Mi nuevo departamento. Parte 2.
La noche llega a su momento más erótico..
Es la primera vez desde que me mudé que la electricidad del edificio se va a causa de una tormenta. El apagón abarca varias manzanas de los alrededores. Por la ventana se observa lo bastante oscuras que quedaron las calles. Los destellos de luces provenientes de los rayos ahora se denotan aún más con la llegada de la oscuridad.
Después que nos reponemos de la sorpresa, Julia y yo encendemos unas cuantas velas para iluminar la sala.
–Ya es algo tarde –dice ella con algo de pena en su tono– Me he quedado más tiempo del que planeé. Creo que llegó el momento de ir a descansar.
Me toma por sorpresa. No quiero que se vaya en este momento. Es cuando más estoy disfrutando su presencia.
–Hay mucha oscuridad en las calles, además has bebido demasiado. No sé si sea bueno que conduzcas así –Buenos argumentos se me vienen a la mente.
–¿Acaso me estás proponiendo quedarme a dormir? –Pregunta ella aplanando sus párpados.
–No a menos que tú quieras.
Por favor que diga que sí quiere.
–Eres cálidamente gentil, no cabe dudas. Pero no quiero abusar de tu hospitalidad. Además… no sería correcto.
–Correcto o no da igual. Si estás cansada puedes quedarte a dormir en mi sofá por un rato e irte cuando la electricidad regrese. Después de todo tienes tu copia de la llave.
–¿Siempre le encuentras una solución a todo? –Pregunta con una sonrisa de sonrojo– Pero la cosa es que… –su sonrisa empieza a desaparecer– Si yo acepté que no me contaras el motivo de tu divorcio, tú también deberías aceptar mi decisión de irme. Sería lo justo.
Las dos botellas que bebimos no afectaron su capacidad de análisis. Si realmente piensa así no la voy a cuestionar. Me dice que se quedaría solo un rato hasta que la tormenta se aliviane, luego de eso se irá en su auto sin importar si la electricidad ya regresó o no. No se me ocurre ninguna otra cosa para hacerla cambiar de opinión.
Los minutos siguientes los dedicamos a juntar los utensilios sucios de la mesa y llevarlos a la cocina. Incluyendo las copas con las que estuvimos bebiendo. Me dice que no era necesario que me quede con ella hasta que se vaya, que puedo irme a dormir si lo deseo. Creo que es porque se me nota demasiado lo cansado.
Pero antes de dormir necesito ducharme. Los pasillos están en oscuridad total, asique tomo una vela de la sala para iluminar el camino a mi habitación. Allí me quito los zapatos y saco una toalla del armario. Paso al baño que está del otro lado del pasillo y cierro la puerta. O más bien… la iba a cerrar. Pero en ese último segundo decido dejarla un poco entreabierta. No sé si lo hago por rebeldía o por morbo, solo sé que con la presencia de Julia me dan ganas de dejarla así.
Coloco la vela en un pequeño anaquel que está junto a la ducha. Empiezo por desabotonarme la camisa, sacármela y dejarla en el cesto. Prosigo a desabrocharme el cinturón y bájame el cierre del pantalón. Me lo estiro hacia abajo quedándome en bóxer, y termino de desnudarme cuando me lo quito y dejo ambas prendas en el cesto. Desnudo de pies a cabeza entro a la ducha y cierro la corredera de cristal. Mi miembro no está erecto pero sí un poco más engordado de lo normal. No veo a nadie ni escucho ningún ruido en el pasillo.
Abro el agua tibia y empiezo a enjuagarme el pelo. Me masajeo con mis manos esparciendo el agua por todo mi cuerpo. Tomo el jabón y lo recorro por mi pecho y mis abdominales haciendo espuma. Lo paso por mis hombros y luego sobre mis duras nalgas. Cuando me estoy enjabonando el miembro me detengo un poco en mis testículos, después empiezo a masajearme el largo. Vuelvo a enjuagarme todo el cuerpo mientras esparzo la espuma que queda en los músculos de mis brazos.
Cuando me queda poco para terminar, un sonido extraño aparece desde la puerta del baño. El vidrio opaco de la ducha sumado a la oscuridad de la casa no me permite ver lo que es. Vuelvo a cerrar el la corredera y termino de bañarme enjuagándome todo los restos de jabón. Me seco con la toalla que traje y me la envuelvo de la cintura hacia abajo. Tomo la vela y camino hacia mi habitación para vestirme. Pero antes de entrar, veo a Julia viniendo hacia mí desde la sala también con una vela.
Parece que tiene algo para decime. Yo con el cabello mojado, envuelto con la toalla y con el torso descubierto, me quedo donde estoy.
–¿Ocurre algo? –Le pregunto.
–Cambié de opinión –dice quedándose frente a mí a un paso de distancia.
–Sobre qué.
–Voy a quedarme a dormir en tu sofá.
–E… ¿Enserio? ¿De verdad?
–Sí –responde con seguridad– Pero solo con dos condiciones.
¿Más condiciones? Espero que esta vez no tenga que ver con mi ropa.
–¿Cuáles condiciones? –Pregunto.
–Que me prestes tu baño para ducharme yo también. Quiero quitarme este olor a cebolla antes de dormir.
–No hay problema, puedes usar mi ducha con gusto. Aunque… no sé qué te vas a poner después. O acaso trajiste ropa para cambiarte.
–No. No la traje. Esa es la segunda condición de hecho. Quisiera que me prestaras.
Sí tiene que ver con mi ropa después de todo. Le digo que entre al baño a ducharse mientras yo le busco algo que le quede. Entra con su vela y a diferencia de mí, ella sí cierra la puerta.
Saco del armario una camiseta y un short deportivo. No es una prenda muy refinada pero al menos le va a servir para dormir cómoda. Aún no puedo creer que haya cambiado de decisión tan rápido. No tengo idea si me estuvo espiando desde la puerta o no. No hay forma de saberlo. No tengo ojos en todas partes. Un momento… ¿Ojos en todas partes? ¡Eso es!
Abro el armario que está junto a la cama y me encuentro con el equipo de vigilancia que resguarda el departamento. Las cámaras siguen funcionando aún con apagones de energía y hasta tienen visión nocturna. Me pongo a revisar los últimos diez minutos de filmación del pasillo. Cuando llego a la hora y minuto indicados, finalmente me puedo sacar la duda. Veo a Julia acercarse muy despacio a la puerta del baño casi en puntitas de pie. Asoma su cabeza y se queda espiando por casi un minuto. Se lleva una mano a su entrepierna para acariciarse la vagina por encima de la ropa. Y cuando se da la vuelta para marcharse, su zapato resbala en el piso y ella se apoya en la pared para no caerse. De allí vino el sonido.
La mujer por la que me muero de deseo se estuvo manoseando en la oscuridad mientras me veía desnudo. Me pongo a pensar en alguna razón para no hacer lo que mi cuerpo me está pidiendo, y no se me ocurre ninguna.
Abro uno de los cajones de mi mesa de luz y saco un preservativo. Tomo mi vela y me empiezo a dirigirme al baño, aún envuelto con la toalla en mi cintura. Abro la puerta con bastante normalidad sin pretender ser sigiloso. El ruido del agua y del jabón cayendo tapa mi entrada. Gracias a que ella puso su vela en el anaquel junto a la ducha, puedo ver la silueta de su cuerpo a través del cristal opaco. Está de espaldas a la puerta y aún no nota mi presencia. Pero solo basta con que se voltee para que perciba a la distancia la luz de mi vela.
Queda algo estática por unos segundos. Yo no digo nada, dejo que el silencio hable. Cubriéndose los senos, corre muy despacio la puerta de cristal para observarme. Pero gracias a eso yo también la puedo observar. Toda su piel está empapada y con algunos restos de jabón. La voluptuosidad de sus curvas desnudas transmite un erotismo magistral. Una espuma oportuna me tapa la vista de su entrepierna. Y aunque se está cubriendo los senos con el antebrazo, me da un panorama soñado de los atributos que más admiro de ella. Cuando pensaba que me presencia la iba a alterar o indignar, Julia solo intercambia miradas con migo y se relaja compartiendo la misma serenidad que yo tenía. Baja su antebrazo permitiéndome ver el rosado de sus pezones, para luego voltearse y seguir duchándose como si nada, con el cristal abierto y sus nalgas desnudas apuntando hacia mí.
Dejo el preservativo y la vela sobre el lavamanos. Desenvuelvo la toalla que tengo en la cintura y la dejo caer al suelo. Mi erección está por demás endurecida y apuntando hacia el frente. Camino hacia ella mientras Julia continuaba en lo suyo, enjuagándose la espuma que tenía en su cuerpo. Me coloco detrás de ella y cierro la corredera de cristal quedándonos los dos dentro de esa ducha.
La apoyo por detrás y le tomo los pechos con ambas manos. Mi miembro queda pegado a sus nalgas. Ella une sus manos a las mías manoseándose los senos como yo lo hago. El agua de la regadera cae sobre el cuerpo de los dos. Julia mece su cadera sintiendo el roce de mi verga. Luego se voltea y acerca su rostro al mío. Nuestras bocas se unen bajo el agua. Nos besamos y abrazamos sintiendo la piel desnuda del otro. El rozar de su lengua y el agua de la ducha se mezclaban en mi boca de una forma inimaginablemente deleitosa.
Mis manos empiezan a bajar hacia sus nalgas mientras las de ella recorren mi espalda. Junto un par de dedos de mi mano y los rozo en la parte más profunda de sus posaderas.
–¡Ah! –Despega su boca de la mía para lanzar ese gemido.
Puedo observar esos perfectamente redondos pechos con pezones rozados que ahora estaban a mi disposición. Toda mi mano derecha se da el gusto de oprimir uno de ellos. Al mismo tiempo que Julia abre sus dedos lo más que podía acariciando mis pectorales, bajando por mis abdominales y llegando a la parte más venosa de mi cuerpo. Me lo agarra con fuerza al instante.
–¡Oh! La puta madre –gimo mientras empieza a hacerme un pajeo suave con su mano.
–Que robusta la tienes –susurra.
Se pone de rodillas frente a mí y se corre el cabello hacia atrás. Abre su boca y se lo mete dentro con la misma pasión con la que me besó. Con una mano le tomo la cabeza y con la otra me sujeto de la llave de la ducha, suspirando a cada segundo como si fuera un virgen al que le hacen su primer oral. Sus labios y su lengua son una mezcla perfecta de suavidad. Ella me escucha gemir y eso la lleva a chupármelo más fuerte. Siento mi glande chocando contra el fondo de su boca. No sé cómo hace para no provocarse arcadas. El trabajo de su boca va acompañado de una buena masturbada. Siento una ola de placer y ella se da cuenta.
–Te lo ganaste –me dice levantando la cabeza mientras me masturbaba.
Lleva sus labios hacia mis testículos y me los va chupando con mucho cuidado. De nuevo su lengua hace lo que mejor sabe hacer. Las piernas me empiezan a temblar. Siento que si sigue de esa forma me voy a venir muy pronto. Asique hago que se ponga de pie y la apoyo contra el cristal.
Ella mece sus nalgas hacia un lado y al otro, como pidiéndome que le diera lo que ambos sabíamos que le voy a dar. Me jalo mi verga por unos segundos comprobando que esté bien dura. Me inclino un poco y con la punta de mi glande empiezo a buscar la entrada de su entrepierna. Ella usa sus dedos para ayudarme a colocarlo. Ambos suspiramos al momento que comienza a entrar. Su interior está más estrecho de lo que esperaba. Comienzo a bombearla muy despacio, disfrutando cada centímetro que mi miembro avanza. Suspiros suaves salen de la boca de Julia y de la mía. Empiezo a moverme, empiezo a follarla. Le voy acomodando el pelo al mismo tiempo que la penetro. Ella apoya sus manos y su cabeza contra el cristal de la ducha. Ni siquiera las últimas veces que lo hice con mi ex esposa lo sentí tan rico como ahora.
Julia empieza a empujar sus nalgas hacia atrás pidiendo que se lo haga con más velocidad. Yo le hago una cola de caballo a su pelo, la sujeto de ahí y empiezo a bombearla más rápido. El golpeteo de su piel con la mía resuena dentro del baño. Sé que debo tener cuidado de que no nos oigan los vecinos de abajo pero no me puedo contener. Los gemidos que ella empieza a lanzar me enloquecen la mente. Me llevan a darle más y más. Cada tanto el miembro se sale, pero ella misma se encarga de agarrarlo con su mano y meterlo de nuevo.
Sus pechos se aplastan contra el cristal. Hondeo todo mi cuerpo apretándolo contra el de ella. Le pregunto si de esa manera le gusta o si quiere que se la meta más fuerte. Me dice que así está bien, pero yo aún así la penetro con más intensidad. No se queja para nada sino que lo disfruta y lo expresa a través de unos pasionales suspiros. Así durante varios minutos, con su cabeza apuntando hacia arriba, ya que así la tengo agarrada de su cabello. Ni siquiera yo sé de dónde me salen tantas energías. Follamos de una manera tan fuerte que la corredera del baño se comienza a desacoplar.
–Si seguimos así vamos a romper el cristal –dice ella separándose de mi miembro y llevando su dedo índice a la boca.
En eso tiene razón. Cierro la llave de la ducha, salimos de ahí y nos acostamos sobre la alfombra del baño. O más bien la recuesto ahí mientras me echo sobre ella para volver a besarnos apasionadamente.
–Quédate aquí –le susurro mientras me pongo de pie yendo a buscar el preservativo que dejé sobre el lavamanos.
Julia permanece acostada boca arriba observando lo que hago. Me ubico en medio de sus piernas con sus muslos a cada lado de mí. Abro el sobre plateado, coloco la punta del látex sobre mi glande y lo voy estirando sobre mi miembro mientras me lo voy jalando. Luego froto con cuidado los labios vaginales de ella para que su calentura no disminuya.
–No sé el motivo por el que te dejó tu esposa… pero no fue por el sexo. De eso estoy segura.
Esta vez no tengo cuidado y se la meto con bastante fuerza hasta el fondo.
–¡Oh! ¡Dios mío! –esboza apretándose los pechos.
Apoyando mis manos a cada lado de ella, empiezo a hondear mi cuerpo adentrándome lo más que sus paredes interiores me permiten. Julia me rodea con sus piernas para que no me despegue. Y yo no me quiero despegar. Cada embestida que le doy hace rebotar sus pechos hacia adelante y hacia atrás. Me inclino un poco más y acerco mi rostro al suyo. Nos damos un beso algo brusco. Despegamos nuestros labios pero no nuestras frentes. Miramos los ojos del otro sin decir ninguna palabra. Siento el aliento de sus gemidos sobre mi rostro, también el rozar de sus uñas sobre mi espalda. Ella acompaña con su cuerpo el movimiento que yo hacía. Solo detiene los suspiros de su boca para pedirme que siga así. Que continúe así.
Tras pasar algunos minutos, no sé si es el agua de la ducha o traspiración lo que empiezo a sentir sobre su piel. El contacto con su abdomen empieza a volverse más húmedo. Mi corazón se siente imparable. Mis tibios labios y mi lengua bajan hacia su cuello donde al parecer tiene bastante sensibilidad. Ella recorre con sus dedos mi espalda hasta llegar a mis nalgas. Me las manosea por un momento y me las agarra con fuerza para empujar mi cuerpo más al de ella. Esta vez mi miembro no se sale. Estamos demasiado adheridos para que eso ocurra. La punta de sus dedos acaricia intencionalmente mi ano. No sé por qué pero no me importa que lo haga.
Tengo puesto el preservativo pero aun así puedo sentir el calor de sus paredes internas. Eso le da a mi verga una sensibilidad incontenible. Yo hago todo lo posible por aguantar un poco más, pero ya casi no puedo. Un abundante semen en mi interior está listo para salir.
–No te contengas –Julia se dio cuenta de lo que pasaba– Si te vas a venir hazlo. Pero que sea fuera del preservativo. Así podré conocer el sabor de lo que tienes ahí.
Levanto sus piernas para apoyarlas sobre mis hombros. Las últimas fuerzas que me quedaban las destino a follarla con una potencia incontenible. Justo la clase de follada que este tipo de hembra desea. La que se merece.
–Si me lo pides llegará más rápido –le comento entre suspiros.
–Dame tu semen –gime con voz aguda al mismo tiempo que me lo pide– Quiero probar tu semen.
Los fuertes golpeteos piel con piel regresan.
–Pídemelo.
–Dame todo tu semen por favor ¡Dámelo ya!
La calentura en mi miembro estallaba por dentro.
–¡Quiero probarla! –Grita Julia– ¡Enrique dame toda tu leche ahora mismo! ¡Quiero tu lechitaaa!
Saco mi miembro de su interior. Me arranco el preservativo. Apunto mi verga hacia ella y un inmenso torrente de semen sale disparado hacia su abdomen. Las piernas me tiemblan y las energías se me van de un segundo al otro. Fluido por fluido, gota por gota, todo mi tibio esperma termina bañando su piel. Tal como ella lo pidió, tal como me moría de ganas de dárselo.
Cargándolo en sus dedos y llevándoselo a su lengua, termina probando varias gotas de mi “lechita”, como ella la llamó. Yo por otra parte, me desvanezco sobre el suelo y me acuesto a su lado mirando hacia el techo. Nos llevará tiempo a los dos recuperar las fuerzas.
–Cuánto llevas esperando esto –Preguntó Julia con una picaresca sonrisa.
–Más o menos desde que te conocí –le respondo con sinceridad– ¿Y tú? ¿También lo esperabas?
–Eres ardientemente guapo Enrique –comenta– Por supuesto que también lo esperaba.
–¿Ah sí? ¿Y desde cuándo?
–Desde que me miraste las nalgas aquella noche en la cocina. Cuando usaste el reflejo de la tostadora.
–¿Qué? No me digas que te diste cuenta.
–En realidad no. Solo era una sospecha, gracias por confirmármelo.
Su astucia no deja de sorprenderme. Nos abrazamos en el suelo y nos unimos en un deleitoso beso. Momentos después, regresamos a la ducha para darnos la limpieza definitiva.
Esa misma desnudez con la que nos duchamos es la misma con la que salimos del baño. La misma con la que nos acostamos en mi habitación. La misma con la que volvemos a hacer el amor sobre mi cama. La misma con la que nos despertamos al día siguiente abrazados bajo las sábanas, con un radiante sol que daba por terminada una noche de tormenta.
Permanecemos recostados con nuestros rostros muy cerca del otro. Yo le acaricio el cabello sin quitar de vista sus hermosos ojos.
–En mi próximo pago no olvides pagarme por estas horas extras –bromea ella.
–Vaya, eso no lo tuve en cuenta –respondo con el mismo tono sarcástico– ¿Y cuánto me va a costar este servicio adicional?
–Pues… –vacila– me gustaría que me contaras de una vez el motivo de tu divorcio. La curiosidad me mata cada vez más.
Ya no tengo miedo de contárselo, pero decido posponerlo para más tarde. No quiero arruinar este placentero momento. Asique finjo que no se lo quiero decir.
–Lo siento mi querida Julia… pero eso no se puede. Tendrás que pensar en otro tipo de pago.
Guarda silencio un momento. Mete su mano por debajo de las sábanas y me agarra el miembro con mucho vigor.
–Entonces me conformo con esto –dice mirándome a los ojos.
–Sabía elegirías eso –le respondo– Es todo tuyo.
Levanto las sábanas que nos cubren. Ella estira el tejido de mi verga hacia abajo dejando el glande al descubierto y se lo mete a la boca. Dios bendiga el día que me mudé a mi nuevo departamento.
F I N
¡Me quito el sombrero!
Me encantó. Desde la primera parte me atrapaste. Tienes una forma de narrar que haces que viva cada momento de tu relato. Es una lástima que solo hayas escrito dos partes, pero te agradezco en verdad.
Espero más adelante leer más relatos tuyos, y que sean igual de buenos que este.
Un saludo y un aplauso para ti.
Estuvo genial espero que haya un extra
Increíble!!!