Nacho, un «pichón» con suerte II.
Nacho está a la merced de su libidinosa vecina que cada vez lo somete a más experiencias sexuales..
Continuación de la historia de Nacho, ya la primera parte se encuentra en:
https://sexosintabues30.com/relatos-eroticos/heterosexual/nacho-un-pichon-con-suerte/
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Luego de esa noche que me hizo el sexo oral, sentí que había quedado atrapado en sus caprichos morbosos, tanto emocionales como libidinosos.
Soyla no dejaba de molestarme llamándome Nacho-pichón, cosa que me daba vergüenza frente a las otras señoras y vecinas.
Más de una de sus amigas le preguntaban: ¿Tú se la has visto?. Y ella soltaba una carcajada de su boca hermosa y les decía entre risa que «no» meneando la cabeza.
Sin duda, sus desenfrenos los pude conocer desde esa tarde que me había obligado al baño con sus hijas y vecina; al día siguiente fui como era mi costumbre a ver la televisión. En la sala de esa casa estaban reunidas como siempre a las cuatro de la tarde dos vecinas mayores, de su edad y una adolescente de unos 16 años.
Ellas hablaban y reían , y yo, pues sin entender nada, no prestaba atención sino al enlatado de western que proyectaba la blanca y negra pantalla. En eso, la chica que usaba un uniforme a cuadros rojos como top de una camisa blanca de manga corta, se estiró en el pequeño sofá y abrió sus piernas, metió su mano entre su braga y comenzó a decir, en una especie de estado de posesión:
«-¡Estoy arrecha!, ¡quiero un hombre!, no aguanto más…» Moviendo su cadera de lado y lado y la cabeza estirada mirando al techo.
«-¡Quiero verga!, necesito sentir una verga…».
Soyla la miraba entre perpleja y risueña por la actuación o por el disparate hormonal de la menuda adolescente.
Las dos señoras que no pasaban de los treinta años tampoco daban crédito al bochornoso espectáculo, miraban y secreteaban con Soyla.
Fue entonces cuando la abuela llamó al respeto:»-Mira Soyla, dile a esa pelada que deje el show aquí en la casa, si quiere verga, aquí está Nacho, ¡y no joda más con esos gritos de puta loca!.»
Las mujeres rieron más. Y al sentirme aludido acomodé mi pene medio animado por la escena y me puse de pie para salir. Soyla, entonces me detuvo:»-¿Ea, para dónde vas mi amor?, ahora es que te necesitamos.»
Dicho eso, tocó a la muchacha en una pierna y le dijo que se parará, la tomó del brazo y la llevó hasta su habitación. Allí la siguieron las dos vecinas: Adriana, la mamá de Adrianita y Rosiris, una paisa como ella, mujer de un viejo español con una niña de once años.
No podía ver ni escuchar lo que tramaban, y quise evadir ese nuevo escarnio sexual ante tantas mujeres conocidas y me traté de escabullir; fue cuando escuché la voz otra vez dominante de Soyla que me decía que llegara al cuarto. Pero me fui corriendo a mi casa… más que tenso, preocupado.
Allí dejaba hasta ese momento, a esa niña sería de la vecindad, que por motivos incomprensibles deliraba por un pedazo de pene. Quizá Soyla entendió que había llegado lejos y no estaba aún preparado para exhibirme ante sus amigas, entonces las despidió, según me contó después, y me llamó por la pared del patio:
«-¡Nacho, mi amor, ven que quiero decirte algo!».
Mi mamá la atendió y hablaron de trivialidades y le pidió que me dijera que fuera urgente a su casa. Yo que la escuchaba y no salía. Fue cuando mi mamá me increpó qué atendiera a la vecina. Entonces me acerqué a la pared divisoria de las viviendas.
«-Mira, ya se fueron esas viejas de aquí. Nacho: «el pastel hay que comerlo caliente, si lo dejamos enfriar, el diablo le mete el diente». Me dijo ese dicho en tono de secreto en el oído. E insistió:»-¡Está lista!, ven, no seas bobo.» Sobando mi sudada cabeza.
Ella me recibió en su sala y me condujo al cuarto, el único de esa casa, al verme la abuela soltó una risa de malicia y complicidad.
Ella estaba sentada en la cama, una vez me vio, comenzó a reír nerviosamente, y dijo:»-Este pelaito no tiene sino un «chito» en sus piernas para darme lo que necesito. Quiero un hombre que me quite este calor que llevo de años.»
Ahora sí es que estaba en problemas, pues no solo era entrar y demostrar a esa vecina caliente mi potencial, sino dejarle claro mi idoneidad como el amante recomendado de Soyla.
«-¿Blanca, hija y desde cuando vienes con esa calentura?, ¡muchacha!».-Pregunto Soyla.
La chica miraba ofuscada le contestó:»-En la casa mi mamá no deja de gritar cuando mi papá la monta desde que recuerdo y he estado viendo vídeos y revistas a escondidas de ellos. Eso me pone caliente y no he encontrado a alguien que me ayude con eso. Usted perdone doña Soyla, eso que hice delante de las vecinas. Ojalá, esto no llegue a oídos de mi mamá, ¡porqué me mata!.» -Y se puso a llorar.
Soyla la consoló y le dijo que eso no saldría de allí y que advirtiría a Adriana y Rosiris de no comentar. Dicho eso me jaló y me puso delante de ella que seguía al borde de la cama:»-Mira» Abriendo mi pantalón y sacando medio dormido mi falo.»-No te parece esto una buena pieza, ni mi esposo la tiene así».
Me acomodé mejor mi ropa y se la pude señalar cuán larga y gorda era. Ella quedó lela ante lo jugosa y fresca que aparecía mi carne con su brillante cabeza.
-¿No, conocías una de frente?, ves lo que tiene guardado Nacho. La chica traspiraba, y su cabellera negra lucia grasosa por el sudor.
«-Tomala, agarrala así, ve como se mueve y se cierra esa cabeza. -Acercó su rostro y delante de la adolescente me dio un chupo que dejó aún más roja la presión sobre el inflado glande. «-Pruebala, está rica.» Y la chica comenzó a darme una felación brusca y dolorosa. «-Suave, suave.» Recomendó Soyla. Entonces la tomé por la cabeza para controlar su degustación. Le sobé la espalda, estaba mojado todo el uniforme. Ella ya había conseguido encontrar el ritmo y me miraba y sonreía. Yo le acariciaba el rostro y tocaba por enzima sus grandes senos, mojados por el calor y el vestido.
Soyla, iba miraba la sala y entraba a supervisar el conilingus de Blanca. Que ya lucia menos ajitada y saboreaba como una chupeta me erecto extremo. Tenía ya ganas de bajar y subir su vestido, pero se habían ido el tiempo, y se escuchó a su mamá preguntar sin entrar desde el portón de la calle, si estaba Blanca por allí. Soyla rápidamente se acercó y le dijo que estaba en su cuarto y la llamó. Blanca me dio un beso en la boca y salió corriendo al encuentro con su madre.
Luego me llamó y me dijo que no me preocupara que la señora no sospechó nada de su hija. Y me dijo que había hecho bien mi papel y pronto estaría la niña y arrecha Blanca debajo de mi.
Al día siguiente cuando pasaba del colegio me llamó y me dijo que no la tomará mal, que ella sólo queria darme gusto y que gozara la vida, y qué ella misma me quería comer. Mientras me lo sobaba encima del pantalón. Una hija llegó de la escuela y se iba a cambiar. Entonces yo iba a salir para que ella se desvistiera, pero no lo permitió, por el contrario le ordenó que se cambiará. Así la niña blanca se fue desvistiendo sin ningúna preocupación. Entonces ella me dice: «-¿Ajá, cuál es el problema que me dices que tienes en el pipi?.»
-¿Yo…? -Le digo.
«-Siii, siéntate para revisar, puede ser un nacido».-Dicho eso me comenzó abrir el pantalón. Ya la niña quedó al frente pendiente de lo que hacia su madre de manera preocupada y generosa por mi salud.
Sacó ya el pene erecto del pantalón. A la niña se le abrieron los ojos, quizás en el baño de ayer no pudo apreciar bien que tipo de pieza sexual poseía yo. «-Bajate bien ese pantalón. Tu mamá ni se preocupa por saber que te pasa». -Decía inventando su farsa y dándole un mensaje a su hija.
Me bajé el interior y me senté. Ella me empujó y quedé atravesado en la mitad de esa cama con el pene erecto y la mano delicada de ella revisaba poniendo casi la boca en su cabeza. La niña se recostó para observar.
«-¿Mami que tiene Nachito?.» -Sin perder detalles como su madre me masajeaba en su teatro de enfermera. «-No le veo nada. Él dice que es un forinculo. Es como los nacidos que botan pus pero este seguro que botará leche. Pero la tiene bien inflamada. Mira su cabeza roja. Mira como está de hinchada.»
«-¿Te duele Nacho?.-Preguntaba la niña. Le decía que un poquito. Entonces sorpresibamente, Soyla salió a la sala y le dijo a la niña que mirara si ella encontraba algo como una bola roja con una boca. Y ni corta ni perezosa la niña comenzó a estrujar mi miembro de un lado para otro viendo dónde podía estar ese nacido. Hasta que se quedó viendo la cabeza roja y su boquita ya llena de mi líquido lubricante. Soyla la vi fisgoneando detrás de la cortina de la única ventana de ese cuarto a la sala, le brillaban los ojos y se tocaba la entrepierna. La niña me daba una linda paja sin saber. En eso llegó la otra de la escuela su hermana. Y Soyla la acompaño a la habitación y le preguntó preocupada a la hija que sostenía el maso en la mano: si había dado con el nacido. La niña le señaló mi glande y su rajita. La otra niña que apenas llegaba sudada de la calle no entendía que pasaba. Le explico que yo le había dicho de un dolor, pero que no encontraban nada, y si ella quería revisar. Yo me fastidie y me subí el pantalón y las niñas llamaron a la mamá.
«-¿No te vayas Nacho, yo quiero ver también?». -Dijo la menor.
«-Dejemos a Nacho ya que tiene que llegar a su casa, otro día se la vamos a revisar bien ese güevote. ¿Si quiera almuerzas aquí?».
En la tarde me quedé encerrado en mi habitación, que hasta mi madre me preguntó qué me pasaba, le contesté que nada. Ella inquirió:»-¡Cuidadito algo con Soyla. Ella es una mujer de cuidado!.»
-¿Por qué Mami?
Me dijo que no iba a hablar de eso y que nada más tuviera pendiente de sus consejos y no quería problemas.
Como a las 7 de la noche me llamó por la pared del patio. Mi madre estaba en su habitación viendo su televisor a alto volumen como le gustaba. Era atormentador pero esa era su casa. Al asomarme del otro lado está Soyla con Blanca, recuerdo que ese día era viernes.
«-¡Ven!.» -Me dijo Blanca, estaba el patio oscuro. Soyla entonces volvió a insistir:»-Ven mi amor, aquí no hay nadie, mi papá se llevó a las niñas hasta mañana dónde la querida.»
En la sala estaba su mamá y el bebé en su cuna, como era habitual pegada al televisor. Me vio y me llamó a darme un beso en la frente:»-este pelao si es guapo, tuviera 30 años menos y me lo comía todos los días.» Y soltó su risas de sus labios de carmín deliberado y sus cejas negras que parecían pintadas a la carne o así eran en realidad.
Blanca pasó del patio a la sala y habló con Soyla, aduciendo que sus papás habían salido para una fiesta y ella estaba sola en la casa y le dieron permiso para entrar hasta las 10 pm.
«-¡Metanse!, que aquí no entra nadie más.» Y cerró la cortina.
Blanca empezó a quitarse su ropa y quedó en sujetador y pantaleta. Era pequeña y su piel brillaba, tenía boso tenue arriba de su labio superior producto de la copiosa vellocidad de todo su cuerpo. En un santiamén estaba yo en calzoncillos y erecto hasta más no poder. Me acerqué y la abrazé por el bajo talle y la besé en su boca. Ella estaba nerviosa y temblaban un poco sus manos. Le quite el brazier y quedaron a mi vista dos bellos senos grandes con aureolas pardas y grandes para unos pezones pequeños que agarré suavemente. Ella suspiró; le bajé el panty grande que contenía sus nalgas gruesas y su grupa peluda, de un pelo negro y muy liso. Me bajé mi interior y quedó exibido y babeante mi largo y gordo pene de doce años.
Ella cerró la puerta y se acostó en la cama de Soyla. Yo la toqué y estaba bien mojado su sexo velludo. Le dije, que la iba a chupar, pero ello no acepto. Me dirijí a sus senos y comenzó a reaccionar su excitación.
–«La tienes grande, ¿me va a doler?»
–No, si estás caliente, mojada como ahora.
–«¿Quién te ha enseñado todo esto?»
–Yo he aprendido viendo cosas.
Ella sonrió, y yo le posé la cabeza a la enredada entrada de su gorda vagina. Le sobé las piernas y apunté. Al sentir que mi glande se abría entre sus labios jadeó y se separó. Pero volví a acomodar mi pene y sentí por primera vez el calor en su cerrada concha.
«–Deseo que me hagas mujer, eres bello Nacho, eres un macho lindo. Ven metelo y quítame esta caliente virginidad». -Me dijo.
Se escuchaba afuera el televisor a todo volumen y un grito de Soyla que alentaba a continuar con el encuentro sexual.
Yo sin más pulso y resistencia dejé caer mi cadera buscando acoplarme en sus abiertas piernas y la penetré hasta la mitad; ella guiso safarse, pero avancé más hasta que se colgó de mi cuello, y de un certero golpe le partí la virginidad; ella grito ahogada y la comencé a embestir de una manera frenética como se puede culiar a esa edad; ella se movía y yo me movía dentro de ella, que la sentía gozar, gemir, jadear y echar pequeños gritos de placer.
Hasta que pasados unos diez minutos pude eyacular dentro de ella. Ella al sentir los espasmos de mi climax, también se estremeció y no quería soltarme ni dejar salirme de ella.
«-Es rico hacer el amor, Nacho.»
Yo saqué mi falo aún erecto como si no hubiese hecho nada. Brilloso de su orgasmo, mi semen y un poco de su sangre. Soyla llamó a la puerta y Blanca la hizo entrar, ella seguia acostada, relajada y tranquila con esa nueva sensación de sentir el sexo de un hombre.
«-¿Ajá, cómo estuvo?, ves que la verga cura todo Blanquita. Mira a Nacho, todavía sigue potente. Aquí les traigo una herramienta indispensable de cualquier mujer o pareja: el papel higiénico -Blandiendo un rollo en su mano-, esto hay que tenerlo al pie para limpiarnos luego del acto y cada vez que utilicemos el culo o el güevo.»
Enrolló dos pedazos y nos lo dio. Miró la vagina de Blanca y la limpio y a mi también.
«-Blanquita ya quedaste lista para gozar tu crica gordita, cortate esos vellos, mi amor.»
Me cambie, y le dijo a Blanca que se lavara bien y con jabón en el baño. Luego ya en la sala nos invitó a ir a la playa al día siguiente, que iban casi todas las amigas con sus hijas y quería que fuéramos Blanca y yo.
Al otro día Blanca se excusó de ir, entonces salimos para el mar, ellas sus tres hijas, Adrianita y su mamá Adriana, la señora Rosiris y su hija de 11 años, que llamaba «La españolita», y una adolescentes de 17 años, que era una vecina flaca y morena, algo alta y con unas nalgas grandes pero sin senos y se llamaba Mariela.
Soyla me había obsequiado una pantaloneta que tienen una malla abajo y me dijo que no me pusiera interior porque se usaba sin eso. Yo estaba, inseguro, ya que era una muy pequeña y de entrada se notaba mi bulto. Siempre salíamos temprano y durabamos todo el día hasta las 6 de la tarde.
Caminando hacía la playa, la hija de 8 años de mi vecina, dice que está cansada y no quiere caminar. Ella cargaba a la menor y la mayor la llevaba de la mano. Entonces me pide que la cargué. La niña llevaba su vestido de baño de dos piezas de top y bikini. Yo la ayudé a encaramarse en mis hombros con la pericia de toques y exhibiciones que eso demanda y así que quedó sentada y apretada con sus piernas a mi cara y su chocho caliente en mi cuello. Y seguimos caminando, todavía quedaba un largo trayecto. Las señoras andaban y a cada rato volteaban atrás, ya que venía un poco rezagado y con la visible templada de mi verga. Soyla ya se sonreía con la situación.
La movedera de la niña me traía caliente por todas partes, aveces acomodaba mis manos en sus nalguitas. Y las señoras cuchichaban mirando de reojo e incluso las gentes que caminaban en vía contraria. Iba más que apenado con eso.
Le pregunté a la niña que si quería bajarse, y dijo que no. Y la otra empezó a molestar para que también la llevará en «burrito». La mamá intervino e hizo bajar a la niña negra. Y se subió la más pesadita y clara con un traje enteriso de baño. Esta tenía más piernas y nalgas que su flaca hermana y por lo tanto más peso para mi espalda ya cansada. La subí y allí quedó su gordito sexo en mi nuca. Y sus blancas piernas en mi cara y otra vez el pene en alzada, está vez descomunal, que ahora notaban todo el grupo de jóvenes y señoras.
Al fin llegamos y puse a la niña en la playa me quité el suéter y enseguida me fui a meter al picado mar. Era una playa de mucho oleaje y cuidado. Y desde adentro notaba cómo el comentario era conmigo. Las niñas entraron enseguida y la madre me pidió que las atendiera y estuviera pendiente. El agua en mi profundidad me daba por la cintura y las niñas llegaron hasta donde mí y se me repegaban abrazando con los pies y manos, eran tres: las dos de Soyla y la españolita, hija de la bonita vecina paisa. Soyla era mayor unos 4 años. Entonces estaba acosado por el peso y la abrazadera y resbaladera por todo mi cuerpo. El vaivén del agua y la corriente nos llevó a lugar un poco más profundo para ellas, pero a mi me daba en el pecho, entonces no querían soltarme ninguna. La negrita me rodeo con sus piernas por el frente quedado todo su sexo a merced de mi tranca que hace buen tiempo todas sentían con sus brusco rose del oleaje. A mi izquierda una y otra la derecha. Que mi mano llegaba a sostenerlas por las nalgas. Ellas se limpiaban los ojos rojos y botaban saliva a cada momento. Me mantenía quieto haciendo mejor mi trabajo. Mi pene quería romper la pantaloneta y metí mi mano y puse la cabeza para arriba que sobresalía, ahora un cuarto, al bajar más el vestido. La niña tenía su bikini todo enterrado en su trasero. Así como las otras dos que mis manos acariciaba «sin querer queriendo».
Cada vez que la mareta golpeaba para adelante o para un lado, el chochito de la niña se resbalaba hasta mi cabeza que lo apresionaba buscando su carne. Ella me miraba y otra vez se aferraba para mantenerse arriba atada a mi cuello. Ya las otras se habían acostumbrado a mis manos. Sin mucha prudencia les acariciaba debajo de los bañadores. Ellas miraban para todos lados y me miraban para indicarme con sus caras sonrientes que les estaba gustando. La niña negra terminó por aceptar estar mejor sobre el rosor de mi sexo en el extrecho de ella y se acomodó quedado instalada. Le dije si quería aprender a nadar y dijo que sí. Así que hice estirar su cuerpo y abrir sus brazos y la sostenía en su puchita y pechitos. Mueve las piernas le indicaba, mira al frente, mueve los brazos. La otras no se despegaban hasta que se vino al frente «La españolita» e hizo que la negra acupara su lugar, en mi brazo. Era ella un poco más altas que las demás y al ser empujada por una ola grande se pegó y abrió sus piernas, yo sostuve con fuerza a las hermanas y ella terminó abrazada a mi cuello, con mi pene parado en la entrada de su vagina. Le toqué el culo y ella se acomodó más y comenzó a suspirar. Las otras ni cuenta se daban.
Miré miestras eso pasaba y la mamá me vio y llamó a su hija para tomar algo. Ella se hacía que no escucha, y agarré mi pene y lo meto por el bikini y se abraza más y le dije al oído «estas rica españolita». Ella sonreía. Cuando la mamá que no trajo bañador se quiso meter, fue que se descolgó y sacó su pedazo de tela del fundillo y salió. Me quedé con las hijas de Soyla que ya conocían muy bien la movida de mi pene en el mar.
Al salir se notaba el grosor de mi pene en la trusa casi transparente. Las señoras no perdieron tiempo en observar. Pedí un poco de refresco a Soyla y me tendí en la negra arena. A poco metros estaba Mariela con su bañador algo olgado para su delgado cuerpo. Podía ver la copa grande ante sus pequeñas puntas que no lo llenaban.
Soyla me vio, y me dijo en al oído:»-Te tengo varios encargos mi amor, está flaca también va a ser para ti.»
Continuará.
Agradezco sus comentarios.
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@kuripi
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