Mi historia
Breve recuento de mis memorias de la niñez..
Mi nombre es Nadia y actualmente tengo 30 años, sin embargo, la historia que les voy a relatar hoy se remonta a mis días de la escuela primaria, lugar en donde conocería una de las personas más importantes en mi vida.
Antes de empezar, debo aclara ciertos puntos; en primer lugar soy hija única y, por lo tanto, nunca carecí de atención o mimos; en segundo lugar, mi familia pertenece a la clase media mexicana, sin embargo, ambos de mis padres trabajaban todo el día, punto que me lleva a la tercera aclaratoria; yo curse mi primaria en un colegio que tenía un servicio extra, el cual consistía en extender el horario para recoger a los niños, aspecto fenomenal para ambos de mis padres, quienes no tuvieron que preocuparse de buscar quien me cuidase.
Ahora bien, volviendo a mi historia, fue en mi primer año de primaria cuando conocí a Raúl quien era el conserje del colegio. Raúl era un hombre muy simpático y de risa alegre, lo cual hacía que le cayese bien a todo mundo. En cuanto a su aspecto físico, tenía 40 años cuando lo conocí, era de una complexión menuda y tenía una cara que mostraba unos rasgos muy gentiles, aunque varoniles, sin embargo, sus rasgos quedaban opacados por las marcas de un acné bastante severo que tuvo durante su adolescencia.
Fue justo en el primer día de clases cuando nos lo presentaron al darnos un tour por la escuela, lo que me llamó la atención de él, es que siempre tenía una sonrisa en su rostro, y siempre estaba dispuesto a trabajar con un buen ánimo. Empero, nuestras primeras interacciones no pasaban de un cordial saludo, el cual siempre me era devuelto con una sonrisa.
Sin embargo, un día, al aburrirme de jugar con mis compañeros después de terminadas las clases (en el periodo de espera a mis padres), decidí explorar nuevamente la escuela por mi cuenta, y fue así como fui a dar al cuarto de Raúl/conserje, al verme se sorprendió mucho, ya que no era común que los alumnos fueran a esa área, empero, me dio la bienvenida diciéndome. – ¿Cómo te llamas niña?
Yo. – Me llamo Nadia.
Raúl. -Y ¿Qué haces por aquí Nadia?
Yo. – Es que estaba aburrida y quería explorar.
Raúl. – Si estas aburrida deberías jugar con tus compañeros.
Yo. – No, ellos son los que me aburren.
Raúl. – Bueno, no puedo dejar que andes por la escuela sola, ¿Te quieres quedar conmigo en lo que llegan tus papas?
Yo. – Sip.
Acto seguido me puse a platicar con él sobre todo tipo de cosas, preguntándole sobre su trabajo, su familia y sobre que comida le gustaba. Raúl me contestaba a todo amablemente mientras hacía labores manuales, como reparar alguna butaca rota, o cosas por el estilo, la verdad no recuerdo mucho de todo lo que hacía. Lo que, si recuerdo, es que me la pasé tan bien, que empecé a ir todos los días a hablar con él después de clases, y cada vez, era recibida con una gran sonrisa, e incluso llegaba a preguntarme que porque no había ido a visitarlo los días en los que me quedaba jugando con mis compañeros.
Fue así como empezamos a crear una linda amistad, al grado en que yo le platicaba de todo. Raíl por su parte comenzó a comprar dulces para tenerlos para mí cuando lo iba a visitar. La verdad fue que nuestra relación de amistad se dio de una manera muy orgánica. Y ahora que lo pienso, no recuerdo que alguna vez las maestras me regañasen por ir a ver a Raúl, supongo que las pocas maestras que se quedaban para supervisarnos en el tiempo extra estaban demasiado ocupadas con el resto de los compañeros, como para prestarme atención.
Tras varios meses de platicas, yo comencé a sentir maripositas en mi estomago cada vez que estaba con Raúl, aspecto que le comenté gracias a la gran confianza que le tenía. Recuerdo que Raúl se sorprendió mucho cuando le dije esto, por lo que me preocupé al interpretar su sorpresa como si fuese algo malo, y antes de que me diera cuenta comencé a llorar. Sin embargo, Raúl me consoló y me dijo que no pasaba nada malo conmigo, que todo era normal, empero, no me explicaba que era lo que me pasaba. Hasta que por fin Raúl cedió ante tanta insistencia mía de saber que eran esas mariposas me contesto:
Raúl. – Eso es amor.
Yo. – ¿Amor? Pero no siento mariposas con mis papis.
Raúl. – Bueno, es que es otra clase de amor.
Yo. – ¿Cómo?
Raúl. – Bueno, veras… (hizo una pausa y movió sus manos de forma incomoda), es un amor que sienten… (titubeó) los papás.
Yo. – ¿Los papas?
Raúl. – Si, los papas sienten también esas maripositas cuando están juntos.
Yo. – ¿Entonces mis papas también sienten maripositas?
Raúl. -Si, las sienten cada vez que se ven, y por eso se dan besos y abrazos.
Yo. – ¿Y tú sientes maripositas cuando me vez?
Tras escuchar esta pregunta, Raúl volteó su cabeza y se quedó un rato en silencio, hasta que por fin me dijo. – Si, yo también siento mariposas cuando te veo.
Yo. – ¿Entonces nos podemos dar besos y abrazos?
Raúl. – Bueno, eso no se puede, ya que tu eres aún una niña y yo ya estoy grande.
Yo. – Pero tu dijiste que cuando los papas sienten maripositas se dan besos y abrazos.
Raúl. – Bueno sí, pero no sé si deberíamos, puede que no te guste.
Yo. – A mi no me importa darte besos y abrazos, yo te quiero mucho.
Raúl. – Ay nena, eso me hace muy feliz, pero no se lo digas a nadie, ya que nos podemos meter en problemas.
Yo. – Pero entonces, si no te puedo dar besos y abrazos, que hago cuando sienta maripositas en mi estómago.
Fue en ese momento que Raúl se quedó nuevamente callado, como formulando cuál sería su próxima respuesta, hasta que al fin me dijo. – Esta bien, nos podemos dar besos y abrazos, pero no se lo puedes decir a nadie, y solo lo vamos a hacer cuando estos solos tu y yo, ¿Me lo prometes?
Yo emocionada le conteste. – ¡Si! – a la par que saltaba de alegría.
Con este simple acto comenzaron nuestras sesiones de besos y abrazos, al principio los besos eran en la mejilla, y los abrazos eran muy suaves. A la par, empecé a prestar atención a como mis papas se daban besos, y al ver que mi papá besaba en la boca a mi mamá, mientras que el posaba su mano en el trasero de ella, me hice a la idea de pedirle a Raúl hacer lo mismo que mis progenitores. Obviamente Raúl se negó en un inicio, pero al haber interactuado tanto tiempo con él, ya había aprendido como persuadirlo para que cumpliese mis peticiones.
Fue así tras bastante insistencia, que nos dimos nuestro primer beso en la boca, la verdad no lo recuerdo muy bien, pero lo que, si permanece en mi memoria, es el haber sentido como me recorría todo el cuerpo una corriente eléctrica. A partir de este punto, yo comencé a sustituir los besos en la mejilla, por besos en la boca, los cuales eran de “piquito”.
Aunque en un punto, y por iniciativa de Raúl, comenzamos a darnos besos de lengua. Empero debo aclarar que esto en un inicio me dio algo de asco, ya que recuerdo que algunas veces pude saborear lo que había comido Raúl, además, al ser su lengua más grande que la mía, era él quien inundaba por completo mis fauces. Por otra parte, estos besos tenían la ventaja de que me hacían sentir con mayor fuerza la sensación de electricidad que recorría mi cuerpo, además, estos besos venían acompañados algunas veces de caricias por parte de Raúl, quien, al besarme, posaba sus manos en mi cintura, lo cual me enloquecía.
En una de nuestras sesiones de besos, pude notar que a Raúl se le formaba un bulto en su entrepierna, motivo por el cual le pregunté que qué era eso que tenía en sus pantalones. Raúl, al escuchar mi pregunta, se llevó rápidamente las manos a su entrepierna, para luego negarse a contestar mi pregunta. Esto me enfureció mucho, ya que quería saber que era eso, por lo que procedí a practicar mis tácticas persuasorias con él.
Sin embargo, parecía que mi persuasión no estaba funcionando, por lo que acudí a mi última herramienta:
Yo. – Si no me dices qué es eso, no voy a volver a platicar contigo nunca más.
Fue entonces que Raúl me contestó. – Es mi pene Nadia.
Yo. – ¿Tú pene?
Raúl. – Si, o bueno puede que lo conozcas como pipi.
Yo. – Ah, sí, como el que tiene mi papi.
Raúl. – Así es mi niña.
Yo. – Pero ¿por qué el tuyo se puso así?
Raúl. – Verás, mi pipi se puso así por qué esta muy contento de estar contigo, es como las maripositas que tu sientes en tu estómago.
Yo. – ¿Y no te duele?
Raúl. – Un poco, pero si me espero un rato va a volver a la normalidad.
Yo. – ¿Y si lo sacas de tu pantalón te deja de doler?
Raúl. – Si, pero no puedo hacer eso en la escuela, ya es bastante malo que yo me de besos contigo.
Yo. – ¿Entonces no te gustan los besos?
Raúl. – No nena, me encantan, son lo mejor que me pasa en todo el día… pero enseñarte mi pipi ya es pasarse de la raya.
Yo. – No hay problema, yo siempre veo el pipi de mi papi cuando sale de bañarse.
Con esta contestación, Raúl pensó un buen rato, hasta que por fin me dijo. – Esta bien nena, me lo voy a sacar, pero no… (momento en que lo interrumpí y contesté al unísono: digas a nadie).
Raúl. – Ah que niña, me saliste más lista de lo que pensaba. Acto seguido se desabrocho el pantalón, liberando de su cárcel a aquel pedazo de carne, que difícilmente se parecía al de mi papá. Siendo brutalmente honesta, al pasar de los años puedo decir que el pene de Raúl era bastante normal, ya que ni era grande, ni chico, aunque si algo grueso, sobre todo en la base, sin embargo, cuando era niña me pareció algo monstruoso.
Cuando por fin su pene estuvo fuera de su pantalón, instintivamente me acerqué a verlo, acto que Raúl no impidió. Al verlo de cerca, pude notar que tenía venitas saltadas por todas partes, a la vez que un líquido translucido salía de la punta, además, desprendía de un olor bastante fuerte a pescado. Esto me maravilló y antes de darme cuenta, ya estaba acercando mis manos hacía su falo, sin embargo, esta vez si me detuvo Raúl.
Yo. – ¿Puedo tocarlo? ¿Por fis?
Raúl. – No.
Yo. – Ándale, solo un poquito.
Raúl lo meditó un poco y al final accedió (supongo porque la lujuria estaba nublando su juicio). Al tocarlo, sentí como palpitaba, aspecto que me hizo soltarlo rápidamente, sin embargo, Raúl me volteó a ver y me dijo. – No te asustes, es normal que este así. Al escuchar esto volví a tocarlo, aunque creo que lo tome con mucha fuerza, ya que Raúl soltó un leve gemido y me dijo. – Más suave princesa, es que es muy sensible.
Estuve un buen rato tocándolo de todas las maneras posibles, hasta que me detuvo, y me pidió que le diera un besito. Esto me dio asco, pero Raúl insistió, lo cual no se porque generó en mí una sensación de empatía, por lo que cerré mis ojos y procedí a besarlo. Al tocar mis labios el miembro, Raúl gimió de nuevo, y empezó a temblar, acto seguido (ósea en ese mismo instante), sentí como un líquido caliente me cayó encima del pelo, y en mi cara.
Esta sensación me hizo retroceder de un salto, para justo después llevar mis manos hacía mi cabeza, tocando aquella sustancia extraña, la cual al abrir los ojos pude notar que era blanca. Por su parte, Raúl puso una enorme sonrisa en su cara, la cual se desvaneció al instante al ver que estaba agarrando su líquido.
Yo. – ¿Qué es esto? ¿Es pipi?
Raúl. – Lo siento mucha princesa, yo no quería, pero se sintió tan bien.
Yo. – Pero ¿qué es? Huele bastante raro y se siente muy pegajosa y calientita.
Raúl. – Es lechita de hombre.
Yo. – ¿Lechita de hombre?
Raúl. – Si, esa lechita nos sale a los hombres del pipi, cada vez que se pone durito y una mujer nos hace sentir rico.
Yo. – ¿Yo te hice sentir rico?
Raúl. – Si, y mucho, tu besito se sintió muy bien, pero no quería mancharte. Ven déjame limpiarte. Acto seguido sacó unas toallitas húmedas y comenzó a limpiarme la cara.
Yo en ese momento no entendía muy bien que estaba pasando, sin embargo, me alegró haber hecho sentir bien a Raúl. Después de eso, mis papas pasaron a recogerme. Cuando llegué a mi casa, y me metí a bañar, noté que mis calzoncitos estaban algo mojados, sin embargo, si me había limpiado bien al ir al baño. Este descubrimiento fue otro gran misterio que debía preguntarle a Raúl.
Agradezco sus comentarios y sugerencias. (Esto es una obra de ficción, cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia).
Cuenta más, excelente relato
La inocencia en su máximo esplendor qué delicia
Sigue contando esa aventura, lo llegaste a hacer en algún baño? Te tomo fotos?
Te hubiera gustado pasar eso?
Linda historia, espero la segunda parte.