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Heterosexual, Incestos en Familia

Mis primos Francisco y Sandra

Mis primos empezaron a coger desde niños con 7 y 8 años sin que sus padres se enteraran, ya que dormían en el mismo cuarto..
Les dije que sus padres no supieron que sus hijos cogían, pero quizá sí y les permitieron continuar con esos juegos, porque a mi tía se la había cogido su papá a los 12 años y le gustó tanto que continuaron hasta que el abuelo murió. Yo supe que mi tío sabía que su suegro le daba amor por los tres hoyos a su esposa porque los veía en acción a través de una rendija en la pared de la recámara de mis primos (supongo que esa misma rendija les permitiría a mis tíos ver a sus hijos desde su recámara). Seguramente la tía le había advertido del amor por mi abuelo y al tío le calentaba la situación, hasta el grado de estar de voyeur de su esposa. Un día les platico cómo lo supe y lo que vi con mis propios ojos. Por ejemplo, mi primo Francisco me contó que una ocasión estaban en la casa de la abuela, ésta miró el reloj y les dijo “¡Vámonos ya, porque tengo que dejarlos en su casa y recoger a su abuelo”. Llegaron, el abuelo y sus papás ya estaban esperándolos. En cuanto los abuelos se fueron, su mamá les dijo “Lávense las manos y cámbiense la ropa. Ahora voy a servirles la cena”. Cuando se estaban cambiando, escucharon gemidos, como los de algunas noches y miraron por la rendija. La tía estaba acostada, con la falda levantada, no traía calzones, las piernas abiertas le colgaban de la cama, que por cierto tenía revueltas las sábanas y cobijas, y el tío le chupaba la panocha con mucho ahínco haciéndola gemir. Suspendieron cuando ella le ordenó que se bajaran a cenar. El tío se separó diciéndole “Al rato sigo, porque tu papá te dejó mucha leche y sabe riquísima”. “La leche ya te la acabaste, lo que estaba pasando era que me hacías venir una y otra vez, tragón”. ¡Al tío le gustaba el atole!, ¿a quien no?

En realidad, yo nunca vi a mis primos en acción ya que todo lo hacían cuando los demás dormíamos. Quizá mis tíos, se alternaban a mirar por la rendija en cuanto escuchaban que sus hijos hacían ruido. Los imagino uno (o una) mirando en tanto que la otra (o el otro) le daba gusto a su consorte con la lengua y boca.

Una noche que mis padres y mis tíos se fueron a un velorio, mis primos se quedaron en mi casa conmigo, ellos tenían 12 y 13 años. Sandra, la menor y de mi edad, se puso a ver películas y Francisco y yo nos fuimos a mi cuarto a jugar lo que nos encantaba: restregarnos sobre las ropas. Francisco comenzó tallándome las nalgas y golpeándolas con su pubis.

–Ya se te puso duro el pene, se siente muy rico –le dije remolineando mis nalgas en su protuberancia.

–Bájate los calzones para que sientas más rico –ordenó al tiempo que él se bajaba el pantalón.

Vi su pene que me pareció enorme, se lo agarré y le bajé el prepucio hasta que salió el glande reluciente por el presemen.

–¿Te estás haciendo pipí? –le pregunté dándole un jalón y lagrimeó más.

–Sigue jalando así, Ishtar, me gusta. Jálalo con una mano y con la otra acaricia mis huevos, como lo hace Sandra… –dijo, entrecerrando los ojos de placer, dejándome sorprendida por la revelación.

Yo seguí sus instrucciones “¿Así?”, pregunté. “Sí, primita, así…”, contestó sin abrir los ojos.

–¿Qué más haces con tu hermana? –pregunté.

De inmediato me volteó para colocar el pene en mis nalgas, embadurnándome el canal de presemen, moviéndolo de arriba abajo. Yo estaba feliz, pues las veces anteriores, al jugar a las escondidas, sólo me apretaba de las chichitas y me golpeaba con su pubis en las nalgas, pero sobre la ropa.

–¿Qué más le haces a mi prima? –le pregunté sabiendo lo que venía y ya me habían contado otras primas que él les hacía.

–Le meto la pija en la cola –dijo tratando de meterme la verga en el ano y yo sentí delicioso, pero sólo entró la puntita.

–También se la meto a Sandra por su rajita –dijo y cambió la verga de lugar.

El glande resbaló en mi gran humedad acariciando mis labios y el clítoris varias veces, pero el primo se conformó con eso, porque se vino y me dejó para ir a limpiarse al baño. Yo me quedé descansando sobre la cama, con los calzones abajo. Fue algo que no entendí sino hasta varios meses después cuando él mismo me dijo qué había pasado y que su papá le advirtió que podría embarazar a alguien si eso lo soltaba en la vagina.

–¿Qué más hacen ustedes? ¿Le has metido el pene por la vagina a Sandra? –pregunté cuando regresó con un poco de papel de baño y me limpió la raja y las nalgas.

–Nos besamos como lo hacen los papás, le chupo el pecho y también nos chupamos los sexos –dijo pasando a la acción.

¡Nunca había sentido tan rico! ¡Fue mejor que un momento antes me hizo, en que resbaló varias veces su falo en la entrada de mi vagina! ¡Creí que me estaba haciendo pipí! Me desconcertó que Francisco siguiera chupándome y tomándose lo que yo soltaba. Suspendió cuando escuchamos la voz de Sandra: “¿Dónde están?”, nos agarró cuando Francisco me subía los calzones “¿Qué hacen?” preguntó antes de vernos. “Estamos jugando”, contesto su hermano al bajarme el vestido.

–¡Sí, ya veo…! –exclamó con un mohín de enojo y celos.

–Vamos a comer lo que nos dejó mi mamá –les dije yéndome a la cocina.

Alcancé a oír un cuchicheo de enojo “¿Se la chupaste?”. “Sí, a la noche te la chupo a ti” contestó Francisco. “¿Los dos al mismo tiempo?, a mí me gusta así…”, exigió Sandra ya en volumen normal. “Sí, a mí también” respondió Francisco en el mismo volumen de voz. Yo no entendía a qué se referían. Pero una semana después, en la escuela se lo pregunté directamente a Sandra en el recreo.

–¿Mi primo y tú se chuparon al mismo tiempo el sexo esa noche que se fueron de mi casa? –inquirí viéndola a los ojos.

–Sí, él me dijo que lo haría así –contestó de manera muy natural.

–¿Cómo se hace? ¿Francisco te enseñó? –pregunté con mucha curiosidad.

Sandra me explicó que lo aprendieron viendo a sus padres y me detalló lo que después aprendí que se llamaba 69. “A mí me sabe muy rica la eyaculación de mi hermano, y la de otros primos…”, dijo desenfadadamente. Creo que desde allí me quedó la impronta por el sexo oral que tanto me gusta.

–¿Qué más te hace tu hermano? –pregunté sin recato, ya entrada en ese tipo de plática.

–Me besa y me lame todo el cuerpo, también nos damos besos en la boca acariciándonos las lenguas –contestó Sandra cerrando los ojos, recordando las caricias y disfrutando sus recuerdos como si los estuviera viviendo–. ¡Amo a mi hermanito!

–Él me dijo que te metía el pene en la cola y en la vagina, ¿es cierto? –pregunté, dándome cuenta que Sandra me contagió su excitación, pues ella volteó hacia abajo a ver cómo me acariciaba la panocha sobre el pantalón de deportes.

–Sí, por los dos lados nos gusta, pero últimamente sólo se viene en el culo. Mi mamá, cuando me bajó la regla hace poco, me dijo que mientras no estuviera casada no se me ocurriera que me metieran el pene en la vagina pues me saldría sangre y, además, podrían embarazarme –explicó.

–¿Te salió sangre cuando tu hermano te lo metió por adelante? –pregunté para cerciorarme de que ya no era virgen.

–No, nunca, y mira que ya lo tiene de buen tamaño… –dijo extrañándose de ello–. Tampoco me salió con René ni Felipe (otros primos, Felipe es el padre de mi hija), que también me lo metieron todo y tienen el pene más grande que mi hermano.

–¿Y con Diego? –pregunté algo celosa.

–No, a Diego no lo sueltas tú cuando jugamos, no te hagas tonta… –contestó socarronamente y yo me sentí bien que mi amor no fuera tan puto como los demás.

Me contó también que, el año anterior, Felipe y René se la cogieron simultáneamente, y ambos se vinieron dentro de ella “¡Se siente diferente y con el doble de placer!”, expresó cerrando ojos y puños por la remembranza que, obviamente me causó envidia. Sin embargo, me quedé con la curiosidad de que ella no supiera quien la desvirgó.

–Oye, tu papá no te ha metido el pene… –pregunté en voz muy baja.

–No, ¿A ti sí? –me dijo también en voz baja.

–No, ni siquiera me he dormido con él –contesté frustrada.

–Yo sí, varias veces. Ni recuerdo cuando fue la primera. Pero sí, y me encanta porque me abraza muy tierno y me duermo fácilmente. A veces juego con su pene y se le pone muy grande y duro. Me gusta sentirlo con sus pelos en mis pies y en mi cara, pero me lo retira rápido cuando le comienza a gotear –comentó.

–¿Y qué ha dicho tu mamá de eso? –pregunté suponiendo que ella estaba presente.

–Nada, ella no estuvo esas ocasiones. Además, una vez que, sin calzones, me hice caballito en el troncote muy mojado de mi papá, él me dijo que no le contara a mi mamá las cosas que yo le hacía a él porque me podía regañar ella severamente – afirmó.

–¿Tú se las hacías? Eso de agarrarle el pito, y montarte en él, o jugar con tu cara entre los vellos hasta que tu papá se mojaba mucho, ¿era ocurrencia tuya? –pregunté.

–Sí, casi todo, también darle chupaditas y besitos en el pene y en los huevos. Él muy pocas veces mi hizo algo, como chuparme la cola y la vagina cuando me llevaba a mi cama, o jugar con su pene en la entrada de mi vagina cuando me empezaba a dormir… ¡¿Crees que él me haya metido el pene estando yo dormida cuando no estaba mamá?! –preguntó alarmada.

–Te hubieras dado cuenta por el dolor… –le dije moviendo negativamente la cabeza–. Además, te hubiera salido sangre.

–Sí, tienes razón. Tendría que estar yo profundamente dormida. Sin embargo, me hubiera gustado con mi papá, mi mamá llora de alegría cuando él se la coge –me explicó y vi que teníamos gustos similares. (¿Le habrá dado el papá un somnífero?, pensé.)

–A mí también me gustaría con mi papi. Mi mamá pide que se lo meta todo y grita cuando se la coge –contesté, sumiéndome en los recuerdos que tenía de la trancota reluciente de mi padre entrando y saliendo del coño de mamá, quien pedía más, y me apreté la panocha…

–Sí, ha de ser muy rico, yo también me sobo la panocha deseándolo –dijo Sandra acariciándose al mismo ritmo que yo.

–Dice mi hermano que ha visto que mi mamá coge con mi abuelo. ¿Será herencia? ¿Tu mamá también coge con el abuelo? –preguntó dudando.

–No lo sé, pero si él se coge a mi tía, ¿por qué no se cogería a su otra hija? –dije quedando convencida de la relación endogámica de la familia de mamá–. Además de tu mamá, ¿sabes si el abuelo se ha cogido a otra de sus hijas? –pregunté.

–Lo de mi mamá yo no lo vi, me lo dijo mi hermano. Pero Gaby (la hija de mi tía Ofelia) me contó que una noche, el abuelo se quedó a dormir en la casa de ellos porque su papá andaba fuera de la Ciudad. Gaby pensaba que el abuelo dormiría en la cama de ella, y ella con su mamá. Pero la tía Ofelia le dijo que no era necesario que se fuera a dormir con ella pues su abuelo dormiría en el sofá.

–¿Y eso qué? –pregunté encogiéndome de hombros.

–¡Déjame continuar! –me dijo Sandra algo irritada–. Gaby me dijo que, en la noche, cuando ella bajó por un vaso de agua, vio que el abuelo no estaba en el sofá y se escuchaban respiraciones agitadas en la recámara de la tía Ofelia. ¿Entiendes? –me dijo burlonamente.

Lo cierto es que todas las hijas, mi mamá y sus hermanas, eran muy cariñosas con su papá, mi abuelo. También, me parece que la abuela, quien era prima hermana de mi abuelo, era cómplice. Ella acostumbraba ir a mi casa cuando mi mamá iba a visitarlos. “¡Otra vez nos habremos cruzado en el camino!”, exclamó varias de esas veces, pero se quedaba con nosotros una hora o más, hasta que regresaba mi mamá acompañada del abuelo. Bien cogida, supongo ahora…

La sangre llama, no me cabe la menor duda. Hasta la fecha, Sandra y Francisco siguen cogiendo, ambos me lo han confirmado por separado. “¿Quieres ver cómo lo hago ahora?” me dijo Francisco hace poco en una fiesta familiar. “Hoy no se puede, todos se darían cuenta…”, le dije, dejándole ver que sí estaba dispuesta. Mi primo sonrió y se apretó la verga por encima del pantalón dejando ver un cilindro de buen tamaño, el cual, a riesgo de que me vieran, le apreté, levantándome del asiento para irme a oír los chismes de mis primas.

79 Lecturas/1 noviembre, 2025/0 Comentarios/por Ishtar
Etiquetas: hermana, hermano, hija, padre, primos, recuerdos, sexo, voyeur
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