MIS AVENTURAS VI (MÚSICA)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por XCITANTDLC.
Recuerdo cuando inicie a laborar como docente, me habían asignado unas horas de música en una secundaria, era un martes, ya en la última clase del día y terminando la clase, todos los alumnos habían guardado sus instrumentos ya y se estaban retirando, pero uno de ellos, Enrique, se había quedado como practicando un ejercicio nuevo que les había dado y que cuando me acerqué me pidió que le explicara, porque no lo había entendido y que creía que no lo podría practicar si no lo entendía.
Junto también se había quedado Marcos, otro compañero que siempre andaba junto con él, y que estaba esperándolo para irse juntos.
La verdad que esa situación no me había resultado simpática porque yo ya quería irme a mi casa.
Pero mientras terminaba de ordenar mis cosas antes de terminar de explicarle el ejercicio a Enrique, también vino la secretaria a buscar mis listas de asistencias, porque como yo no le llevaba los papeles ella también quería guardar todo e irse.
Así que le entregué todo listo y le pedí que le dijera al encargado que cuando yo terminara le avisaba para que venga a cerrar todo, así ella se podía ir tranquila.
Cuando se retiró terminé de acomodar y guardar mis cosas en el bolso y me acerqué a explicarle el ejercicio a Enrique.
Le pedí el bajo y le demostré cómo debía hacer el ejercicio de digitación, le devolví el instrumento y le pedí que lo repitiera.
Intentó hacerlo, pero como sucede siempre, en la primera vez tuvo muchos errores, pero vi que el problema más grande era de postura.
Por eso le pedí a Marcos que me acercara una butaca y que Quique se cambiara de la silla a la butaca, y que volviera a repetir el ejercicio.
Me puse detrás de él y mientras tocaba le enderecé la espalda.
También tuve que levantarle y abrir los brazos para que sus hombros se levanten, pero esto le costaba más.
No sé si porque no estaba acostumbrado o porque se estaba aprovechando de que estuviera tan cerca de su espalda, es más, cuando me apoyé, picarescamente me miró de reojo y se sonrió, y aunque yo estaba apurada porque quería ir a descansar, esa situación me causó algo de morbo, porque la verdad que Enrique no estaba nada mal.
Así que sin medir las consecuencias, como queriendo divertirme un ratito, me acerqué un poco más y le puse las tetas apoyadas en su nuca.
Inmediatamente sentí que se aceleró su ritmo de respiración, y como queriendo disimular giró su cabeza para hacerme una pregunta y sus ojos quedaron clavados en mi pecho, pero inmediatamente le corregí, para que prestara atención en el ejercicio, a lo que me contestó que le costaba mucho, porque le hacía doler los brazos.
No le acepté las escusas y le exigí que continuara hasta que le saliera, y que el dolor era por su falta de costumbre.
Mientras tanto, no me había percatado que Marcos se había acercado por detrás y me sorprendió cuando me tomó los brazos y me sugirió otra manera para sostenerle los brazos a Quique, pero no me costó mucho darme cuenta de qué era lo que quería en realidad.
Porque me hizo acercarme mucho más contra Quique, y en mi posición algo inclinada para ayudar a Enrique, me di cuenta que había descuidado mi retaguardia.
Claramente sentí su miembro apoyado en mi cola.
Pero pensé que sería sólo el aprovecharse de la situación, y la verdad que a mi no me desagrada ese morbo, así que me hice la distraída y lo dejé que se calentara, lo mismo que yo.
Lo que no estaba en mis planes era que se tomaran enserio la situación, porque en varias ocasiones me había ocurrido que alumnos se hicieran los desentendidos y aprovecharan de algún momento para tocarme, mirarme o apoyarme, pero no pasaba de ese instante hot, que obviamente siempre me ha gustado y me ha servido para mantener mi autoestima bien en alto.
Así que me hice la distraída y dejé que disfrutara de ese momento, lo mismo que yo.
Sentí como su verga había crecido y que lejos de desalentarse o hacerse el distraído, soltó mis brazos, me tomó de la cintura, me apretó contra él, subió una de sus manos por mi frente, enderezándome para que me pegue contra su pecho.
Suavemente acarició mis tetas por encima de la ropa y mientras sus labios buscaban mi cuello, me decía que se moría de ganas por cogerme junto con Quique.
En ese intervalo de tiempo, Enrique había dejado su bajo, se había puesto de pie y se acercó frente a mí, también puso sus manos en mi cintura, y mientras no sacaba sus ojos de mis tetas, intentó abrir mi camisa.
Y hasta allí les dejé llegar, aunque me estaba por infartar de la calentura que sentía, la verga apoyada en mi cola, los labios y palabras que sonaban en mi cuello y los dos pares de manos que acariciaban todo mi cuerpo, aunque yo no quería, debía ponerle un fin a esa situación.
Les pedí que olvidáramos esto y que nos fuéramos de allí, que podía ser muy peligroso porque en cualquier momento podía llegar el conserje y me comprometían y aunque no estaban de acuerdo y con todavía algunas insistencias, logré convencerlos.
Les pedí que salieran primero y luego, unos minutos más tarde salí yo.
Al salir a la calle, los vi que estaban juntos afuera y mientras iba a la cochera a buscar mi auto, percibí que a un poco de distancia me seguían y que certeramente intuí que eran ellos.
Al entrar al estacionamiento e ir a mi coche, fue Enrique el que me llamó y me pidió que los esperara un momentito.
Se me acercaron y cuando estuvieron junto a mí, volvieron a decirme que estaban dispuestos a cogerme, que hacía un tiempo que lo habían planeado pero nunca había tenido la oportunidad y que después de lo que había sucedido en el aula, no podían seguir esperando, mientras Quique me hablaba, Marcos ya estaba otra vez cerca de mí.
Me tomó la mano, la llevó a su verga y me dijo: Mira como la has dejado.
Realmente estaba bien dura, Enrique tomó mi otra mano e hizo lo mismo.
Como al soltar mis manos, como yo no soltaba sus miembros, Quique volvió a emprender la tarea que había quedado inconclusa, desabrochó algunos botones de mi blusa y metió su mano para acariciarme las tetas, que realmente manifestaban mi calentura.
Marcos levantó mi falta, acarició mi cola y con sus dedos fue buscando hasta encontrar, por encima de mi tanga, la humedad que manifestaba cual era mi estado real.
Pero volví a cortarlos, muy a mi pesar, porque tenía miedo que en cualquier momento podría venir alguien y encontrarnos en esa situación, cosa que me daba algo de miedo.
Menos que antes estaban dispuestos a abandonar la tarea, se negaron e insistieron, cosa que comprendí, yo también deseaba más que nadie ese instante.
No podía hacer un plan para volverme sola a casa.
Entonces Marcos me propuso que subiéramos al auto, que me llevarían a un lugar seguro.
Así hicimos y me llevaron hasta un Motel, donde pensé que no nos dejarían entrar los tres, pero Marcos conocía al recepcionista, así que se acercó le ofreció una buena propina y nos dejaron pasar a los tres.
Dejamos el auto, y mientras íbamos a la habitación no paraban de abrazarme, acariciarme y besarme.
Cuando entramos, los dos me apretaron con sus cuerpos dejándome en medio y empezamos a besarnos descontroladamente, Quique terminó de abrir los botones que le faltaban y me sacó la blusa, acarició y apretó mis tetas y se dedicó por algunos minutos a besarme las tetas, primero sobre mi corpiño; luego lo fue corriendo hasta sacar mis tetas y comerlas, como un chico que desea su golosina.
Mientras tanto Marcos apoyado en mi espalda, me regalaba un apasionado beso comiéndome la boca y todo mi cuello, sus manos levantaron mi falda y me apretaron contra su pelvis.
Enrique no paraba de comer mis tetas y cada tanto subía a pedirme que le coma la lengua, los dedos de Marcos se habían dedicado a acariciar mi vagina, primero sobre mi tanguita, ya muy mojada.
Y después me la corrió y como un dios, me hizo sentir unas cosquillas muy ricas que le devolvieron, a modo de agradecimiento, un suspiro profundo.
Parece que esa era la señal que estaba esperando, porque sin sacar sus manos de mi conchita, bajó hasta mi cola y me la empezó a chupar apasionadamente.
Su lengua me chupó toda la cola, hasta la metió en mi zanja y lo que estaba mojado, más lo mojó.
Me acercó a la cama, me guio a abrir mis piernas, me inclinó para que apoyara mis manos a la cama y como estaba muy caliente, se arrodilló, ahora de atrás, me corrió la tanguita y desde la concha hasta mi culo, me los chupó, acarició, mordió y todo lo que pudo, su cara estaba empapada porque se la había mojado entre mis piernas.
Aprovechando este momento, Quique ya se había desnudado y se acostó sobre la cama, dejándome su verga servida para que empezara a chupársela.
La verdad es que se me hacía agua la boca, y algo más, porque me dieran sus vergas.
Así que con muchas ganas y placer, empecé a chaquetearla y chuparla.
Intenté meterla dentro de mi boca lo más profundo posible, lamerla de punta a punta y dejársela bien mojadita, quería ponérsela bien dura, se la comí toda, hasta lo huevos, se la chupé y lamí, hasta que logré que la tenga a punto.
Él tirado sobre la cama, con su verga bien apuntada al techo.
No era justo dejar pasar el tiempo, y aunque me encantaba la atención que Marcos me estaba dando, yo quería algo más grande y duro que su lengua.
Y Quique ya estaba listo.
Así que me enderecé, me saqué la tanga que ya tenía empapada, y con la playera todavía puesta, pero recogida en mi cintura, me monté sobre Enrique y suavemente, para que lo disfrutemos, me fui metiendo su verga de a poco, cada vez un poquito más, y un poquito más, hasta que llegué a sus huevos.
Ahí me detuve y sin sacarla, empecé a mover mi cadera para adelante y para atrás, con su verga totalmente adentro mío y mi clítoris en contacto en el vaivén contra su cuerpo, era un momento muy caliente que como para que no se sintieran tanto mis gemidos Marcos se paró sobre la cama y me dio bien rica su larga verga para que se la chupara, a lo que no rehusé sino que con todas las ganas le propiné algunas caricias y luego me la metí en mi boca.
La tomé con mi mano y le dediqué un lindo e inspirado tiempo a su cabeza, que me supongo le encantaba, porque cerraba sus ojos y me dejaba que le hiciera lo que quisiera.
Quique, con sus manos tomándome de la cintura, acompañándome con sus movimientos se encargaba de darme placer, obvio que también de recibirlo, mientras su pito me entraba y salía, siempre bien erguido y caliente mientras me decía cuánto soñaba coger mi concha, chupar mis tetas; y para completar Marcos, entre que sacaba su dura verga de mi boca y se ubicaba detrás mío bajándome la verga por mi espalda, una sensación riquísima, pasándomela en la cola y llegando hasta la puerta de mi culito, que mientras me comía la verga de Enrique, sentí que Marcos también quería entrar por mi colita (y aunque yo tenía muchas ganas), le moví la cola, saqué la verga de Quique y le di lugar en mi concha.
Lo miré con picardía y le dije que hoy solamente tendrían mi conchita.
Eso no le gustó nada a Marcos, cosa que me encantó más todavía, porque como con bronca me empezó a dar verga con todo el ímpetu, metiendo y sacando como lanzazos y Enrique me metía su lengua bien adentro de la boca y turnándose con Marcos para no acabar, Marcos me la sacaba y tomaba aire, Quique, de la misma manera me la daba desde abajo, con toda su intensidad también, de ese modo me hicieron acabar varias veces porque fueron como tres o cuatro series intensas cogiéndome a estocadas.
Y cuando no pude aguantar más y caí rendida sobre Quique, me voltearon en la cama y los dos, masturbándose, apuntaron a mi boquita, la que les ofrecí a modo de agradecimiento, abriéndola para recibir sus leches calentita.
Las que no se hicieron esperar y Marcos fue el primero, con un gran chorro que metió en mi boca y salpicó mi cara y terminé lamiéndole la cabeza, hasta dejarla limpita y mientras se la lamía Enrique me acababa sobre mis tetas.
Se notó que estaba caliente, porque la cantidad de leche fue muy abundante, y me la terminé desparramando sobre las tetas y el vientre.
Terminamos tirados en la cama, y ahí les pregunté si querían mi colita; Marcos de inmediato dijo que si, y quiso acomodarse, a lo que me sonreí y le respondí que si la querían debían ganársela porque ya me tenía que ir.
Así que si la querían tenían que ser los mejores alumnos en la clase.
Esa tarde sin duda había sido tan placentera verme enredada con dos adolescentes, debía estar loca o ser una desquiciada sexual, lo cierto es que me la pase súper.
Así fue que en el transcurso del año tuvimos varias clases particulares porque ellos querían llegar al objetivo.
Pero no piensen mal, verdaderamente estudiábamos música y nada más, aunque no les puedo negar que en varias ocasiones se zarpaban un poquito.
Llegando ya casi el final me comuniqué con Enrique, para que también le avisara a Marcos, que la clase que tendríamos que tener al día siguiente, no iba a poder ser porque yo tenía otras ocupaciones, que si podían la podríamos tener esa misma tarde, pero que me avisaran para tenerlo en cuenta.
Así fue como sucedió, y al salir de sus clases vinieron a mi departamento de soltera.
Cuando llegaron, yo ya les había avisado al portero que los dejara entrar al edificio, y a los chicos que subieran, que la puerta estaría abierta.
Y así lo hicieron.
Cuando escuché que entraron, desde la ducha les grité preguntando si eran ellos, a lo que cuando me respondieron les pedí que me esperaran un momentito y que mientras tanto prepararan los instrumentos para la clase.
Enrique me respondió afirmativamente, pero su voz se dejó escuchar muy cerca, detrás de la puerta del baño, la que había dejado entreabierta, justamente para tentarlos a un vistazo, y que al escucharlos tan cerca me calentó que me estuvieran mirando, así que sin mirar a la puerta, me enjabonaba y dejaba correr el agua, tratando de darles un lindo show, aunque breve, porque sólo quería calentarlos un poquito.
Así que me vestí discretamente y fui al living, donde tendríamos la clase.
Les di unos ejercicios prácticos y me retiré unos minutitos.
Al volver, me hubiese gustado retratar sus rostros, porque los sorprendí con un cambio de vestuario.
Me puse un camisolín de gaza negro transparente con una tanguita del mismo conjunto, con combinaciones de puntilla.
Y mientras se me quedaron mirando con los ojos como huevos y la boca abierta, con tono de inocente les pregunté: ¿chicos, no les molesta si me relajo un poco? ¡Tuve un día terrible! A lo que ellos me contestaron: ¡NOOOO! No, para nada, aparte es tu casa y puede hacer lo que quiera.
Todo eso me lo decían casi sin pestañar y como tratando de descubrir todavía lo poquito que quedaba sin verse.
Disimuladamente di algunas vueltitas, haciendo como que acomodaba algunas cositas y sentía como me seguían con sus miradas y como gesticulaban entre ellos.
Pero igual que en la ducha, solo quería que se calentaran un poquito más.
Les pregunté si habían practicado los ejercicios que les había dado de tarea, que quería ver cómo les salían.
Así que Marcos comenzó a repasar los ejercicios, me acerqué, me senté junto a él, me apoyé contra su cuerpo, pasé mi mano por detrás de su guitarra, hasta llegar a acariciarle la verga y mientras intentó dejar el instrumento, le ordené que siguiera tocando, porque si no, no llegaría a la calificación que necesitaba para el tan ansiado premio.
Obviamente no le era fácil ejecutar los arpegios, pero se esforzaba, mientras su verga se iba poniendo más dura.
Cuando lo terminó, tomé su guitarra, la puse de costado, me arrodillé frente a él, abrí su pantalón, saqué ese pedazo de carne dura y se lo empecé a comer.
Durante todo el día había estado planeando lo que ocurriría esa tarde-noche, y todo eso me había hecho calentar mucho, en varias ocasiones ese día me había masturbado, como para preparar la noche.
La verdad que la tenía muy caliente, se notaba porque estaba muy dura y jugosa, lo que me excitó mucho más.
Al comienzo me la comí como un heladito, le pasé la lengua para saborearla por completo y después me la metí enterita en la boca, hasta que me llegó a la garganta.
Mientras también le daba la espalda a Enrique que miraba desde su asiento detrás de mí, y sabiendo esto, también le iba dando un pequeño show, allí de rodillas frente a Marcos, levantaba mi cola y le dejaba ver a Quique todo lo que la pequeñita tanguita no tapara.
Y fue tal como lo pensé, no tardó algunos segundos en acercarse y acariciarme la cola.
Pero aunque yo también estaba muy caliente y quería coger, le quité la mano y le ordené que volviera a su lugar, que todavía debía evaluar su ejercicio.
Continué por un rato más mamando el pito de Marcos, no dejándole más que acariciar mi cabeza.
No quería que acabara ya, así que me fui ahora y repetí la acción ahora si con Enrique, con la diferencia que este estaba mucho más caliente y mojado que Marcos, ese tiempito viéndome chuparle la verga a su compañero, lo había calentado mucho más, y parecía que estaba esperando desesperado que se la chupara.
Me la metía en la boca con muchas ganas, así que para satisfacerlo le dediqué una linda verga y se la chupé dejándolo que me guiara como él quería.
Cuando lo noté demasiado entusiasmado, le saqué la verga de mi boca, me puse de pie, lo tomé suavemente de la mano y lo llevé al sillón donde estaba Marcos sentado con la verga en la mano.
Me senté en medio de los dos y ahora si los dejé que me acariciaran como les gustara.
Me recosté contra el respaldo, crucé mis brazos por detrás de ellos, abrí mis piernas y me rendí ante sus voluntades.
Como instintivamente sus besos inundaron mi cuerpo, y sus manos llegaron hasta lo más escondido.
Fue sentir como con cada beso, sus lenguas se enredaban con la mía y sus labios parecían morir de placer en cada roce con los míos.
Y sus manos habían logrado que se encendiera el piloto automático de mi cadera.
Pero como sus manos ya me habían acariciado toda, y ya me habían corrido la tanguita y mis pezones estaban por fuera del camisolín, antes de que me desnuden, los aparté un poquito, me puse de pie, los tomé de la mano con mirada pícara y los llevé a mi dormitorio.
Al llegar a la puerta, los solté y me dirigí a mi cama donde en cuatro patas caminé como una gatita, dejándole especialmente ver mi colita que se comía la tanguita y mi conchita que se traslucía, un poco por la transparencia de la gaza, pero otro también por lo mojada que estaba.
Ellos sin decir nada, como si estuvieran de acuerdo, cada uno me buscó.
Enrique se echó en la cama, con sus manos tomó mis nalgas, las acarició, apretó y me las separó para llegar más profundo con su lengua.
Marcos, vino por delante, me tomó de la cara, se agachó y empezó a besarme muy intensamente, nuestras lenguas se entrelazaban y nos comimos por unos minutos, mientras sus manos iban desde mi cuello, por mi espalda y volvían por mi vientre, deteniéndose sobre mis pechos, dándoles mucho placer entre sus caricias y suaves pellizcos en mis pezones.
Volvió hasta mi cintura, y a modo de caricia me fue subiendo y sacando el camisolín, dejando mi torso desnudo.
Mientras me estrujaba las tetas desnudas, fue enderezándose para dejar su verga en frente de mi cara, a lo que dado también por el placer de la lengua de Enrique en mi cola y concha, se me hacía agua la boca por chupar esa verga.
En ese contexto, también Quique se decidió y mientras seguía chupándome, me bajó la tanguita, se me arrimó suavemente y me clavó la verga.
La sentí entrando suave, pero cuando estuvo dentro de mí me la empezó a bombear con más intensidad.
¡Estaba re caliente! Y yo tuve que sacar la verga de Marcos de mi boca, para soltar un grito placentero, que tenía contenido.
Lo que parece que casi le provocó el orgasmo a Enrique, porque casi de inmediato, me sacó la verga, tomó aire y se acercó para que le diera una rica chupada.
Marcos también aprovechó el momento y me recostó de costado, levantó una de mis piernas, se puso en medio y penetró mi caliente y muy mojada concha.
Y aunque no era tan intenso como su compañero, los dedos de Marcos se encargaron de hacerme sentir maravillas acariciando mi clítoris y cuando sacaba la verga, los dedos seguían acariciando mis labios y metiéndolos para acariciarme también por dentro.
Todo eso provocaba, que mientras chupaba la verga de Quique, mi cadera acompañaba el ritmo de Marcos.
En ese momento sentía que estaba en las nubes, me habían puesto muy caliente, y creo que sorprendí gratamente a Marcos cuando sin detener nada de lo que cada uno estábamos haciendo, tomé su mano, llevé sus dedos a mi boca, se los mojé abundantemente y los acompañé hasta la puerta de mi colita, entonces lo miré y sólo cerré mi ojos, del resto se encargó él sin necesidad de alguna explicación.
Así mientras su verga cogía mi concha, sus dedos me hacían la colita, y bien digo porque podía sentir como agregaba dedos a mi cola para abrirla bien.
Aunque estaba muy entusiasmada con Marcos, tenía todavía otros planes.
Por eso suspendí por un momento la tarea de Marcos, empujé a Enrique para que quedara recostado, me monté sobre él y me empecé a comer su verga dura y muy jugosa dejándolo que acariciara mis tetas que estaban muy calientes y el roce de sus dedos en mis pezones me suministraban otra dosis más de calentura y que me estaban provocando como un volcán a otro intenso orgasmo.
Y así aumenté mi ritmo en el roce de mi clítoris con su pelvis hasta llegar al máximo placer.
Temblé, grité, lo apreté y me lo metí lo más adentro que pude, hasta que mis fuerzas se terminaron y caí rendida contra su pecho.
Fue tremendo.
Pero no los iba a dejar así, pobre chicos, todavía faltaba el postre, lo que ni se imaginaban que podría ocurrir ese día, quedé recostada entre los dos que seguían acariciándome, y los entendía, ellos también querían un final feliz, pero mientras los besaba, les agradecía el tremendo calentón que me dieron, y me paré y me fui en búsqueda de una fría botella de champaña que tenía preparada para un buen momento como este y además buscaba enfriar un poquito el ambiente, porque todavía faltaba el complemento.
Tomamos un poco, pero de mi copa dejé chorrear mis tetas y les serví para que bebieran, y en el juego llevé a Quique entre mis piernas y ahí le serví la champaña.
Así comenzamos otra vez.
Como ellos estaban todavía calientes, no costó mucho que sus ricos penes estuvieran duros y preparados.
Los chupé y chaquetee un poco y ya estuvieron preparados.
Ahora me monté sobre Marcos pero cuando él espero que me la comiera con la concha, le dirigí la verga a la puerta de mi colita y suavemente me la fui metiendo, su cara de sorpresa fue tan grande como su alegría, y también como la calentura que le dio, ya que cuando toda su pija estuvo bien dentro, empezó a cogerme con tantas ganas que me hacía saltar de encima suyo.
Enrique parecía desplazado ante el sueño cumplido de Marcos, y que también le cumpliría a él.
Porque antes de que Marcos acabara, como haciendo una pausa, le saque la verga, me incliné y le dejé la colita a su compañero, que no se tardó en acomodarse detrás de mí y meterme toda la verga hasta los huevos.
Me tomó de la cintura y me bombeó con fuerza, mientras que me comía la boca con Marcos, lo que me impedía gemir como quería.
Tampoco lo dejé entusiasmarse demasiado a Enrique.
Y cuando lo noté muy embalado, también se la saqué para el cambio, y me di vuelta encima de Marcos y volví a meterme su pito en mi culo.
Pero lo que no me esperé es que Quique no estuviese dispuesto a otra espera.
Después de unos segundos en que había bajado hasta mi concha para chuparla, mientras Marcos cogía mi cola, Enrique se reincorporó, me inclinó y tomó mis piernas abriéndolas para meterse en medio de ellas y con su verga bien caliente, sin preguntas ni nada, me la clavó en la vagina y desde ese momento, cada uno empezó su bombeo, yo ya no podía controlar nada, había perdido la dirección y entre gemidos, gritos y barbaridades que me decían, me terminaron tirando en la cama y cuando todavía ni me había acomodado, Quique se me abalanzó sobre la cola, y hasta que quise reaccionar, ya tenía su verga metida hasta el fondo, entrando y saliendo, sacudiendo hasta la misma cama, terminando todo en un fuerte grito que daba mientras me la sacaba y su caliente leche me salpicaba toda la espalda.
Sin compasión, casi de inmediato, Marcos se arrimó con su enorme trozo, me puso en cuatro patas y también me cogió la cola salvajemente.
Me habían hecho excitar como loca y como pude me acariciaba y tuve el último y más fuerte orgasmo, quedé tendida sobre la cama después de tan grande terremoto que sentí, pero Marcos continuó cogiéndome como bestia hasta que por fin la sacó y me la metió en la boca para acabarme su raudal de leche calentita, se la chupé todita y lamí su verga, verdaderamente agradecida por tanta leche y calentura.
Hasta ese momento, ya nos había llegado la madrugada, así que quedamos tendidos en la cama, desnudos y dormidos.
En la mañana, con algo de fuerzas repuestas, los despedí, me di un baño y me dispuse a un desayuno suculento.
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