Mi vecina la fisiculturista…
Un hombre que tiene por vecinos a una pareja de fisiculturistas, en una ocasión que su vecino salé de viaje para participar en una competencia, la esposa le pide al vecino que la ayude a revisar sus rutinas de ejercicios, y él lo hace envolviéndose profundamente. .
Mi vecina la fisiculturista…
Un día mientras me encontraba limpiando mi patio trasero, comencé a escuchar unos gemidos y bufidos, que me hicieron pensar que mis vecinos mantenían un encuentro sexual en medio de su patio.
Al asomarme discretamente, me di cuenta de que se trataba de mi vecino, él estaba haciendo sus ejercicios de pesas, mientras que su esposa también hacías ejercicios, y lo observaba de lo más aburrida.
A los pocos días mi vecino salió de viaje a una competencia fuera del país, quedándose mi vecina sola en casa, pero al parecer su rutina no cambiaba para nada, en las mañanas salía a atender el gimnasio.
Ya en la tarde casi de noche se ponía a hacer sus rutinas de culturismo, momento que yo aproveché para en medio de todo, decirle lo bien que se veía.
Ella apenas comencé a decirle que tenía un hermoso cuerpo, se esmeró más en las poses que estaba practicando, pero de momento me preguntó si se le notaba algo de grasa en su pancita.
La que de paso estaba muy bien definida, sin esfuerzo se le notaban los músculos de su plano vientre, al acercarme para ver mejor, de inmediato le dije que se veía regia.
Ella tomándome la mano, inesperadamente me la llevó a palpar su plano vientre, lo que yo algo nervioso, aun a sabiendas de que su marido no se encontraba acepté hacer.
Nuevamente me preguntó, a lo que yo con algo de mayor confianza comencé a tocar con la yema de mis dedos, para volver a decirle que se encontraba fabulosa.
A lo que mi vecina sin soltarme la mano la dirigió prácticamente sobre sus bien formados senos, diciéndome en tono serio, toca, toca y dime si sientes alguna irregularidad.
Yo con algo más de confianza, dirigí ambas manos a sus pechos, los que suavemente comencé a acariciar, y aun muerto de vergüenza, le dije que no, que para mí eran perfectos.
Yo comencé a sudar a chorros, y ella sin soltar mi mano derecha, la colocó entre sus muslos, apenas unos pocos centímetros de su coño.
Fue cuando me preguntó ¿Cómo se siente? En ese instante nuestros cuerpos se encontraban apenas separados por unos pocos centímetros, podía sentir el calor de su piel, el aroma de su sudor que me embriagaba.
El ver en sus ojos un brillo que en ocasiones había observado cuando en otras ocasiones me había hablado, pero que yo aquello de que era la mujer de mi vecino, no había querido darle importancia, pensando que eran solo las ilusiones mías, que me hacían ver lo que no era cierto.
Pero en esos instantes, era más que evidente que ella realmente si estaba interesada en mi persona.
Al volverme a preguntar, mientras mí mano prácticamente tocaba su coño, apenas oculto por la pequeña tela de la mini trusa plateada.
Le respondí. “Bien caliente.” Sus ojos se abrieron y al mover mi mano tuve entre mis dedos su esplendoroso y caliente coño.
En cosa de segundos, en medio de su patio nos comenzamos a besar como un par de desesperados, mis manos recorrían su fenomenal cuerpo, mientras que yo pensaba que eso era un sueño hecho realidad.
En cuestión de segundos la mujer de mi vecino se desprendió de todo, quedando hermosamente desnuda frente a mis ojos, sus manos de manera algo acelerada buscaron bajarme los pantalones.
Por lo que tuve que hacerlo yo mismo, y ella al ver mi verga completamente erecta, sus ojos se abrieron desmesuradamente, y eso que no soy un monstruo.
Nos seguimos besando y acariciando, al tiempo que lentamente nos recostamos sobre una de las colchonetas donde ella y su marido hacían ejercicios.
Al tiempo que la escuchaba decirme, en medio de su desespero, que se lo metiera, no me lo tuvo que decir más de una vez, dirigí mi verga directo a su depilado coño, y la satisfacción que sentí al comenzar a penetrarla fue algo increíble.
Mi vecina a medida que yo la penetraba me apretaba con fuerza contra su hermoso y musculoso cuerpo, diciéndome que siguiera.
Sus caderas comenzaron a moverse divinamente bajo mi cuerpo, al tiempo que, con mi boca, chupaba como loco sus musculosos senos.
Sus gemidos y gritos de placer, sonaban como las de una loba en celo, mientras que yo procuraba en todo momento hacerla mucho más feliz.
Por un buen rato, continuamos tirados sobre la colchoneta, cuando se me ocurrió cambiar de posición, a lo que ella gustosamente aceptó, colocándose Isa en cuatro patas, mientras que yo me coloqué justo de tras de ella, dirigiendo mi verga a su sabroso coño, mis manos acariciaron sus hermosas tetas mientras que sus caderas se movían sin cesar de lado a lado.
Era algo fuera de este mundo, pero me encontraba tan y tan excitado que temí correrme como un pendejo, así que sin decirle nada, saqué mi verga de su coño y antes de que ella pudiera reaccionar coloqué mi rostro entre sus hermosas nalgas y con mi boca busqué su coño.
Ella dio un grito de placer al sentir que separando sus piernas introducía mi cara entre sus bien formados muslos, y sin demora me dediqué a chuparle intensamente todo su coño.
Era mi primera vez con ella y deseaba intensamente que fuera algo inolvidable, así que a medida que con mi boca succionaba su inflamado clítoris, con mis dedos, hurgaba febrilmente dentro de su coño, arrancando en la mujer de mi vecino, gritos de placer como nunca antes había escuchado.
No contento aun la volví a penetrar, dirigiendo mi verga nuevamente a su sabroso coño, mientras que me decía una y otra vez. “Dame más duro papi.”
Hasta que sentí un fuerte chorro que salí de su coño, pensé por unos segundos, que ella se había orinado, pero rápidamente me di cuenta de que mi amante disfrutaba de un salvaje orgasmo.
Todo su cuerpo temblaba entre mis brazos, de su cuerpo aun brotaba gran cantidad de flujo vaginal o que se yo, mientras que sus ojos se ponían en blanco.
Los dos nos quedamos recostados sobre la colchoneta, quien sabe por cuánto tiempo, tanto ambos nos encontrábamos tendidos uno al lado del otro.
De momento sentí que una de sus manos me agarró mi flácido miembro, su rostro se dirigió a mis entrepiernas y en cosa de segundos esa hermosa mujer se puso a mamar mi verga, la que casi por arte de magia se volvió s tonificar.
Por unos instantes me estuvo mamando deliciosamente mi verga, hasta que de momento nos pusimos a jugar sobre la colchoneta, a medida que yo mismo me fui quitando el resto de mi ropa, a ella le dio por que nos pusiéramos a luchar.
De más está decirles que fácilmente me pudo dominar, y no es que yo se la haya hecho fácil, no que va.
Una vez quedé completamente desnudo bajo la luz de la luna, ella prácticamente me obligó a que me quedase recostado sobre mis espaldas.
A pesar del esfuerzo real que yo hice por zafarme, fue inútil, la mujer estaba sentada sobre mi agarró mi verga entre sus dedos y masturbándome ligeramente, la dirigió nuevamente a su sabroso coño.
Por otro buen rato se puede decir que cabalgó sobre mí, hasta que de momento y con rapidez inusitada se levantó ligeramente y colocó todo su coño sobre mi rostro, restregándomelo una y otra vez.
Al tiempo que yo se lo volvía a lamer y chupar, definitivamente físicamente me dominaba, continuamos su juego, y colocando sus hermosas nalgas sobre mi cara, prácticamente me obligó a que le introdujera mi lengua dentro de su apretado culo.
Por unos instantes me volvió a mamar mi verga, haciéndome sentir la fuerza de sus brazos, era algo increíble, yo me encontraba prácticamente a su merced.
En medio de nuestra desigual lucha, yo trataba de zafarme, pero con mayor fuerza me apretaba contra su musculoso cuerpo, hasta que, en cierto momento, cuando volvió a colocar su coño sobre mi rostro mientras me apretaba con sus piernas, no sé cómo se me ocurrió ponerme hacerle cosquillas.
Eso la desarmó completamente, sus rizas e intento de escapar de mis dedos, la hicieron quedar tendida sobre la colchoneta prácticamente sin fuerzas para dominarme.
En ese instante al ver sus piernas abiertas, la verdad es que me provocó volver a mamar su sabroso coño, al tiempo que colocaba mi verga frente a su rostro, y nuevamente se dedicó a mamármela y de cuando en cuando me besaba y lamía mis testículos, hasta que tanto ella como yo disfrutamos de una corrida sin igual.
Después de un largo rato de reposo, ambos nos pusimos de pie, besándonos nuevamente, fue cuando ella algo avergonzada me dijo. “Sabes mi marido es muy buen hombre, pero lleva años que no me hace ni una décima parte de lo que hicimos esta noche tú y yo.” “
Él a pesar de su cuerpazo, casi no se le para, además sus testículos se encuentran atrofiados por tantos esteroides que toma.”
“No sé realmente si me crees o no, yo lo amo a él, hasta ahora nunca le he sido infiel, pero necesito de las atenciones que tú me terminas de brindar. Así que mucho te agradecería que no dijeses nada, y no me vuelvas a buscar.”
Yo como me precio de ser un caballero, bueno la verdad es que con una mujer así, si dice que no es no y se acabó.
Así que me resigné, a que jamás volvería a disfrutar de su intima compañía, pero como a la semana de haber regresado su marido, una tarde mientras que él se encontraba en el gimnasio, sentí que tocaban la puerta trasera de mi casa, era ella.
Apenas vestida con su pequeña trusa plateada, y de manera seductora me preguntó si podía ayudarla a revisar sus rutinas de posees.
Desde luego que la ayudé y volvimos a tener un salvaje encuentro entre nosotros, es cierto que me lastimé la espalda, pero que mucho lo disfrutamos los dos.
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