MI MAMÁ Y YO MOTELEANDO.
A principios de la década de los 90, una madre colombo japonesa, que le tiene aversión a la gente, y su hijo, realizan una inocente apuesta que se convierte en todo un frenesí de pasión en un lujoso motel de élite..
Contado por Juco y escrito por Siremis.
Eran principios de los años 90. Soy colombiano. En ese tiempo vivía solo con mi joven madre colombo japonesa. Mi padre medellinense había muerto hacía unos años, el señor nos dejó con importantes deudas que aún mi madre no podía terminar de pagar.
Me decían Juco, y mi mamá se llamaba Mica, de Micaela, Micaela Jiromoto. Vivíamos en la Calera, solos en un bonito apartamentico, que si bien era pequeño también era muy elegante.
Mamá Mica era gerente en una empresa de su tío japonés, a pesar de que ella era brillante y de que ganaba un buen sueldo el dinero se iba en el pago de esas millonarias deudas que dejó papá.
Mamá era muy trabajadora, pero cuando lograba reunir algún dinero libre del pago de las deudas de papá, nos íbamos de vacaciones, nos gustaba pasar, los dos solitos, aventuras por muchas partes de Colombia y el mundo. Ella y yo éramos más que amigos, compinches a morir, y a cada rato nos gustaba hacer retos y apuestas.
Mamá era muy bonita, delicada y joven, en ese entonces tenía 34 años de edad, fue madre muy pronto, me parió a su escasos 16 añitos.
Como ya lo dije mamá era colombo japonesa, su madre, o sea mi abuela, era colombiana, y su padre, es decir mi abuelo, japonés, él también había muerto hacía algún tiempo.
Por lo anterior, los rasgos de mamá eran orientales y muy delicados. Sus ojos rasgados, coquetos y negros denotaban gran picardía y morbo, la suavidad de su pequeña nariz me encantaba cuando me besaba. Su cabello liso, negro, brillante y largo parecía de charol.
Mamá practicaba gimnasia rítmica, ella era bajita y delgada, pero bien acuerpada, pues tenía buena cadera, un excelente trasero, unas piernas de impacto, unas tetas de ataque y en general un armonioso cuerpo de porrista, toda una muñequita de la época.
Se vestía casi siempre con un bonito pantalón de tela muy ajustado y una elegante blusita, se veía muy bien, a penas como una profesional y ejecutiva.
Mi mami era excelente persona, siempre nos habíamos llevado muy bien y había sido súper especial. Yo quería que ella sobrepasara un problema que tenía en cuanto a su relación con las demás personas, no era grave, pero daba algo de hartera, por eso traté de hacerle la vida lo más divertida posible.
Lo que sucedía con ella es que era autista, es decir, tenía problemas de relación con la gente. Era muy inteligente, pero muy callada, solo hablaba con monosílabos, o por mucho, con pequeñas frases muy concretas. Mamá desconfiaba y se aislaba de las personas, mantenía una gran timidez ante los demás, antes no sé cómo pudo corresponderle a papá en sus tiempos de conquista, pues ella se alejaba de todo el que intentaba seducirla.
Mi mami también era bastante seria, tocaba contarle buenos chistes para que al menos sonriera y también tocaba hacerle muchísima conversación para que soltara una palabra.
No es que mamá fuera de mal genio o antipática, muy por el contrario, era muy calmada y buena gente, incluso transmitía su sagacidad en su pícara mirada, es que ella, por su genética, no podía ser capaz de hablar demasiado ni de decir multitud de oraciones, ni de sonreír tanto, aunque hubiera querido no podía ser diferente.
Ella misma manifestaba constantemente que le encantaría ser como los demás, tener esa facilidad de diálogo, de relacionarse con la gente y de poder reír, repetía que no le gustaba ser tan seria, tan reservada, tan desconfiada y tan silenciosa, pero era como si una fuerza maligna la obligara a serlo.
Si a ella algo le hacía gracia se reía, pero dentro de sus pensamientos, ya que en su rostro era incapaz de hacerlo con desparpajo. No obstante mamá era bien pícara para sus adentros y se le notaba muchísimo en esa miradita y en la leve sonrisita que hacía.
Yo como era tan extrovertido y sociable, muy diferente a ella, le hacía bromas muy seguidas y cosquillitas, me gustaba verla sonreír aunque fuera muy poco, para lo cual debía tener un buen repertorio de chistes y chanzas, yo sabía que a ella le fascinaban.
Pues bien, en un día cualquiera de vacaciones, íbamos en el carro, yo conducía, y en cierto momento pasamos cerca de un súper lujoso motel, uno que siempre visitaba, era una residencia muy elegante, solo para gente de mucho dinero.
Por ser tan vanidoso y abierto le dije a mamá que ahí entraba con mis chicas a pasar las noches. Ella no me creyó, pues la noche en ese espléndido y fastuoso motel era altamente costosa. Por más que se lo describiera por dentro y por fuera y le siguiera afirmando que yo constantemente lo visitaba con mis amantes de turno no quiso creerme.
Mamá sencillamente no podía aceptar que yo tuviera tan buen gusto en moteles y tanto dinero como para darme ese lujo, y yo, como broma, para verla sonreír, le dije que si quería podíamos entrar un rato y disfrutarlo para que se diera cuenta que no le mentía.
Me sorprendí cuando ella de una buena vez me contestó que bueno, y agregó que apostaría a que el motel por dentro era diferente a como se lo había descrito.
Mamá realmente me retó a llevarla a ella a ese sitio y mostrarle por dentro lo que le había contado para constatar que yo nunca había entrado a él y que ni siquiera lo conocía.
Mi mami insistió que la hiciera entrar si era tan valiente, y eso me puso en un gran dilema porque por una parte yo era muy osado y arrojado y aceptaba todos los retos, y por otro lado no quería llevar a mi propia madre a un lugar a donde las parejas entraban a follar.
Ella me insistió tanto que tuve que virar, volvimos a pasar frente al motel y nos detuvimos a unos metros. Para hacerla cambiar de opinión le aposté, con mucha picardía y en forma de broma, que si yo ganaba haríamos todo lo que una pareja de enamorados hacía dentro de ese motel.
Pensé que con semejante apuesta tan atrevida y vulgar mamá se echaría para atrás y dejaría de insistir en que la llevara, pero mi asombro fue total cuando ella me miró con su característica mirada de picardía y con una leve y maliciosa sonrisita, con aquella que siempre hacía cuando pensaba cosas morbosas, y pronunció, tranquilamente, un simple: ¡Acepto todo! ¡De todas maneras yo ganaré!…
No tuve más que decir. Dejamos el carro en el parqueadero del motel, entramos tomados de la mano a la recepción y la nena Martita, una de las recepcionistas, nos atendió con su acostumbrada cordialidad. Le pedí a la nenita la misma habitación de siempre, y le presenté a mi mamá.
La chica no podía creer que esa mujer tan guapa y joven fuera mi madre y menos si me estaba acompañando al motel, lo que ella pensó es que se trataba de una de mis acostumbradas bromitas. Cabe decir que mamá parecía más joven que yo.
Firmamos el ingreso y subimos a la habitación, una empleada nos alistó el jacuzzi y salió.
Mamá miró la amplia cama y todos los arreglos en la habitación, eran tal cual se los describí y burlándome de ella le dije que yo había ganado la apuesta y que ahora me tenía que pagar. Mamá, aceptó con gusto que yo hubiera ganado y me preguntó qué por dónde quería empezar.
Su actitud se me hizo bastante alegrona, impúdica y pasada, pensé que todo era broma suya y por molestar le dije que me iba a cobrar mi apuesta empezando por besarla en la boca.
Aunque obviamente no tenía pensado en hacerlo y mucho menos en follarme a mi propia madre, la abracé dándole tiernos besos en sus mejillas, gran sorpresa para mí cuando ella me abrazó más fuerte y empezó a darme atrevidos piquitos en la boca de pura verdad.
Ella quería reír, pero solo le salían leves sonrisas y algunos gemiditos.
Eso sí, pensé que en realidad ella se lo estaba tomando como un juego y no me resistí a sus abrazos y besitos. Claramente yo no quería sino solo jugar un rato con ella, aunque en cierto momento se me pasó por la mente aprovechar el rato y el sitio y hacerle cosas sexuales, sin embargo, lógicamente, no era mi propósito, pues no estaba loco como para hacer tal cosa.
Pero llegó un momento en el que me empecé a excitar debido a que sus besos se hicieron más intensos, prácticamente eran soberbios morreos de lengua. Me salí un poco de control, con fuerza tiré a mamá a la inmensa cama, me le eché encima y comencé a darle severos tocamientos a sus nalgas y a revolcarme con ella, se suponía que era en forma de chanza, pero todo se estaba tornando demasiado erótico, ahí sí que me arreché, se me paró el pene como nunca y quedé impactado al sentir que mi provocativa mamá, quien vestía con un pantalón muy ajustado, me atenazaba con sus piernas y restregaba su entrepierna contra la mía como queriendo que la penetrara, lo cual se me hizo muy pasado de parte de ella.
Según vi en esas acciones de mamá y en su morbosa miradita, que ella también estaba completamente arrecha, y ahí fue cuando me pasé de la raya y me atreví a retar a mamá a algo muy osado.
Reté a mamá a desnudarse y a meternos en el Jacuzzi. Ella me miró con sus hermosos ojos negros y rasgados, llenos de lujuria. Yo se lo repetí, le dije que si ella era tan capaz y cumplidora de retos entonces que se quitara toda la ropa y que se metiera al jacuzzi junto a mí.
Mamá me sonrió con suavidad y solo contestó con un simple: ¡Bueno!… Y de una se desnudó ante mí. Se despojó de sus zapatos, pantalón, blusita y brasier. Quedé supremamente anonadado, eso era absolutamente increíble.
No sé si mamá lo hizo ingenuamente y sin malicia, pero su miradita y su sonrisita era de esas que solo hacía cuando estaba pensando algo turbio y atrevido. Me repitió que me quitara también la ropa, ella me ayudó a quitármela, y agarrándome de la mano me llevó a la salita del jacuzzi.
Nos metimos al jacuzzi y comenzamos a juguetear con el agua y las burbujas. Mamá chapoteaba y me observaba con esa típica miradita de deseo que muchas veces hacía cuando yo la notaba arrecha al mirar alguna película erótica en la tv.
Y yo no hacía más que mirarle sus espectaculares tetazas, ella seguía jugando como si fuera una inocente niñita y de repente hizo algo que me dejó estupefacto, se levantó, le vi toda la rasurada vagina y abriendo sus piernas se me subió encima.
Mi pene se levantó en gran manera tocando con él su suave vulva. No podía creerlo, mamá me agarró a tremendos besotes de lengua mientras saltaba eufóricamente sobre mí, ella empezó a dar saltos con mayor potencia sobre mí hasta que mi pene se metió sin querer dentro de su rica vulva y en un dos por tres resultamos teniendo sexo.
Ella me repetía una y otra vez mientras me besaba con pasión y saltaba sobre mi excitado pene: ¡Estoy ganosa, amor! ¡Estoy ganosa, amor! ¡Estoy ganosa, amor!…
Me pudo más la inconsciencia del deseo que la razón de la consciencia y la abracé penetrándola con más fuerza, le chupaba las tetas con enceguecido frenesí.
Ella esta realmente excitada y quiso, como si nada, tener intenso sexo incestuoso conmigo, su mismísimo hijo.
Yo permanecía nervioso, pero excitado al mismo tiempo, y ella se notaba súper arrecha y sin una pizca de nerviosismo o miedo, sus ojos eran de lujuria total. Mamá estaba muy en ambiente y seguía haciéndome el amor, como si eso fuera lo más normal del mundo, en esos momentos de penetración sí que soltó algunas obscenas sonrisitas.
Duramos como 15 minutos haciendo deliciosamente el amor en el jacuzzi, hasta que ella me pidió que fuéramos a la cama porque quería pagarme la apuesta completamente ya que las japonesitas cumplían y pagaban con creces sus deudas y apuestas.
Salimos del jacuzzi, Mamá me tiró sobre la cama y me agarró el pene, era increíble, ella me estaba masturbando con sus delicadas y blancas manitas.
Cerré por unos segundos mis ojitos, y empecé a sentir unas ricas lamidas en mi miembro. Abrí los ojos y la escena que vi me pareció realmente deslumbrante, mi mamá me lengüeteaba una y otra vez mi recia vergota y mis sensibles testículos.
Mamá emitía unos gemiditos muy provocativos y sin dudarlo se metió mi verga a la boca. Inició una hermosa mamada. Era la mejor mamada que yo había recibido en mi vida y en ese lujoso motel. Me quedé quieto disfrutando de la boca y la lengua de mi amada madre.
Mi mamá Mica me observó con su mirada de niña pícara y atrevida, y se me sentó encima metiéndose de nuevo mi erecto pene en su deliciosa concha. Ella me dio unos buenos saltarines y me puso mis manos sobre sus exuberantes e inquietas tetotas. Apreté sus bonitas mamas, les estiré los pezones con mis dedos y ella gemía y se movía mucho más fuerte.
Ella se vino entre alaridos y yo no pude resistirlo, también me vine, pero dentro de ella. Lo gocé totalmente hasta que terminó la terrible eyaculada y me entró una sensación de culpabilidad, le dije que estábamos locos y que al menos debimos de haber usado los condones, pues en la habitación habían muchos.
Mamá solo me dijo que no me preocupara, que le había encantado esa experiencia y que descansáramos un poco, se acostó sobre mi pecho, ella durmió un rato, era increíble que estuviera tan tranquila y serena, yo no pude hacer más que pensar nerviosamente en lo que había ocurrido, definitivamente había comprobado, con mi propia madre, la creencia aquella que rezaba que las japonesas hacían el amor como ninguna otra mujer en el mundo.
Un poco más tarde ella se despertó, me miró, y sin decir nada me plantó tremendo besote de lengua. Yo no le podía decir que no, solo me dejaba. Ella se encarnizó con la intensidad de esos besotes, y luego, fue bajando, lamiendo y besando mi peludo pecho, me besó y me lengueteó todito pasando por mi abdomen hasta llegar de nuevo a mi grueso y largo pene.
Me chupó el miembro de nuevo.
YO: ¡Oh, mamá!… ¡Oh!…
Mamá me hizo eyacular de nuevo, pero en su fina y mamadora boquita oriental. Ella me mostró mi semen dentro de su boca y me hizo ver cómo se lo bebía con sumo agrado.
Acostándose de frente sobre mí me besó a la vez que con su mano se metía mi pene a su hambrienta vagina. Me hizo el amor en misionero. Nos besamos, dimos giros, me apoderé de sus buenas tetotas, se las chupé, se las lamí, se las baboseé.
Todo fue una intensa locura de obscena pasión.
Ella volvió a orgasmear y seguidamente lo hice yo. Pensé que la había embarazado, pero afortunadamente no fue así.
Pasamos la noche en el motel, abrazados y besándonos como marido y mujer. Al día siguiente, ella se levantó, me dio un besote en la boca, solo me preguntó cómo había pasado la noche, nerviosamente le contesté que muy bien, sonrió, no dijo nada y, llevándome de la mano, conmigo se entró a bañar.
Dentro del baño me volvió a succionar el pene y a hacerme el amor.
No sé en qué momento mi verga resultó esta vez metida no dentro de su feroz vagina sino en su delicioso ano. ¡Dios! ¡Estuve metiéndoselo a mi propia madre por el culo!… ¡Y a ella le encantaba!…
Analmente lo hicimos dentro del baño en todas las posiciones habidas y por haber. Me corrí dentro de su exquisito ano cuando la penetré en cuatro. Sus nalgotas eran sencillamente suculentas. Luego nos pusimos a hacer una excelente 69, ella chupó mi miembro y yo su clítoris al mismo tiempo.
Me corrí en su boca y ella en la mía. ¡Dios, no podía creerlo!…
Cuando salimos de la habitación, tomados de la mano, nos despedimos de la recepcionista, en ese momento se encontraba Clarita; la buenota de la nena Martita ya había terminado su turno.
Mamá me sonreía, pero no me decía nada más, yo quedé muy callado. Ella solo me miraba pícaramente y me hacía una leve sonrisita, era increíble ver cómo ella actuaba con total normalidad, y yo, con sumo nerviosismo, solo pensaba en nuestro excitante acto.
Nos subimos al carro, lo encendí y salimos de ese sector.
MAMÁ: ¡Juco! ¡Fue muy rico lo que pasamos en el motel! ¡Esperemos que se vuelva a repetir muy, muy pronto, amor!… ¡Estuviste genial! ¡Te adoro!…
YO: ¡Mamá!… ¡Creo que hablaste más ahorita que en toda tu vida! Jejejeje…
Mamá sonrió y fuimos a un bonito sitio a desayunar, allá nos volvimos a besar como enamorados, su dinámica manita me masturbó bajo la mesa y, para mi total asombro, ahí agachada sobre la mesa me lo volvió a mamar. Afortunadamente no habían más personas en ese instante y los que atendían no se dieron cuenta.
Luego, compramos unos condones y estuvimos en un cine porno follando como desesperados mientras unos cuantos pervertidos se hacían la paja viéndonos.
Mamá me rogó que le hiciera pasar momentos arriesgados y, de osados, estuvimos en una discoteca, donde al calor del baile y del trago me la volví a follar en plena pista, pues con la intensidad de la fiesta, las luces estroboscópicas, la oscuridad, la gran cantidad de personas metidas en lo suyo, en sus drogas y en su ebriedad, nadie se fijó en lo nuestro.
Así de arrechos, estuvimos haciendo el amor constantemente, a mamá le empezó a gustar mucho hacerlo en sitios donde se corriera el riesgo de que nos pudieran descubrir. También nos atrevimos a hacer intercambio de parejas, y así mamá comenzó a controlar su fobia y aversión a la gente y a ser más sociable y charladora.
Obviamente a ella le tocó tomar muchísimas pastillas anticonceptivas.
FIN.
Contado por Juco y redactado por Siremis.
Simplemente perfecto
Muchas gracias, amigo.