Mi historia con Ramiro.
Nunca pensé que encontraría a mi primer novio en el rancho de mis abuelos, y mucho menos que sería la mano derecha de mi abuelo..
Me llamo Nadia y soy mexicana. Nací y crecí como hija única en el seno de una familia de clase media-alta sumamente amorosa, la cual me enseñó a confiar ciegamente en las personas. Por este motivo muchas personas ajenas a mi núcleo familiar me consideraban como alguien inocente y carente de malicia.
Mis abuelos maternos tenían un rancho a dos horas de la ciudad, en donde vivían holgadamente gracias a su tierra y a otros negocios emprendidos por mi abuelo. En esta propiedad yo tuve mis mejores recuerdos, ya que desde que era una bebé, mis padres me llevaban a pasar el fin de semana a la casa de mis abuelos, en donde yo tenía mi propia habitación decorada y amueblada a mi gusto.
Mi abuelo tenía varios trabajadores a su cargo, entre los cuales destacaba el señor Ramiro, mano derecha de mi abuelo desde hacía 30 años. El señor Ramiro era un hombre jovial de 50 años, de tez morena y pelo negro, el cual poco a poco se iba poblando de canas. No era muy alto y tenía una prominente barriga, la cual le hacía difícil agacharse en ciertos trabajos, sin embargo, esto no lo detenía, ya que después de mi abuelo, era el hombre más trabajador del rancho.
El señor Ramiro estaba casado con la señora Arcelia, una mujer que rondaba los 45 años, y que a mi parecer era muy gruñona y regañona, motivo por el cual muchos de mis familiares la evitaban, aunque eso sí, cocinaba muy rico. Ramiro y Arcelia nunca tuvieron hijos, por lo cual la mayor parte de su tiempo lo dedicaban a su trabajo, el cual nunca pudo suplir el no haber tenido descendientes propios, aunque si les permitía distraerse y no pensar tanto en el asunto.
Cuando tenía ocho años comencé a darme cuenta de que el mal genio de la señora Arcelia también tenía harto al señor Ramiro, ya que con mucha frecuencia discutían entre ellos, causando incomodidad entre los desafortunados que estaban en el mismo lugar que ellos. Sin embargo, esto no afectó en ningún aspecto su trabajo, aunque si se podía notar cabizbajo al señor Ramiro.
Un día, mientras yo paseaba por la propiedad me topé con el señor Ramiro, quien en ese momento estaba tomando un descanso. Como era costumbre, me acerqué a él con el fin de platicar, ya que él era de los pocos que soportaban mi parloteó infantil. Él al verme me sonrió y me invitó a sentarme a su lado, para luego ofrecerme un refresco que tenía en una pequeña hielera.
Mientras tomaba mi refresco comencé a platicarle sobre mi escuela, mis amigos, y demás cosas, y aunque el señor Ramiro me escuchaba con mucha atención, pude notar que estaba bastante decaído, por lo que le pregunté.
Nadia. – ¿Qué tiene señor Ramiro? ¿Está triste?
Ramiro. – Que buena vista tienes nena, la verdad es que sí, estoy un poco triste.
Nadia. – ¿Por qué?
Ramiro. – Por qué me peleé con mi esposa otra vez, aunque esta vez si me dolió mucho. Pero no debes preocuparte por nada nena – supongo que lo dijo por qué yo en ese momento puse una cara de tristeza – se que si me esfuerzo podremos solucionarlo.
Yo no dije nada, ya que no sabía que decir, por lo que me limité a tomar mi refresco. Pasado un rato retomé la conversación de antes, hasta que el señor Ramiro me dijo que debía seguir con el trabajo, pero que si quería podía seguir allí.
Al siguiente fin de semana, volví a toparme al señor Ramiro en el mismo lugar, aunque esta vez se veía más triste que la vez pasada. Al acercarme a él, lo primero que le pregunté es si estaba bien.
Ramiro. – Ay nena, te agradezco que te preocupes por mí, pero esta vez no te puedo decir que este bien, la verdad es que ahora si me peleé muy fuerte con mi esposa, y no creo volver a estar con ella.
Nadia. – Lo siento mucho.
Ramiro. – Gracias nena, pero bueno, no creo que quieras escuchar los lamentos de un viejo como yo, ahora cuéntame cómo te fue en la escuela.
Nadia. – Bien, saqué diez en matemáticas e historia.
Ramiro. – Vaya, si que eres muy lista y, además, muy bonita, de seguro muchos niños quieren ser tus novios.
Nadia. – Nop.
Ramiro. – ¿En serio?
Nadia. – Si, de hecho, en la escuela un niño se burla de mi diciendo que soy fea.
Ramiro. – Es que ese niño es un tonto y un ciego, tu eres la niña más bonita que conozco, si yo pudiera, sería tu novio.
Nadia. – ¿En serio?
Ramiro. – Si, en serio, tu además de ser muy bonita, eres muy atenta y siempre te preocupas por los demás, no como mi esposa que siempre ha sido mala.
Yo en ese momento sin pensarlo mucho le dije. – Si quieres puedo ser tu novia.
Ramiro. – ¿De verdad?
Nadia. – Sip, tu siempre me escuchas y juegas conmigo, no como los demás.
Ramiro. – Entonces esta decidido, desde hoy somos novios, pero no le puedes decir nada de esto a tus papas o a tus abuelos. Va a ser nuestro secreto, ¿qué te parece?
Nadia. – Ok.
Ramiro. – Muy bien nena, ahora vete con tus abuelos antes de que nos regañen a los dos.
Nadia. – Esta bien.
Ramiro. – Por cierto, te veo aquí la próxima semana, hagamos de este lugar nuestro punto de encuentro.
Dicho esto, ambos nos marchamos. Una semana después me volví a encontrar con el señor Ramiro en aquel lugar. Como siempre nos saludamos, pero esta vez me llamó la atención que el señor Ramiro tenía unas flores en su mano, las cuales me las dio cuando me acerqué a él.
Ramiro. – Toma nena, son para ti.
Nadia. – Gracias, pero ¿por qué me las das?
Ramiro. – Pues porqué eres mi novia.
Nadia. – Pero yo no te traje nada.
Ramiro. – No te preocupes, solo con verte me es suficiente.
Nadia. – ¿En serio? Pero…
Ramiro. – Bueno si quieres darme algo, podrías darme un beso.
Nadia. – Hum, esta bien.
En ese momento me levanté y le di un beso en la mejilla.
Ramiro. – Que rico beso mi niña, ahora siento que te debo más regalos.
Nadia. – Peso si solo fue un beso.
Ramiro. – No fue solo eso, fue un beso de mi novia, lo cual es mucho mejor.
Al escuchar esto no pude contener una risita. Después de eso seguimos platicando como siempre. Aunque noté que el señor Ramiro me observaba de una forma distinta, aunque no le di importancia. Al momento de despedirnos, el señor Ramiro me pidió otro beso, a lo cual yo acepté, convirtiéndose esto en nuestro nuevo saludo. En cuanto a las flores, nadie en mi familia sospechó, ya que era común que yo llevase flores a casa después de mis exploraciones por el campo.
Después de esto, cada que nos veíamos el señor Ramiro me introducía a una nueva actividad de novios, siendo el siguiente paso a los besos en el cachete, el tomarnos de las manos, lo cual me hizo sentir algo nerviosa, pero lo que de plano me introdujo a un nuevo mundo, fue cuando el señor Ramiro me dio mi primer beso en los labios.
La sensación de nuestros labios tocándose me fascinó, ya que sentía un cosquilleó por todo mi cuerpo. Estos besos pasaron rápidamente de simples “piquitos”, a verdaderos besos “franceses”, los cuales en un inicio no me fascinaban, ya que el sentir la lengua del señor Ramiro en el interior de mi boca se me hacía muy raro, pero tras unos cuantos besos me comenzó a gustar, haciendo este nuestro nuevo saludo.
Con el tiempo comencé a sentir mucha desesperación de que llegará el fin de semana, a la vez que se me hacía muy poco el tiempo que el señor Ramiro y yo pasábamos juntos. Sin embargo, esto se solucionó temporalmente con la llegada de las vacaciones de verano, momento en el cual yo me quedaba un mes entero con mis abuelos.
Los primeros días de mis vacaciones no pude ver a Ramiro (a partir de este punto lo llamaré así debido a nuestra familiaridad), ya que este había tenido que ir a la ciudad por unos días, junto con mi abuelo con el fin de recoger un equipo que mi abuelo había comprado. Pero en cuanto regresó, reanudamos nuestras sesiones de besos.
Durante una de nuestras sesiones al detenernos a tomar un poco de aire después de un acalorado beso, Ramiro me dijo que tenía algo que pedirme.
Ramiro. – Nena, quiero pedirte algo.
Nadia. – ¿Qué?
Ramiro. – Quiero hacer el amor contigo.
Nadia. – ¿Hacer el amor?
Ramiro. – Si nena, hacer el amor. ¿Sabes qué es eso?
Nadia. – No.
Ramiro. – Es cuando dos novios que se aman mucho se acuestan juntos y juegan a que el novio le meta su pene a su novia.
Nadia. – ¿En dónde?
Ramiro. – El pene del novio, se mete en la “florecita” de la novia.
Nadia. – Que raro.
Ramiro. – No es raro mi amor, es algo que todos los novios hacen. Por eso te quiero pedir que me dejes hacerlo contigo.
Después de pensarlo un poco le dije. – Esta bien. ¿Pero me va a doler?
Ramiro. – No te voy a mentir, si te va a doler un poco al inicio, pero con el tiempo te va a gustar.
Nadia. – Ok.
Ramiro. – Gracias mi nena, eres la mejor novia del mundo. Mañana te veo aquí más temprano. Y recuerda no le digas a nadie de esto, es nuestro secreto.
Nadia. – Sip, yo no le he dicho nada a nadie.
Me levanté, le di un último beso y me fui a la casa de mis abuelos. Durante el resto de la tarde comencé a imaginarme como era eso de hacer el amor, pero no importaba cuanto pensará en ello, no podía imaginarme como Ramiro iba a meter su pene en mi “florecita”. Debido a esto dormí muy poco esa noche, aunque después de un rato caí profundamente dormida, levantándome bastante tarde al día siguiente.
Después de desayunar le dije a mis abuelos que iría a jugar como siempre, a lo cual ellos me despidieron con una sonrisa y me dijeron que nada más no saliera de la propiedad, y que no me metiera en sitios que no conociera.
Bastante emocionada me dirigí a nuestro punto de encuentro, ante mi sorpresa Ramiro ya se encontraba allí, junto con una manta y una almohada. Cuando me acerqué y lo saludé, le pregunté acerca de aquellos objetos, a lo cual el me contesto que sobre de ellos haríamos el amor, pero antes debíamos ir a un lugar más privado.
De esta forma nos dirigimos a una zona bastante alejada de la casa de mis abuelos, en donde había una especie de construcción en obra negra, la cual me explicó Ramiro se trataba de un proyecto abandonado de mi abuelo. Dentro de aquella edificación derruida Ramiro colocó la manta y la almohada, para luego pedirme que nos sentáramos en ella.
Yo estaba algo nerviosa, pero lo obedecí, sentándome a su lado. En cuanto los dos estuvimos sentados en la manta, él se acercó a mí y con mucho cariño comenzó a besarme. Después de un largo beso, Ramiro me dijo que ya era hora, por lo que se levantó y se comenzó a quitar la ropa.
Esta acción me sorprendió, por lo que me tapé los ojos, a lo cual Ramiro reaccionó con una risa, diciéndome que no debía tener pena. Con una voz bastante suave me pidió que lo imitara, yo al inicio no quise, pero Ramiro terminó convenciéndome, aunque le pedí que se volteara mientras me quitaba la ropa.
Cuando ya estaba desnuda, me tapé con la almohada, lo cual le pareció muy tierno a Ramiro, quien me dijo. – Ay mi amor, no te cubras, déjame ver tu hermosa figura – Acto seguido me quitó la almohada, revelando así mi desnudez.
Por su parte él también estaba completamente desnudo, por lo que pude ver con total claridad su prominente barriga, la cual era bastante peluda, pero lo que llamó por completo mi atención, fue ver su pene erecto. Yo ya había visto con anterioridad el pene de mi papá cuando nos bañábamos juntos, pero jamás había visto uno erecto, por lo cual aquella masa de carne se me hizo gigantesca, lo cual me hizo dudar si podría entrar en mí como Ramiro me había dicho.
Ramiro. – Bueno amor, es hora, acuéstate bocarriba en la manta y abre tus piernas.
Yo me acosté, pero no abrí mis piernas, ya que me daba mucha vergüenza, por lo mismo estaba cubriendo mis incipientes pechos y mi vagina con mis manos.
Ramiro al ver esto me dijo. – Nena, si no abres tus piernas, no vamos a poder hacer el amor.
Nadia. – Pero me da pena.
Ramiro. – ¿Qué te da pena amor? Estas hermosa.
Nadia. – Es que esta sucio.
Ramiro. – Mi nena hermosa, tu no tienes ninguna parte del cuerpo sucia, anda, déjame ayudarte a abrir las piernas.
Dicho esto, se puso entre mis piernas y lentamente, pero con bastante fuerza fue apartando mis extremidades, dejando así a mi mano como última cobertura de mi vagina. Ramiro con bastante delicadeza dirigió su pene a mi vagina, y tras tomar mi mano y quitarla del camino, comenzó a frotar su pene en mis labios vaginales.
Tras un rato, en el cual yo no despegaba la vista de aquella extraña acción, Ramiro dijo. – Bueno amor, ya es hora. Te va a doler un poco al inicio, pero prométeme que no te vas a quitar, y que tampoco vas a gritar -. Yo asentí con la cabeza y me dejé hacer.
En cuanto su pene comenzó a entrar en mí, yo comencé a sentir un dolor horrible, como si me estuvieran partiendo a la mitad. Mi primera reacción fue retorcerme, con el fin de zafarme, pero Ramiro me tenía agarrada de los hombros, por lo que mi segunda acción fue pedirle que se detuviera, ya que me dolía mucho, pero Ramiro solo me sonrió, me dijo que bajara la voz y que aguantara, que solo dolía la primera vez.
Yo seguí retorciéndome, y aunque quería gritar, de mi boca solo salían gemidos de dolor. Tras un rato que me pareció eterno, Ramiro por fin se detuvo, momento en el que me dijo. – Listo amor, ya estamos completamente conectados, fue algo difícil para mi también, ya que aprietas mucho y muy rico, pero por fin se logró. Por fin eres mi mujercita, no sabes cuanto había soñado con este día.
Yo no le contesté nada, sino que seguí sollozando en silencio, lo cual hizo que Ramiro me acariciara suavemente la cabeza y me dijera que pronto se iba a acabar, que debía ser fuerte. Unos minutos después comenzó el mete y saca, cada embestida dolía igual que la primera, lo cual me llevó a que perdiera la conciencia varias veces por el dolor. Después de otro rato que me pareció eterno, Ramiro aceleró sus penetraciones, para al fin detenerse definitivamente, llenando mi útero con un líquido caliente.
En ese momento yo le pregunté que, si se había orinado en mi interior, a lo cual el me dijo que no, que se había venido. Yo no sabía que significaba eso, pero en ese momento no tenía fuerzas para preguntar más, ya que me sentía muy cansada, por lo que terminé durmiéndome.
Cuando desperté estaba en mi cama. Todo el cuerpo me dolía, y tenía una fiebre muy alta, por lo cual mi abuela estaba cuidando de mí. Cuando ella vio que abrí los ojos, me preguntó sobre como me sentía, a lo cual yo le contesté que me dolía todo el cuerpo. Ella me dijo que era normal, ya que me había dado una fiebre por andar jugando con agua. (Después sabría que eso le dijo Ramiro a mi abuela cuando me llevó cargando después de haber tenido sexo).
Los siguientes dos días los pasé en cama, con bastante fiebre y dolor muscular. Además de que me dolía mucho orinar, pero yo no rompí mi promesa con Ramiro, por lo que este último síntoma jamás se lo dije a mi abuela. Una semana después estaba como nueva, incluso había crecido un par de centímetros.
En cuanto pude salir de la cama, traté de ir a ver a Ramiro para preguntarle sobre lo que había pasado, pero mi abuela no me dejó salir de la casa, hasta que por fin estuve completamente recuperada. Una vez sintiéndome bien, mi abuela me volvió a dejar salir a jugar, por lo que mi primera acción fue ir a buscar a Ramiro.
En cuanto lo encontré, me dijo en voz baja que lo esperara en nuestro lugar especial, que en un rato iría. Yo le obedecí y me fui a esperarlo. Un rato después llegó Ramiro con una sonrisa de oreja a oreja.
Ramiro. – Me tenías muy preocupado mi amor.
Nadia. – ¿Qué me pasó?
Ramiro. – Después de terminar de hacer el amor, te quedaste bien dormida, y no importaba que hiciera no te levantabas, por lo que te puse tu ropa, pero para que no sospecharan, te moje con agua y te lleve con tu abuela, diciéndole que te encontré dormida junto a un árbol después de que jugaste con agua. Pero bueno, lo bueno es que ya estás bien.
Nadia. – Sí, pero me dolió mucho, y tú no te detuviste, aunque te lo pedí.
Ramiro. – Perdón amor, es que se sentía muy rico dentro de ti.
Nadia. – ¿En serio te gustó?
Ramiro. – Si amor, me fascinó, fue la mejor experiencia que he tenido en mi vida.
Nadia. – Bueno.
Ramiro. – Si nena, y lo mejor de todo, es que ahora si somos completamente novios, ahora podremos hacer el amor cuando queramos.
Nadia. – Pero duele mucho.
Ramiro. – Solo al inició, pronto te acostumbraras, y te vas a sentir muy bien.
Nadia. – Bueno, si tú lo dices.
Ramiro. – Si amor, ahora ven, que quiero darte un beso.
Me atrajo hacía él y me sentó en sus piernas, para después comenzar a besarnos apasionadamente. Durante esta ocasión sentí como sus manos se posaban en mis nalgas, para después sentir como las apretaba suavemente encima de mi licra.
Los siguientes tres días fueron bastante tranquilos, ya que nos veíamos para darnos unos cuantos besos, platicar, y luego continuar cada uno con nuestras actividades. Sin embargo, el cuarto día, Ramiro me llevó nuevamente al lugar donde me había desvirgado. Una vez en el edificio a medio construir, Ramiro tendió una manta y me rogó que le permitiera hacer el amor con él una vez más.
Yo al inició me negué por miedo a volver a sentir aquel horrible dolor, pero Ramiro era muy persuasivo, por lo que terminé desnudándome y recostándome en la manta. Ramiro hizo lo propio, y como la vez anterior, abrió mis piernas y colocó su pene erecto en la entrada de mi vagina. Al comenzar la penetración, yo volví a sentir mucho dolor, y aunque se lo expresé nuevamente a Ramiro, este me ignoró como la vez anterior.
Aunque esta vez Ramiro fue más delicado, yo aún no encontraba placer en “hacer el amor”, por lo que me límite a cerrar los ojos, esperando a que terminase Ramiro. Cuando sentí nuevamente aquel líquido caliente en mi interior, le pregunté a un exhausto Ramiro al respecto, a lo cual él me contestó que se trataba de su “lechita”, la cual salía cada vez que hacía el amor.
Yo con bastante curiosidad por ver aquella “lechita”, dirigí mis dedos hacía mi vagina, pero al tocarla, sentí un dolor pulsante que recorrió todo mi cuerpo, por lo que decidí no tocarme. Después de un rato tumbados en la manta, Ramiro se levantó y me pidió que nos vistiésemos. Al tratar de levantarme, sentí de repente mucha debilidad en las piernas, por lo que él me tuvo que ayudar, cuando al fin pude levantarme, noté que caminaba con las piernas abiertas, lo cual hizo sonreír a Ramiro.
Al regresar a casa, yo me fui directamente a mi cama, ya que me volví a sentir muy cansada, lo cual preocupó un poco a mi abuela, aunque, ella pensó que tal vez se debía a que había jugado mucho. Cuando desperté de mi siesta, me sentía mejor, aunque me seguía ardiendo mi vagina, y orinar era doloroso, aunque no tanto como la primera vez. Sin embargo, yo en mi cabeza, pensaba que eso era normal para las novias que hacía el amor, ya que eso es lo que Ramiro me había dicho.
El resto de mis vacaciones fueron muy rutinarias, algunos días nos veíamos para besarnos, y en otros “hacíamos el amor”. Acostumbrándome poco a poco a tener a Ramiro dentro de mí, pasando de sentir un dolor intenso, a poco a poco sentir algo de placer. Lo que sí, es que, en cada sesión, Ramiro siempre terminaba dentro de mí lo cual me obligaba a pasar un buen rato limpiando mi entrepierna, para que mi abuela no sospechara nada. Debo admitir que llegué a disfrutar la sensación de su esperma dentro de mí.
Yo me puse algo triste cuando acabaron mis vacaciones, ya que significaba que no podría ver tan seguido a Ramiro, pero aún me quedaba la certeza que lo vería los fines de semana, por lo cual volví a mi rutina escolar. Eso sí, en nuestro último día de vacaciones juntos, me volvió a llevar un ramo de hermosas flores, además de un pequeño oso de felpa de color azul, el cual tenía un enorme lazo color rojo a modo de corbata en su cuello, y en su etiqueta llevaba escrito el nombre de Ramiro, al preguntarle por esto, él me dijo que era un recuerdo para que siempre lo llevase conmigo.
Espero que les haya gustado mi primer relato, si es así, por favor califíquenlo y coméntenlo.
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