Mi vecino El Flaco
Mi vecino, salta el muro para darme placer.
Mi vecino, a quién conocía como el flaco, era un hombre mayor, acostumbraba mirarme por sobre la pandereta que hacía de limite entre los patios de nuestras casas, cuando se encontraba solo me hablaba, prefería hacerlo a eso de las 2 de la tarde, cuando en las pequeñas calles del sector no circulaba gente, los vecinos en su mayoría trabajaban y en verano, los chicos y las chicas de mi edad habían viajado a otros lugares para pasar sus vacaciones, yo me quedaba en casa, hasta que mi mamá tomara su descanso anual.
El flaco, era un hombre alto, no sé su edad exacta, calculo tenía unos 40 años años, casado, dos hijos, su mujer había viajado con los niños, él estaba solo en casa y esos días me miraba desde ese lugar, me saludaba, conversábamos un rato, me hacía reír, disfrutábamos esos pequeños momentos, aprovechaba en algún momento para decirme alguna cosa linda, me hacía querer, pasado los días, comencé a salir con short y polera, con sandalias, sin sostén, sin calzón, sentía cuando él caminaba hacia el muro, entonces me agachaba, de alguna manera me acomodaba, para que él pudiera observar mi culo deseoso o mis piernas, tal vez las tetitas de esta chica de 15 años entonces.
Ese día, en el mes de enero, me encontraba sola, mi tía, ella vive con nosotras, había salido y no volvería temprano, él sabía que estaba sola, por algún motivo, quizás de manera intencionada, traté de acomodar unas cajas que habían en el patio, pero al no poder moverlas, él se ofreció para ayudarme, entonces saltó por el muro, me ayudó en la tarea esa, conversamos más de lo acostumbrado, él busco un lugar donde sentarse, se apoyo en el muro, la sombra de la tarde le daba frescura a ese sitio, fui en busca de un refresco para él, nos reímos, pero tratábamos de hacerlo en voz baja, para que los otros vecinos o vecinas no se dieran cuenta que estábamos ahí, el patio limitaba con otras cuatro casas y eso lo hacia peligroso y excitante también.
Me quedé de pie mirando como bebía su refresco, él me miraba toda, sus ojos se detenían en mis piernas o en la vagina que se hacía notar debajo de aquel short, entonces decidida, con algún temor a ser rechazada por ese hombre adulto, me di vuelta, dejándole ver mi trasero, entonces lentamente, me bajé el short, hasta dejar ver la rayita que separa mis nalgas, abrí un poco con las manos para que observara mi ano, no hubo mucho preámbulo, en ese lugar, sacó su pene duro desde el pantalón que parecía ahogarlo en ese momento, me tendió la mano sin decir nada, comprendí que debía sentarme sobre ese trozo de carne, terminé de sacarme el pantaloncito y mi vagina se fue abriendo lentamente ante su pene delicioso, me sentía cómoda allí, él me tomó de las tetitas y comenzó a lamer mi cuello, al primer gemido que lancé producto del placer, me tapó la boca fuertemente, entonces comencé a moverme sobre él, me levantaba suavemente y me dejaba caer hasta sentir que todo el pico me había penetrado, la sensación era deliciosa, no tardé en mojarme, me apretaba cada vez más fuerte las tetas, los pezones duros, creí que me mordía el cuello, tuve miedo de quedar marcada por sus labios fuerte o sus dientes, pero prefería seguir dejándome caer sobre él.
El flaco, me pidió que me ubicara para quedar frente a él, no era un tipo muy guapo, aunque tenía un cuerpo hermoso, era de piel morena, sus manos grandes ahora apretaban mis nalgas, yo buscaba sus labios y su lengua me penetró también, comenzó a pasar sus dedos por mi ano, creo que intentaba averiguar hasta dónde estaba dispuesta a llegar o a entregarle, me dejé hacer, entonces sus dedos buscaron mi boca, yo los chupaba como si fuera su pene, él los sacaba y comenzó a meterlos en mi culo caliente, primero uno, luego dos, los metía en mi boca y luego en el ano, mientras mi vagina gozaba a su rico invitado.
Acomodó su camisa y mi polera en el suelo de tierra, me hizo ponerme boca abajo, entonces su lengua se perdió en el interior de mi hoyito, me montó con sus brazos fuertes a mi lado, los mordí con suavidad, entonces su pichula grande me atravesó, el dolor era insoportable, pero la calentura siempre puede más, mi ano no tuvo problemas en abrirse al máximo, su pene parecía romperme las entrañas o lo que fuera dentro de mí, me daba fuerte, duro, casi con violencia, en algún momento me sentí violada y eso me volvía loca, esa era yo, la puta, la perra dispuesta a dar goce, a gozarme a ese macho, ya no se contuvo y su leche entró en mí, inundó mi poto y yo me sentí feliz de poder sentirlo, entonces sin decir nada, se levantó y volvió a saltar el muro, su camisa quedó aquí, como un trofeo para mí.
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