Mis pequeñas modelos (parte 1): Camila (8 años), Fiorela (7) y Matilde (6)
En esta primera parte del relato les contaré cómo es que llegué a trabajar en una agencia de modelaje infantil de una marca de ropa, lo que me condujo a descubrir una pasión que no sabía que existía dentro de mí….
Mi nombre es Enrique, tengo 35 años y vivo solo en un apartamento. Cuando finalicé la escuela secundaria, inicié la carrera universitaria de ingeniería civil, pero al cabo de un tiempo me di cuenta que no me llamaba mucho la atención. En ese entonces tenía un amigo llamado Joaquín que había iniciado a estudiar fotografía y estaba haciendo un buen dinero. Así que decidí iniciarme en un curso de fotografía profesional y empecé a trabajar junto a Joaquín. Durante más de diez años trabajamos fotografiando a personas en distintos tipos de fiestas: casamientos, cumpleaños, bautismos, etc.
Sin embargo, todo cambió cuando un día Joaquín me cuenta que se irá a vivir a otra ciudad ya que a su esposa en el trabajo la transfirieron a otro lugar. Es ahí cuando comencé a atravesar un momento difícil en mi vida, debido a que toda mi carrera como profesional la había desarrollado con Joaquín. Me resultó muy difícil continuar trabajando por mí cuenta. Además, él era mi mejor amigo en la ciudad; por ende, era con quien solía disfrutar jugando partidos de básquet, bebiendo cerveza en bares.. De un día para el otro mi vida profesional, en especial mi vida social, se vio ultrajada. Para colmo, yo vivía solo, no tenía esposa y no me llevo muy bien con mi familia, excepto con mi prima Ana.
Es así como he estado varios meses transitando dificultades económicas debido al poco tiempo que trabajaba, sólo estableciendo contacto con Ana telefónicamente y, a veces, saliendo a pasear por el parque. Un día mi prima, sabiendo que yo estaba atravesando un momento laboral complicado, me dice que su amiga Leticia se encuentra trabajando en una agencia de modelaje infantil, y me ofrece preguntarle a su amiga si había posibilidad de que yo pudiera trabajar allí. Mi primera reacción fue pensar «esto no es lo mío… ¿trabajar en una agencia de modelaje infantil?». Cambié de parecer cuando Ana me menciona que el salario que está ganando Leticia es muy bueno. Eso me serviría para mejorar mi situación laboral y económica.
Tres días después, Ana se comunica conmigo para decirme que Leticia ve con buenos que ingrese una nueva persona a trabajar en la agencia como fotógrafa. Fue entonces cuando su amiga me llamó por teléfono para explicarme en qué consistía el trabajo y si aceptaba. Luego tendría que ir a una entrevista laboral. En ese llamado, Leticia me expresó que el trabajo en la agencia se trataba de fotografiar niñas de entre 6 y 12 años como publicidad para campañas de venta de ropa infantil para todas las estaciones del año (verano, invierno, otoño y primavera). Si bien era algo en lo cual no tenía experiencia y se me hacía algo aburrido, acepté, ya que era una buena oportunidad para mejorar mi situación.
Fue así como dos días después asistí a la entrevista laboral. Al ingresar al lugar, me recibió una señora llamada Olga, de aproximadamente unos 50 años de edad. Ni bien entramos, subimos por unas escaleras que conducían hacia su despacho que se encontraba arriba. Olga me explicó lo mismo que me había comentando Leticia sobre la modalidad de trabajo en la agencia. Como estábamos a finales de la primavera, en ese entonces en la agencia estaban preparando todo para la temporada de verano. Me comunicó el salario, el cual, como me habían mencionado, era muy bueno. Comenzaría a trabajar el próximo día lunes.
Antes de mi primer día laboral, dediqué tiempo a limpiar bien mi cámara, la cual, como ya saben, venía teniendo muy poco uso. Ese fin de semana lo viví muy nervioso, debido a que siempre había trabajado con mi amigo Joaquín, con el cual éramos socios. Nunca había trabajado en una empresa o agencia bajo la dirección de un jefe.
Finalmente, el día lunes llegó. Decidí llegar 15 minutos antes a mi nuevo lugar de trabajo que, afortunadamente, sólo se encontraba a 9 cuadras de mi apartamento, por lo que iba simplemente caminando. Al llegar, me recibió Olga muy amablemente. Estábamos los dos solos, hasta que empezaron a llegar mis nuevos compañeros de trabajo: Patricia (de unos 30 años), Lucía (un poco mayor que Patricia, unos 36 años) y Valeria (de unos 28 años). Esta vez no subí por las escaleras, sino que fuimos hacia un fondo techado, muy extenso. Estaba sonando un pequeño parlante, el cual reproducía muy tenuemente canciones de reggaeton. El ambiente era muy cálido y ameno, y mis compañeras eran muy buena onda. Me sentía raro al ser el único varón en ese momento, hasta que llegó Raúl (39 años). Patricia, Lucía, Valeria y yo éramos los fotógrafos, mientras que Raúl era uno de los que trabajaba en la parte de logística y edición audiovisual.
Estábamos conociéndonos un rato cuando Olga nos dijo muy cordialmente que empezáramos a preparar todo el set y la ropa que iban a exhibir las niñas ese día. El set era algo básico: un poco de arena en el suelo; detrás había una lona celeste que simulaba un cielo. Le agregamos unas figuras que representaban un sol y una nube. Patricia y Valeria se quedaron hablando con Olga sobre la ropa que usarían las niñas ese día, mientras que Lucía me hablaba un poco sobre mi nuevo trabajo. Luego, los cuatro fotógrafos revisamos que nuestras cámaras funcionaran correctamente, mientras mis compañeras me explicaban, por las dudas, cuál era la configuración recomendada de la cámara para tomar las fotos.
Pasaron unos pocos minutos hasta que sonó el timbre. Olga menciona que deben ser algunas de las niñas. Se dirigió a la puerta de entrada. Al abrirla, había dos niñas con sus respectivas madres: Camila (de 8 añitos) y Fiorela (7). Las madres saludan a Olga y despiden a sus hijas. Luego de saludarse, justo cuando Olga iba a cerrar la puerta, llega Matilde (6 añitos) a la agencia junto a su madre.
Camila es una niña de tez blanca, delgadita, pelo castaño oscuro y ojos oscuros de color marrón. Traía puesto un shortcito violeta que le llegaba hasta un poco más arriba de sus rodillas, una remerita celeste con un dibujo de Frozen en el medio, y el pelo suelto. En sus pies traía puestas unas zapatillas blancas. En su espalda, como las otras niñas, traía una pequeña mochila.
Fiorela también es de tez blanca, pero aún más blanca que Camila, pelo negro y largo que le llegaba hasta un poco mas arriba de la cintura. En sus cachetitos tiene unas pequeñas pecas. Tenía el pelo atado con una colita. Traía puesto un vestidito rojo muy llamativo que le llegaba hasta las rodillas. Como calzado, estaba usando unas sandalias de color negro.
Por otro lado, Matilde, también blanca (más del color de piel de Camila), su pelo es castaño claro y lo tiene mucho más cortito que Fiorela y Camila, ya que le llegaba hasta sus hombros, y lo traía suelto. Posee unos ojos celestes hermosos. Traía un pantalón de joggin marrón largo bien apretado, una remerita blanca bien cortita que dejaba al aire libre su barriguita. Al igual que Camila, tenía puestos unas zapatillas, pero de color negro.
Las niñas se saludan con mis compañeras de trabajo, a quienes parecen que ya conocían de antes. Me presento ante ellas por mi nombre,
Yo: – Buenos días, niñas! Mi nombre es Enrique y desde hoy voy a trabajar aquí junto a Patricia, Lucía y Valeria como fotógrafo. ¿Cómo se llaman?
Camila: – Guauuuu! Que lindo! Un hombre como fotógrafo! Yo soy Camila, Pero puedes decirme Cami!
Fiorela: – Yo me llamo Fiorela; puedes llamarme Fiore, jajaja.
Yo: – ¿Y tú?
Matilde: – Matilde, señor.
Tanto Camila como Fiorela me saludan con un fuerte abrazo y un beso en la mejilla. Matilde era algo mas tímida, me sonrié y le doy un beso en su mejlla.
Al acercar mi cabeza hacia las niñas para saludarlas, un hermoso olor a perfume impregnó mi nariz. Las tres niñas habían venido muy bien perfumadas desde sus casas. Ese dulce olor junto al carácter extrovertido de las niñas al saludarme con un beso y abrazo hizo que, sin saber por qué, mi corazón se acelerara un poco. Fue una sensación algo extraña, pero agradable en fin. Las niñas hablaban entre ellas y largaban pequeñas risas. Se ve que son niñas que ya se conocen desde hace tiempo. Valeria les ofrece algo para beber y unas galletas para comer. El ambiente y la relación con las niñas es muy positiva. Luego, Patricia comienza a ayudar a las niñas a maquillarse. Realmente las niñas estaban quedando muy bonitas, con sus labios levemente brillosos y sus pestañas algo pintadas.
Olga: – Niñas! A cambiarse la ropa! Lucía les mostrará qué usarán hoy…
Niñas: – Siii!
Lucía toma una muda de ropa y se lleva a las tres niñas hacia un vestidor. Desde lejos se veía que les estaba dando una breve explicación de lo que mostrarían hoy.
Al cabo de unos veinte minutos, salen las tres niñas de sus respectivos vestidores, dirigiéndose hacia donde se hallaba el set. Las tres estaban vestidas con pequeños shorts y remeras de colores muy brillantes. Fue entonces el momento en el que comenzamos a tomar las fotos. Durante ese transcurso, las niñas de divertían mucho, mientras la música de reggaeton que salía del parlante ahora se oía más fuerte. Me llamaba la atención cómo se divertían las niñas, cómo les gustaba posar y que las fotografiáramos. Eso me hizo sudar un poco, sensación que no entendía. Luego de una hora, hubo un breve descanso de veinte minutos, donde a las niñas se les daba algo para merendar (y al personal también). Hasta ese momento todo era normal. Si bien era algo nuevo para mí, lo venía sobrellevando muy bien. Lo único raro había sido esa leve aceleración del corazón al saludar a las niñas y al ver sus expresiones al fotografiarlas.
Terminado el descanso…
Olga: – Muy bien, niñas! Continuemos con las fotos… Vayan a ponerse las bikinis!
Niñas: Siii, señorita Olga!
Las tres se van corriendo felices y riendo hacia los vestidos, mientras detrás de ellas va Lucía llevándoles la nueva ropa que exhibirán.
Luego de un rato, salen las tres niñas. Casi se me explota el corazón! No entendía bien lo que me sucedía, no sabía por qué sentía lo que sentía. Un calor se esparció por todo mi cuerpo, mi corazón latía tan fuerte que parecía que se me iba a salir del pecho… Rápidamente comencé a sudar. El paisaje que estaba presenciando me dejó sin palabras!
Camila, Fiorela y Matilde traían una diminuta bombacha, lo cual hacia resaltar la redondez de sus tiernos culitos! Quedé impresionado al ver cómo la tela de las bombachitas se sumergían entre esos dos cachetitos blancos! Al verlas caminar hacia el set, casi por instinto propio, no pude evitar observar cómo sus nalguitas se movían a la par del movimiento de sus caderas, piernitas y piecitos descalzos! Esos culitos parecían haber sido tallados por los mismísimos dioses! Más arriba llevaban puesto un diminuto corpiño, el cual les quedaba muy apretados. En ese instante traté de volver en sí y me decía a mi mismo «¿Qué me está sucediendo?… Son solo niñas, Enrique!!!!» Mi cerebro intentaba tomar el control de mi cuerpo que estaba totalmente en llamas. La adrenalina que sentí en ese momento es indescriptible!
Nunca antes había sentido algo así hacia niñas! Me di vuelta, caminé rápidamente hacia la mesa y tomé un vaso de agua. Al querer servirme de la botella, mis manos temblaban y me costaba vertir el agua dentro del vaso. Por suerte, creo que nadie lo notó. Al apartar mi vista de esos tres ángeles, logré tranquilizarme. Al rato se me acerca Lucía…
Lucía: – Enrique… ¿Estás bien?
Yo: – Si, si! Creo que me agarró un poco de fiebre… Nada más
Lucía: – ¿Quieres descansar un rato?
Yo: – No, no es necesario. Ya se me irá… ¡Gracias!
En ese momento, cuando recién me estaba recomponiendo, me doy vuelta y veo cómo una mano me agarra mi brazo derecho fréneticamente. Era Camila!
Camila: – Enrique, ¡¡¿te sientes bien?!! – con esa vocecita tan dulce y finita y con cara de preocupación.
Al observarla de frente, con su diminuta y tierna mano y deditos sosteniéndome el brazo, mis ojos no lograron mantener contacto visual con los de Camila. Automáticamente se fueron desviando hacia abajo… Al poder verla bien de cerca, pude observar que, debido a que el corpiño era muy apretado, apenas se le llegaban a marcar un poco los pezoncitos planos! Continué desviando mi mirada hacia abajo, logrando contemplar el pequeño «triangulito» que su bombacha formaba sobre su vagina. Así como había visto en su culito, también parecía que su entrepierna intentaba succionar la tela de la bombacha! Sus dos muslos caían por debajo de su bombacha, uno mas levantado que el otro… Ver esos dos pedacitos de carne tan cerca de mí me hizo volver a sudar y a temblar! Finalmente vi sus hermosos piecitos… Esos deditos parecían una obra de arte de algún escultor profesional. Volví a levantar rápidamente mi cabeza, tratando de observar a Camila a los ojos para que no le resultara extraño mi comportamiento. Observé en forma contemplativa ese rostro angelical rodeado por un cabello castaño oscuro que caía sobre sus hermosos hombros. Nuevamente me percaté del hermoso aroma que emanaba Camila! Sentir la piel tibia de su mano izquierda tomando mi brazo derecha hizo que mi corazón se volviera a acelerar.
Yo: – S… S… Si… Ca… Camila… No… No te preocupes!
Camila me hace una hermosa sonrisa y me abraza.
Camila: – Oki, Enrique!!! Te esperamos para las fotos!
Al recibir su abrazo, mis ojos nuevamente se desviaron hacia abajo, logrando divisar su hermoso culito. Sin embargo, automáticamente cerré los ojos y me di vuelta, sirviéndome otro vaso de agua.
Al cabo de un rato, pude recomponerme y comenzamos con la segunda parte de las fotos: esta vez, como ya sabrán, las niñas posarán en bikini!
En principio aún me costaba sostener la cámara sin temblar. Trataba de disimular lo más que podía para que mis compañeras no se dieran cuenta. Si bien Camila, Fiorela y Matilde me habían paralizado el corazón en un principio cuando salieron de los vestidores, en mi cabeza estaba Camila! El haber contemplado todo su escultural e inocente cuerpito me había conquistado completamente, además de su comportamiento tan coqueto. No solo admiraba su cuerpo, sino también sus expresiones, su sonrisa, su aroma…
El hecho de que posara para mí (y para mis compañeras), obedeciendo a cada una de las indicaciones que le dábamos («ahora coloca tu brazo así», «ponte de espalda y mira hacia atrás sonriendo», «recuéstate en el suelo»…) era una sensación agradable, aunque me hacía hervir la sangre nuevamente. Verla posar de espalda, enseñando su culito, hacía que mi cámara temblara otra vez. Estaba presenciando un verdadero espectáculo!
Luego de una hora, terminamos con la sesión de fotos. Expiré con mucho énfasis, fuertemente, como diciendo «¡por fin se terminó esto!». Sin embargo, pareciera que Camila tuviera un espectáculo más para darme…
Cuando finalizó todo, las tres niñas se quedaron unos minutos jugando en el set, mientras Patricia, Lucía y yo lo íbamos desarmando. Como les dije antes, de fondo sonaban canciones de reggaeton provenientes del parlante. En ese momento, justo estaba sonando una canción que seguramente todos conocen: «Despacito», de Luis Fonsi y Daddy Yankee. Fiorela y Matilde estaba corriendo y riéndose entre ellas, mientras que Camila, al escuchar que empezaba esa melodía…
Camila: – ¡¡¡Uyy, es «Despacito»!!! Me encanta esta canción, está muy de moda. ¡Enrique!
Yo: – ¿Eh? ¿Qué sucede, Cami? – mientras yo justo estaba tratando de desviar mi mirada de Camila, para aliviar mi nerviosismo.
Camila: – ¡Mira cómo bailo «Despacito»!
Valera (a mí): – Ahh, si, jajaja. A Cami le fascina esta canción. Desde hace unos días que la viene bailando casi todos los días…
Yo: – Ahhhh, jaja, ok…
Camila: – Enrique, ¡mírame! No me estás mirando!
Yo: – Si, si, te estoy viendo, Cami…
Ella hace una leve sonrisa bien coqueta y comienza a bailar.
Mientras sigo ordenando un poco el set, observo a Camila bailar. Lo peor de todo (o lo mejor) era la letra de la canción combinada con los movimientos de la niña. Si ustedes conocen la canción, sabrán a qué me refiero. La letra es muy fuerte. Al escuchar la parte en que dice «despacito, quiero desnudarte a besos despacito, firmar las paredes de tu laberinto y hacer de tu cuerpo todo un manuscrito!», Camila se movía muy lentamente, haciendo movimiento circulares con su cadera y su culito! Al mismo tiempo, esparcía las puntas de sus deditos por todo su cuerpo, todo eso mientras la letra hablaba de «firmar las paredes de tu laberinto y hacer de tu cuerpo todo un manuscrito». Ni hablar cuando la letra dice «que le enseñes a mi boca tus lugares favoritos, dejame sobrepasar tus zonas de peligro, hasta provocar tus gritos…». En esos instantes sentí cómo de manera automática empecé a salivar dentro de mi boca!
Yo: – Mu… M… Muy bien, Cami! Que bien bailas! Ahora discúlpame, debo seguir ordenando esto, sino la señora Olga me va a regañar, me entiendes, jaja
Camila: – Jajajaj, oki, Enrique! Que lindo que te haya gustado! – se me acerca corriendo y me abraza, apoyando su cabeza de costado en mi barriga. Esta vez, al recibir su abrazo, yo también la abracé, colocando una mano en su espalda y la otra en su cabeza. Su piel se sentía tan suave, tan inocente, tan tierna…
Finalmente, las madres vinieron a buscar a las niñas, quienes me saludaron nuevamente con un beso en la mejilla y un abrazo, mientras que Matilde solo me dio un beso en la mejilla, manteniendo un poco su timidez hacia mí. Esta vez noté que el abrazo de Camila fue mucho mas fuerte y cariñoso que los anteriores. Le había caído bien.
Al final de la jornada laboral, pasamos las fotos desde nuestras cámaras hacia una computadora de la agencia, aunque yo por dentro deseaba con toda mi alma seguir teniendo esas fotos, en especial las de Cami. Incluso hasta deseaba llevarme a mi apartamento la ropa que había usado Cami ese día, pero obviamente no podía.
Guardé mi cámara en mi mochila y saludé a mis compañeras.
Olga: – Pues bien, Enrique, ¿cómo te has sentido en tu primer día? – me pregunta sonriéndome.
Yo: – Muy bien, señorita Olga. Creo que soy muy apto para este trabajo.
Olga: – Que bien! Me comentaron que te has sentido mal en un momento…
Yo: – Sí, pero quédese tranquila, ya estoy mejor… Es que no había desayunado bien.
Al ir regresando a mi apartamento, comencé a caminar rápidamente. Sentía la necesidad de llegar lo antes posible, ya que sentía que mi cuerpo iba a explotar. Al llegar, me metí inmediatamente al baño, me bajé los pantalones, los calzones y…. Mi verga estaba al borde del colapso! Dura como un tronco, con las venas sobresaliendo… Al tomarla con la mano, sentía el fuerte flujo sanguíneo viajando por las venas! En la punta del glande y en el calzón había algo de líquido preseminal. Realmente estaba extremadamente excitado gracias a… Camila! Si! Un angelito de 8 añitos me había puesto así la verga! No lo podía creer. En ese momento, no lo dudé y terminé teniendo un orgasmo y eyaculando tres grandes chorros de leche bien espesa y caliente mientras cerraba los ojos y recordaba el baile de Camila a la par de la letra de «Despacito». Deseaba hacerle todo lo que la letra decía! Luego, sentí algo de culpa… Pero al cabo de unas horas, descansé, me preparé la cena, reflexioné sobre lo acontecido ese día y decidí comenzar a pensar como intentar lograr algo con Camila! Ya que la iba a ver varias veces.
Hasta aquí la primera parte de mi relato. Les pido disculpas si les hizo muy extenso. Ojalá les haya gustado, y esperen la segunda parte para ver qué sucedió con la hermosa Camila… Y qué sucederá con Fiorela y Matilde? Esto es solo el principio de una aventura de mucho enamoramiento, sexo y placer!
Ha esrado genial tu relato, mucho animo y espero la segunda parte
Has combinado lo que más amo en el mundo (las niñas) con lo que más odio (el reggaetón). ¡Me dieron escalofríos!
Somos 2
A mi me mojo la concha, veo q va dispar eso jeje.
Muy bueno tu relato espero la segunda parte
Hola! muy buen relato, estare esperando las siguientes partes
que buen relato, esperamos la segunda parte
Uuuuf … Muy buena historia en qué país paso eso?