Mila 2
Adaptación a una nueva vida .
El cambio de vida, difícil al principio pero al pasar el tiempo me fui adaptando y me fue gustando.
Por una parte el departamento se arrendó por lo que se pagaba sólo. Por otro lado mi mamá ascendió en la empresa y ahora ganaba el doble, pero el sueldo lo depositaba en una cuenta a mi nombre. » Una nunca sabe qué le depara el destino » me dijo. Pero no la puedes tocar hasta los 18 años. Ahora no pagaba cuentas de nada.
Yo comencé a ir a un colegio privado, con mis » hermanos «. No sé porqué dicen que somos hermanos si no tenemos ningún lazo consanguíneo.
No me faltaba nada al punto que Ari, como terminé diciendo, me preguntaba:
– Hija, necesitas algo? Lo que sea – y yo me quedaba pensando
– No Ari, gracias – al principio sus caricias me molestaban, no le dije nada porque sólo veía cariño. Después, con el tiempo no tenía importancia y después me gustaban sus caricias, yo era su princesa y me trataba así y me hacía sentir bien.
Con mis hermanos también fue difícil, lo más difícil fue hacer que respetarán mi espacio privado.
Llegaban a mi pieza como » Pedro por su casa » y les llamé la atención.
– No estoy acostumbrada a vivir con más gente y que más encima no respeten mi privacidad. No lo digo porque entren y me puedan ver desnuda, no, lo digo porque es mi espacio privado, mi metro cuadrado. Antes de entrar a alguna pieza de ustedes, toco a la puerta, aunque esta esté abierta.
Otra cosa a la que tuve que acostumbrarme, fue a verlos desnudos, yo que nunca había visto a un hombre desnudo en mi casa, salvo Ari, ahora compartía mi vida con tres hombres desnudos. Para qué decir de la piscina, nadie usaba traje de baño y me veía ridícula usando uno. Finalmente mi mamá también se acostumbró y los fines de semana nos bañabamos los 6 desnudos. Mis hermanos tuvieron que acostumbrarse a ver a mi mamá desnuda. A Ari le encantó que mi mamá no tuviera ningún inconveniente en andar desnuda delante de sus hijos. Al que más le costó acostumbrarse fue al mayor de sus hijos. Yo lo observaba cuando el miraba a mi mamá desnuda. Comenzaba a tener una erección la que terminaba en una verga igual a la de su padre.
Entonces, como te decía, lo que más me costó fue eso. Pero ellos me querían, me cuidaban, me trataban bien, en el colegio nadie me decía nada y si iba a una fiesta, iba con mis dos hermanos que eran mis guarda espaldas.
Al año siguiente tomábamos sol tirados desnudos sobre las toallas en e pasto alrededor de la piscina.
Con el tiempo la confianza fue aumentando y lo que al principio fue curiosidad, puesto que me hicieron tocarle el pene a cada uno, no me obligaron, fue mi decisión, después me gustaba hacerlo, no sin antes alguna condición. No podía ser gratis, aunque si lo era para ellos. Igual que para mí. Un día Ari me llevó a su escritorio, se sentó en su silla giratoria y me dijo que me sentara en su falda, que de falda no tenía nada, por suerte mía ése día andaba con boxers.
– Mira lo que tengo para ti – me dijo abriendo un cajón del escritorio y entregándome un sobre.
– Y esto qué es ? – le pregunté haciendome hacia adelante y poniendo el sobre encima del escritorio.
– Ábrelo – me dijo al oído mientras su mano me sujetaba por el estómago.
– No, me gustan las sorpresas – le dije.
– Ésa es una sorpresa –
– Pero si lo abro deja de ser una sorpresa –
– Y si nunca lo abres, nunca habrá una sorpresa – me reí y procedí a abrir el sobre. Dentro había otro sobre junto con una carta. Dentro del otro sobre otra carta con una tarjeta pegada.
– Esto qué es? – le pregunté despegando la tarjeta y volviéndome hacia él. Todo ésto yo con una mini tanga y sentada sobre su » bulto » debajo del boxers.
– Es una tarjeta del banco, te deposité un dinero para gastos o cualquier necesidad que tengas. Si te hace falta más, me llamas y te transfiero lo que necesites – dijo.
– Y si necesito un automóvil? – para ver qué decía.
– Si lo necesitas claro que si. Lo necesitas? – me reí y le di un beso en la mejilla. Me acosté de espalda sobre su pecho y mis piernas colgaban por fura de las suyas. Una de sus manos en mi estómago desnudo y la otra en un muslo. No tenía miedo, sentía su dureza entre mis nalgas, un calorcillo inundaba mi cuerpo.
– Vamos, en el otro sobre está la clave secreta, tienes que entrar a un cajero y cambiar la clave.
Todas cosas nuevas para mi, pero la que marcó mi vida, la que hizo la diferencia del antes y el después fue a los 9 años, un año después de estar viviendo en » la casa » .
Un día conversando con mi hermano menor, que ya tenía 13, después de la piscina, me dijo:
– Me voy a dar una ducha – era típico que en la tarde, después de la piscina me diera una rica ducha. Con el cansancio de la piscina y la ducha caliente, me venía un relajo que sólo tenía ganas de acostarme y dormir.
– Si, yo también necesito una ducha – le dije levantándome con la ayuda de su mano.
– Nos bañamos juntos? – me quedé pensando, nunca me había duchado con nadie excepto mi mamá.
– Bueno, pero en mi dormitorio – en esa casa todos los cuartos tenían baño privado.
– Vamos – dijo tomándome de la mano y llevándome a mi dormitorio. Estábamos desnudos, todo el día, de manera que no era la desnudez la que me llevó a aceptar la invitación.
En ducha y bajo el agua caliente, nos comenzamos a lavar, a pasar las manos por la piel, a sentir la sensación de tener un pene en mi mano. La suya bajó de mi pezón a mi estómago, de ahí a mi pelvis, cada tramo me exitaba más. Mi mano subía y bajaba por su erección. Su mano llegó por fin a mi vulva, casi dejé escapar un gemido, estaba tensa como cuerda de violín. Sus dedos jugaron con mi clitoris y eso me encendió más.
– Eres virgen? – me preguntó al oído.
– Si – le dije temblorosa.
Cerró la ducha, nos secamos y me llevó a la cama.
– Yo También soy virgen y quiero que la primera vez sea con alguien a quien quiera mucho. Porque no importa los años que pasen, uno siempre se acuerda de la primera vez –
– Si, yo también quiero éso – le dije.
– Quieres que sea conmigo tu primera vez? –
– Si, lo quiero, quiero que seas tú –
– Bueno, lo vamos a hacer despacio, cada uno le va a decir al otro qué le gusta y como la gusta –
– Si – estábamos de lado, frente a frente, mirándonos y tocandonos.
– Te gustaría chuparlo? – miré su pene en mi mano y aunque nunca lo había pensado, me dieron ganas de chupárselo.
Era mi primera vez en todo, sólo tenía 9 años, estaba nerviosa, contenta, excitada, expectante de lo que venía.
– Tú también quieres que te la chupe? – jamás pensé que a alguien le gustaría chupar mi cosita.
– Si, chúpame toda –
Entonces se dió vuelta hacia los pies y puso su pene en mi cara.
– Ahora tienes que chupar como si fuera un dulce – acto seguido metió su cabeza entre mis piernas y comenzó a lamer mi clitoris. Qué delicia más grande, eso me hacía chupar con más ganas. Chupó mi clitoris, mis labios externos, mis labios internos, hasta metió su lengua en mi vagina.
– Espera, espera, ya no puedo más, lo quiero adentro…. – le supliqué.
Se dió vuelta, abrió mis piernas con mucho cuidado, pasó su miembro por mi vulva u finalmente la metió, lentamente, sin parar hasta el fondo.
– Aaaahh, que rico –
– Te gusta? –
– Si, mucho –
Se movía lentamente, haciéndome gozar cada centímetro. Finalmente cada vez fue más rápido hasta hacerme revolcar y él me llenó con su leche caliente.
Realmente fue mi primera vez y lo recuerdo con cariño, tal como me dijo esa vez.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!