Mis inicios
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Vivía en una colonia tranquila y apenas había entrado a la secundaria cuando comencé a salir por el rumbo, pues una compañera de la escuela vivía a unas cuantas cuadras de mi casa. Era un año mayor que yo y tenía la costumbre de salir a pasear en bicicleta –actividad que yo no dominaba- por las calles del lugar. Tenía varios amigos en la colonia, en realidad un grupo de chicos, la mayoría hombres y de más edad que nosotras y durante las salidas que solíamos hacer por las tardes siempre pasábamos al parque donde ellos se reunían a practicar skate o fumar.
Es de imaginarse que con nuestras faldas de estudiantes de secundaria trajéramos a más de uno detrás y como chica a las 13 era bastante halagador ver que los chicos mayores nos buscaban y se interesaban en nosotras. La verdad yo era un poco tímida en ese entonces, mi imaginación siempre ha ido un poco más lejos de lo que me atrevo a hacer en la realidad, así que disfrazaba mi curiosidad con indiferencia y aunque uno que otro de los chicos me hacía sentir “mariposas” yo siempre me hacía la difícil en público. Algunos de los chicos intentaban invitarme a salir o “tomar algo en su casa” pero yo siempre cuidaba mucho que no me vieran por ahí con varios de ellos así que muchas veces no aceptaba.
Había un chico en particular que me llamaba la atención de una manera agradable, pues no era como los otros -de hecho lo veía poco- era varios años mayor, unos diez tal vez y cada vez que me veía se portaba muy amable y respetuoso. En algún momento pensé que incluso ni siquiera tenía especial interés en mí, pero yo me paseaba por la calle donde vivía en cada oportunidad, pues estaba literalmente a dos puertas de la mía. He de admitir que en ese momento lo que más me atraía era el respeto que me tenía, su aparente indiferencia se fue convirtiendo más bien en timidez, al parecer sentía un poco de culpa de que le gustara una mujer que era casi todavía una niña por lo que cuando nos encontrábamos se ponía algo nervioso y evitaba mirarme a los ojos pero nunca se iba sin hacerme un cumplido sobre lo linda que me veía o lo simpática que era.
Con el paso de los días nuestros encuentros eran más frecuentes e intencionados, y comenzamos a llevarnos un poco más, pero seguía siendo casi un extraño para mí. En una ocasión organizó una fiesta en su casa a la cual no solo me invitó si no que insistió en que me dieran permiso de ir. El permiso no me lo concedieron, solamente logré escaparme poco rato a su casa cuando la fiesta estaba comenzando apenas pero tuve que volver pronto. Menos de una hora después escuché desde mi habitación un chiflido particular que usaban entre los chicos del grupo para invitarse a salir de casa, me asomé por la ventana y era él, Héctor, pidiéndome bajar. Con cuidado de no hacer ruido salí al jardín y por entre las rejas que estaban aseguradas con una cadena me pedía que fuera a su casa. Obviamente no podía hacerlo y la verdad es que la situación me emocionaba lo suficiente como para no acceder aunque hubiera podido. Permaneció unos minutos ahí platicando conmigo, ideando formas en que yo pudiera salir sin despertar a mi madre y abuela o de plano una buena forma de garantizar que me concedieran el permiso de salir. Total que no llegamos a ninguna solución pero iba a su casa y volvía conmigo a platicar, y yo esperando en el jardín, cerca de la media noche con es adrenalina que uno siente en la adolescencia con cualquier tonta aventura.
Era ya la madrugada y Héctor seguía parado afuera de mi casa, conversando a través de la reja, hablábamos de temas cada vez más íntimos hasta que me confesó que le gustaba bastante, pero era diez años mayor que yo y por eso no se atrevía a nada conmigo. Ni siquiera recuerdo qué le contesté pero al final de nuestra visita shakespeareana recuerdo que nos besamos a través de la reja, un final que por supuesto no esperaba. Esa noche me fui a la cama con una gran sonrisa y las hormonas a todo pues apenas comenzaba yo a saber de pasiones. Me costó quedarme dormida, esperando que se hiciera de día para poder salir a pasear por su calle.
Llegó el lunes, yo regresaba de la escuela cuando él llegó a mi casa llamándome “en clave” otra vez. Le dije a mi abuela que iría por un material para la escuela aunque sospecho que ella sabía que era mi excusa para salir pues las idas a la papelería duraban a veces más de una hora. Salí y lo vi a la vuelta de la esquina, me tomó de la mano y me llevó hasta su casa. Estábamos en realidad en el patio, su familia estaba adentro de la casa. Sacó el tema de la noche del sábado y entonces comenzó a decirme desenfrenadamente todo lo que yo le encantaba; en su expresión se percibía una mezcla de culpa y un intenso deseo de arrancarme la ropa y besarme toda.
Entonces creo que no pudo resistirlo más, me empujó contra la pared de su casa y comenzó a besarme, mi corazón latía con fuerza al sentir su saliva en mi boca y como su mano se colaba por debajo de mi uniforme hasta llegar a mis senos. Mis pezones duros, nunca los había sentido así y se ponían cada vez más duros hasta con el roce más ligero. Tomó mi mano y la metió a su pantalón, yo todavía no acababa de entender lo que pasaba, lo había leído en libros y, he de aceptar, visto algunos videos, pero tener su verga dura en mi mano, eso era una cosa diferente.
Entró su otra mano en juego y de pronto sentí como se metía por debajo de mi falda de escuela religiosa, tocando el interior de mis muslos y mis nalgas. Yo estaba extasiada, confundida pero experimentando las más deliciosas sensaciones. No sabía por qué mi panty se empezaba a mojar pero sentir ese calor en mi entrepierna era increíble. Al sentir mi ropa interior empapada metió su mano por un costado tocando mis labios mojados y acariciándolos con sus dedos. Cuando menos me percaté metió dos dedos en mi vagina y casi me desmayo del placer. Sentir esos dedos entrando y saliendo, dando vueltas y explorando todo mi interior; al mismo tiempo su lengua al fondo de mi garganta y él cada vez más duro, jugando con mis pezones con su otra mano.
Yo ya no podía más, me comencé a angustiar porque mi respiración se aceleraba y tenía una sensación diferente, que no podía controlar, que hacía que cada vez me mojara más y más y tenía esa ansiedad inexplicable pero se sentía tan bien que no quería parar. Sus dedos hasta el fondo, entrando y saliendo con velocidad, una gota de agua tibia, la que salía de mí, escurría por mi muslo, su verga dura y caliente, mojada también y yo movía mi mano como él por momentos me indicaba. Mi mano estaba ya también muy mojada y mi falda subida hasta mi cintura pero nada me importaba porque estaba poseída, poseída de placer y poseída por ese hombre, ese tímido chico diez años mayor que no se atrevía a mirarme a los ojos.
De pronto ocurrió, sentí como mi mano se empapaba más y él gemía y respiraba fuertemente, yo no sabía que pasaba; aceleró la velocidad y yo sentía su mano rozarme por dentro cada vez con más fuerza hasta que en un momento que duró segundos se detuvo mi respiración, sentí como mis labios empapados se contraían alrededor de sus dedos y mi jugo ya escurría por su mano hasta su muñeca. El mundo se detuvo en ese momento y solo recuerdo sus ojos mirándome fijamente mientras yo me venía, retorciéndome de placer. Qué maravilla, que orgasmo tan delicioso, mi primero con un hombre, el primero que no me provocaba yo sola.
Aún no había sacado su mano de mi hinchada vagina cuando su madre llamó desde dentro, que pasáramos a comer. De inmediato nos separamos y arreglamos nuestra ropa, me despedí pues no podía tardarme más y corrí a mi casa con la sensación aún de tibieza entre mis piernas, con el panty empapado y acabando de acomodarme el brassiere y la blusa de mi uniforme escolar. Entré a mi casa tratando de disimular pero me fui directo al baño, pues la sonrisa en mi rostro era difícil de ocultar. Tan deliciosa sensación no podía quedar aislada y aprovechando la calentura que aún tenía metí mis propios dedos a mi vagina hasta correrme de nuevo. Vaya experiencia, aún cuando la recuerdo se me estremece la piel y se me mojan los labios. Después de esa vez no tuvimos más, yo me mudé pero seguíamos manteniendo contacto. No podían quedarse las cosas así, unos años después nos reencontramos y por fin pudimos terminar lo que empezamos aquel día, pero esa es historia para otra noche.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!