Mi mujer y yo comenzamos siendo, ella exhibicionista y yo voyerista, y hemos disfrutado siendo, ella puta y yo cabrón.
Una pareja va descubriendo poco a poco que ella además de ser exhibicioncita, es medio puta, y él se dio cuenta de que de voyerista paso a ser cabrón, con mucho gusto. .
Cuando conocí a mi actual esposa, ignoraba que fuera exhibicionista, ya que para esa época era algo que ella ocultaba muy bien de su familia y conocidos.
Tanto como yo ocultaba mi voyerismo, posteriormente nos hicimos novios, y fue cuando pensamos que éramos el uno para el otro, cuando descubrimos que aparte de nuestro amor, creímos ser la pareja perfecta.
Ya de novios ella disfrutaba exhibiéndose frente a mí, y yo disfrutaba viendo como lo hacía, hasta que nos casamos, que posteriormente las cosas fueron cambiando.
Como dije, ya de novios se me exhibía, de manera bien discreta, aun frente a sus mismos padres y hermanos, al igual que estando con mi familia, sentándose frente a mí, sin usar más nada debajo de su falda.
Tanto para ella como para mí, era todo un reto que los dos disfrutábamos tremendamente, y que posteriormente nos premiábamos llegando a tener sexo, en ocasiones en los sitios más insólitos.
La noche de nuestra boda, disfruté de ver como mi mujer poco, poco se fue desnudando como si yo no estuviera presente, y así continuamos por espacio de varios años, hasta que esa fogosa chispa se fue por decirlo de alguna manera, apagando.
Tanto ella como yo, no sentíamos la mar de aburridos, a mí ya no me llamaba la atención el ver a mi mujer quitarse la ropa, y a ella el que yo la observase, sin ser visto.
Hasta que una noche de manera accidental, mientras que yo me encontraba en el patio realizando una pequeña reparación de un foco, llegó nuestro vecino, supuestamente con la idea de ayudarme, pero era más lo que estorbaba que lo que me ayudaba.
Justo cuando mi esposa regresaba de trabajar y sin percatarse de nuestra presencia en el patio, como de costumbre se comenzó a quitar la ropa, sin llegar a cerrar las cortinas.
Yo como ya les dije, ya ni me llamaba la atención, pero nuestro vecino, si le puso toda su atención, claro que de manera torpemente disimulada, yo estaba tan concentrado en lo que estaba haciendo, que cuando me di cuenta de que el vecino estaba ligando a mi mujer, me entró una tremenda excitación.
Yo seguí disimulando, como si realmente no me había dado cuenta de que él ligaba a mí mujer, era como si yo no me hubiera dado cuenta de nada, mucho menos de que mi mujer se estaba desnudando, prácticamente frente a un extraño.
Eso me excitó de tal manera que me tuve que arreglar la posición de mi miembro dentro del pantalón, ya que me comenzó a incomodar mi propia verga.
Desde luego que mi esposa también se hizo la que no se había dado cuenta de la presencia de nosotros dos en el patio, y de que era observada de manera bastante burda, por nuestro vecino.
Hasta que, no aguantando más las ganas de acostarme con mi mujer, di por terminado el trabajo recogí todo y me despedí de mi vecino, que regresó a su casa con un notorio bulto entre sus piernas, me imagino que tan excitado como lo estaba yo en esos momentos.
Al yo entrar a nuestra habitación, la sonrisa de satisfacción en el rostro de mi esposa era única, ella aún se encontraba completamente desnuda, acostada en nuestra cama, con sus piernas abiertas y acariciando seductoramente su coño.
Comencé a correr las cortinas, pero un gesto de mi esposa hizo que me detuviera, dejando media ventana descubierta, al tiempo que me decía. “No seas mal vecino, no sabemos si a él se le ocurre regresar para decirte algo…”
Lo cierto es que entendí por el comentario de ella, y por la manera en que me estaba esperando, que se había dado cuenta de que nuestro vecino la había estado observando.
Ya estando en la cama, mientras yo la besaba apasionadamente, y acariciaba todo su desnudo cuerpo, que me dijo realmente no se había dado cuenta de la presencia del vecino, sino hasta que ella ya estando desnuda, se puso a buscar en la gaveta del ropero, la bata de dormir que pensaba ponerse.
Pero que, al darse cuenta de nuestra presencia en el patio, se las ingenió para mantenerse desnuda, de manera que no fuera aparecer que lo estaba haciendo apropósito.
Yo comencé a penetrar su mojado coño con mi verga, y le confesé en ese instante, que al darme cuenta que el vecino la miraba, me entró una excitación tremenda, tan grande que mi verga se me armó, como hacía mucho que no lo hacía.
Así que, entre besos, caricias, y los comentarios relacionados a la manera en que el vecino parecía, que se le fueran a salir sus ojos de las cuencas, continué penetrando divinamente el coño de mi esposa, mientras ella gimiendo de placer movía sus caderas viciosamente, pidiéndome que le diera más y más duro.
En cierto momento en uno de nuestros locos arrebatos, ella me comenzó a pedir que le mamara el coño, cosa que, sin pensarlo dos veces, me dedique hacer, al tiempo que ella se puso a mamar mi verga sin contemplación.
Esa noche no hubo cosa que no hiciéramos en la cama, y entre una cosa y otra, me di cuenta de que mi esposa disfruta realmente mucho cuando es observada por otro hombre, que no sea yo.
Además, me confesó en ese momento, que en una ocasión en la oficina, distraídamente mientras estudiaba los documentos de una demanda, entró uno de los mensajeros a su oficina, pero que después de que ella le entregó un grupo de documentos para que él los llevase al correo, el chico entró de manera corrida, unas seis veces más, por variadas razones.
No fue hasta que ella que se encontraba trabajando en la mesa de conferencias que la superficie es de vidrio, y no en su escritorio, que levantó la vista y se percató que el jovencito tenía la vista de él clavada entre las piernas de ella.
Mi esposa también me confesó que en ocasiones distraídamente cuando se encuentra algo ansiosa en su escritorio, se sube un poco su falda y se comienza a dar dedos sobre su clítoris.
Por lo visto ese día, piensa ella se olvidó que estaba sentada en la mesa y no tras su escritorio, pero que el hecho de que el mensajero le clavase los ojos de la manera en que lo hizo la excitó tanto, que después de que el finalmente salió de su oficina, cerró por dentro y recostada en el sofá se quitó la falda y los pantis y que se dio dedo sobre su clítoris, hasta que disfrutó de un tremendo orgasmo, nada más recordando la mirada del mensajero.
Como lo mío es el voyerismo, creo que entendí muy bien la manera de actuar del mensajero, ya que en ocasiones me he puesto en situaciones algo incomodas, por el hecho de tener el placer de ver algo más.
Pero el excitarme como me había excitado esa noche, al estar bien consciente de que a mi mujer la estaba ligando otro hombre, jamás.
Tanto ella como yo nos dimos cuenta o, mejor dicho, decidimos arriesgarnos un poquito, en cuanto a eso de permitir que ella se exhibiera, pero de manera discreta frente a terceros.
La idea no era dar todo un espectáculo, de ir yo por ahí mostrando el cuerpo desnudo de mi mujer, no que va, decidimos que lo íbamos a ser de manera que pareciera algo accidental, o un simple descuido.
Así que la primera vez, nos fuimos a un Centro comercial y en las escaleras mecánicas, yo iba al frente y ella tras de mí, y accidentalmente o a mi o a ella se nos caía algo de las manos y era ella quien se doblaba a recogerlo, mostrando su esplendoroso culo a quien viniera tras de nosotros, ya que la falda que usaba en esos momentos era algo corta y las pantis se desaparecían entre sus nalgas, la satisfacción que mi esposa sentía al dejase ver sus bellas nalgas era tal que por lo general terminábamos en alguno de los probadores de alguna de las tiendas, teniendo sexo expreso.
Posteriormente cuando nos cansamos de las escaleras, comenzamos a ir a un restaurante fuera de la ciudad, ella por una parte usaba un ajustado vestido, entre provocativo e indiscreto que, ante cualquier movimiento brusco, sus senos podían quedar completamente al aire.
Mientras que, por la otra parte, la falda le quedaba tan corta y ajustada a su hermoso cuerpo que nada más por el hecho de andar, se le iba subiendo a cada paso que daba, hasta llegar a mostrar sus bien formadas nalgas.
Así que cada dos o tres pasos ella se jalaba ligeramente un poco el vestido hacía abajo, cubriendo sus lindas nalguitas, pero casi dejando a fuera sus hermosos y bien formados senos.
Al principio me comentó en el auto, que se sentía muy incómoda vestida de esa manera, pero cuando me aclaró, que era porque el color del vestido no le agradaba, dejé de preocuparme.
Apenas entramos, como era de esperase las miradas de todos los presentes se clavaron en mi mujer, ella aun no cumple los treinta, pero parece de veintitrés, aparte de que su rostro es bien juvenil, tiene un cuerpo que no es porque sea mi mujer, es tremendo, además su manera de caminar, sobre todo si usa esos zapatos de taco tipo aguja, deja sin habla a más de uno.
En fin, realmente impresiona, y llama la atención, ya en la mesa más de un mozo pasó por nuestro lado, buscando ver un poco más de lo que se podía a simple vista, mi esposa se las ingenió para ir al baño en varias ocasiones, además recorrió todo el salón del comedor observando alguna de las pinturas que exhibían en las paredes, y finalmente, de regreso a nuestra mesa, fue cuando la correa de su pequeña cartera, se enredó en uno de sus tacones, en todo el centro del salón.
Fue todo un tremendo espectáculo el que mi mujer montó, mientras que yo haciéndome el distraído la observaba ya bien desde la misma mesa o desde la puerta del baño de caballeros.
Cuando se enredó la correa de su cartera con su tacón, las pequeña cartera fue a dar al piso y casi ella también, no había mozo o persona alguna a su lado que se la recogiera, por lo que cuando después de que logró guardar el equilibrio a costillas de que prácticamente el vestido se le subiera hasta el ombligo, lo que disimuladamente trató de colocar en su lugar, mientras todos los presentes la observaban sin que se moviera nadie, mi esposa se fue agachar, así casi como por arte de magia, sus senos se salieron del escoté.
Desde luego que, al enderezarse y subirse el escote, con la supuesta intención de ocultar sus pezones, que habían quedado completamente descubiertos.
Tanto sus bellas nalguitas, así como prácticamente todo su coño, quedaron nuevamente al aire, apenas cubiertos por un semi invisible hilo dental, como le llaman a esa prenda intima.
Por espacio de varios minutos batalló entre una cosa y la otra, hasta que finalmente recogió la cartera ante la mirada de todos los presentes. No creo que en el salón del restaurante nadie se haya quedado sin ver a mi mujer prácticamente desnuda.
Mientras que ella continuó caminando hacía nuestra mesa como si nada hubiera pasado, yo estaba que me reventaba de las ganas de enterrarle toda mi verga a ella, así fuera estando de pie dentro del baño.
Apenas cenamos y de inmediato nos retiramos, no sin antes darme cuenta que los ojos de todos los presentes no se despegaban de las hermosas nalgas de mi mujer.
Ya en el auto de regreso a casa, a medida que fuimos hablando sobre lo sucedido, sin pensarlo mucho, en la primera oportunidad que tuve, me salí de la carretera y en medio de la oscuridad reinante, le dije que se pasara al asiento trasero.
No bien lo había hecho cuando yo me le fui encima, tras arrancarle los pequeños pantis, separé sus piernas y dirigí mi rostro directamente al centro de su mojado coño.
Por un buen rato me dediqué a mamar, chupar y mordisquear todo su coño, y no dejé de hacerlo hasta que ya bastante agotada me pidió que me detuviera tras haberla hecho disfrutar un sin número de orgasmos.
Tras lo cual saqué mi verga y se la enterré completamente dentro de su coño, después de ese sabroso encuentro que tuvimos dentro de mi auto, continuamos camino a casa, pero me detuve en una gasolinera con el fin de llenar el tanque.
Mi esposa daba la impresión de estar dormida, por lo que decidí no despertarla, fui a la caja registradora pagué y cuando me dirigía al auto vi a uno de los empleados de la gasolinera, que insistentemente limpiaba el parabrisas, pero únicamente del lado de ella, lo dejé disfrutar por un momento del bello espectáculo, y luego me encaminé al auto.
Por lo que casi por arte de magia el tipo desapareció, esa fueron algunas de las maneras en que mi mujer y yo disfrutábamos más aun de nuestras relaciones.
Hasta que un día fue ella misma la que me comentó que eso comenzaba aburrirla, y cuando le pregunté que se le había ocurrido se quedó callada sin decir palabra, aunque en su mirada me di cuenta que ella pensaba en algo mucho más atrevido.
Yo también me di cuenta de que estábamos cayendo en algo monótono, aunque aún me excitaba bárbaramente, así que la invité a pasar un día en el rio, y aunque durante la semana no se encuentra un alma por todo eso, los fines de semana hay que caminar rio arriba un poco, si uno quiere pasar un buen rato a solas.
Eso yo lo sabía, y sabía también que como siempre en ese lugar hay un sin número de muchachos jóvenes, listos a ligar a la primera que se les ponga por el lado.
Así que le indiqué a mi esposa que en lugar de andar con la toalla alrededor de su cuerpo, me la diera para que yo la llevase y ella pudiera exhibir su lindo cuerpo.
El efecto fue inmediato, unos seis jóvenes con la excusa de ponerse a jugar voleibol playero se ubicaron cercanos a nosotros, para ella era como si no existieran, ya que se tumbó sobre la arena, a tomar sol, mientras que yo también me recosté a su lado, haciéndome el dormido.
Ellos ya estaban a punto de marcharse, cuando mi mujer con toda su calma se quitó la parte superior del traje de baño, y nuevamente se recostó para seguir tomando sol.
Sus hermosos senos llamaron la atención de inmediato de todos ellos, y al poco rato de manera disimulada, soltó los dos lazos que sujetaban la parte inferior de su bañador, quedando apenas una pequeña brizna de tela sobre su depilado coño.
Tanto los seis jóvenes, como todo aquel que pasaba frente a nosotros, tenían que ver con el cuerpo de mí mi esposa, hubo tipos que sin mentir pasaron sobre más de quince veces corridas frente a ella, quizás con la esperanza de que una briza moviera el pedacito de tela y terminase descubierto todo el coño de mi esposa.
Mientras yo los observaba, ocultando mis ojos con unas oscuras gafas de sol, después de un buen rato, de la misma manera que se soltó los lazos, se los volvió anudar, y de igual forma con toda su calma sin complejo alguno, se volvió a poner la parte superior del bañador.
Mientras que varios de los chicos se habían metido al agua, y juro que de seguro se masturbaron viendo el cuerpo de mí esposa.
Ya de camino a casa, no nos pudimos aguantar las ganas, así que en el primer lugar que consideré apropiado metí el auto, y nuevamente en el asiento trasero por un buen rato me dediqué a mamar el coño de mi esposa, hasta que ella desesperadamente me pidió que se lo metiera, lo que hice una y otra vez.
Al tiempo que pegaba unos gritos dentro del auto, como si yo la estuviera matando a palos, mientras que yo me encontraba recostado sobre el asiento, ella movía lujuriosamente sus caderas, con mi verga enterrada hasta el fondo de su coño, hasta que yo no pudiendo aguantarme más me vine y en ella estalló en un muy placentero orgasmo.
Ya más descansados y nuevamente continuamos nuestro camino a casa, comentando lo sucedido, hasta que de repente me confesó que estuvo a un pelito, de terminar de quitarse todo, al ver las miradas de todos los que pasaron frente a ella.
Yo realmente no me esperaba que me dijera eso, por lo único que se me ocurrió decirle fue. “Bueno cuando quieras quedarte del todo desnuda frente a otros, lo haces y ya.”
Traté de no darle importancia, pero realmente el solo pensar en ello me volvió a excitar tremendamente, tanto que hasta ella se dio cuenta de la tremenda erección que yo volvía a tener.
Por lo que, con toda su calma, recostó su cabeza sobre mi regazo, y comenzó a darme una inigualable y tremenda mamada mientras que yo manejaba, a tal grado que nuevamente me detuve a un lado de la carretera, y no continuamos hasta que ella extrajo hasta la última gota de semen que me quedaba.
Ya en casa, volvimos a tocar el tema, y lo que le propuse para comenzar fue, que yo arreglaría el patio trasero de la casa, pondría una verja nueva algo más cerrada, además compraría una de esas piscinas redondas de cómo un metro de profundidad y unos tres o cuatro metros de ancho, un par de sillas playeras, con la idea de que tomásemos el sol, y si ella se animaba lo hiciera tal y como vino al mundo.
Al escucharme me dijo que se iría a poner como un tomate, fue cuando le comenté que también construiría un pequeño techo para que le diera sombra.
Mi esposa no se percató de cuál era mi idea, pero cuando le comenté que nuestro vecino apenas viera la piscina de seguro aparte de comprarse otra igual o similar, también se las arreglaría para mirarla a ella, seguramente.
Lo de la piscina, la verja y el techo lo realicé de manera bastante rápida, así que a los pocos días de haber hablado sobre el tema, el siguiente fin de semana ya mi esposa tomaba el sol completamente desnuda, tumbada sobre la silla playera.
Para luego de igual manera, meterse al agua para refrescarse, y lo que me imaginé sucedió, pero no en la escala que yo pensaba que pasaría.
Ese mismo primer fin de semana que nos quedamos en casa sin salir para disfrutar de la piscina, me di cuenta de que nuestro vecino, desde el otro lado de la cerca nos espiaba, o mejor dicho ligaba a mi mujer que desvergonzadamente tomaba un matutino baño de sol, únicamente con sus gafas oscuras puestas.
Cuando en cierto momento ella se puso su pequeña toalla alrededor de su cuerpo, y decidió entrar a la casa para buscar una refrescante bebida, que le había preparado, le dije que desde el otro lado de la cerca nuestro vecino la estaba ligando, el rostro de mi esposa se iluminó.
Así que cuando regresó a continuar tomando el sol, orientó la silla en dirección hacia la propiedad de nuestro vecino, yo mientras tanto la observaba sin ser visto desde la ventana de la cocina, por lo que vi como mi mujer después de que llegó y movió la silla, se despojó nuevamente de la pequeña toalla que apenas y cubría su hermoso cuerpo.
Pero antes de nuevamente recostarse para seguir tomando sol, se colocó de espaldas a la cerca, e inclinando su cuerpo hacía adelante se dedicó por unos instantes a recoger unas pequeñas flores.
El detalle es que con esa postura le estaba ofreciendo a nuestro vecino la mejor vista de su hermoso culo, para luego acostarse nuevamente sobre la silla, con sus piernas bien abiertas y desde luego que tomando el sol.
Yo seguía observándola desde la ventana de la cocina, cuando me di cuenta de que el vecino, no tan solo la estaba ligando, sino que al tiempo que ella se acariciaba su depilado coño frente a la verja, él se comenzó a masturbar.
No lo podrán creer, pero al ver ese cuadro, por un lado, mi mujer autosatisfaciéndose con sus propios dedos, y por otro nuestro vecino masturbándose como un chiquillo de quince, me excitó tremendamente, al punto que sin exagerar hice un esfuerzo tremendo, para no ponerme a masturbarme también yo.
Pero en lugar de eso, apenas ella disfrutó de un travieso orgasmo, la llamé a la cocina, cuando entró de un solo jalón le arranque la pequeña toalla y en el mismo piso de la cocina nos tiramos.
Como ella estaba completamente desnuda y yo por lo contrario totalmente vestido, fue algo tremendamente excitante, al punto que mientras hacíamos un divino 69, se me antojó darle por el culo a mi mujer.
Sin decirle nada agarré la botella de aceite de oliva, y cuando ella sintió que comencé acariciar sus nalgas, casi de inmediato se colocó en cuatro patas, ofreciéndome su apretado culito, para que se lo atravesara con mi verga.
A medida que mi verga se abría camino entre sus nalgas, y que mi esposa gemía amorosamente, le fui diciendo lo que el vecino nuestro hacía al otro lado de la verja, cosa que de por si fue excitando más aun a mi mujer.
Ella movía sus caderas como si en ello le fuera la vida, mientras que yo aparte de mantener toda mi verga dentro de su apretado culito, con mis manos acariciaba incesantemente su clítoris y tetas.
Al finalizar mi esposa dándome un soberano beso, me comentó que había disfrutado ese encuentro, como nunca antes.
Les comenté que me imaginaba que eso sucedería, pero no en la escala en que sucedió se debe a que aparte de mi vecino, la mayoría de los chicos de la urbanización, no sé cómo, pero se enteraron, de que mi mujer tomaba el sol desnuda en nuestro patio.
Eso de una manera u otra, aparte de que nos trajo algo de contratiempos, también nos dio muchas satisfacciones, ya que se pueden imaginar a una docena de chicos, viendo cómo te clavas a tu mujer completamente desnuda. Tanto ella como yo disfrutábamos de esa nueva experiencia, en la que ella exhibía todo su cuerpo completamente desnudo, y para completar como se acariciaba su coño, sabiéndose vista por otros hombres.
Pero como de costumbre, después de un buen tiempo de tremenda excitación, mucho morbo, y tormentosas relaciones sexuales, el fuego como que comenzó apagarse nuevamente, digo los dos lo disfrutábamos todo, pero como que ya en parte no tenía gracia.
En esa ocasión fui yo quien trajo el tema, y de inmediato mi esposa me dijo que estaba por completo de acuerdo conmigo, así que me preguntó cuál sería la siguiente actividad que realizaríamos.
Francamente no supe que responder en ese instante, y le dije que lo pensaría, a las pocas noches, de regreso a casa después de cenar en casa de unas amistades, en el que el vestido que usaba se quedó pillado por la puerta de nuestro auto, dejándola prácticamente desnuda en la entrada de la casa, cuando yo arranqué para ir a buscar hielo.
Bueno esa fue una pequeña travesura de mi mujer, la cosa es que, de regreso a casa, vimos a unas cuantas putas haciendo la calle.
Fue cuando se me ocurrió que bien ella podía hacer eso, digo no ser puta, sino vestirse y actuar como una, solo que no se iría con ningún tipo.
A mi mujer ese juego le agradó, y le permitió hacer varias travesuras, se vestía glamorosamente, un maquillaje tremendo y con una tremenda peluca roja recorría de un punto a otro, en ocasiones había hasta cinco autos esperando porque ella decidiera con quien irse, pero al final siempre se montaba en el mío.
Pero eso también nos aburrió además de ser algo peligroso, ya que más de una de las putas le ofreció, cortarle la cara si se quedaba otra noche más.
Nuevamente nos encontramos preguntándonos que hacer, cuando le recordé a mi mujer que el poco rato que hizo de puta en la calle, el ver que otros hombres no tan solo la vieran prácticamente desnuda, ya que ella sin vergüenza alguna les llegó a enseñar, tanto su culo como su coño, para excitarlos, sino que además más de uno tuvo el atrevimiento de llegar acariciar sus firmes muslos y nalgas.
Note que el rostro de ella se iluminaba, y yo desde luego me excitaba tremendamente, al recordarle lo sucedido en la calle, mi esposa se sonrió y acercándoseme pícaramente y tras sentarse en mis piernas comenzó a jugar con mi pelo, al tiempo que movía sus cálidas nalgas sobre mis piernas, y comenzó a decirme. “Yo pensaba proponerte algo, pero ya que tú decidiste hablar de eso, te diré que se me ha ocurrido, que si por ejemplo invitas a nuestro vecino una noche.”
A medida que ella me fue hablando, me puse a imaginar lo que me iba a decir, y mi verga comenzó a ponerse más dura y caliente de lo que estaba.
Pero mientras le metía la mano bajo su falda y comenzaba acariciar su coño, por encima de los pantis, entre risitas y uno que otro gemido o suspiro de placer, continuó diciéndome. “Amor estaba pensando, que, si invitas al vecino un sábado de estos, mientras que yo tomo el sol, únicamente con la pequeña toalla puesta, y después recibes una llamada que te retiene fuera del patio, con cualquier excusa.”
“Yo entonces aprovecho y le pido que de favor me pase un poco de bronceador por la espalda, mientras tu desde la ventana de la cocina nos observas, hasta que lo consideres conveniente ¿Qué te parece?”
La verdad es que la idea no me parecía mala, y así tanto ella como yo disfrutaríamos, y si el vecino se ponía muy atrevido, con que yo regresase al patio bastaba y seguramente se daría por terminado el juego.
En efecto nada más bastó que lo invitase esa calurosa tarde a tomarnos unas cervezas, que él apareció de inmediato, es más, nada más al ver a mi esposa tendida sobre la silla playera, tomando el sol con esa pequeña toalla sobre su cuerpo, casi se babea de la impresión.
A los pocos minutos le dije que me había acordado que debía hacer una llamada, y salí del patio, al poco rato regresé y le dije que demoraría más o menos como media hora en atender a un cliente por teléfono, pero que si él lo deseaba se podía quedar y tomarse las cervezas que quisiera, mientras yo regresaba.
Fue cuando apenas volví a salir del patio, que mi mujer seductoramente le pidió de favor, que le pasara la crema bronceadora por su espalda.
Creo que a mi vecino al ver que mi mujer se recostó boca abajo y darse cuenta que en efecto no tenía más nada puesto bajo la toalla casi le da un ataque.
Yo oculto desde la cocina los observaba, al principio mi vecino, de pie al lado de ella, apenas y pasaba sus dedos llenos de crema, por sobre los hombros de mi mujer, que acostada boca abajo sobre la silla playera descansaba cómodamente, mi esposa se encontraba sin sostén, y se las arregló para que la pequeña toalla cubriera precariamente sus bellas y paradas nalguitas.
A los pocos minutos ella le preguntó al vecino si estaba cómodo, ya que ella tenía la impresión de que no lo estaba, por lo que lo invitó a sentarse a su lado en la misma silla.
Una vez que mi vecino tomó asiento a la altura de los muslos de ella, de seguro y sin mucho esfuerzo podía ver por completo su depilado coño.
El pobre hombre aun bastante nerviosos por lo visto, se limitaba a pasar apena la yema de sus dedos sobre los hombros de mi esposa, el vecino no dejaba de sudar y eso que el sol no le estaba dando a él.
Nuevamente mi esposa con ese tono de voz seductora le dijo. “Hay, necesito que me pases la crema por toda la espalda, pero usa todas tus manos, desde la nuca y los hombros, hasta un poquito más abajo de la toalla.”
El vecino, aunque ella no lo veía asintió con la cabeza, y volteando a para todos lados como cerciorándose que yo no me encontraba por todo eso, finalmente comenzó a pasar lentamente ambas manos por la espalda de mi mujer.
Él sudaba a borbotones, pero a medida que iba pasando sus manos por la espalda de mi mujer, cada vez que se acercaban al principio de sus nalgas, ella dejaba escapar un profundo y velado suspiro de placer.
A medida que continuaba pasando sus manos sobre la piel de mi esposa, como que fue adquiriendo una mayor confianza, en su rostro se reflejaba claramente que su deseo era el enterrarle su verga a ella, que no lo hacía quizás por miedo a que yo regresase en cualquier momento, o que mi esposa lo fuera a rechazar, y se armase un escándalo.
Mi esposa por su parte no perdía ocasión para de una forma u otra, seguir excitándolo, y aunque él se encontraba de espaldas a la cocina, me imagino que su verga debía estar completamente armada.
Después de un rato, mi esposa le pidió que aprovechar y también la ayudase a pasar la crema desde sus muslos hasta las pantorrillas, por lo que el vecino se corrió un poco más en dirección a los pies de mi mujer.
Y no me quedaba la menor duda, que desde esa posición podía ver mucho mejor, todo el depilado coño de mi esposa, las manos del recorrían prácticamente desde los pies de ella, hasta casi rozar sus nalgas y coño.
Observé que mi esposa en cierto momento separó un poco más sus piernas, mientras que nuestro vecino relamiéndose los labios miraba en todas direcciones, como para asegurarse de que yo no regresaba.
En ese instante se me ocurrió llamar al teléfono móvil de mi esposa que lo cargaba a su lado, y ella al darse cuenta de que era yo, me respondió como si fuera su madre. “Hola mamá, ¿cómo estás? Tu yerno está dentro de casa, si él te llama apenas regrese, que debe ser de seguro ya mismo, bendición, adiós.”
Esa era la clave para que yo regresase, y que si ella no me la hubiera dado ya estaba por hacerlo.
Los deseos que tenía por enterrar toda mi verga dentro del coño de mi mujer eran tremendos, al ver que el vecino prácticamente la manoseaba todo el cuerpo de mí esposa, me tenía tremendamente excitado.
Así que apenas puse un pie en el patio, hice el ruido suficiente como advertir de mi llegada, y llegar donde ellos dos, me di cuenta de que él se encontraba de pie y además tenía la camisa por fuera, entiendo que para ocultar el bulto que se le debió haber formado entre sus piernas.
El vecino parecía que se hubiera metido de cabeza en la piscina ya que su camisa estaba completamente empapada pero seguramente de sudor.
Mientras que mi esposa daba la impresión de que se encontraba dormida, al llegar me disculpé con él, por no haber podido atenderlo mejor, pero que lamentablemente debíamos salir.
Él tan solo asentía con la cabeza, caminaba como si fuera un zombi, me atrevo apostar, que apenas cruzó el dintel de la puerta de su casa, se masturbó seguramente pensando en el culo y el coño de mi esposa.
No bien él terminó de salir de nuestra propiedad, cuando yo prácticamente me llevé cargada a mi esposa para dentro de la casa, y en el mismo medio de nuestra sala sobre la gran alfombra blanca de peluche.
Nos acostamos y sin demora lo primero que hice fue a ponerme a mamar el coño de mi mujer, estaba todo húmedo, el aroma a mujer en celo me embriagaba, y apenas mi lengua y boca comenzaron a chupar su inflamado clítoris, ella dejó de aguantarse.
Me tomó por el cabello y viciosamente restregaba todo mi rostro contra su coño, hasta que, en medio de sus desesperos, se tendió sobre la alfombra abrió las piernas de par en par y me invitó o mejor dicho me pidió que se lo metiera.
Los gemidos, gritos y risa de placer seguramente el vecino las debió escuchar en su casa, digo si no se regresó para ligarnos, y con esa idea en mi mente continué enterrando una y otra vez toda mi verga dentro del coño de mi mujer, hasta que ambos, alcanzamos un rotundo y tremendo clímax.
La experiencia de por si fue muy gratificante tanto para mí como para mi esposa, pero llegamos al acuerdo de por los momentos, no volver a tentarlo, no fuera a ser que se le fuera la mano.
El siguiente fin de semana nos alojamos en un pequeño y discreto hotel de la costa, bastante retirado del mundanal ruido, donde de manera similar nos dimos el gusto de volver hacer lo mismo, pero con personas completamente desconocidas para nosotros.
Además, con la gran diferencia de que varios de ellos fueron mucho más atrevidos que nuestro vecino, por lo que yo tuve que hacerme presente en par de ocasiones, ya que no es que se hayan excedido en el masaje, sino que abiertamente uno prácticamente introdujo su mano dentro del coño de mi esposa.
Y otro a los pocos segundos de comenzar a pasarle la crema bronceadora sobre la espalda le dijo que lo acompañase a su habitación para que se lo mamara, y aunque tanto a ella como a mí, eso nos excitó mucho, sabíamos que no podíamos dejar que eso pasara, ya que no era lo que mi mujer y yo deseábamos realmente.
Pero indistintamente terminábamos metidos ya fuera en la cama del hotel o en algún discreto lugar, disfrutándonos mutuamente.
Eso de ir a pequeños hoteles cercanos a una playa nos resultó en muchas ocasiones, bien yo los observaba desde la habitación, o me quedaba sin llamar la atención haciéndome el dormido con mis gafas oscuras puestas.
Pero al poco tiempo nos dimos cuenta de que cada vez, o ella disfrutaba más de los toqueteos que ocasionalmente le hacían a su coño, o yo los dejaba ir un poco más allá.
Fue cuando cenando en uno de esos hoteles, que me preguntó “¿cómo te sentiría si vieras que otro hombre me besa?” Yo realmente me quedé pensándolo un corto rato y le respondí, la verdad. “Creo que eso me excitaría bárbaramente, pero al mismo tiempo me también pienso que me sentiría mal, no sé quizás lo digo porque es lo que se espera que un esposo diga.”
La pregunta de mi mujer me dejó pensando, y por un tiempo no volvimos a tocar el tema, pero eso no quiere decir que yo constantemente no pensara en ello.
Quizás fue cosa del destino o quién sabe qué, pero mi esposa recibió una invitación para una reunión de sus ex compañeros de clase.
A la que como su esposo la acompañe, ella me presentó a varias y varios de sus viejas amistades, hasta que apareció uno que por lo visto había sido novio de ella en la escuela.
Yo de verdad ni atención le puse, pero si me di cuenta de que mi esposa a diferencia de otras muchas ocasiones, que hemos asistido a fiestas o reuniones sociales, se dejó llevar por la bebida, yo después de estar un buen rato charlando con un colega mío que también estudió con mi esposa, decidí quedarme a la expectativa, y me di cuenta de que el tipo ese, no permitía que el vaso de bebida de mi esposa permaneciera vació.
Además, se la pasó muy junto a ella, casi todo el tiempo, hasta que la fue llevando a uno de los balcones, donde sin ningún tipo de consideración, comenzó aprovecharse de ella, sin que ella pusiera resistencia realmente, él comenzó a besarla, y ella no hacía nada al principio, pero a los pocos segundos, vi desde fuera del balcón que él había comenzado a introducir una de sus manos por debajo del vestido de mi esposa, y por lo visto al tiempo que la besaba comenzó acariciar su coño.
Yo no lo podía creer, que el muy hijo de la gran puta se aprovechase del estado de mi mujer, ya estaba a punto de dirigirme al balcón para aguarle la fiesta, cuando no sé porque precisamente me detuve a observarlos.
Y la rara sensación que poco a poco se fue apoderando de mí, hizo que me detuviera, mi esposa realmente me daba la impresión de que disfrutaba de eso, digo de los besos y caricias. Él ya le había quitado los pantis, y se las había guardado en un bolsillo de su pantalón, él disponía a colocarse tras ella, seguramente para ensartarla en su verga, cuando, aunque en cierta manera me encontraba tremendamente excitado, viendo eso.
Por otra parte, me entró un no sé qué, que me hizo actuar rápidamente, entré al balcón y sin decir palabra, la tomé por uno de sus brazos, mientras que él al verme se puso pálido.
Lo cierto es que mi esposa ni idea tenía de lo que sucedía por lo ebria que se encontraba, por lo que directamente nos fuimos al auto y ella terminó por dormirse, al llegar a casa la acosté tal y como se encontraba.
Al día siguiente, cuando se despertó con algo de dolor de cabeza, le pedí que me dijera que había pasado, me comentó que ligeramente se acordaba de haberse estado besándose con su ex novio, pero después sintió que la cabeza le comenzó a darle vueltas, que se encontraban en el balcón y más nada.
Fue cuando yo le dije que su ex novio, le había quitado sus pantis, ya estuvo a punto de metérselo, cuando llegué yo la tomé por el brazo, y salimos de la fiesta.
Mi mujer no podía creer que eso hubiera sucedido, y como prueba le pregunté. “¿Dónde dejaste los pantis de satín negro y encajes?”
De seguro si se acordaba que se las había puesto en casa para ir a la fiesta, pero cuando se levantó la falda del vestido y se dio cuenta de que no las cargaba, se me quedó viendo asombrada.
Tras darle algo para su dolor de cabeza, comencé a contarle lo que yo sentí mientras la observaba detenidamente, ella se asombró más cuando le comenté que el ver como ese tipo la besaba y acariciaba todo su cuerpo me había excitado mucho, fue cuando me preguntó. ¿Por qué no los dejé continuar?”
Mi respuesta inmediata fue. “Porque de eso no habíamos hablado, si hablamos de besos y hasta quizás de caricias, pero de más nada, así que dejar que ese tipo se hubiera aprovechado de la situación, enterrándote su verga, sin tu consentimiento real no me pareció debido.”
Después de lo dicho ella se fue a dar un baño se recostó nuevamente, y como ya cerca del mediodía se levantó ya completamente recuperada.
Se puso una corta bata casera sin más nada a bajo, para dedicarse a limpiar la casa, lo cierto es que a medida que supuestamente limpiaba, me volvió a preguntar sobre cómo me sentí en la fiesta, yo se lo fui repitiendo, y a medida que yo le continuaba hablando ella, se arrodilló sobre la alfombra de la sala, de espaldas a mí, supuestamente con la intención de quitar el polvo bajo la mesa de centro de la sala.
Al mostrarme su hermoso culo, no lo pensé dos veces y en el medio de la sala, me bajé los pantalones, y sin más ni más me le monté encima.
A medida que mi verga entraba por su caliente coño, mi esposa continuó hablando y diciéndome. “Así que el hijo de puta ese, estuvo a punto de meterme su verga en el balcón.”
Al tiempo que yo enterrándole completamente mi verga le respondía que, así era, a medida que yo continuaba clavándomela salvajemente metiendo y sacando mi erecta verga de su mojado coño, moviendo sus caderas como solo ella sabe hacerlo, continuaba preguntándome cosas, que de una manera u otra me hacían sentir mucho más excitado, cosas como. “¿Y que hubieras sentido si hubieras dejado que me enterrase su verga? o ¿y si lo hubiéramos hablado antes, lo hubieras dejado que me la metiera?”
Lo cierto es que en medio de esa excitación tan grande que tenía en ese momento, le respondí lo primero que se me vino a la mente.
Que eso me excitaba tremendamente y que sí, si lo hubiéramos hablado antes hubiera sido otra cosa.
Mi mujer alcanzo un lujurioso orgasmo, a los pocos segundos de yo haberme comenzado a venir, fue algo espectacular, ambos estábamos tan excitados que, sin llegar a sacar mi verga de su coño, continué moviéndome sobre ella, hasta que mi mujer disfrutó de otro orgasmo de manera seguida.
Después de un rato que ambos nos quedamos tirados sobre la mullida alfombra de la sala, y mi mujer me volvió hacer ya con mucha más calma las mismas preguntas, las que, al principio de la conversación, inútilmente traté de cambiar el tema.
Cuando hábilmente tomó mi mustia verga entre sus dedos y tras preguntarme, y si Leandro me hubiera puesto a mamar en esos momentos. “¿Lo hubieras dejado?”
Finalmente me di cuenta de que mi esposa me tenía acorralado, y creo que le respondí lo que ella en el fondo tanto deseaba escuchar.
Así que a medida que ella me mamaba la verga, le fui respondiendo una a una, todas sus preguntas.
Hasta que a medida que continuaba chupándome completamente toda mi verga, colocó su depilado coño frente a mi rostro.
Aun sin volvérselo a lavar, por lo que se encontraba chorreando mi propio semen entre sus labios vaginales.
Por un corto instante me detuve, y creo que hasta pensé en negarme a pasar mi lengua por su vagina.
Pero la manera en que mi esposa me mamaba la verga era tal, que finalmente enterré todo mi rostro dentro de su coño, y mi saliva se confundió con mi semen y estos con sus fluidos vaginales, hasta que tanto ella volvió a disfrutar de un tercer orgasmo y yo terminé por volverme a venir, pero dentro de su boca.
Nuevamente durante la semana no tocamos el tema, pero ya el viernes en la tarde a la hora de la cena, cuando ambos nos encontrábamos en casa, ella se puso a conversar, al principio recordándome algunas de las muchas travesuras que hemos hecho, incluso a nuestro vecino.
Hasta que finalmente caímos en el tema, de cómo me sentiría yo, si la viera acostada con otro hombre, ella es muy perspicaz, y mientras me servía una copa de mi Brady favorito, sin que yo se lo llegase a preguntar, me dijo que, si algún día yo me llegaba acostar con otra mujer, a ella le gustaría estar presente y participar también, ya que pensaba que eso la excitaría como nunca, el verme metiéndoselo a otra tipa.
En cierta manera, nos pusimos de acuerdo para probar como ambos nos sentiríamos, si se llegaba a presentar la situación.
Pero una cosa es hablar del tema y otra es que se dé, yo, aunque no hablaba de ello, me la pasaba pensando que pasaría, si en ciertas ocasiones, el nada más ver como alguien se le queda viendo a mi mujer, a medida que va caminando, me excita tremendamente.
Pero el problema era con quien, ya que ni Nati ni yo desde luego no deseábamos, que eso se hiciera de conocimiento público.
Así que escoger ese primer prospecto, por decirlo de alguna manera, tanto a ella como a mí nos costó algo de trabajo.
Ya que esa persona debía ser discreta, no uno de tantos que nada más llega a tocar la mano de una mujer y ya le anda diciendo a diciendo a todo el mundo que se acostó con ella, y de esos hay muchos.
Además de discreto debía ser otro sin fin de condiciones, que ni yo mismo en ocasiones cumplía, y a mi esposa eso precisamente no le molestaba.
En fin, habían pasado par de semanas, cuando mi esposa me comentó que se disponía a tomar algo de sol en la piscina.
Como al rato de ella estar acostada sobre la silla de playa, completamente desnuda, me asomé por la ventana de la cocina, y ahí estaba nuestro vecino, observando tras la verja a mi esposa, era algo gracioso, ya que su esposa se encontraba a pocos pasos de él, sembrando unas pequeñas matas, con casi todo su culo al aire.
Pero la manera en que se ocultaba nuestro vecino, me dio a entender que posiblemente de llegar a tener una relación con mi esposa, por miedo a que su esposa se enterase, sería muy discreto.
Así que aunque pensé que a mi mujer la idea en un principio no le iba a cuadrar, cuando le comenté la ligera posibilidad de que nuestro vecino, podía ser un buen prospecto, ella no ocultó su simpatía con esa idea.
Cosa que realmente al principio, en el fondo no me agradó mucho, el siguiente fin de semana ya habíamos preparado todo, es decir desde luego que no sería en el patio, ante la posible mirada de un sin número de jóvenes.
En su lugar preparamos la sala de la casa, yo estaría oculto en la cocina, que desde su puerta se puede observar todo, además colocamos el sofá de manera que los pudiera ver sin problema alguno.
Durante la mañana de ese sábado, llamé al vecino y le dije que necesitaba su ayuda para cambiar el sifón del lavamanos, de un pequeño baño que tenemos en la primera planta.
Pero no hizo nada más que entrar a casa, que me disculpé con él diciéndole que debía salir y que regresaba en unas cuatro horas.
Que si quería fuera viendo lo que yo deseaba hacer y a mi regreso lo llamaría nuevamente.
Tras decir eso me despedí y salí de casa supuestamente, ya el terreno estaba preparado, el resto estaba en manos de mi esposa.
Cuando mi vecino vio que yo me marchaba, por curiosidad entró al pequeño baño, se tiró al piso y se puso a ver cuál era el problema, mi esposa me comentó luego que ya estaba a punto de ponerse de pie, cuando ella entró al baño, apenas cubierta con una pequeña toalla alrededor de sus senos y que aparentemente le cubría hasta un poquitín más debajo de su coño, eso si estas de pie, pero desde el piso se podía ver todo.
Así que nuestro vecino tuvo por decirlo así un asiento de primera fila ante el depilado coño de mi mujer, según me contó ella, a él se le salían las babas, a medida que mi esposa charlaba con él despreocupadamente, caminando de un lado al otro del pequeño baño, hasta que ella tras preguntarle por mí, el vecino le respondió que había salido y que le había dicho que regresaba en unas cuatro horas.
Al escuchar eso mi esposa, se hizo la contrariada, diciéndole que ella tendría que esperar a que yo regresara, para que le diera su masaje, y de inmediato le recordó. “Como el que me distes tú aquel día.”
Pero de inmediato ella misma le dijo. “Te atreverías a volver a darme otro masaje similar.”
Aunque con su rostro todo colorado, él vio el reloj, y le respondió, que sí. Así que se paró y siguiéndola hasta la sala, la escuchó decirle. “En lugar del patio mejor me das el masaje aquí, es un poco más discreto, es que, en ocasiones, mientras tomo el sol, tengo la sensación de que alguien me observa.”
Nuestro vecino se sonrió, mientras esperaba que ella se acostase sobre el sofá, no bien ella se había acostado cuando mi vecino colocó sus manos sobre la espalda de ella, pero mi esposa de inmediato le dijo que prefería que comenzara por los muslos, y al decir eso ella misma retiró la toalla, quedando completamente expuesta ante los ojos del.
Apenas toco la piel de sus caderas, que mi esposa abrió las piernas, emitiendo un profundo y seductor gemido de placer.
El rostro de nuestro vecino claramente demostraba su deseo de acostarse con ella, durante unos instantes, dudé en dejar que continuaran, pero al ver tanto el rostro de mi mujer como su desnudo cuerpo, quedé como hipnotizado, y ese tremendo placer que sentí al verla desnuda y a punto de acostarse con otro hombre que no era yo, comenzó a invadir todo mi ser.
Era algo increíble, estaba disfrutando de lo que estaba viendo, y eso que apenas él tan solo le tenía puestas sus manos sobre las nalgas de ella.
Por su parte mi esposa ocasionalmente se quedaba viendo en la dirección en la que yo me encontraba, y por su manera de verme, me di cuenta de que ella a su vez disfrutaba el que yo la estuviera observando.
Ella se dio vuelta, quedando recostada sobre sus espaldas, al tiempo que sin decir palabra dirigió sus manos a nuestro vecino, quien, tras tomarlas entre las suyas, fue acercando su boca a la de mi mujer y lentamente se comenzaron a besar.
Yo nada más de verlos ya estaba tremendamente excitado, mi verga la tenía tan dura que, sin pensarlo dos veces, la saqué de mi pantalón, y a medida que él besaba intensamente a mi esposa y acariciaba todo su cuerpo agarrándola especialmente entre sus piernas, yo lentamente me comencé a masturbar, cosa que nunca había hecho en la infinidad de veces, en que había observado a ella siendo vista, o tocada por otros hombres.
A medida que el cuerpo del se acercaba al de ella, me di cuenta de que yo estaba temblando, pero de emoción al ver a mi mujer en brazos de otro.
Asombrado no podía dejar de verlos, y cuando él extrajo su erecto miembro, y suavemente comenzó a penetrar a mi esposa, me quedé prácticamente paralizado viéndolos y escuchando los profundos gemidos de placer de mi mujer.
Mi corazón latía intensamente, al tiempo que los cuerpos de ellos dos se movían sobre el sofá de la sala.
Al cabo de un rato entre besos caricias y profundas penetraciones, por los profundos gemidos de ella supe que estaba disfrutando de un tremendo orgasmo, no precisamente por estar teniendo una salvaje relación con el vecino, sino más bien por el hecho de que yo la estaba observando tenerla.
Cuando sus cuerpos finalmente se quedaron quietos, me di cuenta de que yo al mismo tiempo había eyaculado abundantemente.
Él le dijo algo al oído de ella, le dio otro beso y después de eso se levantó, se arregló el pantalón y felizmente salió de nuestra casa, mientras que mi esposa se quedó acostada en el sofá, y a medida que me acercaba vi en su rostro esa sonrisa de profunda felicidad.
Al ver que me acercaba se levantó del sofá, y tras darme un ligero beso en la boca, salió corriendo moviendo sus nalgas seductoramente, cuando subí hasta nuestra habitación encontré a mi mujer entrando al baño, yo esperé hasta que ella saliera completamente desnuda, sin secarse.
Y sentándose en nuestra cama me preguntó. “¿Cómo te has sentido cariño?” En un principio hasta me sentí algo avergonzado de haber disfrutado de ver como otro hombre se acostaba con ella, pero como me conoce bastante, me comenzó a decir.
“Cariño no te de vergüenza, mira que yo realmente disfruté como nunca el que tú me estuvieras viendo, mientras me acostaba con nuestro vecino, es más cuando él comenzó a penetrarme al tiempo que me besaba alcancé un orgasmo, nada más porque sabía que tú nos mirabas, amor.”
Las palabras de mi mujer, me dieron el valor de comenzar a contarle como me había sentido, al verla siendo besada, acariciada y penetrada.
Al tiempo que eso fue sucediendo, lentamente me fue quitando la ropa, y cuando me dejó completamente desnudo, se arrodilló frente a mí y deliciosamente comenzó a chupar mi verga.
La que después de unas cuantas chupadas, se me volvió a poner dura y bien caliente, al tiempo que yo seguía contándole como me había sentido.
Ya mi verga se encontraba bien dura, cuando ella se levantó, y subiéndose sobre mi cuerpo y dejó que mi verga la penetrase, a medida que ella movía sus caderas sobre mi continuó contándome, pero con lujo de detalles todo lo que había sucedido entre ella y nuestro vecino.
Mi verga entraba y salía de su coño, una y otra vez fue cuando me acordé de que el vecino antes de retirarse le dijo algo al oído, por lo que se me ocurrió preguntarle qué fue.
Mi esposa se sonrió pícaramente y me dijo que él le había dicho, que en la próxima ocasión si ella quería, él deseaba darle por el culo.
Aunque el encuentro entre mi esposa y el vecino, nos dejó un dulce sabor, procuramos que no se repitiera a menos que no fuera extremadamente necesario.
No fuera a ser que él se mal acostumbrase, y pensase que tenía derechos sobre el cuerpo de mi mujer.
Durante varios meses, nada más nos bastaba tocar el tema, aparte que de vez en cuando salíamos juntos y llevábamos a cabo alguno de nuestros juegos, como el que ella anduviera sin pantis bajo su corta mini falda y se dejase ver gran parte de su culo y coño subiendo alguna escalera eléctrica dentro de un Centro Comercial, o mientras yo iba a pagar la gasolina, le pedía algún empleado de la estación que limpiase el parabrisas de nuestro auto, mientras que ella distraídamente buscaba algo en su cartera, le permitía a ese tipo que le viera el coño o por lo menos gran parte de él, apenas oculto bajo unas mínimas bragas, o visitábamos alguna playa y mientras que yo me hacía el dormido, ella le solicitaba a algún joven que le pusiera algo de bronceador por todo su cuerpo.
Esas eran algunas de las cosas que hacíamos mientras tanto para sentirnos tremendamente excitados. Pero como conozco a mi esposa profundamente, por lo que me di cuenta de que ya le hacía falta que repitiéramos la experiencia, pero desde luego que con otra persona.
Así que, a manera de distraernos, una noche mientras ya nos encontrábamos en la cama, le propuse que fuéramos planeando nuestro próximo juego.
Cuando me escuchó decir eso su rostro se iluminó, y tímidamente me preguntó si sería como el último, o sea el encuentro que tuvo con el vecino, cuando le respondí que sería tal y como ella quisiera que fuera, su dicha fue inmensa.
Así que comenzamos a buscar varias alternativas, hasta que de momento le propuse que fuéramos por unos días a la hacienda de uno de mis clientes, que en muchas ocasiones me la había ofrecido para que pasara unos cuantos días en su casa de campo.
Tras llamar a mi cliente, este me indicó que él y su familia se iban de crucero, pero que yo bien podía llegar a la hacienda y decirle al encargado que era el invitado del que él le había hablado por teléfono.
Y así lo hicimos, al llegar a la hacienda, el encargado nos llevó hasta la casa, y tras instalarnos nos comentó que durante esos días los peones se encontraban recogiendo el ganado.
Por lo que en ocasiones los veríamos pasar a distintas horas del día y de la noche, desde el primer momento que llegamos mi esposa se las arregló para llamar la atención de todo aquel que la veía, bueno realmente no eran muchas personas tan solo cinco peones.
Pero cuando mi esposa se puso a tomar el sol, frente a la casa, apenas cubierta por un indiscreto tanga, perdí la cuenta del sin número de veces que ellos pasaron frente a la casa, para ver el cuerpo casi desnudo de mi mujer, sin que yo me inmutase, ya que me quedé recostado en el balcón frontal de la casa, dando la impresión de que me encontraba dormido.
Al llegar la tarde salimos a montar a caballo, solo que mi esposa decidió usar una pequeña mini falda, y una corta blusa sin sostén.
Lo que bastó para que prácticamente se detuvieran los trabajos en la hacienda, ya que a cada rato mi esposa llena de curiosidad, se bajaba de su caballo para observar alguna planta o tomarme alguna foto, mientras que ella de manera distraída dejaba ver claramente sus nalgas y algo más.
Eso sin contar la manera en que se veían rebotar sus senos a medida que el caballo que ella montaba trotaba, y el sin número de veces que también sus senos se le salieron de su blusa, sin que ella supuestamente se diera cuenta.
Todo eso ante la curiosa mirada de los trabajadores de la hacienda, al comenzar a caer la noche, apenas llegamos a la casa, entramos al dormitorio y mientras me desvestía, ella comenzó a ver alguna de las fotos que habíamos tomado durante el paseo a caballo.
Y entre uno y otro comentario de las expresiones de los peones al ver sus nalgas, comenzamos a besarnos, y terminamos haciendo un sabroso 69.
Durante el día siguiente prácticamente volvimos a divertirnos de la misma manera, hasta que llegó la noche, Fue cuando se me ocurrió invitar a los muchachos a que se tomasen unas cuantas copitas con nosotros.
Lo que todos ellos aceptaron de muy buena gana, a medida que nos pusimos a beber, mi esposa nos preparó algo para cenar, y posteriormente se unió al grupo, apenas vestida con un súper transparente vestido corto, que no dejaba nada a la imaginación, por lo que después de unos pocos segundos, todas las miradas de ellos estaban sobre el cuerpo de mi mujer, pero aun y así el ambiente era bastante tenso y frio.
Por lo que se me ocurrió decirle a mi mujer que me recordase que no bebiera mucho, porque me quedaba dormido.
Mientras que yo le respondía también que no continuase bebiendo, ya que no sabía comportarse.
Además de cuando en cuando yo les comentaba a los muchachos que no le sirvieran más ron a mi esposa, que eso le caía mal.
Con esas cuantas indiscreciones de nuestra parte, bastaron para que nuestros invitados se dieran a la tarea de mantener tanto mi vaso como el de ella llenos.
Por lo que cuando yo consideré conveniente comencé a bostezar profundamente, hasta que finalmente me quedé supuestamente dormido en la silla en que estaba, mientras que mi esposa, comenzó a jugar con ellos, en el sentido que lo primero que hizo al ver que yo había comenzado con nuestro plan, fue poner algo de música y con una tonta risita comenzar a decir que se sentía con muchas ganas de bailar, así que los tipos apenas vieron que yo dormía profundamente, uno a uno fueron bailando con mi mujer, y sirviéndole más ron.
Al poco rato ya no tan solo bailaban, sino que manoseaban todo su cuerpo, descaradamente, mientras que ella riendo y bebiendo los dejaba continuar, hasta que de momento ella comentó que tenía mucho calor y que deseaba darse un baño con la manguera que se encontraba cerca.
Decirlo y hacerlo prácticamente fue lo mismo, ya que tomó la manguera y tras abrirla se comenzó a mojar con ella, ante la mirada de los presentes, hasta que el vestido quedó completamente pegado a todo su cuerpo, haciendo notar que no llevaba más nada abajo.
Después de eso volvió a decir entre risas, que aún tenía calor y sin esperar respuesta de ellos, se ha quitado el pequeño vestido quedando completamente desnuda frente a todos.
Yo mientras tanto que seguía haciéndome el dormido, observaba y disfrutaba tanto de sus reacciones, como de la manera en que mi mujer los fue seduciendo, al quedarse completamente desnuda.
Por un corto rato los cinco se quedaron como pasmados, no se movían ni hacían comentario alguno, hasta que ella se les acercó, dando tumbos como si estuviera mucho más ebria de lo que realmente se encontraba.
Ellos realmente después de eso como que no lo pensaron mucho y tras asegurarse que yo continuaba dormido, se fueron encima de mi mujer.
Entre los cinco comenzaron a besar y a acariciar por todas partes su cuerpo, hubo uno de ellos que agarrando el depilado coño de mi esposa comenzó a introducir sus dedos, otro le prácticamente besaba sus nalgas, un tercero la besaba intensamente en su boca mientras que los otros dos no dejaban de chupar sus tetas salvajemente.
Por un largo rato se mantuvieron haciendo eso, provocando que ella se excitase y calentase al máximo, a tal grado que en cierto momento sin que le hubieran dicho nada dirigió sus manos al miembro de uno de ellos, y tras bajarle la cremallera y sacárselo, se dedicó a mamar.
Todo eso frente a mí persona apenas a unos cuatro o cinco metros de distancia como mucho.
Yo a todas estas me mantenía viendo todo lo que sucedía, disfrute al máximo el poder seguir observando, tanto el bello cuerpo de mi esposa siendo poseído por esos cinco peones, como la manera en que se fueron acomodando a su alrededor para comenzar a clavársela uno a uno.
Durante esa Noche y gran parte de la madrugada a mi mujer le han dado por todos lados, la pusieron o mejor dicho se puso a mamar, le han dado por el culo en un sin número de ocasiones, y su coño fue visitado por todos y cada uno de los presentes.
Yo disfruté de todo observando atentamente, hasta el punto que me levanté dando tumbos y me recosté un poco más cerca de todos ellos sin que me pusieran la menor atención.
Ya comenzaba amanecer, cuando ya cansados y exhaustos los cinco se retiraron, dejando a ni mi esposa con su culo bien abierto, y cubierta de semen por todas partes, pero con una gran sonrisa de satisfacción en su rostro.
Antes de meterla en la casa, comencé a bañarla con la manguera, y poco a poco fui limpiando todo su bello cuerpo.
Luego la llevé a la cama y la dejé descansando mientras que yo observándola también me quedé completamente dormido.
Nos fuimos levantando a eso de las tres de la tarde, comimos algo y salimos a pasear como si nada hubiera pasado.
Los cinco tipos nos veían y entre ellos de seguro hicieron comentarios sobre lo puta que es mi mujer o sobre su sabroso culo de mi mujer, o de lo cabrón que yo era, quien sabe, pero realmente no nos interesa, ya que ella y yo disfrutamos plenamente de todo lo sucedido.
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