MI PRIMER INTERCAMBIO EN EL COLEGIO
A mis 13 años, supe cómo era un intercambio y los gustos del brabucón del curso con la machis, el chico gay.
Hola a todos, aquí nuevamente Sandra, la zángana, como me decía mi instructor, mi mentor y primer amor de mi vida, mi tío Federico, quien me echó mano desde muy tierna edad, historia ya publicada en la web.
Tengo 35 años, casada, 1,60 metros de estatura, 57 kilogramos de peso, pelo negro y lacio, unas tetas medianas y una cola paradita y redondita que muchos hombres quieren devorar con su mirada, cuando camino por la calle, aunque no visto de manera vulgar, si dejo entrever un poquito, así me siento explorada, deseada y recibo algunos piropos, unos decentes, otros para nada decentes, sin embargo, solo sonrío y sigo mi camino.
Cursaba mi tercer año de estudios secundarios, en una entidad del estado, educación gratuita que llaman, mis instintos de estar siendo tocada no cesaban, mi tío Federico había dejado una marca profunda, un cúmulo de emociones y sensaciones en mi cuerpo que me era casi imposible domar esa bestia salvaje, esa necesidad, una urgencia, un vicio se estaba estableciendo en mí, un vicio que hasta la fecha no he podido domar.
Para esa época contaba apenas con mis 14 años, en las tardes me salía de mi casa para hacer tareas en casa de alguna compañera o visitaba la biblioteca para hacer grupos de estudios.
Cierto día, un chico que me gustaba y de nombre Juan, Juancho le decían, quien contaba con 15 años recién cumplidos, chico buen ahonda, agraciado, gracioso, cada rato salía con chistes y apuntes jocosos, todos celebraban esa habilidad, me convertí en su novia, pasábamos todo el tiempo posible juntos, visitábamos la cafetería, yo tenía pagos mis consumos, debido a uno de los profesores que desde el año anterior me había ligado, situación que seguía siendo pero en ocasiones concertadas entre los dos, otro de los profesores que salía conmigo a tener sexo, pagaba mis uniformes, almuerzo y además otros gastos que les fingía para siempre tener dinero en mi bolsillo.
Con Juancho, nos dirigíamos a una parte alejada del colegio, poco visitada por los profesores de control, era el sitio preferido por las parejas para sus encuentros románticos, el mío no era la excepción.
Allí en nuestro lugar secreto, no tan secreto, Juancho y yo le dábamos rienda suelta s nuestros abrazos, besos, caricias, aclaro que no todas había sexo incluido, muchas ocasiones era solo el toque – toque, nada más. En una oportunidad que el calor del momento nos llevó a dar otro paso más, Juancho se sacó su verga del pantalón, cogió una de mis inocentes manos y la hizo agarrar aquel miembro erecto, duro, de unos 12 centímetros, no muy grueso, comencé a frotarlo con mi mano, en un vaivén rítmico, mientras nuestras bocas parecían fundirse en una sola carne, un solo abrazo y un solo cuerpo.
¿Me lo quieres mamar? Preguntó Juancho, noo, hay muchas parejas por aquí, no seas bobita, no pasa nada, fresca, todos vienen a lo que vienen.
Opté por agacharme, terminé arrodillada para mayor comodidad, me introduje ese trozo de carne caliente, húmedo por los jugos que brotaban de su orificio, degustaba ese regalo de la naturaleza, queriendo saciar un instinto mundano, el que estaba muy lejos de saciarse, me levanté, subí mi jardinera por la parte de la espalda y le ofrecí mi trasero a Juancho, quien me bajó mis pantys hasta la media pierna y empezó a bombear su verga dentro de mi cuerpo, me agarraba de la pared para evitar caer de cabeza, las manos de Juancho se aferraban a mis caderas para coger impulso y fuerza en el bombeo.
Estando en ese feliz momento de pareja, llegó una visita inesperada, se trataba de Orlado y la machis, o el macho, se trataba de un muchacho gay, salido plenamente del closet, como dicen hoy día, quien se empezó a abrazar con Orlando, quien era el brabucón del curso, el que se envalentonaba y amenazaba a todos por la fuerza que decía desplegar, además alardeaba de su poder.
De reojo, los observaba besándose cual niño y niña, Juancho me acomodó mi panty, como queriendo dejar así lo nuestro, tranquilos, sigan en lo suyo, no queremos estorbar, dijo Orlado, la machis dijo, bobitos, lo nuestro es diferente, es amor puro, vuelvan a lo de ustedes que nadie ve nada del otro.
Volvimos a besarnos con Juancho, volvimos a calentarnos, más sabiendo que cuatro ojos estaban al lado nuestro, esta vez me subí mi jardinera hasta la cintura, estando de frente a Juancho y de espalda contra la pared, Juancho me bajó mis pantys, sacándolos de mi cuerpo, se desabrochó su pantalón, empezó a meterme esa verga por mi vagina, embistiendo a buen ritmo, la machis, parecía derretirse mirando a Juancho, quería como botarse de cabeza sobre ese miembro lleno de jugos mezclado.
Orlando pareció percatarse de esa situación, preguntando a la machis, veo que te llama la atención la verga de Juancho, sí, contesto la machis, al ser un macho líder del colegio y del curso, lo empujó sobre Juancho, déjalo que te pruebe, a ver si se concentra conmigo, Juancho con una mirada pidió mi aprobación, con otra le contesté, si tú quieres, hazlo.
Orlando se bajó su pantalón un poco, sacó de entre su ropa interior una enorme verga, se me hizo agua la boca, de mejor tamaño que Juancho, se arrimó, pegando su cuerpo contra nosotros en un solo grupo, echó su brazo izquierdo sobre mi hombro y de frente a Juancho me dio un beso romántico y sin escrúpulos, se había formado un intercambio.
Orlando me acomodó, agarró una de mis piernas desde la rodilla, metiendo su mano por debajo, empezó a embestirme en la misma posición que lo hacía mi Juancho, antes que llegaran ellos, sentía esa vergota golpear mis ovarios, trompas todo mi aparato reproductor, no sé si sería por la incomodidad, el esfuerzo o qué cosa, Orlando se empezó a emocionar, su respiración se hizo más fuerte, entre mis pensamientos, logré gritar, no lo hagas conmigo, dale a la machis, quien se volteó, abrió su boca para guardar esa vergota de Orlando, tragándose toda una explosión de leche humana, su cara relucía de placer al saborear esa tarrada de lecho caliente.
Me acomodé mis pantys, me ordené mi cabellera y atalajé mi jardinera, la machis le dijo a mi Juancho, clávame, aquí y de una vez. Juancho hizo levantar a la machis, bajó su pantalón y empezó a taladrar su ano, la machis quedó a disposición de dos hombres, dos vergas, al mismo tiempo.
Salí corriendo de ese sitio, pues consideré que ya no había espacio, que esa experiencia sería repetida muchas veces más, gran verdad en mis pensamientos.
Durante ese año, mi grupo de juegos en el descanso era la machis, Orlando y Juancho, pero Juancho y la machis se comprendían más, eran más unidos, más pareja, Orlando sería mi protector, mi macho, mi hombre, eso se notaría en otros encuentros en el rincón del Edén, como decidimos llamar a esa parte de la construcción.
Ese mismo año, probaría mi primera vagina, besaría y saborearía una chica, compañera de curso, hechos ocurridos en una reunión de estudio en su casa, pero esa historia la contaré en un próximo relato.
Dejo claro que mis historias son reales, sacadas de mis vivencias y memorias, hoy decido entregarlas al público, para su deleite, su imaginación y mi liberación personal.
Gracias por leer, por votar y si quieres comentar, hazlo, los leeré a todos, también trataré de responder, aclarar o corregir.
He seguido tus vivencias y son excitantes y calientes, me encantaría charlar contigo en mi correo
excelente relato!! pero el que era tu novio resulto ser mas gay que el mismo machis jajaja pero ese orlando! fue el que salio ganando contigo! pues te devoro como quiso!!!