Mi pequeña hijastra buena y prohibida
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
He sido feliz, he amado a mis esposas y he tenido muchas mujeres; pero cuando me detengo a pensar en lo que ha sido más erótico para mí.
inmediatamente recuerdo las vivencias que tuve con una de mis hijastras.
Recién me divorcié y nuevamente me acompañé, tuve la suerte de conocer a una exquisita mujer con tres hijas.
Todas muy menores de edad, a las que ya les faltaba su padre biológico.
Las tres niñas estaban muy pequeñas y la mayor tendría séis años.
No es cierto que todas las niñas son iguales; ni es cierto que todas van a mostrar igual interés en los motivos sexuales.
Unas son frías, otras indiferentes y muy contadas las que son evidentemente muy calientes.
Esa diferenciación la noté entre las tres cuando la curiosidad comenzó a invadirme, después que tuve mi primer rose sexual con una de las niñas.
Se trataba de la intermedia, que sólo tenía 5 años de edad.
Nunca consumé una cópula sexual con ninguna de ellas, porque como lo dije al principio: no a todas les interesaba el tema, y con la que más me inquietó, la respetaba precisamente por ser la hija de una buena mujer.
Los sábados por la tarde nos quedábamos en casa por ser uno de nuestros días de descanso.
Departíamos como una familia a veces haciendo algo especial, otras oyendo música o bien jugando y enseñándoles a las niñas a jugar y usar la PC.
Una de esas tardes pasó algo inusual que les quisiera relatar.
Para estar en la casa vestíamos ropas ligeras.
Yo me mantenía con un short corto y cómodo, para sobreponerme a los excesos de calor.
Igual las niñas, igual mi señora.
Pues una tarde de esas me encontraba jugando con los juegos de la PC y con esta niña intermedia sentada en mis piernas.
Mi señora decidió salir de compras algo cerca con las otras niñas; pues no tardaría mucho en regresar, y la que estaba conmigo no quería ir, pues prefería quedarse jugando conmigo y la PC.
Así esa primera tarde de sábado nos quedamos solos.
Noté que esta niña con el juego de la computadora era un poco torpe.
Como que no entendía cómo usar bien el teclado.
Así cuando me tocó a mí enseñarle, le quité la mano que tenía sobre el teclado y ella la bajó suavemente poniéndola sobre mis piernas.
En ese momento la naturaleza lívica de mi persona sintió que había que aprovechar ese momento.
Nunca antes había pasado eso por mi mente, pero al sentir su mano posando cerca de mi miembro me hizo sentirme en una situación erótica.
Explicaba que me encontraba con ropas menores y sin calzoncillo.
Igual ella descansando sobre mi pierna izquierda.
A la siguiente oportunidad para explicarle sobre el juego, yo ya me encontraba con el corazón desbordándome de la emoción.
Para cuando me tocó explicarle el siguiente paso del juego, le agarré suavemente su mano, se la quité del teclado y la puse con la misma delicadeza sobre mi miembro.
ella percibió algo duro y curioso que tenía bajo mi ropa.
Alejándose temporalmente su atención del juego, la alcancé a ver por el reflejo de la pantalla del monitor como ella observaba hacia abajo donde estaba su mano.
Después de unos pequeños gestos de sorpresa levantó la cara sonriendo.
Insistí en que pusiera atención al juego, pero al igual que yo, para ella se había despertado otro interés.
La segunda vez le agarré con más firmeza su mano y nuevamente depositándola sobre mi miembro.
era sólo una niña de 5 años, pero mostraba tanto interés como el que estaba despertando en mí.
Recordando que mi señora regresaría luego, y sintiéndome explotar por la emoción de ese momento, decidí arriesgarme a mostrarle mi miembro.
Abrí mi pierna y con disimulo saqué por un lado mi miembro, que así como lo tenía de erecto no me costó en absoluto sacármelo para dejarlo a la vista de ella.
La tercera vez que tomé su mano para ponerla sobre mi miembro, noté que ella parecía desearlo, pues lucía una amplia y regocijante sonrisa.
Al principio, cuando sintió mi miembro desnudo, tuvo una reacción refleja para quitar y levantar inmediatamente su mano.
Por el reflejo del monitor la observaba como de "reojo" ella dirigía su vista hacia abajo para ver lo que la había asustado.
Puso su vista al frente y dejó escapar una gran sonrisa dejando ver que todavía estaba mudando alguno de sus dientes.
Sus manos estaban fuertemente aferradas al escritorio, y veían una y otra vez más hacia abajo para ver mi miembro.
Como noté que ella ya no jugaría el juego de la PC, le agarré decididamente su mano y nuevamente se la coloqué sobre mi miembro.
Esta vez dejó su mano allí, y suave y tímidamente comenzó a explorar con la punta de sus dedos eso intrigante, suave y a la vez duro que estaba tocando.
No está demás decir que esa situación me tenía más excitado que ver desnuda y llamándome a la cama mi propia señora.
No sé qué emociones abrían igual en su pecho, pero la veía radiante, riendo sin emitir algún sonido con la vista ida hacia el frente.
Como yo no se lo impedí, aprendió a tocar mi desnudez.
Yo seguí jugando con la PC; ella ya no quitó su mano de sobre mí, y continuó tocándome como si con ese tacto estuviera descubriendo un nuevo mundo.
No era una situación ridícula.
Era una niña, la más bonita entre las tres, que me estaba tocando… y su confianza aumentó y comenzó a tocarme desde el tronco a la punta de mi miembro, donde se llenó de mi pegajoso, resbaloso y excesivo lubricante que me fluía del cuerpo como si se hubiera roto alguna fuente.
Al tocar y llenarse la punta de sus dedos de lubricante, nuevamente me vió hacia abajo y limpió la punta de sus dedos en mi short.
Al hacerlo no le importó que yo lo notara, y con igual confianza agarró la tela de mi prenda de vestir para taparme.
Mi señora tocó a la puerta con las otras niñas avisándome para que las dejara entrar.
Esa tarde entendí que había un secreto entre los dos.
No fue necesario hacernos promesas, pero sabíamos que algo teníamos ya en común entre los dos.
Me apresuré a buscar con qué limpiarme el pene, y la niña lucía más entusiasta con sus hermanas.
Esa tarde estuve mojando continuamente todo el tiempo, y era seguido que entraba al baño a lavarme, o al dormitorio para secarme.
Sólo esperaba que terminara la tarde y que llegara luego la noche para poderme desquitar con mi mujer.
Yo sé que le daría a mi señora una noche para nunca olvidar….
Llegada las 6 de la tarde, nuevamente mi señora dijo que saldría a comprar algo más que le faltaba para la cena.
Las niñas corrieron donde ella para acompañarla, menos la que se había quedado conmigo, que al igual que en la tarde, prefirió quedarse conmigo.
Ya solos y cerrando la puerta de la casa, le dije a esta niña que iba a cambiarme de ropa.
Ella caminó detrás de mí, entró a mi dormitorio e inmediatamente se acostó de espaldas sobre la cama.
Yo, naturalmente, no puse ninguna objeción.
Era precisamente eso lo que deseaba, buscar la manera de desnudarme frente a ella para lograr inquietarla.
Pensé que si no le atraía o gustaba lo que yo hacía, saldría por su gusto del dormitorio; pero si quería verme, se quedaría conmigo hasta el final… y así fue, se quedó acostada en la cama mientras me observaba cómo me cambiaba yo de ropas.
Disimuladamente, y como quien no se dá cuenta que hubiera alguien más en la habitación, me bajé el short y busqué ropa interior para ponerme.
Sacaba un calzoncillo y lo extendía frente a mi para observarlo, como si le buscara un defecto, y luego me lo ponía; pero como no estando seguro de ese, me lo volvía a quitar y buscaba otro.
Sabía que ella me estaba viendo y platicaba conmigo cosas que no me importaban.
Me subía con dificultad el calzoncillo, pues mi miembro lo tenía completamente erecto.
Al quitármelo, nuevamente saltaba mi pene como el de un animal en celo.
Entonces decidí ponerme de frente y como ví su insistencia en verme le pregunté: “Nunca habías visto un hombre desnudo” -No- me replicó, y me dio motivos suficientes para explicarle las diferencias que existen entre un varón y una hembra, entre los niños y las personas ya adultas, entre ella y yo.
Le expliqué que yo tenía pelo porque ya era mayor, y que tenía mi pene porque siendo varón me servía para orinar y para que su mamá jugara conmigo.
Todos los papás lo hacíamos, pues ya teníamos las “cositas” grandes y podíamos jugar entre nosotros tocándonos y besándonos esto (y le enseñaba mi pene regordete en completa erección)… y como la del varón se pone dura… “así como ves la mía”, se podía meter en la “cosita” de su mamá.
“Porque ya somos grandes y tenemos nuestras cositas grandes…” “Cuando tú seas mayor, también te saldrán pelos, y te vá a gustar que tu novio te meta su cosita en la tuya (al mismo tiempo que le señalaba mi pene y el interior de sus piernas)… pero eso será hasta que ya seas mayor, y quieras jugar con él… antes no; porque tú estás muy pequeña y eso te puede causar dolor”… “¿Me enseñás la tuya?” Esta niña, que estaba jugando el papel de estudiante aplicada y que pone mucha atención, no vaciló en decirme que sí con su cabeza, y yo me incliné sobre ella, como incándome para hacer una oración, ante sus piernas que colgaban a la orilla de la cama… traté de bajar su bloomer, pero recordando que luego llegarían sus hermanas, le halé con mi dedo anular el calzón para dejar al descubierto su “cosita”, y sin más pensarlo, y como con un reflejo acondicionado, me acerqué para lamerle su pequeño, limpio y bello genital.
Sé que estas cosas en nuestro ambiente son prohibidas, pero hacerlo es lo más bello que he experimentado.
No había en mi mente ideas de violación, solo prodigarle el placer que desde muy temprana edad me hubiera gustado que a mí me lo hubieran dado….
Logré introducir mi lengua a lo largo de toda su “rajita”.
No experimenté ningún mal olor ni sabor; estaba limpia y sensiblemente húmeda.
Besé con la delicadeza de un gran amante los labios de su pequeña y cerradita vulva.
Lamí con frenesí el interior de su cuerpo, y traté de abarcar en un profundo beso la totalidad de su sexo.
La entrada de su inexperta vagina recibió los más de mis besos, y mis lengüetazos eran para prodigarle todo el placer que yo sentía para mí en ese momento.
De “reojo”, cuando con mi lengua trataba de entrar en lo profundo de su ser, quise ver la expresión de ella, si reía o se incomodaba, y pude ver que estando acostada y conmigo lamiéndole con beneplácito su sexo, había alzado sus manos hacia arriba y con los ojos abiertos y con una marcada seriedad que le daba ese momento… parecía jugar con la punta de sus dedos.
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