Mi marido cada vez que él sale de viaje, yo pido el servicio especial de pizza a domicilio.
Una mujer que se siente engañada por su marido, en un arrebato de furia le monta los cuernos con un repartidor de pizza..
Mi marido cada vez que él sale de viaje, yo pido el servicio especial de pizza a domicilio.
Después de estar trabajando todo el día, llegué a casa muy agotada, pero contenta de que mi esposo en cosa de un par de horas regresara de asistir a la convención de los productos que él representa.
Así que, tras darme una refrescante ducha, me acosté completamente desnuda a esperarlo, así estuve descansando casi más de una hora, cuando tras ver el reloj, calculé que él llegaría como en una hora.
Fue cuando se me ocurrió llamar a la pizzería, y pedir que nos trajeran una combinación, calculando que para cuando llegase mi marido, la pizza ya estaría en la mesa.
Luego busqué mi bata, y prendí la tele al poco rato sonó el teléfono, era mi esposo informándome que tuvo que posponer el viaje de regreso, un par de días, mientras se arreglaba un asunto en la aduana.
Desde luego que me molesté mucho con él, de lo furiosa que estaba le dije que se inventase otra excusa, y me dijera la verdad, que había decidido acostarse con alguna de las tantas putas que de seguro había conocido en la maldita convención, y maldiciéndolo hasta terminé tirándole el teléfono.
Estaba indignada, frustrada, molesta, cabreada, en fin, sentía una rabia tan y tan grande, que, si hubiera tenido a mi marido al alcance de mis manos, de seguro lo hubiera destrozado.
En ese preciso momento sonó el timbre de la puerta, lo primero que pensé fue que era mi marido, y que me había querido hacer una broma pesada.
Pero al abrir la puerta, lo que me encontré fue al repartidor de pizza, que distraídamente miraba hacía un lado, hasta que fijó sus ojos en mí.
Prácticamente parecieron salírsele de sus orbitas, al verme prácticamente desnuda, ya que apenas vestía la transparente bata de dormir, sin más nada debajo de ella, por lo que sin mucho esfuerzo me podía ver prácticamente como vine al mundo.
En ese instante, sentí como toda mi indignación, la rabia, la frustración que tenía dentro de mí, volvió a crecer, al darme cuenta de que no era a quien yo esperaba.
En ese instante actué impulsivamente, mi mayor deseo era el véngame de mi marido, y lo único que se me ocurrió hacer fue agarrar por el brazo a aquel chico, y jalarlo con fuerza dentro de mi casa.
Ya dentro, sin perder tiempo comencé rápidamente a quererlo desnudar, la caja con la pizza de inmediato la tiré sobre la mesa, lo que le jaloneaba su camisa, y tratando de quitársela a como diera lugar.
El repartidor estaba como petrificado, solo me miraba asombrado, sin oponer resistencia, y sin reaccionar de forma alguna, mientras que yo luchaba como una loca, por desprenderle los botones a su camisa.
De inmediato me centré en soltarle la correa del pantalón, así como a desabrochárselo, de una manera bien brusca, hasta que logré bajárselos, hasta las rodillas, junto con los interiores.
Dejando su recogido miembro completamente al aire, sin más ni más casi lo llevé a empujones hasta el sofá de la sala, donde de un fuerte empujón hice que se recostase.
Quizás por mí misma brusquedad, el chico de seguro se encontraba asustado, no reaccionaba, tan solo me veía con esos ojos que parecían un par de focos.
En medio de mi desespero, lo único se me ocurrió, fue ponerme a mamar su casi desaparecido miembro.
Lo que deseaba era véngame de mi marido, por lo que, enceguecida por los celos, comencé a succionar su verga, la que en cosa de pocos segundos sentí que, dentro de mi boca, se había puesto bien dura y erecta.
Por unos segundos estuve tentada a seguir mamando, pero pensé que esa no era la manera en que yo quedaría completamente satisfecha.
Por lo que con el mismo ímpetu que me dediqué a mamárselo, me lo saqué de la boca, y colocándome con mis piernas abiertas sobre su parada verga, con una de mis propias manos la dirigía dentro de mi coño.
La sensación fue indescriptible, yo cabalgaba sobre aquella dura y joven verga, como una loca, hasta que sentí las manos de él, acariciando mis senos.
El chico ya no se veía para nada asustado, y al tiempo que yo seguía moviendo y restregando mis caderas contra su cuerpo.
Él hábilmente acariciaba todo mi cuerpo, y para mi mayor sorpresa, me estaba haciendo disfrutar como nunca lo había hecho.
Sintiendo como toda su verga entraba y salía una y otra vez de mi lujurioso coño, mientras que yo gemía de placer, y no dejaba de moverme sobre su cuerpo.
En medio de mi desesperación, cambiamos de posición, colocándose él sobre mí, manteniendo mis piernas separadas, y sin perder el ritmo, continuar clavándome todo su pedazo de carne.
Lo cierto es que lo que comencé como un acto de venganza, se tornó en lo más placentero que yo haya realizado.
Por un largo rato continuamos, hasta que yo quizás por la misma sobre excitación, disfruté de un melodramático orgasmo, dando gritos de placer, sin importarme quien me pudiera escuchar.
Lo que me sorprendió fue que aquel pequeño jovencito, por lo visto tenía un aguante increíble, casi sobre humano.
Ya que, aunque yo disfruté de aquel tremendo orgasmo, él parecía encontrarse como si recién comenzara.
Por lo que cuando sentí la cabeza de su verga, punteando entre mis nalgas, sin perder tiempo dejé que me diera por el culo.
Al tiempo que hábilmente me agarraba sabrosamente mi coño, con una de sus manos, esa noche, él apenas pudo llamó a la pizzería, diciendo que su vehículo se había accidentado.
Nos fuimos al baño, nos duchamos juntos, y en la cama hice por primera vez en mi vida el 69, para luego en la madrugada volver a revolcarnos como locos sobre mi propia cama.
Mi marido nunca se ha enterado de lo sucedido, y ahora cada vez que él sale de viaje, yo pido el servicio especial de pizza a domicilio.
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