Mi historia con Ramiro 2
Continúa mi relación con Ramiro, mano derecha de mi abuelo..
Yo me moría de ganas de contarle a mis amigas sobre mi nuevo novio, sin embargo, tuve la prudencia de no decirles, ya que Ramiro me había pedido que extendiéramos nuestra promesa de no decirle a nadie de nuestra relación, a mis amigas, y profesores de la escuela. La verdad a esa edad yo no entendía por qué todo debía ser secreto, pero no me iba a arriesgar a perder a mi novio por no hacerle caso.
Y es que yo a este punto me sentía muy enamorada de Ramiro, ya que, durante todo nuestro tiempo juntos, jamás se cansó de alabarme, diciéndome constantemente lo hermosa e inteligente que era, destacando especialmente mi madurez, la cual él equiparaba con mujeres como mi madre y mi abuela. Aunque lo que más me gustaba de Ramiro, es que me prestaba atención, lo cual para mí era lo más importante.
La primera semana de escuela me pareció eterna, ya que lo único que quería era volver al rancho de mis abuelos para poder ver a Ramiro, por lo que no bien me subía al carro de mi mamá el viernes a la salida del colegio, le pedí que me llevase a ver a mis abuelitos, ya que quería verlos (aunque realmente era a Ramiro al que quería ver). Mi mamá se sorprendió un poco por mi petición, aunque aceptó de buen agrado llevarme ese mismo día después de la comida.
Mis ansias se incrementaron de camino al rancho, aunque al final me quedé dormida en el camino. Al despertarme, ya era de noche, y yo estaba arropada en mi cuarto en la casa de mis abuelos. Esto me entristeció, ya que sabía que no podría salir y ver a Ramiro hasta la mañana siguiente, pero está dispuesta a esperar, y aunque traté de estar en vela esa noche, al final el sueño volvió a vencerme.
Al despertar, yo no quería ni desayunar, ya que quería ir a ver a Ramiro, sin embargo, tuve que comer a fuerzas tras la insistencia de mi abuela. En cuento terminé el último bocado de mi desayuno, salí disparada rumbo a nuestro lugar secreto. Pero cuando llegué no vi a Ramiro por ningún lado, en ese momento me di cuenta de que tal vez no sabía de mi llegada, por lo que fui a buscarlo al establo, y para mí alivio allí estaba junto a dos obreros más.
Aunque quería lanzarme a sus brazos gritando que ya había llegado, sabía que no debía hacerlo frente a la demás gente, por lo que esperé a que los obreros se fueran. Tras un rato que me pareció eterno, por fin los obreros se fueron, dejando solo a Ramiro. En ese momento corrí hacía él y lo abracé por la espalda. Noté que Ramiro se sorprendió, pero al voltear a verme, pude ver cómo se dibujaba una enorme sonrisa en su rostro.
Ramiro. – Mi nena hermosa, que gusto verte, no pensé que te fuera a ver tan pronto. ¿Cómo te fue en tu primera semana de clases?
Nadia. – Bien, pero se me hizo muy aburrido, yo quería seguir aquí contigo.
Ramiro. – Ay hermosa, yo también quiero estar contigo, pero sabes que debemos cumplir con nuestros deberes para que nadie sospeche, pero bueno, luego hablamos de eso, por el momento quiero disfrutar que ya estás aquí. ¿Qué te parece si vamos a platicar a nuestro lugar?
Nadia. – ¡Sí! Vamos.
En ese momento yo salí disparada rumbo a nuestro lugar secreto, siendo seguida de cerca por Ramiro. Al llegar a aquel rincón mágico, Ramiro me volvió a abrazar, para luego bajar lentamente buscando mis labios. Al comenzar a besarnos, Ramiro comenzó a tocarme todo el cuerpo, poniendo especial atención en mis nalgas, las cuales apretaba y masajeaba a placer. Mientras que yo, busqué como de costumbre su pene, el cual ya estaba erecto, haciendo aparecer una carpa en el pantalón de Ramiro.
Sin embargo, en cuanto toqué su miembro, Ramiro me detuvo, diciéndome que ese día no tenía el tiempo suficiente para hacer el amor conmigo, pero que podíamos seguir besándonos un rato más. No mentiré diciendo que no me desilusioné, pero me conformé con haber podido ver a Ramiro.
Tras un rato más, Ramiro se marchó, y yo volví con mis abuelos, aunque pronto me aburrí y me fui a mi habitación a jugar con los juguetes que tenía en aquella casa. Así pasó el resto del día. A la mañana siguiente volví a salir en búsqueda de Ramiro, aunque en esta ocasión no lo encontré por ninguna parte, y es que resulta que mi abuelo le había pedido que lo acompañase por unas herramientas al pueblo, acción que les llevaría bastantes horas.
Cuando al fin escuché la camioneta de mi abuelo llegar, salí corriendo para recibirlos, y aunque yo me quería lanzar a los brazos de Ramiro como el día anterior, tuve la prudencia de no hacerlo, por lo que me límite nuevamente a saludarlo, aunque esta vez, él me guiñó el ojo, señal que habíamos convenido para vernos en nuestro lugar secreto.
Yo corrí entusiasmada a nuestro rincón, y al cabo de unos quince minutos vi cómo se acercaba Ramiro. En cuanto estuvo a mi alcancé me le abalancé, aunque él me detuvo, diciéndome que andaba muy sudado y no quería que me diera asco. Yo le contesté que jamás me daría asco, y terminé por besarlo. Él bastante entusiasmado por mi respuesta me levantó y me besó con desesperación.
Tras un rato de bastantes besos, me dijo que esta vez si podía hacerme el amor, por lo que me cargó y me llevó a nuestro “nido de amor” en la construcción derruida. Una vez allí, Ramiro me bajó, y me pidió que me pusiera frente a la pared, para luego con suma delicadeza levantar mi falda, bajar mis calzones e introducirme su pene. Como de costumbre, el inicio dolió un poco, pero conforme comenzaba a moverse más rápido, mi placer también aumentaba, lo cual me hacía soltar leves gemidos, los cuales acompañaban a los de Francisco.
Tras en un rato de estar gimiendo los dos, Francisco por fin habló.
Francisco. – Te amo mi nena hermosa, eres lo mejor que me ha pasado en esta vida.
A lo cual yo no respondí con palabras, pero si con gemidos. Aunque esto no lo inmutó, ya que él siguió hablando más para él, que para mí.
Francisco. – Me hiciste mucha falta mi amor, si pudiera te haría mi mujer por todas las de la ley.
Mientras decía esto, sentí como su pene comenzó a crecer un poco dentro de mí, a lo cual le siguió un incremento en su velocidad de cadera, culminando en ese rico sentimiento de su leche vertida en mi interior. Y, aunque no había pasado mucho tiempo, ambos terminamos exhaustos y sudorosos, por lo cual nos sentamos en las sábanas que Ramiro tenía preparadas como cama improvisada. Pero antes de poder acurrucarme con Ramiro, este se levantó y me dijo que teníamos que irnos, ya que ya era tarde, y podían sospechar de nosotros.
De regreso a la casa de mis abuelos, yo renqueé un poco, más que nada por el entumecimiento de mis piernas al estar parada durante todo nuestro encuentro. Al llegar la noche y prepararnos para regresar a la ciudad, yo tomé las pocas cosas que había llevado, me senté en la parte de atrás del coche, cerré los ojos, y al abrirlos nuevamente, ya era de mañana y mi mamá me estaba llamando para que me alistara para ir al colegio. Durante todo el día tuve sueño y me sentía muy cansada, sin embargo, estaba contenta de haber podido tener sexo con Ramiro durante el fin de semana.
De esta forma comenzó una rutina que duró el resto del año escolar, en donde yo iba casi todos los fines de semana a la casa de mis abuelos, en donde si tenía mucha suerte podía pasar la mitad del día con Ramiro teniendo sexo y platicando de mil y un cosas. Pero esto no podía durar para siempre.
Llegadas las vacaciones de invierno, una vez más mis padres decidieron irse a quedar a la casa de mis abuelos para festejar las fiestas decembrinas. Esto me puso extremadamente contenta, ya que significaba que podría volver a ver a Ramiro todos los días. Sin embargo, a los días de habernos instalado en la casa de mis abuelos, yo cometí el error de no revisar que nadie me siguiera a nuestro escondite, siendo mi abuelo el que descubrió nuestro secreto, al vernos en medio de una sesión acalorada de besos.
Lo primero que sentí, fue como Ramiro me apartaba rápidamente de él, para luego levantarse apresurado y decir con una voz entrecortada. – Don Rafa (nombre de mi abuelo), no es lo que piensa, yo.
Abuelo. – No lo puedo creer cabrón, con que así me pagas tantos años de amistad. Y peor aún, con mi nieta. ¿No vez que es todavía es una niña?
Ambos estábamos petrificados.
Abuelo. – ¿Qué, muy machito para estar con mi nieta, pero te quedas mudo al verme? ¡Habla hijo de la chingada!
Ramiro tartamudeando le dijo. – Perdón don Rafa, la calentura me ganó, usted sabe que Araceli y yo hace mucho que no estamos juntos… y pues Nadia se presentó, y pues una cosa llevó a la otra…
Abuelo. – ¿Cuánto tiempo llevan así?
Ramiro. – Como seis meses.
Abuelo. – ¡Seis meses! No mames, dime que no han hecho más que besarse.
En ese momento Ramiro bajó la cabeza, y no dijo nada.
Abuelo. – ¡No me chingues Ramiro! ¿Te la cogiste?, ¿Nunca se te pasó por la cabeza que la pudiste haber lastimado?
Ramiro. – Jamás le haría daño.
Nadia. – Así es abuelo, él jamás me lastimó.
Abuelo. – Tú no hables, que ya de por sí estoy mega encabronado. (Luego volteó con Ramiro) Solo no te parto tu madre por qué aquí esta Nadia.
En ese momento algo me impulsó a poner entre mi abuelo y Ramiro, para luego decirle a mi abuelo. – ¡No le hagas daño a Ramiro, él es mi novio y yo lo amo mucho! ¡Jamás te voy a perdonar si lo golpeas!
Mi abuelo se sorprendió al oír esto, retrocediendo un poco ante mi ímpetu.
Abuelo. – Mira Nadia, no te lo repito, hazte a un lado y cállate, que esto es asunto entre Ramiro y yo.
Ahora yo fui la sorprendida, y viendo lo enojado que estaba mi abuelo, decidí hacerme a un lado como me indicó.
Ramiro. – Don Rafa, le aseguro que yo nunca pretendí hacerle daño a Nadia, sé que lo que hice está mal, pero entiéndame, yo de verdad la amo.
Abuelo. – Pero con una chingada, solo tiene ocho años, y tu tienes casi mi edad.
Ramiro. – Es cierto que tenemos una gran diferencia de edad, pero Nadia es muy madura, además, usted una vez me dijo que en el amor la edad no importa, solo los sentimientos. Por favor, solo le pido que nos de una oportunidad, yo prometo que la haré feliz, y que jamás la lastimare.
Mientras Ramiro decía esto, noté que el semblante de mi abuelo se fue relajando. Luego volteó a verme nuevamente.
Abuelo. – ¿Tú sientes lo mismo que él?
Nadia. – Si abuelo, yo lo quiero mucho.
Abuelo. – Mira Ramiro, la verdad es que no me gusta esto. Pero sé que eres un hombre de fiar. Lo único que me encabrona, es que no hayas tenido los huevos para haber ido conmigo a pedirme permiso, de esa forma todo hubiera sido más fácil.
Nadia. – ¿Eso es un sí abuelo?
Abuelo. – Sí, les voy a dar la oportunidad que tu pides Ramiro, pero hay de ti que me entere que la lastimaste. Y, ante todo, ni tus papas, ni tu abuela se pueden enterar de esto, ya hablaré con ellos más adelante.
Dicho esto, mi abuelo se dio media vuelta, pero antes de irse dijo. – Ah, otra cosa, búsquense otro lugar en donde echar novio, no sé cómo nadie no los había descubierto hasta ahora. Eso si Ramiro, no quiero que descuides tus obligaciones -. Retomó el paso y se alejó, dejándonos perplejos a ambos.
En cuanto estuvo a una buena distancia. Ramiro por fin exhaló, tumbándose a la par en la banca en donde hasta hace unos momentos estábamos besándonos. Al voltear a verlo, noté que su frente y cuerpo estaban empapados en sudor, a la par que vi como sus manos temblaban.
Ramiro. – Ay mi nena, que miedo tuve, jamás pensé que tu abuelo iba a aceptar nuestro amor. Por un momento llegué a pensar que me iba a matar aquí mismo.
Yo por mi parte comencé a llorar, ya que en ese momento mi cuerpo fue invadido por todos los nervios y miedo acumulados, lo cual asustó a Ramiro, quien se apresuró a abrazarme y consolarme. No sé cuanto lloré, pero si sé que me sentí sumamente segura entre los brazos de Ramiro.
Espero que les haya gustado el relato, si es así, por favor califíquenlo y coméntenlo.
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