Mi primera vez fue con una vecina
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Como dije en el título; Una de las experiencias mas lindas de mi vida.
Pasó como una casualidad, pero fue algo maravilloso para mí.
Una vecina cuyo nombre no recuerdo, me inició en los caminos sublimes del sexo.
Estaes la historia;
Como ya conté en dos respuestas; Ya a los cinco o seis años, tuve mis primeros jueguitos sexuales.
Todos los fines de semana, íbamos a pasar el domingo al club del trabajo de mi papá.
Acercándome a los vestuarios, descubrí que en una de las banderolas del vestuario femenino, había una pequeña rajadura por la que pude espiar muchas veces.
Así vi la belleza del cuerpo femenino en todas las edades y del color de piel que sea.
Me volvían y me vuelven loco los pechos grandes y los triángulos de vello.
Había algunos con poca cantidad.
Había otros con mucha cantidad y eso era lo que más me gustaba,.
Quizás a los siete u ocho tuve mi primer orgasmo, cuando frotaba mi penecito contra las sábanas.
Lo único que hice aquella noche, fue frotarlo hasta que un cosquilleo muy extraño apareció y creció, creció, creció.
.
.
Hasta que me hizo explotar de placer.
De ahí en más, trataba de hacerlo todas las noches.
Y siempre en mi mente, esos pechos o esos triángulos de pelos pubianos.
La alegría del mi primera vez, se hizo un tiempo más tarde.
Yo tenía nueve años y venía de una clase de idiomas.
Una mujer tomó el mismo colectivo que yo y como era un día tormentoso y frío y el colectivo no llegaba, nos empezamos a quejar y entablamos una conversación.
Resultó que vivía a un par de cuadras de mi casa.
Por ese día, nos despedimos, pero ahí empezó a plantarse la semilla de la inmensa felicidad que vendría un tiempo después.
Nos encontramos en aquella parada un par de veces más y en la segunda, ella cargaba unas bolsas de mercaderías y me pidió si podía ayudarla.
Le dije que sí y la acompañé hasta la puerta del edificio donde vivía.
Y me invitó a pasar.
Aclaro que mis padres me habían avisado y explicado sobre el abuso sexual y siempre obedecí.
Solo que yo era lo que hoy se llama; Un niño precoz; Es capaz de hacer cosas que se cree que sólo es para adultos.
Igual me arriesgué.
Y reconozco que me jugué bastante, pero esa vez, valió la pena.
Mi vecina me invitó a pasar y me ofreció gaseosa.
Empezamos a conversar; Le conté que estaba en cuarto grado, me iba bien.
No recuerdo dónde me dijo que trabajaba.
Y se sentó al lado mío, pasó su brazo izquierdo por el respaldo del sofá y después de unos minutos, rodeó mis hombros.
De a poco, me atrajo hacia ella y me preguntó si tenía novia.
Le dije que todavía no, pero que me gustaba una chica de mi colegio.
Luego me dijo que era un chico muy bueno y servicial y que me estaba agradecida.
Mi cara estaba cerca de su seno izquierdo y no podía evitar mirarlo de reojo.
Eran de tamaño mediano y me gustaban.
Giré un poco mi cara y apoyé la punta de mi nariz allí.
Enseguida sentí el revés de sus dedos acariciando mi mejilla.
Era un ademán dulce y cálido y sentí un extraño cosquilleo en la base de mi pequeño pene, que aumentó un poco de tamaño.
Me dijo después que era un niño muy lindo y buen mozo.
Que era una lástima que todavía no tuviera novia ni supiera besar como se besan las parejas.
Le dije que sí, que sabía, ya que en una fiesta, jugando a ser novios con una amiguita, nos habíamos besado muchas veces.
Y me dijo; ¿Ah si? ¿Y cómo lo hacían? Y medio enfrentó mi cara.
Sentí el típico mariposeo en el estómago, que enseguida se transladó a mi pito, haciendolo endurecerse algo más.
¿En serio se lo muestro? Le pregunté.
En esos años, no se podía tratar de tu, a las personas mayores.
Y me dijo; Si.
Así hacíamos, le dije.
Y apoyé mis labios estirados hacia afuera sobre sus labios.
Y la besé suavecito varias veces.
¿Y tu amiga cómo hacía? Me preguntó.
Igual que yo.
Contesté.
Y agregó; A ver si me sale.
¿Así?
Y me beso varias veces de la misma manera.
Si.
Así.
Le contesté.
¿Y se besaron muchas veces? Me preguntó.
Si.
Los dos al mismo tiempo.
Contesté.
Y se me ocurrió preguntar; ¿Le enseño?
Y me dijo; ¿A ver?
Volví a besarla repetidas veces y ella me besó.
Su seno izquierdo ya tocaba mi pechito y se sentía maravilloso.
Me rodeó con sus brazos y me atrajo más hacia ella.
Yo me animé y también la abracé.
Repetimos los besos varias veces y con la excusa que la posición le incomodaba, me dijo que me pusiera de pie, frente a ella.
Luego abrió las piernas y me volvió a abrazar.
Pude sentir sus senos contra mi pecho y cerré los ojos.
No sabía qué era lo que sentía, pero aquel doble bulto blando y cálido, despertaba en mí, algo nuevo y distinto que no sabía todavía identificar.
Y siguió con sus halagos; Sos un nene muy bueno, lindo y cariñoso.
Me encanta abrazarte.
A mí también, le dije.
Ahí tomé de golpe, conciencia que todo mi cuerpo tocaba el de ella.
La parte frontal de mi pantalón tocaba la parte frontal del pantalón de ella, y no pude evitar más la erección.
Y me dijo; ¿Jugamos a ser novios?
¿Y cómo podría haberme negado? Contesté afirmativamente y seguimos con los besos.
Luego me preguntó si me gustaban sus pechos y le dije que si.
¿Querés verlos? Contesté que si.
Y se levantó primero la blusa y luego el sostén.
Era la primera vez que tenía dos tetas ante mis ojos.
Estaban coronadas por dos pezones violáceos del tamaño de la punta de un dedo meñique.
Yo los miraba maravillado.
Luego me dijo; Los novios también muestran el pecho a sus novias.
Bueno.
Contesté.
Me saqué el pulover y la corbatita del uniforme y sus manos luego, me desprendieron uno a uno, los botones de la camisa.
La mitad de mi cuerpo, quedó desnudo.
Luego ella hizo lo mismo.
¡Qué lindo que es mi novio! Dijo.
Y retomamos los besos al mismo tiempo que sentí sus tetas calientes y duras, aplastarse contra mi pechito.
¡Aaaaaaaah, qué dulzura! Cada vez que lo recuerdo, vuelvo a sentir aquella sensación.
Beso va, beso viene, fui entrando en el juego.
Sus manos acariciaban mi espalda, mis hombros, mi pancita.
Yo imitaba sus movimientos, aunque dudé cuando las deslicé sobre los pechos, pero ella misma las dirigió allí.
Hermosos.
Unos pezones duros y hermosos se refugiaron en los huecos de mis manos, que de a poco, empezaron a acariciarlos más acertadamente.
Y me abrazaba con dulzura y suavidad y mi bultito rozaba la entrepierna del pantalón de ella.
En un momento que nos separamos, bajé mi mirada.
Mi pequeña erección era más que notable.
¿Qué mirás?.
Me preguntó.
Nada.
Contesté.
Pero mis continuas bajadas de vista, delataban mi deseo de ver lo que había debajo de su pantalón.
¿No sabés lo que tengo ahi?
No.
la verdad que no.
¿Querés ver?
¿Puedo?
Si.
Mirá.
Y se desprendió el pantalón y lo bajó, dejando al descubierto una bombacha bordada, de color rosa.
¿Nunca viste una mujer desnuda? Me preguntó.
Dudé en contarle que cuando más niño, yo espiaba por la rajadura de la banderola del vestuario femenino del club done mi papá nos llevaba, y le dije que no.
Y como mi mirada nuevamente descendió a su entrepierna, me dijo si quería verla a ella.
Bueno, contesté.
Me miró sonriente, se puso de pie, quedando su pelvis un poco mas arriba de mi cara y se desnudó definitivamente.
Ante mis ojos apareció un triángulo de vello casi negro, grueso y muy tupido, que nacía de entre las piernas y se amplificaba hacia arriba, hasta un poco mas de la mitad de las íngles.
Entre maravillado y sorprendido, dije; ¡Qué hermoso!
Y se me ocurrió agregar; Solo que yo no tengo lo mismo.
¿Ah no? ¿Y qué tenés entonces?
Esto.
Miré.
E imitando sus movimientos, me desprendí el pantalón y lo bajé al mismo tiempo que los slips de lino que se usaban en esa época, quedando tan desnudo como ella, que sonrió pícaramente y me dijo; Es muy lindo también lo que vos tenés.
Y volvió a sentarse, despojándose definitivamente de todo vestigio de indumentaria.
Luego sujetó mi ropa, caída hasta los pies y me dijo que hiciera igual.
Quedamos definitivamente desnudos los dos.
Luego me sentó en su falda y me acarició dulcemente.
Había llegado, por fin, el momento más sublime; Me hizo ponerme de pie nuevamente entre sus piernas y agarrándome de las caderas, dirigió mi pito parado hacia la entrada de su ardiente vagina, que lentamente, lo fue tragando.
Todavía puedo recordarlo; La cabeza de mi pito estaba al descubierto y la vi primero abrirse paso entre los labios vulvares, carnosos y con algo de vellosidad.
Luego siguió el tronco, al que vi desaparecer lentamente, tragado por ese agujero inmensamente goloso.
¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaah! ¡Qué sensación fantástica fue sentir mi pija pequeña completamente atrapada en esa caverna carnosa, caliente y mojada, y luego sentir aquella vellosidad pubiana áspera, tocar mi pubis lampiño.
Yo no entendía el por qué.
Pero aquello era mucho mejor que cuando la frotaba contra las sábanas.
Mi vecina me volvió a abrazar dulcemente, mientras seguía con sus caricias y halagos.
Yo no prestaba atención.
Con mis ojos cerrados, me concentraba en sentir esas cosquillas increíbles que comenzaron a nacer cuando la punta de la cabeza de mi pene, tocó la piel de los labios vulvares, y crecieron cada vez más.
Y más.
Y más, a medida que se efectuaba esa divina penetración.
¿Qué era aquello? ¿Qué me estaba pasando? ¿Por qué ese cosquilleo tan intenso en todo mi pito? No lo se.
Sólo entendía que era la sensación más linda que había experimentado hasta ese día.
Finalmente, mi inolvidable vecina me agarró de las caderas y comenzó a moverme despacio hacia adelante y hacia atrás.
Yo sentía cómo mi pija entraba y salía de esa vagina mojada, lujuriosa y ardiente.
Mis ojos seguían cerrados, porque la sensación de cosquillas, había aumentado.
Sus suspiros provocaban los mios; Aaaaah.
Aaaaah.
Aaaaah.
Aaaaaah.
Si.
Si.
Si .
Si.
Qué hermoso.
Qué hermoso.
Aquello era lo más hermoso que había vivido.
Finalmente, ella se recostó en el sofá, con sus piernas completamente abiertas y me dijo que me acostara encima.
Y volviendo a agarrarme de mis caderas, me empezó a mover nuevamente hacia adelante y hacia atrás.
En realidad sólo la mitad de mi cuerpo quedó encima de su cuerpo.
Mis pies seguían sosteniéndome.
Luego me soltó y me dijo que hiciera yo mismo, los movimientos.
Esta vez, pude sentir la total aspereza de sus pelos púbicos, rozando mi pubis lampiño.
pero no me molestó.
Al contrario: Siempre había querido experimentar eso mismo y no sólo me encantó, sino que me marcó a fuego.
Tanto que hasta el día de hoy, no me gustan los pubis depilados o afeitados.
Los sigo prefiriendo al natural.
Cuanto mas abundantes sean los pelos, mejor.
Mi cadera aprendió enseguida los movimientos a hacer.
Y mitad de pie y mitad acostado sobre ella, seguí frotando mi pubis sobre el de ella.
Mi pequeño pito entraba y salía a medias de esa maravillosa y lujuriosa vagina, quedando la cabeza siempre adentro.
Y esas cosquillas.
Esas cosquillas.
Ah, ¿Cómo describirlas? Intensas, fuertes, que se extendían desde la punta de la cabeza de mi pija, hasta si mal no recuerdo, todo mi aparato genital.
Cosquillas.
Cosquillas, Cosquillas.
Muchas.
Muchas cosquillas.
Y los suspiros de ella.
Y los suspiros míos; Aaaaaah, Aaaaah, Aaaaaaah, Aaaaaah.
Sólo cosquillas.
Muchas.
Muchas cosquillas.
Solo suspiros.
Sólo ojos cerrados, concentrándonos en las cosquillas.
Un mundo, un universo de cosquillas.
Cosquillas.
Cosquillas.
Puras cosquillas.
Aaaaah, Aaaaaah, Aaaaah, Aaaaaah.
Hasta que escucho a mi querida vecina estremecerse en un escalofrìo y gemir; ¡Hmmmmm! ¡Hmmmmmm! ¡Hmmmmmm! ¡Hmmmmmmmm!.
¡Ah! ¡Ah! ¡¡Ah!! ¡¡Ah!!
¿Y yo? Enseguida comencé a sentir lo que sentía cuando frotaba mi pene contra las sábanas, pero más intenso y mucho más apetecible.
Empezó a nacer en la base de mi pija y a crecer.
A crecer.
A crecer.
Y a crecer.
Cada vez más.
Y más.
Y más.
¡Y mas!.
Aaaah.
Aaaaah Aaaaaaaah ¡¡Aaaaaaaaaaah!!
Y exploté en aquel orgasmo inolvidable.
En seco, si.
Pero inolvidable.
Quizás el mas lindo de toda mi vida.
Lentamente me relajé sobre ella, aún con mi penecito duro, que lentamente empezó a ablandarse y salir.
Nos miramos y nos sonreímos.
Ella me tendió los brazos, indicándome que me recostara junto a ella.
Nos abrazamos con dulzura y repetimos las alabanzas.
Luego nos vestimos y ella me acompañó hasta la puerta.
Mi familia no me preguntó nada.
Hubo una segunda vez con ella, que escribiré con mucho gusto si esta parte es aprobada.
Es verdad que yo tenía nueve años y mi vecina sería de entre veinticinco a treinta años, pero les aseguro; No me sentí mal ni tengo ningún complejo.
Al contrario.
Y si aquí la estoy contando, la razón es una sola; repito que fue una de las experiencias más lindas de mi vida.
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