Mientras mi marido se encuentra pescando, ya sea el capitán de la lancha, o alguno de los amigos de mi esposo, me tienen bien clavada.
La esposa de un pescador deportivo, mientras él se encuentra de pesca, ella se relaciona íntimamente con un chico gay, luego que le presta su ropa, posteriormente también se acuesta con el capitán de la lancha en la que pesca su esposo, y con un amigo de este. .
Hasta no hace mucho odiaba los días en que mi esposo, se iba de pesca con sus amigotes, aparte de ser bastante alto, es muy corpulento por no decir que extremadamente gordo.
Cuando nos casamos él era fisiculturista, pero después de que nos casamos a los pocos años abandono la disciplina, y se dedicó a la pesca, por lo que no hay fin de semana que no salga de pesca, antes era en algún bote o lancha de alguno de sus amigos, pero desde hace poco compró una lancha de 25 pies con dos camarotes, cocina, baño, y hasta aire acondicionado, con un par de motores volvo, y un sinfín de cosas que según entiendo solo sirven para salir de pesca.
Mientras que yo me quedaba en casa, aburriéndome como una ostra, hasta que conocí a, un chico gay de la urbanización donde vivimos, mi amiguita es unos cuantos años más joven que yo, ambas comenzamos a ser muy buenas amigas, en privado le gusta que la trate como si realmente fuera una chica.
Él o mejor dicho ella, me pinta el cabello, me arregla las uñas, y hasta nos poníamos a decorar mi casa, en fin, es mi mejor amiga.
Pero un día llegó llorando como una Magdalena, y al preguntarle que le había pasado me contó que después de que terminó de hacer sus ejercicios de natación, al ir a los vestidores, cometió el error de quedársele viendo el miembro a un chico que se encontraba desnudo, que recién y salía de darse una ducha.
El tipo se dio cuenta, y comenzó a humillarlo junto a sus amigos, entre todos a la fuerza, bajo amenaza de golpearlo, y en contra de su voluntad, lo obligaron a que se quitase el traje de baño y se arrodillase.
Además de que le agarraron las nalgas, para después ponerlo a besar o mamar las vergas de todos los presentes, hasta que finalmente, riéndose y burlándose del, se le orinaron encima, dejándolo tirado en el baño en medio de un gran charco de orine.
Pero en esos momentos por sacarlo de la lloradera que tenía lamentándose de no ser una chica, le dije que me ayudase a escoger la ropa que usaría durante la semana para ir a trabajar.
Mi amiguita de inmediato comenzó por aconsejarme, que me quedaba bien y que no, y como era tanta nuestra confianza, hasta me cambiaba de ropa frente a él, en ocasiones quedando prácticamente desnuda, cosa que ni a él ni a mí, parecía afectarnos.
Pero algo en su manera de ver, y tocar mi ropa, hizo que sin pensarlo mucho lo invitase a que si deseaba probarse algo que fuera de su agrado así lo hiciera.
Al fin y al cabo, somos prácticamente de la misma talla de ropa, cuando me escuchó decirle eso, su rostro se iluminó como no tienen una idea, casi de inmediato se quitó casi toda su ropa.
Para mi sorpresa estaba usando unos slips que más bien parecían pantis, su lampiño cuerpo de espalda, más bien parecía el de una chica que el de un jovencito de 19 años, de inmediato tomó uno de mis vestidos y se lo puso.
Realmente no le quedaba nada bien, él al verse en el espejo se comenzó a reír y yo con él, de lo ridículo que se veía, pero las dos continuamos cambiándonos de ropa, y modelando una frente a la otra.
Hasta que finalmente si encontramos un conjunto que le quedaba de maravilla, le peiné su abundante cabellera, lo maquillé de manera que ni su madre lo reconocería, y al verse al espejo, quedó tan sorprendida por el cambio, por lo bonita que había quedado, que me dio un fuerte abrazo y un tremendo beso en agradecimiento.
En esos momentos yo me encontraba únicamente en pantis, y cuando sentí su cuerpo pegado al mío, creo que de manera natural y aun sabiendo que es gay, también lo abracé y continuamos besándonos intensamente.
Honradamente, no pensé que fuéramos hacer nada más, pero de momento comencé a sentir contra mi cuerpo, y aun por encima de la tela de la falda que él estaba usando, su erecto y caliente miembro.
No sé realmente que nos sucedió, pero seguimos besándonos y abrazándonos intensamente, y a pesar de que jamás lo vi como un verdadero hombre.
La excitación entre nosotros dos nos llevó a que, sin dejar de besarnos, le subiera la falda del vestido que estaba usando y le bajase su slip, mientras que él no dejaba de acariciar todo mi cuerpo, en particular mis tetas y mi coño.
Sentí como el miembro de mi amiguito comenzó a penetrarme divinamente, y aun besándonos terminamos recostados sobre mi propia cama.
A medida que yo comencé a moverme, continué sintiendo divinamente como su miembro, entraba y salía de mi caliente vulva, nos abrazábamos intensamente, nos revolcamos sobre la cama un sin número de veces.
Hasta que él quizás por ser su primera vez con una mujer, se vino rápidamente, pero en cierta forma y manera haciéndome tremendamente feliz a mí.
Aunque yo continué dándome dedo, hasta lograr autosatisfacerme, ante los asombrados ojos de él.
Esa tarde los dos descubrimos algo completamente nuevo, al principio se sintió algo avergonzado conmigo, y yo me sentí culpable de haberle sido infiel a mi marido, con él.
Pero hablamos, y quizás por la novedad que resultó ser para los dos, no pasó una hora cuando volvimos a tener relaciones.
Luego me confesó que tan solo mantiene sexo, pero anal y oral con un primo de él, y a pesar de que le dolió algo al principio, le gustó mucho, pero no tanto como el tener sexo conmigo.
Después de ese día, los fines de semana ya no fueron aburridos, para nada, comenzamos a salir juntas, primero se vestía de chica y después nos dedicamos a visitar centros comerciales y en ocasiones almorzamos en algún restaurante, pero al regresar a mi casa terminábamos en mi cama teniendo el más rico sexo que jamás hubiera tenido antes.
Con decirles, que un día hablando de que se sentía tener sexo anal, por curiosidad, dejé que me diera sabrosamente por el culo, cosa que como él mismo me advirtió desde un principio, me dolió algo, pero una vez ya dentro lo disfruté tremendamente.
El tener esta relación, al principio pensé, que yo le estaba siendo infiel a mi marido, pero como a mi amiguita aún continúan gustándoles los hombres, y dejando que su primo se lo meta, lo nuestro es más bien como una especie de juego, entre amigas.
Claro que de eso ni palabra a mi marido, porque seguramente no me entendería, además como lo de él es la pesca, casi no se ocupa de mí realmente.
Ya que de lunes a viernes se la pasa metido en su negocio, y para colmo después de llegar a casa no deja de llamar por teléfono a sus clientes.
Así que, en muy contadas ocasiones, es que llegamos a tener sexo, y en la mayoría de las veces, me veo obligada a tener que mamar su miembro para poder finalmente llegar a algo de sexo.
Bueno, pero desde el pasado mes, mi amiguita se fue a visitar a sus abuelos, y quizás regresé cuando terminé las vacaciones, y digo quizás porque me escribió un e-mail en el que me contó, su primo, el que le dio por el culo la primera vez, lo está compartiendo con varios peones, desde que ambos llegaron a la hacienda de su abuelo.
Debido a que no tenía con quien salir, finalmente acepté acompañar a mi esposo en su lancha, con sus amigos, para salir a pescar.
El primer día en que me monté en la lancha, desde el principio apenas y salimos me sentí mareada, tanto que vomité, por lo que me tuve que poner un parche de benadril para evitar el mareo, y pasar casi todo el tiempo metida en uno de los camarotes durmiendo.
Pero en la segunda ocasión que lo acompañé, lo pasé de manera bien diferente, comencé a pasarlo bien, ya que mientras mi marido se encontraba sentado en la popa, en su silla de pesca, yo me dediqué a tomar el sol en la proa.
Al principio no me había dado cuenta, pero el piloto y capitán de la lancha, no me quitaba los ojos de encima, mientras que mi marido únicamente se dedicaba a pescar.
En cierto momento el capitán, aprovechó un descuido de mi marido, y se ofreció a ponerme la crema para el sol, como mi marido y sus dos amigos estaban entretenidos sacando un pez, le dije que sí.
La cosa es que a medida que el capitán me fue poniendo la crema, por la espalda, deslizó sus manos hasta un poquito más debajo de mis caderas, sin que yo le dijera nada, ya que a medida que él hacía eso, me sentí tremendamente excitada, sobre todo por la posibilidad de que, mi marido, se diera cuenta de lo que sucedía en la proa de su lancha.
Esa noche al regresar a la casa, a dormir, ya que mi marido prácticamente no puede pasar por la puerta de los camarotes.
Sin que él me lo pidiera, ya en nuestra casa, me di un baño y me puse a caminar desnuda frente a él, eso y que me pidiera que le mamase su miembro, fue una misma cosa.
Yo lo hice, con el deseo de que eventualmente me penetrase, cosa que hizo, aunque prácticamente me dejó aplastada, después de todo, pero satisfecha.
Al siguiente día apenas llegamos al bote, me dediqué nuevamente a tomar el sol, el capitán se trajo un sobrino para que mientras el sobrino piloteaba, el capitán me acompañaba en la proa.
Sin que mi marido se diera cuenta, me ayudó nuevamente con la crema para el sol, y sentí sus dedos bien cerca de mis tetas y mi coño, mientras que mi marido no dejaba de tirar y recoger la carnada con su carísima caña de pescar.
Yo estaba tan y tan excitada por las sabrosas caricias del capitán sobre mi piel, que cuando me insinuó que deseaba acostarse conmigo, en lugar de rechazarlo, o decirle que, si se había vuelto loco, le pregunté bien deseosa que cuando y donde.
En esos momentos nos encontrábamos a pleno sol, en el medio del mar sin ningún otro bote, lancha o barco a la vista.
Así que cuando me respondió. “Aquí mismo.” no dude ni por un segundo en hacerle caso y abrir mis piernas.
El mamparo de proa nos ocultaba de la mirada de su sobrino que pilotaba la lancha, y ni que decir de mi marido y sus amigos que su atención se encontraba centrada en un gran pez, que al parecer había picado, y luchaba intensamente por sacarlo.
El capitán, simplemente corrió con sus toscos y fuertes dedos, la fina tira de tela de la parte inferior de mi tanga, y divinamente sentí como me fue penetrando con su caliente verga.
Así que a medida que mi marido luchaba contra un tremendo pez espada, mi amante me tenía bien clavada, la idea de que por un momento mi marido o uno de sus amigos se asomasen a la proa de la lancha y nos vieran, me tenía mucho más excitada.
El motor de la lancha rugía, con claridad podía escuchar los gritos de mi marido y sus amigos, mientras que yo gemía profundamente de placer y movía mis caderas intensamente, buscando sentir más y más dentro de mi vulva, la gruesa y caliente verga del capitán.
No sé con exactitud cuánto tiempo permanecimos, recostados sobre la popa de la lancha teniendo un sexo salvaje, cambiando de posición, y disfrutando de todas las cosas que me estaba haciendo, y de las que a su vez yo le hacía a él.
Hasta que, en cierto momento, me recostó contra el mamparo, justo sobre de una de las ventanas de los camarotes, separó nuevamente mis piernas, y quitándome la parte inferior de mi tanga, pude ver como su verga entraba y salía completamente de mi coño, hasta que tanto él como yo alcanzamos un tremendo clímax, el orgasmo más salvaje que nunca antes hubiera logrado disfrutar.
Después de eso, él regresó a la popa mientras que yo me volví a poner mi tanga, únicamente para quitármelo casi de inmediato después de llegar al camarote, encerrarme en el baño y limpiar todo sudado y mojado coño del semen del marino.
Parte del resto del día, lo pase encerrada durmiendo en el camarote, completamente desnuda.
Pero al despertar, encontré que la puerta del camarote se encontraba abierta, y que uno de los amigos de mi marido, me estaba observando completamente desnuda.
Los gritos de celebración en la popa los escuché claramente, en el camarote, por lo visto había vuelto a picar otro gran pez, ya que desde la cama pude ver un gran pez espada o vela tirado en la cubierta de popa.
Mientras que mi esposo, seguía luchando a brazo partido, por sacar su segunda gran presa, supe de inmediato que sucediera lo que sucediera dentro del camarote, mi marido no se enteraría.
Así que seductoramente me le quedé viendo a su amigo, en sus ojos pude ver, el deseo que tenía por tenerme clavada, sin pudor alguno me levanté de la cama, dejando que viera mi coño completamente abierto.
A medida que lo hacía, y una vez estuve de pie, me acerqué a la puerta, y simplemente moviendo mi dedo indicé lo invite a pasar, para una vez dentro cerrar la puerta, y quedarme encerrada con él dentro del camarote.
Ya dentro el amigo de mi marido, se me tiró encima, pero yo por curiosidad mientras me besaba y grajeaba todo mi cuerpo le pregunté, cuánto tiempo llevaba viéndome desnuda, mientras dormía.
Alcanzó a decirme que un buen rato, pero que más nadie se había dado cuenta aparte de él, cosa que no dudé ni por un segundo.
Así que cuando sentí como él hacía esfuerzos por desabotonarse y bajar su pantalón, ese morboso sentimiento de ser descubierta se apoderó de mí, y sin vergüenza alguna me separé ligeramente del, y le bajé los pantalones cortos que estaba usando.
Una vez que su erecto miembro estuvo libre, sin perder tiempo me dediqué a mamárselo, pero por un corto rato, ya que deseaba intensamente tenerlo y disfrutar que eso estuviera metido dentro de mi coño.
El amigo de mi marido, me hizo disfrutar tremendamente, sentir como me agarraba mis tetas, mi clítoris, al tiempo que su verga entraba y salía de mi depilado coño, fue algo de locura, máxime, sabiendo que en cualquier momento mi marido podía entrar al camarote y encontrarme acostada y clavada por uno de sus mejores amigos.
Me imaginaba que cara ponía mi marido, las cosas que me diría. “Puta, zorra, eres una cualquiera, que te acuestas con todos los hombres que se te atraviesan.” Como actuaría, saltándome encima y de la rabia, dándome golpes, queriendo clavarme su siempre escondida verga.
El solo pensar en eso me excitaba mucho más todavía, y mis fuertes gemidos eran opacados, por el rugir del motor y la algarabía formada en la popa a medida que mi marido recogía la caña atrayendo hacía el bote su segunda gran presa.
Una vez que terminamos, él se puso sus pantalones y regresó a la popa, justo en el instante en que comenzaban a subir a bordo el segundo pez espada pescado ese día.
Yo entre nuevamente al baño me volví a lavar el coño, y me puse otro tanga, para luego salir a compartir con todos ellos.
Mi marido al verme, como dijo él, semidesnuda, me comenzó a llamar la atención, invitándome que me pusiera algo más encubridor, y así lo hice, me puse una batita transparente que lejos de ocultar, despierta más la curiosidad de quienes me observan.
De regreso a casa, como que se sintió inspirado, y me pidió que le diese una mamada para comenzar.
Pero como yo estaba tan y tan cansada, le respondí que, con gusto, pero una vez que me despertase.
Le mentí al decirle, que durante toda la travesía me había sentido mareada, que había vomitado, y que él, ni cuenta se había dado de todo lo mal que lo pasé, por estar pendiente únicamente a sacar esos condenados peces.
Que cuando finalmente me sentí un poquito mejor, él nada más se fijó en que estaba usando un tanga muy chiquito, según él, haciéndome pasar una tremenda vergüenza frente a sus amigos.
Desde luego que mi marido, me pidió perdón, y durante los siguientes días no me insinuó nada, ni me tocó un cabello.
Hasta que yo con toda intención, cuando él salió del darse un baño, lo esperé en la cama con mis piernas bien abiertas, pero con la condición de que antes de comenzar me diera una buena mamada de coño.
Mi marido sigue disfrutando de la pesca, yo de mi amiguito cuando está en la ciudad y no está visitando la hacienda de sus abuelos.
Pero, por otra parte, también estoy ocasionalmente saliendo con el amigo de mi marido y con el capitán, cuando no están acompañando a mi marido en la pesca.
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