Mi historia 4
Cuarta parte de mi historia, en donde por fin tuve mi encuentro anal con Raúl.
El día de mi penetración anal había llegado al fin, durante mis clases me sentía bastante ansiosa, desde que habíamos empezado a practicar con los pepinos hacía dos semanas, yo me había acostumbrado a esa rica sensación de sentir como algo entraba y salía de mi interior, por lo que no podía esperar a saber que se sentía tener el pene de Raúl en mi interior. Me preguntaba si se sentiría calientito y palpitaría como cuando me lo metía en la boca.
En este punto me gustaría señalar que, debido a mis constantes distracciones generadas por mis interacciones con Raúl, mi desempeño académico bajo, por lo que mis padres se preocuparon, llegando a sugerir que le iban a pedir a las maestras que se quedaban en la tarde que me diesen clases extra para así regularizarme. Esto me espantó de muerte, ya que sabía que, si esto se hacía realidad, ya no podría estar con Raúl, por lo que supe que debía ponerme las pilas en mis estudios, por lo que me propuse que el día de mi penetración, sería el último día en el que me distraería durante clases, además de que llegando a mi casa me pondría a repasar los apuntes que me dejaban las maestras.
Volviendo al relato, por fin después de una larga espera sonó el timbre de salida, por lo que me apresure a ir con Raúl. Al llegar con él, noté que estaba muy bien arreglado, y olía bastante bien, además, el cuarto estaba recogido y en el centro de la pequeña habitación esta tendido el colchón inflable, finamente decorado con unas sabanas y una almohada. Además, y como toque sutil, Raúl había puesto algunas velas aromáticas que expedían un olor muy agradable a rosas.
Estos detalles fueron los que me hicieron enamorarme de Raúl, en mi corta existencia él me había tratado como una princesa, sabía que sus palabras de que yo era lo más importante en su vida no eran mentira, y aunque yo era una niña en ese entonces, sabía que lo que sentí por él era verdadero, aunque no sabía cómo poner en palabras lo que sentía, aunque si podía expresarlo con mi cuerpo, por lo que, al verlo, me abalancé a él y lo bese como nunca, a la vez que soltaba algunas cuantas lágrimas, ya que me sentía la niña más afortunada del mundo.
Raúl al ver cómo me abalanzaba hacía él, me alzó y me sujeto de mis nalgas con bastante firmeza, mientras que yo con mis piernas me aferré a su cintura. Por su parte nuestras lenguas se encontraron en un beso lleno de saliva, ya que yo estaba decidida en meter mi lengua en lo más profundo de su boca. Esta acción duró bastantes minutos, en los cuales Raúl me empezó a desnudar, a la vez que manoseaba todo mi cuerpo.
Cuando por fin estuve completamente desnuda, Raúl aún pegado a mi boca, me recostó en el colchón inflable, para así continuar con los besos. Yo estaba tan absorta en estas ricas sensaciones, que no me di cuenta cuando en qué momento Raúl se quitó la ropa. Sin embargo, esto no era importante, ya que yo quería seguir con aquel beso que a ratos me dejaba sin aliento.
Lo que me hizo despegarme de él, fue la sensación de su pene en mi vientre. Pude sentir como crecía y palpitaba al quedar atrapado entre nuestros vientres. Con mis manos lo tomé y lo comencé a masturbar, generando que Raúl diera un leve gemido. Esto me encantó, por lo que le pedí que se pusiera bocarriba, para así poder lamer su pene.
Siendo sincera hasta la fecha me asombra la gran proactividad que demostré ese día con Raúl. Creo que, gracias al detalle de Raúl de arreglar el cuarto para mí, hizo que floreciese mi instinto femenino. Obviamente esto le encantó a Raúl, quien con asombro disfrutaba de mi mamada, que, según yo, para ese momento ya era refinada, ya que ya lamía las bolas de mi amante con bastante cariño y suavidad, a la vez que ya era capaz de meterme en la boca más de la mitad de su glande. Aunque aún me faltaba practicar más el uso de mi lengua una vez que su glande estuviese al interior de mi boca.
Tras un buen rato de darle la felación, Raúl tomó mi cabeza y me apartó de su entrepierna, lo cual me hizo darme cuenta de que estaba sudando y jadeando bastante, aunque veía que en su cara había una enorme sonrisa de satisfacción.
Raúl. – Más despacio mi niña, aún no quiero soltar mi lechita, esa es para tu anito.
Tras decirme esto, me pidió que ahora yo me recostase, y abriese mis piernas, para acto seguido proceder a lamer mi florecita y mi ano. Mientras me lamía, comenzó a introducir sus dedos por mi recto. Estos eran succionados al instante por mi anito, el cual ya esperaba con ansias la introducción de un objeto más grande y grueso.
Cuando por fin me orine, Raúl decidió que era por fin hora de la penetración. (Por cierto, esta vez no hubo lavativa, ya que nuestra excitación era mucho mayor, llegando al punto en el que ambos olvidamos ese paso, ya que para este punto a mí ya no me daba vergüenza que Raúl me lamiese el ano).
Con bastante cuidado Raúl se colocó un condón, luego volteo a verme a la cara, y con bastante ternura se agacho para darme un beso en los labios. Después con sus manos separó mis piernas, para sí poder tener acceso total a mi ano. Con su mano derecha agarró su pene y lo dirigió a mi recto.
Lentamente sentí como se iba introduciendo aquel ansiado pedazo de carne palpitante y caliente. Y aunque me dolió un poco el sentir como entraba aquel objeto, gracias a mi entrenamiento la introducción de su glande fue bastante placentera, además Raúl fue muy cuidadoso en todo momento, deteniéndose cada vez que yo hacía alguna mueca de dolor.
La inserción fue lenta y placentera, en cada momento podía sentir el palpitar del pene de Raúl, él cual puso una cara de placer total cuando al fin tuvo todo su glande en mi interior. Al estar completamente dentro de mí Raúl se quedó quieto unos minutos, permitiendo que así me acostumbrase por completo al invasor. Durante esta espera, el masajeaba mi clítoris y mis pezones, los cuales tenía completamente erectos, aspecto que lo animó a pellizcarlos con delicadeza. Todo esto me hacía sentir una gran cantidad de placer.
Tras un rato, por fin empezó el bombeó, el cual fue lento y rítmico, lo cual me permitió sentir como sus bolas chocaban con mis nalgas. Siendo sincera en algún punto de la penetración perdí la noción de espacio-tiempo, por lo que no puedo describirles con totalidad que tantas cosas hacía Raúl para estimularme. Lo que si se, es que el encuentro no duró muchísimo, ya que, tras unos minutos del movimiento rítmico de Raúl, pude sentir que su pene se hacía más grande, acto seguido él aumentó sus estocadas, finalizando con la sensación de como un líquido bastante caliente era disparado hacía mi interior.
Tras eyacular, Raúl calló rendido a mi lado, aunque aún seguía unido a mí. Para este momento los dos estábamos completamente sudados y bastante satisfechos. Al caer recostado, Raúl me abrazo y nos pusimos en posición de cucharita, después sentí que su pene se hacía más chiquito, momento en el que lo sacó por completo, generando el sonido de cuando destapas una botella de vino y que según suena así: ¡plof!
Con bastante curiosidad volteé a ver el pene de mi amante, y pude ver y oler el popo que había quedado en el condón, a su vez que vi algunas gotas de sangre. Sin embargo, no me dolía mi ano, aunque por las dudas, Raúl me puso una pomada anestesiaste, la cual si me ayudo a estar a gusto el resto del día.
Tras un rato de estar acostados acariciándonos, Raúl me ayudó a cambiarme, para luego pasar el resto del rato que nos quedaba platicando, y dándonos besos ocasionales. Sobre el condón, yo quise ver la lechita que estaba en su interior, sin embargo, Raúl lo desechó rápidamente, prometiéndome que luego me lo mostraría.
A partir de este día, nuestros encuentros sexuales subieron de nivel, ya que comenzamos a coger todos los días. Había veces en las que ni siquiera me desnudaba, sí que, al llegar, Raúl me besaba, me recargaba contra la pared, me bajaba mis calzones, subía mi falda y metía su pene en mi ano. El sentir y escuchar como su pelvis chocaba con mis nalgas me hipnotizaba.
Sin embargo, mi pose favorita era que Raúl se sentase en una silla, para luego yo subirme en él, quedando frente a frente, para así poder besarnos mientras lo cabalgaba, aunque por nuestra diferencia de alturas, Raúl siempre se tenía que encorvar para alcanzar mis labios.
Durante los días que no lo podía ver, me daba placer con los pepinos que compraba mi mamá para la comida, claro que los tomaba a escondidas, y jamás los devolvía, ya que se manchaban de popo, por lo que para que ella no sospechase, le empecé a decir que me encantaba comer pepinos. Para mi suerte ella se lo creyó.
Con esta rutina seguí el resto de mi escuela primaria, cabe aclarar que Raúl jamás me penetró vaginalmente, ya que mi virginidad vaginal la perdería en la secundaria a manos del hermano de mi mejor amiga, el cual estaba en preparatoria, pero eso es material para otra historia. En lo que concierne a Raúl, él fue mi primer amante, y al que más quise en toda mi vida, tanto es así que jamás podré olvidarlo.
Lamentablemente, al acabar la primaria, mi padre recibió una oferta de trabajo en otra ciudad al otro lado del país, lo cual me hizo separarme de él. Aunque esta no fue la última vez que lo vi, ya que cuando estaba en la Universidad me reencontré con él, aunque en aquel momento él ya era bastante mayor, por lo que solo platicamos, más no intimamos.
Hasta este punto termina mi historia con Raúl, aunque si lo desean, puedo contarles algunos otros encuentros que tuve con él, describiéndoles algunas otras poses que me gustaban practicar con él. Sin embargo, antes de contarles al respecto de esto, quisiera continuar mi historia en mi etapa de secundaria, en donde como les mencioné anteriormente, llegó a mi vida Antonio, el hermano mayor de mi mejor amiga.
Agradezco el tiempo que toman para leer mis relatos, si tienen quejas o sugerencias por favor déjenmelo saber en los comentarios.
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