más cerca del borde del exquisito abismo de mi orgasmo. Me sentí morir cuando junto con chuparme y lamerme, sus dedos me penetraron profundamente. Lancé un ahogado chillido, mi espalda se arqueó, mis tetas subieron al cielo y rebotaron cerca de mi barbilla, mi mano derecha soltó la sábana y encontró la nuca de Paulo. Mi accionar era casi instintivo, me resultaba imposible poder controlar mis sensaciones, pero quería que siguiera lamiendo y besando mi coño. Ya no pude contenerme y exploté revolcándome sobre mi cama.
—¡Ugh! … ¡Ugh! … ¡Umpf! … ¡Ahhhh! … ¡Ahhhh! … ¡Ahhhh! … ¡Oooohhhh! …
Intenté cerrar mis piernas, pero Paulo seguía pegado a mí concha. Las contracciones de mí panocha dispararon varios chorros directos al rostro de Paulo y mi ojete vaginal apretó los dedos de él. Y mis ojos se cerraron en un delirio alucinante, puro éxtasis.
Me enderecé justo para ver a Paulo sacar los dedos de mi coño y llevárselos a la boca, me pareció un acto de sublime ternura saber que mi coño era de tal agrado por parte de mi hijo. Sacó con cautela sus dedos y luego se los metió en la boca, chupándome los jugos. Tenía la mayor sonrisa en su rostro. Me senté un poco para poder alcanzarlo. Lo agarré por debajo de sus brazos y lo acerqué a mí. Mis labios encontraron los suyos rápidamente. Nuestras lenguas bailaban una alrededor de la otra. Podía saborearme yo misma por todo su rostro. Sus labios, mejillas y barbilla estaban empapados de mi esencia de mujer.
—¿Cómo estuvo eso, mami? …
—¡Oh, bebito mío! … Fabuloso o como dices tú, “Genial” …
Mi cuerpo todavía temblaba sintiendo la resaca de las olas de placer, estaba sumergida en un océano de dicha. Entonces supe que era hora de hacerlo mío completamente. Había llegado el momento de tomar la virginidad de mi hijo Paulo.
—Paulo … Es hora de que mami te convierta en hombre … Necesito tu sexo en mi sexo … Sé que es tu primera vez, por lo que te aconsejo que te lo tomes con calma … A las mujeres nos gusta sentirnos llenas de un hermosa polla como la tuya … No vayas arruinar el momento corriéndote muy rápido, ¿vale? …
Él asintió inmediatamente, me enderecé un poco, tomé su pene y lo guié a mi ranurita mojada y apretada. Nunca había estado tan mojada en vida mía, así que su miembro me penetró con cierta facilidad. Me sentí otra vez inmersa en un mar de lujuria y placer. La polla de mi bebito era mía y estaba donde debía estar, en el coño materno que le dio la vida. Más feliz me ponía al ver su rostro pleno de alegría por estar haciendo el amor con su madre. Este era el paraíso que tanto había anhelado y buscado. Mi hijo me estaba rindiendo una mujer feliz y completa. Su polla entró profundamente en mí, cuando sus bolas tocaron mis muslos, él me abrazó con una infinita ternura, ahora sabía cuánto él me amaba.
—Cariño, debes moverte, tienes que deslizar tu polla dentro y fuera de mí, pero sin sacarla del todo, ¿vale? …
Al principio fue bastante rígido y envarado, comenzó a balancearse lentamente hacia atrás y hacia adelante, pero poco a poco fue tomando un ritmo increscendo. Pude sentirlo gozar enterrado en mí y su balanceo se aceleró y se volvió cada vez más frenético. Los gemidos suaves se volvieron en gruñidos y mis tetas rebotaban sobre mi pecho con la fuerza de sus embistes. Fue dulce y encantador sentirlo expresar su fiereza y hombría conmigo, poseyéndome como su hembra única y exclusiva, sentí un éxtasis desenfrenado sintiendo su polla en lo profundo de mi matriz. Esta era la posición del misionero y yo quería que él aprendiera muchas formas más de hacer el amor, tendría que ser su maestra en esto del sexo.
—Cariño hermoso … Tu polla se siente muy bien, pero deja a mami enseñarte otro modo de llegar al clímax … Ahora es tu turno de estar abajo … Deja a mami montarte y aprenderás a hacer el amor en un modo diferente …
Se tendió boca arriba y yo me encaramé sobre su regazo arrodillándome solo con una pierna, la otra la mantuve plegada para controlar mejor la penetración, a continuación aferré su larga polla y la encanalé en el surco caliente de mi panocha, luego bajé mi ingle y su pene resbaló fácilmente dentro de mi estrecho ojete vaginal.
—¡Uhhhhhh! … ¡Aaahhh! … ¡Mmmm! …
Gemí sintiendo la enorme cabezota de Paulo ensanchándome toda e introduciéndose profundamente en mí empapada vagina. Él miraba alegremente como mi panocha engullía por completo poco a poco su enorme pija, una vez más se introducía en la cuevita que lo parió tantos años atrás, ¡y parecía gustarle mucho!
Arrodillé mi otra pierna y me senté apoyando mis nalgas en sus cojones, sentí que mi vientre se hinchaba levemente con la polla de mi hijo enterrada en mis entrañas. La sensación era inigualable, no se podía comparar con ninguno de mis juguetes. Apoyé mis manos en sus pectorales y Paulo comenzó a jugar con mis tetas que bamboleaban casi sobre su pecho, levantó su cabeza y atrapó uno de mis pezones entre sus labios, me eché un poco hacia atrás para dejarle jugar con mis pechos. Me estaba volviendo loca, comenzaron las contracciones en mi coño y sentí aproximarse mi orgasmo, comencé a moverme lentamente hacia arriba y hacia abajo, pero Paulo me atrapó por mis caderas y comenzó a follar mi coño frenéticamente.
—¡Ahhhhhh! … ¡Aaaahhhh! … ¡Uhhhhhh! … ¡Umpf! … ¡Hmmmmmm! … ¡Ayaayaay! … ¡Ahaaa! … ¡Ahaaa! … ¡Umpf! …
Me hizo gritar y chillar, me boté sobre su pecho y atrapé sus hombros para sostenerme, también escondí mi rostro lleno de lujuria en su cuello, sintiendo la enorme broca de mi hijo removiendo todos mis pliegues vaginales.
—¡Umpf! … ¡Que rico que está tu coñito, mami! … ¡Jugoso y caliente! … ¡Hmmm! … ¡Que delicia! … ¡Ahhhhhh! …
—¡Ohhhhhh! … ¡Sí, bebé! … ¡Dámelo todo! … ¡Más! … ¡Quiero más fuerte! … ¡No te detengas, bebito mío! … ¡No pares! … ¡Haz feliz a mami! … ¡Haz que me corra! … ¡Sssiii! …
Ahora estaba en una via sin retorno; estaba tan cachonda que necesitaba que se descargara en mí, tenía que hacer que se corriera y me llenara con su lechita fundente. Me enderecé e inicié un furioso vaivén con mis caderas, me encantaba como estiraba mi coño, Paulo ahuecó sus manos y se apoderó de mis tetas que se movían enloquecidas.
—¡Ssiii, bebé! … ¡Sssiii! … ¡Córrete! … ¡Te quiero dentro! … ¡Córrete en el coño de mami! … ¡Hazlo ya! …
Paulo Levantó parte de su cuerpo de la cama, luego atrapó mis caderas y explotó dentro de mí embistiéndome con todas sus fuerzas, mientras densos chorros de su semen caliente bañaban mi paredes vaginales muy cerquita de mi cuello uterino. Sucumbí a la lujuria y al placer del clímax de mi hijo con mi propio poderoso orgasmo,
—¡Hmmmmmm! … ¡Ahhhaaaa! … ¡Ayaayaay! … ¡Uhhhhhh! … ¡Ummmmmm! … ¡Siii, cariño! … ¡Ssiii, bebito mío! … ¡Lléname todita! … ¡Ummmmmm!
Apreté su polla con mis músculos vaginales y lo estrujé moviendo sapientemente mi pelvis, quería hasta la última gota de su esperma dentro de mi chocho sediento. Paulo respiraba agitadamente, pero no permaneció inmóvil, mientras bombeaba su leche dentro de mí, agarró una de mis tetas y comenzó a morderla con delicadez, luego hizo lo mismo con la otra mientras yo seguía ordeñando su pija pulsante. Entre gemidos y sollozos, le dije.
—¡Oh, buen niño! … ¡Haz hecho muy feliz a tu mami! … ¡Que rico que lo has hecho! … ¿Te ha gustado? …
—Mami, ha sido genial … Nunca imaginé que tu coño iba a ser tan rico … Delicioso … Apretadito … tierno y calentito … Gracias, mamá …
Finalmente soltó mis caderas, nos besamos por un rato prolongado, luego me alejé de él y me desplomé exhausta y satisfecha sobre la cama. Hubo un largo rato en que reinó un silencio absoluto, interrumpido por nuestras forzadas respiraciones; luego nos miramos y nos sonreímos felices de haber compartido un momento tan especial, volví a inclinarme sobre él y lo besé, luego bese su pecho cubierto de sudor.
—¡Has estado magnifico, hijo! …
—Y tú genial, mami … Nunca había sentido nada parecido …
—Eres un amor, cariño … Pero ahora, mami necesita limpiarse para ir a dormir … Estoy llena de ti por todos lados …
Me levanté y me fui al baño con su semen escurriendo por mis muslos. Cuando regrese a mi habitación, Paulo se había ido a la suya. Me recosté desnuda sobre la cama a pensar sobre lo acontecido. Me parecía estar viviendo un sueño, nada me parecía verdad. Metí mis dedos en mi ranura húmeda solo para confirmar que no había soñado nada y que su semen estaba todavía dentro de mí. Me los llevé a la boca y probé el sabor de mi hijo, también acerqué mis dedos a mi nariz para olfatear su fragancia, luego me dediqué a lamer mis dedos y disfrutar el sabor de su semen juvenil. Un destello fugaz de culpabilidad atravesó mi mente, pero me había encantado tanto gozar con mi hijo que no iba a arruinar nada con pensamientos negativos. Esto era solo el comienzo. No veía la hora de que se hiciese de día para contarle todo a Olivia.
*****
—No te puedo creer todo lo que me has contado … Jamás nadie me ha dicho una historia tan cachonda como la tuya …
—Fue alucinante, Olivia … Todavía no puedo asimilar todo lo sucedido … Es como si me hubiese soñado el todo …
—¿Y ahora? … ¿Qué piensas hacer entre él y tú? … ¿Vas a seguir complaciéndolo? … ¿Vas a seguir enseñándole como satisfacer a una mujer? … Es tuyo hasta que se espose con Magda, ¿no? …
—Sí y no … Por un lado, sigo siendo su madre y siempre será mío … Y si quiere algo tiene que solicitarlo amablemente como un caballero y yo se lo concedo … Eso lo ha ya aprendido … Por otro lado, esa Magda es una tonta, quiere controlarlo sin darle nada a cambio … Conmigo tiene todo y yo seré la única a controlarlo …
—Al parecer tú eres la hembra alfa y eres quien comanda todo … Creo que eso es perfecto, tanto para él como para ti … Él te respeta como madre y, además, tú le estas enseñando y preparando para que sepa complacer al sexo opuesto … Es fabuloso … Estás en una posición envidiable …
—Así es … Él sabe cuales son los límites y si necesita algún alivio, estaré más que feliz de darle todo lo que me pida … Y si soy yo a necesitar alguna cosa, estoy segura de que él estará ahí para mí … Además, te debo confesar que es mucho mejor amante que su padre … Lo amo y estoy dispuesta a hacer cualquier cosa que él me solicite … Es el deber de una buena madre … Hay veces en que una madre debe usar mas que su cerebro para ayudar a su hijo, como su coño, por ejemplo …
—¡Ay, Cathy! … ¡Por Dios! … ¡Lo dices, así como si nada! …
—Pues es lo que es y nada más …
—¿Te puedo confesar algo? … Se trata de algo perverso …
—¡En serio! … ¿Y de que se trata? …
—¡Ehm! … ¡Bueno! … Todas las veces que me has contado eso de tú y tú hijo, he tenido que ir al baño de mi oficina a masturbarme … Es tan increíble y cachondo lo que me cuentas que no lo he podido evitar … Nunca pensé conocer a una madre que hiciera lo que tu haces con tú hijo … Quiero decir … ¡Ehm! … ¡Eres su madre! … ¡Él es tú hijo! … Eso es … ¡Uhm! … Eso …
—¡Ah! … Ahora entiendo … Quieres que continúe y siga contándote todos los pormenores, ¿no? …
—¡Uhm! … Eso es en parte cierto … Estoy celosa … Querría poder participar en eso …
—¡Ehm! … Creo que podría hacerse … Paulo estará libre este fin de semana … Quizás podríamos organizar algo que él nunca olvidará, ¿vale? ….
—Y nosotras tampoco, Vale …
*****
(Continuará …)
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