Mi paciente de 5 añitos
Ornella va al ginecólogo y la más que bien..
—Bueno, ahora vas a ir a la ventanilla y vas a pedir turno para que te saquen sangre. Y cuando estén los resultados, te venís otra vez.
Martina me mira y asiente, de lejos se nota lo cagada que está. Yo les digo, usen forro cuando tengan relaciones sexuales, después pasan estas cosas de las enfermedades, pero la gente es terca.
Le doy el papel firmado y se va.
Leo el nombre de la siguiente «Ornella Martínez» lo repito mil veces y la verdad no me suena de nada, y yo soy muy bueno recordando, a esta no la atendí nunca.
Como Martina dejó la puerta abierta y no tengo ganas de levantarme, simplemente grito su nombre. Y en menos de dos segundos, una chica rubia entra a mi consultorio. Pero me percato que una nena está atrás de ella. Supongo que no la quiere dejar sola afuera.
Se sienta y la nena se queda al lado de ella parada.
—¿Cómo andan? —pregunto en general—. Contame, Ornella, ¿qué te anda pasando? —miro fijamente a la chica y ella sonríe.
—Todo muy bien, por suerte. Pero yo no soy Ornella, es ella —y le acaria la cabeza a la que supongo es su ¿hija, hermana, prima? No sé.
Miro a la nena. Se ve de unos cinco años, ¿por qué trae una nena de cinco años al ginecólogo?
—¿Para ella? ¿Cuántos años tiene y por qué razón? —pregunto extrañado.
—Tiene cinco. Hace una semana fuimos a su pediatra porque ella andaba con molestias en su zona íntima. Me dijo que seguro era porque no se sacaba bien cuando iba al baño. Pero eso nos dijo ya unas veinte veces y mi hija sigue con lo mismo. No sé si es normal venir acá con ella a esa edad pero solo actúe de impulso —terminó diciendo.
Entiendo lo que dice, hay algunas pediatras que no tendrían que llamarse pediatras.
Desde que trabajo de esto jamás me tocó una paciente tan chiquita. Es algo nuevo para mí, tiene cinco años y por lo que dijo la madre, ya deduci que puede llegar a tener una infección vaginal. ¿Qué otra cosa puede ser? Aparte las infecciones vaginales pueden suceder sin tener relaciones sexuales, sino una mala higiene.
—Bien. ¿Me podés decir con más detalles de lo que le pasa?
—Tiene picazón y ardor.
Signos de una infección, como dije antes.
—Para saber mejor lo que tiene, yo la tengo que revisar.
Me quedó mirando sorprendida, como si no cayera que le dijera que tenía que revisar a su hija de cinco años. Cuando volvió a la realidad dijo:
—Bueno, ¿me quedo o me voy? —preguntó.
—Como vos quieras, para más seguridad tuya te podés quedar —le sugerí.
Lo pensó varios segundos y después decidió salir y dejarme a solas con Ornella. Dijo que aprovecharía y así llamaría a un familiar. Sinceramente, yo no dejaría sola a mi hija.
Cuando se fue, me quedé mirando a la nena. Rubia como la madre, ojos verdes, cara redonda, no sé si es flaca o gordita porque está usando ropa más grande que su talla. Le sonrío.
—Bueno, Orne, vamos a ir a la camita que está allá —le digo señalando la cama que usan todas mis pacientes.
Ornella no dijo nada y supe que era una nena muy callada.
Subió las escaleritas que puse al lado de la cama y se acostó. Como estaba muy arriba, agarré sus piernitas y la bajé un poco hasta donde yo estaba. Y sin avisarle, le bajé el pantalón de buzo que traía. Ornella abrió los ojos y se lo volvió a subir.
—Corazón, te tengo que sacar el pantalón —dije con dulzura. Negó con la cabeza y se apretó el elástico para que no lo pudiera bajar otra vez. Esto iba a estar difícil.
Estuve hablandola unos minutos diciéndole que la tenía que revisar, no sé si entendía lo que decía porque solo me miraba y no decía nada. Ya estaba perdiendo la paciencia.
Le intenté bajar otra vez el pantalón y seguía sin querer ceder. Me cansé y se lo bajé de una. Ornella soltó un gritito y pude ver en sus ojos un poco de miedo.
Le dije que todo iba a estar bien, que era un segundito y que se podía ir con la madre.
Me quedé mirando su bombachita, rosa y con florcitas. Respiré hondo, estaba nervioso por alguna razón, creo que sea tan chiquita hace que me ponga así.
No pensé mucho y se la fui bajando de a poquito. Y mientras lo hacía miraba su reacción. Ella solo miraba como se la bajaba. No sé por qué, pero la situación hizo que un calor se apodere de mi cuerpo, un calor que nunca antes me habia pasado en mi consultorio, ni con ninguna de mis pacientes. ¿Qué me estaba pasando?
Hice caso omiso y se la seguí bajando. Hasta que su vulvita blanca y gordita quedó a la vista. Me quedé hipnotizado mirandola. Y por las cabeza se me cruzaron un montón de ideas, ideas no muy legales que digamos.
Sin dudas mi comportamiento era raro, demasiado diría yo. Pero no me sorprendí tanto, sé muy dentro de mí que tengo pensamientos un poco enfermizos, y que yo creía haber controlado con el tiempo, pero ahora, ahora era imposible hacerlo.
Le saqué toda la ropa, si, toda. Lo común sería solamente la parte de abajo, pero yo me zarpé y también le saqué el buzito de arriba. Dejando al aire sus tetitas, con unos pezoncitos tan chiquitos y rosas.
Ornella ya no decía nada, solo observaba.
Fui un paso más y se las acarié, le acarié las dos tetitas con gusto, con deseo con desesperación.
Imaginense, un hombre de cuarenta años con una nenita de cinco desnuda en una cama y para colmo, tocandole las tetas. Mi chota se puso dura y rogaba salir del pantalón, me dolía.
¿Si le llegaba a hacer algo se lo diría a la madre o algún familiar? El dolor que producía mi chota no me dejaba pensar por eso, hice lo que hice.
Me incliné hacia su cuerpo, yo parado y ella acostada, nuestras caras estaban cerca y Ornella respiró profundo. Le sonreí para que estemos en confianza y que no piense que soy una amenaza. Me devolvió la sonrisa, y ahí supe que estaba bajo mi control ¡bingo!
No iba a besarla, solo saqué mi lengua y se la fui pasando por sus labios a la vez que los succionaba. Pude sentir como sus manos se posicionaron en mi pecho, tratando de empujar para que me separe. Sonreí en su boca, eso no iba a pasar.
Sus manos molestaban, asi que me separé y se las agarré, poniendolas arriba de su cabeza. Así no había chanche de que me molestara.
Besé sus manos, sus codos, y fui bajando otra vez a su carita, esa carita de nena que me estaba matando. Otra vez jugué con sus labios, después bajé a su cuellito muy despacito dejandole besos y a lo mejor se le forme algún chupón.
Al llegar a sus tetitas me metí una a la boca, llenandola de saliva, no sé si lo que salió de la boca de Ornella fue un gemido o se estaba quejando, no me importó, yo solo seguí. Chupé y mordí a más no poder, y ahí sí soltó un quejido, pero cuando levanté mi cabeza y vi su carita desde mi perspectiva, tenía los ojos cerrados. También estaba disfrutando, la putita podía sentir placer. ¿Ya la habrán tocado? ¿Algún tío, primo o vecino? ¿O incluso su papá? Pensar eso hizo que mi pija se agrande más.
Al terminar esa tetita fui con la otra y repetí lo mismo. La estaba pasando increíble. Dios quiso que la madre se vaya y no se quede, y se lo agradezco.
Bajé a su pancita, y puedo confirmarles que Ornella es media gordita, se la besé toda hasta que por fin mi cara quedó enfrente de esa vulvita blanquita y gordita. Ornella tenia las piernas juntas,, lo cual su vulva resaltaba más. Me lamí mis labios. Que bien iba a comer, pero después me acordé de lo que había dicho su madre, de que tenía picazón y ardor, no era seguro que la chupara, pero el deseo de hacerlo fue aumentando. Ya fue, que sea lo que Dios quiera.
Mi lengua hizo el primer contacto en esa vulva sin pelitos, olía a bebé y un poco a pis, pero no me importó. Así con las piernas juntitas pasé toda mi lengua, su vulvita estaba calentita y yo estaba tocando el cielo. Me descontrolé por completo.
Por fin le abrí las piernas y se la empecé a chupar bien, separé sus pequeños labios con mi boca y fui chupando salvajemente, de arriba hacia abajo, la vulvita de Orne estaba toda ensalivada. Cuando su clítoris tan diminutivo se hizo presente lo lamí, lo lamí mucho y lo mordí.
—Ay, ay, ay —escuché que decía. La volví a mirar y lo que ví me encantó. Su carita estaba toda roja y también se notaba lo bien que la estaba pasando.
—Como te gusta, trolita. Sos una trolita de mierda —le dije.
Guié mi lengua a su vagina, a su entrada y se la fui metiendo de a poquito. Pensé que no iba a entrar toda pero me sorprendí cuando mi lengua se siguió metiendo sin rechistar. ¿qué estaba pasando? Me separé extrañado. ¿es lo que estoy pensando?
Me separé un poco y con dos dedos le fui abriendo su vaginita, y sí, como pensé, ornella tenía la conchita re abierta. Y por como estaba, rojita y un poco maltratada supe que se la habían cogido de muy bebé y que fueron muchas cogidas. Mi chota reventaba en mi pantalón. Dios.
Metí por completo y sin ninguna compasión mi dedo del medio en esa conchita. Ornella soltó un gritito, pero de placer. Obvio que no le iba a doler, estaba re abierta la pendejita.
Y con mi dedo la empecé a coger, mi dedo entraba y salía muy rápido, haciendo que haga un ruidito muy gracioso. No aguanté más y le sumé el dedo índice. Estaba cogiendo esa conchita con dos dedos, y mis dedos son bastantes grandes.
—Si, si, si —gemía la pendejita.
—Que hermosa conchita tenés, puta de mierda —la bardeé.
¿por qué no sumarle otro dedo? Y así, el dedo del medio, el índice y el anular entraron completamente en esa conchita. Aceleré el ritmo, Ornella largaba litros de flujos.
Mi verga rogaba salir y por primera vez, le hice caso. Y mientras la seguía cogiendo con los dedos, con la otra mano me empecé a sacar el pantalón por completo, quedando desnudo de la cintura para abajo. No daba más.
Le saqué los dedos y sin avisarle, y un poco brusco, la di vuelta en la cama, quedando Ornella boca abajo y con su culito gordo al aire, mirándome, pidiendo que se lo rompa. No pude evitarlo y le pegué un chirlo, y después otro y otro y otro, dejandole la colita muy roja. Ornella no se quejaba, de hecho gemía más fuerte.
—Ponete en cuatro —le ordené. No sé si me iba a entender y yo la iba a tener que poner como perrito.
Pero Ornella entendió y su culito fue tomando más altura, hasta que estaba muy arriba y completamente en cuatro. Su conchita se abrió, estaba muy abierta y muy mojada. Le pegué otro chirlo. Movió su culito y lo empujó hacia atrás, pidiendo más.
—Mirá que puta sos, Ornella —dije ya sacado. Y como lo pidió, le pegué otra vez.
Me acerqué más a la cama y me agaché, mi cara quedó justo a la altura de esa hermosa concha. Abrí sus piernitas más, las abrí lo suficiente para que quedara más abierta todavía.
Agarré sus nalguitas con mis manos y se las separé, me incliné más, para que mi aliento le hiciera cosquillas. Y ahora sí, hice un camino con mi lengua de su clítoris diminuto hacia su anito chiquito y rosita y empecé a chupar otra vez.
La imagen era tremenda, Ornella de cinco de perrito en una cama de ginecología y gozando con un hombre mucho mayor que ella. Hasta yo que estaba viviendo eso me excité.
Observé su anito, estaba cerrado. Sonreí y le metí la lengua, obvio no le entraba, pero se lo chupaba igual.
Ornella movió su culito más para atrás y se empezó a frotar con mi cara. Como estaba disfrutando la putita. Actuaba desesperada, como si no quisiera dejarme ir.
Era mi turno de disfrutar.
Me separé completamente y me empecé a pajear viendo esa conchita toda rota. Mi verga estaba llena de venas y quería largar leche a toda costa.
—Tocate —le ordené.
Y la nena se empezó a tocar, así en cuatro.
—Uh, pendejita hija de puta.
Me seguí pajeando hasta que no aguanté y me acerqué otra vez, ubiqué mi chota en su concha y me empecé a pajear. Paseaba toda mi cabeza por esos labios chiquitos, estaba enfermo, pero me gustaba tanto. Su conchita no dejaba de estar re húmeda y calientita. La pendeja empezó a gemir más fuerte.
La agarré de su cinturita y me empecé a frotar más rápido y fuerte, Ornella paraba más la cola y eso hacia que mi chota se vaya para su entradita. Me estaba tentando, quería que la cogiera, y eso hice.
No sabía si le iba a entrar toda, pero sin embargo lo hizo, podía ver como su conchita se comía mi verga de apoco. Estaba re apretada pero no impidió que entrara toda. Me quedé un rato quieto, como si fuera la primera vez de ella, pero estaba re abierta y me reí. Está capaz cagió más que yo en mis 40 años.
Y la cogí. La cogí toda. El sonido de mi chota y su culito chocando era la gloria. Lo mejor que había escuchado en los últimos tiempos. Su espaldita completamente arqueada y su pelo rubio suelto. Con una mano en su cinturita y la otra la usé para agarrarla del pelo. Y así cogimos.
No me importó que tenía cinco años, la cogí como si fuese una de treinta años. Era tan chiquita y frágil que me tenía fascinado.
Ornella gemía como toda una puta y me pedía más. La di vuelta quedando boca arriba y me puse al lado de ella. Cerca de su cara. Mi chota apuntaba a su carita y sin decir nada, se la metí de una en esa boquita tan carnosa que tenía. No se la veía venir y sus ojitos lagrimearon.
No dejé que me la chupara, yo solo le quería coger la boca. Se la cogí tanto que creo llegó hasta su garganta haciendo que tenga una arcada, eso me re calentó e hizo que largue la leche. Y no se la saqué de la boca hasta que se la tragó toda.
Después me cambié y la cambié a ella. Le dije que no dijera nada de lo que había pasado, no me respondió. Espero que sea así de calladita en su casa también. Miré la hora y solo habían pasado 15 minutos, parecía que pasó una eternidad.
Volví a mi escritorio y Ornella se sentó en la silla de enfrente, donde antes estaba su madre. Ni la miré en tod
o ese tiempo que escribía en un papel que necesitaba una cremita para la picazón. Al rato volvió a entrar la madre. Le di el papel y se fueron.
Y ahora recién me di cuenta que no usé preservativo.
Que delicioso relato ojalá se la volviera a coger a la nenita o saber quiénes se la cogen
Rico
Para qué el preservativo? Una putita así merece que la llenen de mecos