Mi primer sexo anal
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Crystal69.
Este es un relato que me habían estado pidiendo muchos, así que después de no tener muchas cosas que hacer he decidido escribirla
Si tiene faltas de ortografía disculpen, pues ando en el celular.
Esta es la primera vez que practique sexo anal.
Bueno.
tenía yo unos 17 años más o menos, y por ese entonces me juntaba mucho con un amigo llamado Eduardo, que al poco tiempo llegó a ser mi novio.
Era un buen chico.
Algo inocente y de buen gusto según mí madre.
Incluso ahora pregunta porque tuvimos que terminar.
pero esa es otra historia.
Resulta que yo fui la primera novia de este muchacho y como tal, me trataba muy bien.
Era bastante cariñoso y algo serio en ocasiones.
Celoso cuando otros me miraban y como era de esperar.
no muy bueno en la cama.
Sus eyaculaciones eran de semen abundante, pues lo que más amaba de el no era su polla.
sino sus huevos.
Ah.
eran hermosos.
La pija no la tenía muy grande.
Unos 14 a lo mucho o 15 para ser más exacta.
pero yo siempre he tenido un morbo por los testículos, y es que son una parte a la que le doy mucha atención, sobre todo porque me gusta sentir como juegan en mí boca.
Claro, tienen que estar depilados.
Eduardo era un novato en el sexo.
Nuestra primera relación la hicimos sin condón y el derramó toda su leche en mí nada más entrar por mí coño.
Tuve que hacerme una prueba de embarazo porque por unos días tuve un retraso y dada la cantidad de leche que me entró.
era mejor estar segura.
Desde entonces el sexo con el fue mejorando.
Yo iba lento.
Cada pocos días, después de clases, le invitaba a casa a coger un poco o simplemente a practicar sexo oral.
Dado que a esas horas la casa estaba sola, nos desnudábamos y nos acostábamos en el sofá.
Poníamos la televisión y nos uníamos en un 69 donde nos pasábamos largos ratos comiéndonos la entrepierna.
Yo iba debajo de el, pues así no me cansaba tanto la garganta.
Me gustaban esos momentos porque eran muy tranquilos.
Tenía una polla para mi.
algo que comer y con calma me hacía eyacular dentro de mis labios.
Miraba la televisión distraídamente o a veces lo hacíamos los dos.
Como dos novios, solo que en vez de estar abrazados lo estábamos en esa posición.
Le gustaba que me arrodillara, que lamiera durante un largo rato.
En fin, él era fan del sexo oral.
A veces me tomaba desprevenida y la leche me brincaba en la cara.
Me reía con el y luego el me limpiaba amorosamente con sus dedos.
Me miraba tierno mientras recogía su propio semen con las manos y me lo devolvía a los labios, frotándomelos como si fuera un labial.
Acto seguido yo brincaba a sus brazos y lo abrazaba para llenarlo de besos.
Pero con el pasar de las semanas yo quería mas y mas.
Necesitaba sexo del duro, de ese que siento que me parto en dos.
Así pues, decidí que había pensado entregarle otro de mis agujeros.
el que seguía siendo virgen.
Llegue a esa conclusión luego de escuchar a madre gemir como gatita cuando una noche trajo consigo a alguien del trabajo.
Todavía recuerdo ese momento cuando Clarisa salía de la ducha envuelva en su bonita toalla de princesas y se acercó a la puerta de madre.
Yo estaba limpiando las escaleras cuando ella me llamó.
Me acerque.
Sentí el aroma limpio de ella y la cara roja que estaba poniendo mientras sostenía la toalla.
—¿Que es?
—¿creo que mamá esta sufriendo o es mí imaginación?
Nos pegamos a la puerta y si.
allí estaba la voz de ella que se escuchaba incluso por encima de la gruesa puerta.
Una voz tierna y sutil que pedía más y más y decía por detrás, por detrás.
Clarisa levantó una ceja.
Yo estaba algo.
impactada por todo.
—Le están dando por el culo — río mí traviesa hermana y luego se fue de puntas a su cuarto.
Yo también me fui.
Antes había escuchado gemir en los vídeos porno a las chicas cuando les daban por atrás.
Parecía doloroso.
Mis únicos tocamientos allí eran cuando Eduardo a veces pasaba su lengua por esa entrada o cuando me tocaba con los dedos.
Me dedique a buscar sexo anal en la computadora.
Quería saber de todo.
Fue una mala idea hacerlo en la computadora de la sala, pues una noche mamá nos habló a mí y a mí hermanita.
—¿Quien de ustedes anda viendo porno de la maquina? — preguntó con aire enojado.
Clarisa y yo nos miramos con nervios
—Yo tengo teléfono —dijo Clari con rapidez.
—Me la van a llenar de virus — fue todo lo que dijo, ya más calmada, y nos dejó ir.
Mí hermana me echó la bronca.
Ella también veía porno, pero desde su teléfono.
Somos chicas.
No tenemos padre, así que los hombres no es algo que veamos por acá muy seguido.
Pero yo ya había conseguido toda la información que necesitaba y mí corazón estaba feliz ante la idea.
Iba a dejar que la verga de el se metiera dentro de mí.
y si me iba a gustar o no.
pues eso mí culo lo diría.
Necesitaba primero lubricante vaginal, así que esa tarde salí de compras con mí hermana a la farmacia.
Ella había ido inocentemente a comprar algunas cosas para un experimento de química y grande fue su sorpresa cuando vio la botella de lubricante en la lista de compras.
—¿que te pasa? ¿No estás mojando bien? —preguntó con una inocencia preocupante.
—Es para.
algo más — le dije insegura.
Mí hermana se puso un poco del lubricante en el dedo y se lo llevó a la boca.
—¡Ay! ¡que rico! Sabe como a fruta.
Ya en la casa, mientras ella hacia la tarea en la computadora, yo estaba dándole vueltas al frasco y probando el sabor de esa rica sustancia creada por los dioses, e imaginando lo rico que debería sentirse coger con una polla bañada con ese sabor.
—Voy a hacer sexo anal —le conté a clarisa.
Mí hermana se giró despacio, visiblemente incómoda.
—bien.
no quería saber eso.
—¿Crees que duela?
Clarisa cruzó sus fuertes piernas.
—Mmm.
No lo sé.
Nunca me la han metido por allá… aún ¿y como es que te han dado ganas?
—Simplemente curiosidad.
Quiero saber qué se siente.
Mí hermana se había apenado.
—Pues creo que si.
Muchas lo hacen.
Vamos a ver que dice Google.
Nos la pasamos un rato mirando esas paginas de consejos femeninos y sexualidad.
Decía que la chica tenía que ponerse relajada y que había mucha necesidad del juego previo para que la zona estuviera bien lista para ello.
Clarisa se mostró interesada también, aunque algunos de los comentarios de las mujeres decían que era una actividad dolorosa y que no a todos los hombres les gustaba meterse el pito por ahí.
—¿ya le preguntaste a Eduardo si quiere?
—creo que no se quejará.
Mí culo es perfecto.
Clarisa se levantó y rió mientras iba a buscar un libro en su biblioteca
—por Dios.
tengo mejores nalgas que tú.
Le di una nalgada fuerte.
Me había dolido su comentario, pero sólo un poco.
—Mí hermana culona.
—obvio, mami.
Clarisa puso la pagina en sus marcadores.
Hasta hoy la visita de vez en cuando.
Total que yo ya estaba lista para el gran día.
Y si Eduardo me decía que no.
pues iba a ser una gran decepción para mí.
Fui al baño a probar hasta dónde soportaba el dolor.
Me puse un poco de lubricante en el culo y un poco en la tapa de un brillo labial.
Para mí sorpresa el objeto entró con facilidad dentro de mí, aunque claro, no sin un poco de dolor.
Sin embargo, ese momento fue sumamente placentero para mí.
Es una sensación difícil de contar porque hay tanto que pensaba entre esos momentos.
Claro que la polla de Eduardo era mas grande que un labial y estaba algo mirando hacia arriba, por lo que iba una a ser una sensación completamente distinta a la ya acostumbrada.
Lo único que me hacia dudar era en si mi novio soportaría la idea de darme por el culo sin correrse el el momento.
El día señalado llegó al fin.
Mi hermana estaba en sus clases de natación y mamá, en el trabajo.
Apenas llegó Eduardo, me tiré a sus brazos para llenarlo de besos y acariciar mi lengua con la suya.
El era un gran besador.
Solía meterse mi lengua entre los labios y succionar deliciosamente, lo cual me volvía loca.
—No traje condones— dijo el bobo, aunque eso no era problema.
Desde que yo tenía quince años y dado que mi madre ya sospechaba de mi vida sexual, y luego de darnos una charla incomoda sobre sexo, pollas, relaciones, ETS y demás, una tarde llegó y dijo, como si nada, que había comprado condones por si acaso.
Además ella tenía y tiene todavía un amante que la sigue queriendo.
Tomé uno de esos condones y rápidamente, casi desnudándonos por las escaleras, llegamos a mi cuarto.
Dejé la puerta abierta de par en par.
Me daba mucho morbo.
No tarde nada entre sacarme la tanga y dejar que Eduardo me hiciera suya en ese momento
Su polla estaba tan parada y tan rica que me la llevé hasta la garganta y mamé de ella durante largo rato.
Sus huevos llenos de esperma estaban duros y me dedique a ellos un momento, provocando en el esa sonrisa de satisfacción.
Le miraba con la conocida cara del amor, y me sentí tan enamorada de ese muchacho que pensé que él era realmente el indicado.
Tiró suavemente de mi pelo mientras yo me acariciaba las tetas para ver lo lista que estaba para recibirlo.
De inmediato me coloque a cuatro patas sobre la cama y saqué el lubricante de la mesa de noche.
Se la di.
—hoy me vas a dar por atrás.
—No jodas.
¿ de verdad?
—sip.
Si cara se iluminó un poco mas.
Entonces eleve la espalda baja y luego me amodorre sobre una almohada.
Noté las manos de Eduardo poniéndole el lubricante a mi ano, despacio y con cuidado.
Luego se coloco el condón y también le puso una dosis de lubricante.
—¿Te saco una foto?
—pero la borras.
Lo hizo y me la mostró.
Se veía la delgada linea de mi conchita aplastada y lisa, sin un solo vello que la tapara.
Y poco mas arriba, la estrecha entrada que nos importaba, pequeña y llena de lubricante.
—ábreme un poco —le pedí.
El lo hizo despacio, separando mis nalgas y luego noté sus dedos bailando por toda la entrada, que cada vez se notaba mas ansiosa por ser rota.
Entonces dio inicio.
Como había sospechado, sentí dolor y ardor aunque tenía mucho lubricante.
Me abrí yo misma el culo mientras Eduardo dirigía su polla con esfuerzo y puntería.
Me entró el glande.
El se quejo de que apretaba mucho.
Los ojos se me llenaron de lágrimas y mordí una sabana cuando fue metiéndose mas.
—la saco ¿verdad?
—al contrario —le dije, sudando.
—empuja mas.
—Me ardían las mejillas.
Trataba de no pensar en el dolor y en nada que no fuera en él y en el placer que se me había prometido.
Y lo hizo.
Grite un momento y eso fue todo.
Cuando el la saco.
subí al paraíso.
Era una sensación taaaaaan rica que cerré los ojos de puro gozo.
Luego otra vez dolor cuando el la metió y nuevamente el Cielo bendito cuando la saco.
Le pedí que me tomara fotos.
Necesitaba verme allí.
Y el lo hizo.
Tomo unas diez y me las pasó para mirar.
Mi culo era la estrella.
mi concha brillaba por la lubricación natural, pero el artificial también estaba allí y las manos de Eduardo se habían quedado marcadas en mis pompas, las cuales él nalgueaba con fuerza; me sentí una reina en la cama porque me había unido a las mujeres que conocían el placer anal.
Por un rato mas, Eduardo bombeo dentro de mi y yo estaba poseída y gemía tan dulcemente como una princesa que el no tardo en decir que iba a terminar.
Derramó su semen dentro de mi culo.
Le pedí que se quitara el condón y que dejara toda la eyaculación dentro de mi.
Después de eso y de que yo me hubiera corrido unas veinte mil veces, lo abracé y le llené de besos por todo el cuerpo.
Cuando recupero la erección, baje por otro condón y se lo volví a poner, pero no hicimos anal, sino un rico vaginal en el que el me monto muy bien y eyaculo otra vez dentro de mi.
Desde ese día y durante los meses que siguió nuestra relación, el sexo anal fue algo cotidiano.
El culo se acostumbra a las penetraciones y deja de haber dolor.
—¿dolió? —pregunto mi hermana mientras estábamos haciendo la cena antes de que mama llegara.
—¿Que cosas?
—El anal.
—Me corrí como diez veces —le dije con risas.
Clari llevaba unos mini shorts de pijama.
Se dio una fuerte nalgada y sonrió.
—ya me tocara a mi.
Era un hecho, pero mientras, yo ya había logrado un objetivo mas en mi vida sexual y era feliz
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