• Registrate
  • Entrar
ATENCION: Contenido para adultos (+18), si eres menor de edad abandona este sitio.
Sexo Sin Tabues 3.0
  • Inicio
  • Relatos Eróticos
    • Publicar un relato erótico
    • Últimos relatos
    • Categorías de relatos eróticos
    • Buscar relatos
    • Relatos mas leidos
    • Relatos mas votados
    • Relatos favoritos
    • Mis relatos
    • Cómo escribir un relato erótico
  • Menú Menú
1 estrella2 estrellas3 estrellas4 estrellas5 estrellas (6 votos)
Cargando...
Fantasías / Parodias, Heterosexual, Sexo con Madur@s

Mis días en el convento.

Creo que esta noche me voy a beber el semen de Padre Antonio directamente de tu vagina ….
Mi padre falleció cuando tenía doce años, teníamos una situación económica horrible.     Papá era el único proveedor, no nos dejó ni siquiera el dinero para su funeral.     Mamá hizo lo mejor que pudo buscando de ganar algunos pesos limpiando casas y lavando ropa ajena, trató de darnos todo lo que pudo hasta que cumplí catorce años.     El cura de nuestra iglesia nos ayudaba regularmente con una caja de alimentos y le propuso a mamá de mandarme a estudiar a un internado en un convento.      Con todas las dificultades económicas, mamá pensó que esa era una optima solución para hacerme estudiar y tener mejores expectativas de vida.     Así que me fui a cursar el tercero medio al convento de monjas en la ciudad.

 

 

Nunca había salido de mi pueblito.     Todo me parecía nuevo e interesante; el colegio me pareció increíble.     Pronto me di cuenta de que la mayoría de las chicas eran hijas de familias de buena situación económica, al parecer solo yo era de origines humildes.     Teníamos una rigurosa rutina diaria.     Nos despertaban temprano en la mañana para rezar, luego el desayuno y después a clases.     Terminadas las clases, almuerzo, luego una hora de juegos y después a estudiar.     En las tardes después de la cena, rezábamos el Santo Rosario y finalmente a dormir.

 

 

Yo en esa época sabía poco y nada de sexo; podría decir que mi vida sexual comenzó aquí en el convento.     Lo primero que nos inculcaron las monjas fue que la masturbación era una cosa pecaminosa y prohibida por la religión y si alguna chica se tocaba, debía confesarlo al cura confesor.     Así y todo, por las tardes, bajo las sábanas; de tanto en tanto se escuchaban los gemidos de las chicas que no resistían a no tocarse.

 

 

Las primeras noches me sentí bastante turbada y temerosa, pero luego me fui relajando y también yo me uní al coro de gemidos.     Algunas muchachas tenían fotos de hombres desnudos con penes grandes y duros.     Comentaban como se hacía el amor y lo bien que debía sentirse una buena verga.     Muchas fantaseaban de cosa hacer con el pene de un hombre, incluso vi una foto donde una mujer chupaba un grueso pene.     Decían que de ese modo no se arriesgaban de quedar encinta.     A veces me gustaba estar con ellas a comentar sobre estas cosas, pero también sentía vergüenza y prefería fantasear sobre estas cosas en forma privada.

 

 

No acababa de cumplir un año en el convento, cuando la madre superiora Sor Denisse, me llamó y me dio la triste noticia de que mi madre había perecido en un accidente de tránsito.     Ahora estaba completamente sola en este mundo.     Gracias a las atenciones de Sor Denisse, logré superar este triste periodo.

 

 

Sor Denisse me llamó a su oficina y me comunicó que había sido elegida para una educación especial, diferente a la de las demás chicas.     Me hizo sentir especial diciéndome que ella se iba a ocupar personalmente de mis estudios.     En ese momento pensé que había sido elegida por Dios y que mi vida iba a ser destinada a algo sublime y religioso.     Siempre me esforcé para ser la primera de la clase y Sor Denisse me ayudo para eso.

 

 

Todo anduvo bien hasta cuando cumplí los dieciséis años.     Hasta entonces el comportamiento de Sor Denisse había sido impecable, después comenzó a pedirme y a hacerme hacer algunas cosas extrañas.     Casi todas las noches la debía seguir a la iglesia, desnudarme completamente delante del altar, mientras ella y el confesor, padre Antonio, me contemplaban y escrutaban mi cuerpo desnudo.     De tanto en tanto me instruían de agacharme, girar, levantar los brazos sobre mi cabeza, para poder examinarme desde todos los ángulos, nunca me tocaban.     Las primeras veces estaba muy avergonzada, luego me fui acostumbrando.

 

 

Ellos no hablaban conmigo, bisbiseaban algo entre ellos y mientras hacían comentarios susurrados, asentían moviendo sus cabezas.      Había algo entre ellos que comenzaba a preocuparme; es verdad que Sor Denisse siempre me trató como una hija y se había preocupado de mi bienestar personal, nunca me insinuó nada de carácter sexual, su comportamiento era perfecto en lo que a mí respecta, pero todo esto me daba que pensar.

 

 

Todo este extraño comportamiento duró algo más de una semana; no sé porque pensé que era una especie de prueba, tal vez para acostumbrarme a mi desnudez y no para exhibirla por algún oscuro placer prohibido y pecaminoso.     También me dijeron que no debía revelarlo a ninguna de las chicas.     La última noche que me contemplaron toda desnuda, padre Antonio dijo que era perfecta, se acercó y acarició mis senos, luego sus manos recorrieron mi cuerpo desnudo y se detuvieron sobre mis incipientes vellos púbicos, cosa que me hizo estremecer.     Luego me vistieron con una túnica blanca, debajo totalmente desnuda.     Ambos me miraron en forma circunspecta y dijeron que estaba lista.    No tenía la menor idea a que se estaban refiriendo, pero pronto lo descubrí.     Ambos desaparecieron en la sacristía dejándome allí en pie en medio al altar por cerca de media hora.     Cuando regresaron estaban un poco nerviosos.     Sor Denisse me comunicó que el día siguiente me convertirían en “Hija de Dios”.     No me explicó que significaba eso, pero me había acostumbrado a no discutir sus decisiones o enseñamientos, tanto de ella como de los otros padres que ocasionalmente nos instruían.

 

 

A la noche siguiente, después de la oración, me llamó a su oficina.     Estaba allí la enfermera del convento.     Yo ya la había visto antes, las veces en que no me había sentido bien de salud.     Ella era joven y muy amable con nosotras; también ella era monja, pero no vestía el habito religioso, siempre vestía el uniforme de enfermera.     Ocasionalmente las chicas venían mandadas a ella cuando regresaban después de las vacaciones para verificar que no regresaran con enfermedades.     Yo nunca tuve esa posibilidad porque nunca dejaba el convento.     Justamente por esto que no entendía porque ahora debía someterme a una visita.     Una vez que me saludó me dijo de desvestirme.     Ya estaba habituada a hacerlo y no me preocupé mucho.     Me hizo recostar sobre la camilla y, quedé estupefacta cuando ella inició a afeitar mis escasos vellos púbicos.     Sorprendida le pregunté el por qué, me dijo que eran instrucciones de Sor Denisse.     En los dos años que llevaba en el convento, nunca había escuchado o visto que esto se lo habían hecho a alguna otra chica; además, creo que ninguna de nosotras habría revelado algo tan íntimo.

 

 

Mientras rasuraba mis pelitos tuve extrañas sensaciones muy parecidas a las que tenía cuando me masturbaba.     La enfermera se dio cuenta de mis gemidos y de lo que estaba probando, pero continuó impertérrita, es más, continuo a tocarme y frotarme más intensamente.     Me dijo que me relajara y la dejara hacerlo.     No pude relajarme, no logré permanecer impasible y cuando ella comenzó a frotar abiertamente mi clítoris, sentí las placenteras sensaciones en mi bajo vientre y luego me estremecí en un delicioso orgasmo.     Nunca pensé que una mujer podía hacer que otra mujer se corriera.     No sabía cómo había sucedido.     Ella me dio la culpa a mí, que había sido yo la causante de todo y que era inútil que lo negara.     Me dijo que yo debía lograr controlar esas sensaciones, después de eso se fue dejándome perpleja.

 

 

Era mi primer orgasmo provocado por otra mujer.     Nunca me había masturbado con otra chica, aunque si sabía que algunas lo hacían a escondidas.     En el dormitorio se decía que dos muchachas lo habían hecho secretamente; dormían juntas en la misma cama, pero nadie decía nada a nadie, porque serían expulsadas del convento.      Se dice que una vez una monja las descubrió y las llevó delante de la superiora, Sor Denisse, nunca más fueron vistas en el convento.

 

 

Pero continuando con mi historia; después de haberme depilada completamente, me hicieron tomar una ducha y luego me vistieron con una túnica pesada y me llevaron a la sacristía.    Allí encontré a Sor Denisse que inmediatamente me ordenó de desnudarme.     Ella y el padre Antonio inspeccionaron el trabajo que había hecho la enfermera.     Se dieron atentas miradas entre ellos y asintieron con sus cabezas aprobando por el trabajo hecho.     Pregunté que estaba sucediendo y el padre Antonio me dijo que había sido elegida para ser una de las hijas preferidas de Dios.     Una vez más me hicieron vestir con una túnica blanca con botones en la parte frontal, debajo solo mi desnudez.     Me pusieron al cuello un crucifijo y me llevaron a la iglesia donde en la parte trasera había un segundo altar más pequeño, cubierto por un mantel blanco y circundado con altos candelabros dorados y encendidos.     Padre Antonio acompañado de Sor Denisse me dieron una ostia como comunión y me dieron a beber un vino de un cáliz sagrado.     Me dijeron que debía beberlo todo.     Después de algunos minutos comencé a sentirme un poco extraña.     Sabía donde estaba, pero no lograba moverme o reaccionar.    Entre los dos me ayudaron a subir sobre el manto blanco del pequeño altar y me hicieron recostar.

 

 

Sentí un extraño sopor apoderarse de mí, pero no lograba adormecerme.     El padre comenzó a desabotonar mi túnica para exponer mi cuerpo desnudo.     Luego él también se desnudó y Sor Denisse lo imitó.     Inmediatamente noté el enorme pene duro del cura y las grandes tetas redondas y pesadas de Sor Denisse, la cual tenía su coño limpiamente afeitado, excepto por unos ralos vellos que tomaban la forma de una cruz sobre su monte de venus.

 

 

Me asusté, sentía y comprendía todo, pero no podía moverme ni hablar.     Me di cuenta de que había sido drogada con alguna extraña substancia.     El padre Antonio subió sobre el altar, él tenía mas o menos unos cincuenta años.     Se inclinó sobre mí y comenzó a besarme por todo el cuerpo, desde el cuello hasta los pies; deteniéndose levemente sobre mis pezones y mi pelada vagina, para proseguir de nuevo hasta mis pies, obviamente sin olvidarse de tomar el crucifijo para persignarse y orar en un murmullo.

 

 

Terminado su ritual, Sor Denisse tomó su puesto e hizo lo mismo que había hecho él.     Estaba fascinada del enorme pene de padre Antonio, me gustaba verlo como se balanceaba y mecía de lado a lado en forma imponente.      También él tenía su pubis depilado.     Era el primer pene verdadero que veía y realmente me pareció asombrosamente atractivo, pero estaba impedida de decírselo o demostrárselo.     Sor Denisse era mucho más joven; me llamaba la atención su diminuto coño depilado, tampoco había visto otro coño más que el mío.     Después de eso, Sor Denisse fue a buscar un poco de agua bendita, la trajo en un acetre labrado en plata y oro, después de una breve oración, vertió del agua sobre el pene del padre Antonio susurrando una especie de oración y en seguida hizo lo mismo con su vagina.     A continuación, vinieron donde mi y mientras oraban arrodillados ante mí, procedieron a lavar mi vagina con agua bendita.     El padre Antonio se levantó y trajo una enorme cruz de detrás del altar y la posó sobre mis senos, una punta llegaba a mi cuello y la otra cerca de mi ombligo, después se colocó entre mis piernas y la levantó exponiendo mi vagina ligeramente abierta, pensé que se preparaba para penetrarme.

 

 

Había escuchado hablar a las chicas de estas cosas y ahora me parecía que él quería hacerme la fiesta a mí.     Todas sabíamos como se hacen los bebes, cuando un hombre mete su pene en la vagina de la mujer y le regala su semen para fecundar su ovulo mensual, sabía que no era esa la situación para mí y también Sor Denisse lo sabía porque controlaba mis periodos en forma regular; ahora me faltaban al menos dos semanas para ello.

 

 

Sor Denisse se acercó a mí y se quitó su cornette y su velo, me pareció que ella no podía tener más de treinta o treinta cinco años.     Su cuerpo estaba tonificado, con largas piernas, cabellos muy cortos y rubio dorado.    Lo que más llamaba la atención eran sus grandes tetas muy duras y redondas, se movían casi al mismo tiempo que todo su cuerpo, sin rebotes ni balanceos.     Su figura era realmente adorable bajo de sus hábitos religiosos.     Me había dicho que me iba a convertir en una de las hijas preferidas del mismo Dios, no sé si había entendido bien lo que eso significaba, ¿tal vez que querían tener un hijo conmigo?

 

 

Estaba imposibilitada a reaccionar, algunas chicas me habían dicho que la primera penetración era un poco dolorosa.     De todos modos, yo no quería impedirle de hacer lo que era necesario hacer, tampoco estaba en grado de emitir algún parecer al respecto, había perdido el don de la palabra.

 

 

Padre Antonio tomó un tubo desde el cual exprimió una crema o gel trasparente y lo aplicó a mí vagina, recito una oración con la vista hacia el cielo y los brazos extendidos en cruz, se posicionó entre mis piernas apuntando la punta engrosada de su pene a mi estrecha hendedura.    Sor Denisse se arrodilló a mi lado y comenzó a rezar mientras me tomaba de las manos, me miró a los ojos y me sonrió dulcemente, quizás para confortar mi alma pecaminosa.     Cuando el sacerdote comenzó a penetrarme suave y lentamente me sentí un poco extraña, pero no sentí ningún dolor.    Entonces Sor Denisse dijo.

—Que se haga la voluntad de nuestro señor todopoderoso … Toma su virginidad …

El padre Antonio respondió.

—Amen …

Luego empujó su enorme pene dentro de mi estrecha vagina virgen profundamente.     Una estocada lacerante pareció traspasar todo mi bajo vientre.     Quería gritar del dolor, pero no salía ningún sonido de mi boca.     El dolor era como un escozor que me quemaba la piel; como un cuchillo caliente en mi vagina.     Sor Denisse contemplaba extasiada como ese grueso y largo pene me estaba desflorando, yo podía sentir toda la voluminosa y bulbosa cabezota hiriendo mis delicados pliegues.     Después de un par de minutos el dolor se fue atenuando y me sentí un poco más aliviada,    Estaba desconcertada e incrédula por lo que me estaba pasando.     Mientras padre Antonio continuada su rito impuro y obsceno, Sor Denisse exclamó:

—Bendito sea el Señor … Haz crucificada y empalada a otra esposa más de nuestro amado Señor de los cielos … Bendito sea Dios … Con su sangre nos demuestra que era digna para él … Ahora es una esposa de nuestro Señor Jesús … Has hecho tu deber …

Cuando quitó su pene de mí vagina estaba cubierto de sangre.     Mi vagina sangraba, pero no era mi periodo.    Después me dijo que no había sido difícil desflorarme y que era una candidata optima para el Señor.     Luego descendió del altar donde había sido sacrificada, dejándome recostada.    Estaba preocupada por estar sangrando, pero a ellos no les importaba.     Estaban excitados e impresionados del hecho de haber sangrado al momento de la penetración.

 

 

Me quitaron la túnica blanca deslizándola por debajo de mi cuerpo, poniendo en muestra la enorme mancha de sangre a la altura de mi sexo.    Ambos se persignaron y oraron ante la mancha y luego le dieron algunos besos.     No podía dar crédito a lo que estaba viendo, era increíble y no había terminado allí.     Sor Denisse extendió la túnica sobre el alfombrado, se recostó sobre ella, más o menos en la misma posición en la que había estado yo; el sacerdote se colocó encima de ella y la folló con su pene todavía cubierto con mi sangre.     Me pareció evidente que no era la primera vez que hacían esto.     Sor Denisse se estremecía moviendo sus caderas mientras padre Antonio bufaba y gruñía follándola violentamente, estaba claro que ella gozaba y se corría siendo violentada de esa manera.

 

 

Yo estaba todavía recostada sobre el altar, pero había logrado girarme y estaba solo semiparalizada.      Pude ver como padre Antonio aplastaba y tiraba de las duras tetas de la monja.     Los dos estaban embelesados en follar y procurarse el máximo de placer.     Las nalgas del padre Antonio ondulaban y se movían embistiendo con fiereza el coño de Sor Denisse que con los ojos cerrados rasguñaba la espalda del prelado emitiendo chillidos y gritos de goce.     No podía moverme mucho, solo mirar como él bombeaba sin cesar la vagina depilada de Sor Denisse, sus enormes tetas estaban aplastadas por los pectorales del padre Antonio y no temblaban ni un centímetro, no se como podía tener tetas tan duras.     Después de una decena de minutos de este tratamiento, Sor Denisse exclamó.

—Ahora Antonio … Estoy por gozar … Por la santísima trinidad lo quiero todo … Dámelo todo con fuerza … ¡Ssiii! …

El padre Antonio la aferró por los hombros e inició una frenética serie de embistes mucho más fuertes y ella comenzó a gritar.

—¡Uhhhhh! … ¡Ssiii! … ¡Ahhhhh! … ¡Aaaahhhh! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Más! … ¡Ssiii, asiii! … ¡Ummmmm! … ¡Santo bendito! … ¡Eres un regalo del Señor, Antonio! … ¡Ssiii! … ¡Ummmm! …

Los dos acabaron y se quedaron inmóviles por un rato, Sor Denisse le dijo.

—Todavía no has terminado … Tienes que desflorar su boca …

Se levantaron y vi el pene del sacerdote lacio y caído hacia abajo, todavía se veía grande y grueso, pero ya no lo tenía duro, aunque goteaba restos de mi sangre mezclado a una substancia lechosa, cuando vi el entrepierna de Sor Denisse ella también tenia chorreando de sus muslos el mismo zumo viscoso.     Ambos se acercaron a mí, él estaba lo suficientemente cerca como para que su cuerpo casi tocara el mío, tenía su pene frente a mis ojos, podía verlo nítidamente y observar la substancia lechosa que goteaba de su cabezota hinchada.     Me fascinaban sus formas.     Empezó a tocar mis pechos jugueteando con mis pezones que comenzaron a endurecerse.     Me gustaba eso, pero entendí que probablemente no estaba bien, solo que no podía detenerlo.     Eran cosas que me gustaba hacer cuando estaba sola en mi cama, pero no era agradable cómo las hacía él.     Enseguida se inclinó hacia mí, giró mi cabeza hacia su pene y me dijo que me lo llevara a la boca.

 

 

Estaba disgustada, sabía que eso no estaba bien, pero no podía oponerme y él estaba seguro de que yo haría exactamente lo que me estaba pidiendo.     Intenté decir que no tratando de mover mi cabeza.     Inmediatamente intervino Sor Denisse y me dijo que no fuera tonta y que hiciera lo que me pedían, había sido elegida para ser la ofrenda al Señor y ahora era la hija de Dios, ninguna otra niña sería tratada tan bien como yo.     Así que hice lo que me pidió.      No me gusto el sabor, pero comencé a chupar como se me ordenó.     Cuando comenzó a ponerse durito nuevamente se hizo más fácil chuparlo.     A continuación, me saco su pene de la boca y me besó metiendo su lengua en ella.     Esto me disgustó más que su polla.     Después bajó a besar mis pezones y mi vagina ensangrentada.

 

 

Cuando termino de lamer mi vagina, se preparó para penetrarme una vez más.     Mientras él me separaba las piernas, Sor Denisse me dijo que esta vez no me iba a doler.     Subió mis piernas en alto haciendo que mi vagina se expusiera y mi ingle se levantara ligeramente, luego me penetró sin ningún dolor; tal vez porque su miembro estaba menos duro.     Luego comencé a apreciar las sensaciones que su gorda polla me hacía sentir al interno de mi coño, me relajé y comencé a disfrutar de ser follada por un enorme pene.

 

 

El aturdimiento inicial fue disminuyendo un poco, pude moverme lentamente y hacer algunos sonidos con la garganta.     Mientras padre Antonio me follaba, Sor Denisse me dijo que si quería podía tocar mi vagina para incrementar mi placer, pero debido a que las sensaciones de ser follada eran tan intensas y placenteras que no lo hice.     Los dos comenzaron a hablarme alternadamente, padre Antonio me decía lo hermoso que era estar dentro de mí y Sor Denisse me decía que yo era única y que había sido seleccionada entre muchas.     Ella acariciaba mis pechos y mis pezones mientras hablaba, haciéndome disfrutar aún más lo que me estaba haciendo el padre Antonio con su gran polla endurecida dentro de mí.

 

 

Este juego continuó por unos veinte minutos.     Pude ver que se estaban divirtiendo mientras me decían lo buena y linda que era.     Cuando recuperé un poco mi habla, le dije que era una lástima que ella no pudiera disfrutar de mí y de mí cuerpo de la forma en que lo estaba haciendo el padre Antonio.    Ella acarició mi mejilla y me dijo.

—No te preocupes, querida … A su debido tiempo lo haré … Primero debes aprender como hacer gozar a una mujer y yo verificaré personalmente tu avance en el aprendizaje …

Entonces intervino el padre Antonio dándole las gracias por haberme seleccionada como hija de Dios.     Luego se quejó de que ya no recibía las visitas de las otras dos novicias iniciadas y que últimamente le había tocado iniciar solo a dos monaguillos.     No podía creer lo que estaba escuchando; dos de las personas más respetadas por la comunidad tenían sexo con novicias y monaguillos.     Me pareció un escándalo, pero no era algo de lo cual debía preocuparme en este momento, en realidad, me tenía sin cuidado lo que hicieran con otros u otras.

 

 

Mientras intercambiaban comentarios, me di cuenta de que estaba empezando a tener esas deliciosas sensaciones que me llevaban al orgasmo, así que, dentro de mis posibilidades, comencé a moverme para sentir mejor el pene del sacerdote dentro de mí y obtener el orgasmo más intenso posible.     Sor Denisse se dio cuenta lo que estaba haciendo y me preguntó si me iba a correr, asentí con la cabeza, entonces ella dijo.

—¡Vamos, Antonio! … ¡Hazla feliz! … ¡Hazla gozar y entrar al paraíso! …

El padre comenzó a bombearme cada vez más rápido, comprendí que él también estaba experimentando las sensaciones que lo llevarían a su clímax al igual que yo.     Repentinamente me estremecí y miles de estrellas explotaron en mi cabeza, pensé realmente que estaba tocando el cielo.     Solté gemidos y algunos guturales sonidos ininteligibles mientras llegaba al orgasmo.     Con mis ojos cerrados como en un sueño, vi paradisiacas luces y destellos celestiales, tal vez esto me acercaba más a Dios, pensé.     Percibí que el padre Antonio todavía embestía bestialmente mi cuerpo, lanzó gruñidos y sonidos guturales, inundando mi vagina con esa substancia cálida y viscosa de su esperma, tal vez queriendo fertilizar mi ovulo.     ¿Querría tener un bebé conmigo?

 

 

Sor Denisse se dio cuenta de todo y de mí preocupación, tomó mi mano y me habló con dulzura.

—No tienes nada de que preocuparte, querida … Padre Antonio no puede embarazarte …

Me sonrió y agregó riéndose.

—Sino imagínate … Tendríamos un ejercito de bastardos aquí en el convento … La enfermera luego te hará saber todo …

Me dejaron extendida sobre esa extraña tarima durante algunos minutos, luego entró la enfermera.     Tenía en sus manos una jeringa, me desinfectó el glúteo con un poco de algodón húmedo y me puso la inyección, después de eso comencé a recuperar todos mis sentidos.     El padre Antonio y Sor Denisse se habían ido a la sacristía dejando sus vestimentas aquí, por los sonidos y ruidos que se escuchaban, supuse que seguían solazándose el uno al otro.

 

 

Todavía estaba algo aturdida, la enfermera me sostuvo y me acompaño a la clínica donde me hizo tomar una ducha.     Me explicó que todavía había semen en mi vagina y que probablemente escurriría durante la noche, que no me asustara su veía que salía algún líquido.     También me explicó que el padre Antonio no podía tener hijos porque se había hecho una vasectomía, para eso utilizó varias fotos e imagines que tenía en los estantes de la enfermería.     Me dijo que yo era una chica afortunada y que el padre Antonio era un gran amante.     A estas alturas ya me había recuperado bastante, así que le pregunté.

—¿También tú fuiste alguna vez elegida como para ser la hija de Dios? …

—Sí … Sor Denisse me eligió hace algunos años atrás … Y fui muy afortunada … Padre Antonio me tomó ante el altar y luego me enviaron a la universidad estatal a cursar enfermería … Se cuidaron mucho de mí y yo estoy agradecida …

—¿Y lo sigues haciendo con el padre Antonio? …

—Por supuesto que sí … Tiene una gran polla y no puede embarazarme …

—¿Y por qué fui elegida yo? …

—Pues porque reunías todos los requisitos …

—¿Requisitos? … ¿Cuáles requisitos? …

—En primer lugar, eres huérfana … También eres una hermosa chica … Y eras virgen … Además, eres discreta y saben que nunca le contaras a nadie lo que sucede aquí … Confían en ti … Y se encargaran de tu enseñanza superior … A mi me sucedió lo mismo … Luego me permitieron salir y asistir a la universidad para estudiar enfermería … Ahora presto servicio al convento y me depositan mi dinero en una cuenta mía personal …

 

 

Luego me conversó sobre lo que estaba programado para mí.     Me dijo que se me enseñaría a obedecer y satisfacer todas las exigencias de padre Antonio, Sor Denisse y las hermanas.     Me dijo que, a pesar de mi corta edad, estaba segura de que me convertiría en la preferida del convento.    Luego agregó.

—Tú i yo estaremos juntas a menudo … Seré parte de tu enseñanza … Aprenderás a satisfacer a otra mujer … Tendrás el privilegio de probarlo con la misma Sor Denisse y otro par de hermanas que conocerás más adelante …

Me interesó mucho lo que me estaba resumiendo.     Me explicó que a contar de esta noche no volvería más al dormitorio común, se me asignaría una celda propia, privada, para poder quedarnos contigo a solas.     En cambio, cuando el padre Antonio te solicite, te reunirás con él en sus habitaciones.     Creo que en poco tiempo aprenderás a disfrutar de esto al máximo, lo sé porque yo ya lo he hecho y estoy segura de que nos llevaremos muy bien.     Apenas terminó de hablar comenzó a desvestirse.

 

 

Contemplé su cuerpo precioso, tonificado y dos exuberantes pechos de joven mujer.     También su vello púbico había sido afeitado perfectamente a forma de corazón.     Al ver como yo escudriñaba su panocha, me dijo.

—También tú podrás permitirte algo similar … Sí al padre Antonio le gusta, yo me encargaré de depilarte todas la veces que sea necesario … O vendrás cuando el padre Antonio te necesite … Le encantan las chicas limpias y ordenadas … Es un devorador de coños … Él se encargara de enseñarte a chupar una verga como es debido …

—¡Oh! … Le gusta el sexo oral, ¿eh? …

—Sí … ¡Ehm! … ¿Acaso no te lo metió ya en la boca? …

—Sí, pero después de desflorarme … Folló a Sor Denisse y me hizo probar su pene embadurnado con mi sangre, sus jugos y los de Sor Denisse …

—¡Oh! … ¡Ehm! … Eso es nuevo, que bueno que me lo dijiste … Bueno, todo esto me ha hecho excitar bastante … Vas a dormir conmigo esta noche … Comenzaremos de inmediato tu enseñanza … Creo que esta noche me voy a beber el semen de Padre Antonio directamente de tu vagina …

Esa noche fue la primera vez que tuve sexo con una mujer.     Posteriormente fue el turno de Sor Denisse y después otras dos religiosas.     No era yo quien las buscaba, eran ellas que venían a mi celda por las noches y yo debía solo estar lista y aceptarlas, hacerlas disfrutar y disfrutar con ellas.

 

 

Padre Antonio me llamo a prestarle mis servicios de hija de Dios solo una pocas veces.     Tal como había dicho la enfermera, él era un buen amante, me hizo gozar muchas veces, pero tuve la sensación de que él prefería a sus monaguillos, ingenuamente no se me ocurrió como podrían tener sexo dos hombres; la enfermera no me dio los detalles, pero me dijo que los hombre tienen una boca y un orificio y que lo hacían por ahí.

 

 

Nunca supe si después de mí haya habido otra chica elegida para ser la hija de Dios.     La enfermera nunca me dijo nada al respecto, excepto de las otras dos religiosas que ya eran mis compañeras de jueguitos; de Sor Denisse y de padre Antonio.     Realmente eso no me preocupaba lo más mínimo y solo trataba de disfrutar de todos los beneficios que estaba teniendo y de la intensa vida sexual que teníamos entre todas.     Me trataban con respeto, se preocupaban por mí, había una especie de amor, pero eso nunca fue dicho, todo lo que hacíamos eran “servicios”, el amor estaba reservado a adorar a nuestro Dios y a la iglesia.

 

 

Años después, dejé el convento para convertirme en una prostituta internacional.     Comprendí que toda mi carrera había sido ideada por alguien fuera del convento.     En los últimos meses, a menudo me llevaban fuera del convento para entretener a hombres importantes de empresas y procurarle los servicios que ellos deseaban de una mujer.

 

 

Me acosté con los empresarios más importantes de la ciudad, con obispos y arzobispos, políticos de alto rango; en muchos casos disfrutaba juntos a ellos.     Con el tiempo aprendí que hombres y mujeres con la cuales me tocaba tratar, tenían gustos y expectativas diferentes.     Cada uno o una, deseaba algo distinto y encontraban en mí a alguien que les podía brindar y hacerlos gozar del modo en que ellos o ellas lo requerían.     Debo agradecer de esto a padre Antonio y a la enfermera Giuliana, nunca habría entrado en el negocio del sexo a un alto nivel sin los enseñamientos y practicas hechas con ellos.

 

 

Giuliana para mí fue una amiga especial, todavía hoy en día mantengo contacto con ella y cuando tenemos alguna oportunidad nos encontramos y recordamos esos viejos tiempos juntas.    Con Sor Denisse no estuve muchas veces como habría querido, tal vez ella tenía otras favoritas.     De ves en cuando ella venía a mi celda para asegurarse de que estaba aprendiendo bien y nos divertíamos juntas.

 

 

Hoy en día soy una mujer independiente, educada y gracias a mi “trabajo”, he girado por el mundo, cosa que estaba entre mis sueños cuando estaba en la choza que llamábamos “casa”.     También tengo una abultada cuenta corriente en mi banco, con una suma considerable en ahorros que me permitirán retirarme y tener una cómoda vejez.

 

Fin

 

***** ***** ***** ***** ***** ***** ***** *****

 

 

El regalo más preciado de quien escribe es saber que alguien está leyendo sus historias.  Un correo electrónico, a favor o en contra, ¡Tiene la magia de alegrar el día de quien construye con palabras, una sensación y un placer!

 

 

[email protected]

 

62 Lecturas/12 julio, 2025/0 Comentarios/por Juan Alberto
Etiquetas: colegio, hija, hijo, madre, mayor, padre, sexo, vacaciones
Compartir esta entrada
  • Compartir en Facebook
  • Compartir en X
  • Share on X
  • Compartir en WhatsApp
  • Compartir por correo
Quizás te interese
Viernes por la noche
Hermano malo
Estrellas 14 Lisanna
El Profesor (parte 2)
El vicio oculto de Silvia: El mail
MIS PRIMERAS EXPERIENCIAS..
0 comentarios

Dejar un comentario

¿Quieres unirte a la conversación?
Siéntete libre de contribuir!

Deja una respuesta Cancelar la respuesta

Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.

Buscar Relatos

Search Search

Categorías

  • Bisexual (1.129)
  • Dominación Hombres (3.432)
  • Dominación Mujeres (2.638)
  • Fantasías / Parodias (2.716)
  • Fetichismo (2.331)
  • Gays (20.725)
  • Heterosexual (7.347)
  • Incestos en Familia (16.665)
  • Infidelidad (4.107)
  • Intercambios / Trios (2.807)
  • Lesbiana (1.083)
  • Masturbacion Femenina (770)
  • Masturbacion Masculina (1.597)
  • Orgias (1.789)
  • Sado Bondage Hombre (413)
  • Sado Bondage Mujer (157)
  • Sexo con Madur@s (3.730)
  • Sexo Virtual (229)
  • Travestis / Transexuales (2.257)
  • Voyeur / Exhibicionismo (2.220)
  • Zoofilia Hombre (2.061)
  • Zoofilia Mujer (1.611)
© Copyright - Sexo Sin Tabues 3.0
  • Aviso Legal
  • Política de privacidad
  • Normas de la Comunidad
  • Contáctanos
Desplazarse hacia arriba Desplazarse hacia arriba Desplazarse hacia arriba